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Rodrigo Fluxá: “No entiendo el periodismo desde las certezas”

Rodrigo Fluxá:

“No entiendo el periodismo desde las certezas”

De alguna manera, hablar del Premio Periodismo de Excelencia fue, por mucho tiempo, hablar de Fluxá. En estos 20 años, el cronista de la Universidad de Chile que firmó mayoritariamente en la revista Sábado, ha sido seleccionado 29 veces como finalista. De ellas, en nueve oportunidades resultó ganador de la categoría por la que competía, y en otras tres, sus reportajes fueron reconocidos con la máxima distinción del PPE Escrito. ¿Cómo lo hizo y cuál es su método? Aquí, quien se define como una persona que detesta dar y recibir lecciones, lo cuenta.

Por: Daniel Lillo
Fotografías: Juan Farías

En las historias que escribe e investiga nada es predecible. Si el protagonista es un subastador, la trama que cuenta es la de un moribundo que para ser recordado termina destapando el caso Penta (“El último golpe del martillero”, 2014). Si la historia es la de un comerciante que aseguró ante todo el país haber matado a 12 delincuentes, el relato deriva en la siquis de un charlatán (“El justiciero imaginario”, 2017). Y si el protagonista es un asistente de un jardín escolar que fue acusado de haber abusado una cincuentena de niños, éste resulta absuelto por la justicia (“La cruz de un Hijitus”, 2015).

Los giros, aquellos que hacen que todo sea más complejo de lo que parece, pero también una mirada descreída, hacen de Rodrigo Fluxá un periodista particular. Capaz de mirar bajo el agua y desnudar las fallas estructurales del sistema, en sus crónicas y reportajes los puntos de vista son tan diversos que hasta los perfiles de los deportistas terminan siendo un rompecabezas que el lector -sin atajos ni lugares comunes-, se ve invitado a armar y desarmar.

Siempre hay noticia pero también profundidad sobre los fenómenos que reportea y desmenuza. En “El extraño mundo de Johnny” (2011), podemos llegar a comprender cómo la figura estrella de la U. de Chile termina cometiendo un atropello que lo perseguirá el resto de su vida; en “Los últimos días de Bonvallet” (2015), el cúmulo de eventos que llevaron al polémico comentarista a quitarse la vida; y en “Erika sobreviviendo a Olivera” (2016), la razón del carácter osco de la maratonista se explica a través de la dolorosa e inaudita confesión con que rompe el silencio: por años había sido abusada por su propio padre.

“Para reportear bien hay que hacer lo que deberíamos hacer siempre; dejar de estar tan seguros de todo lo que pensamos y conversar, preguntar, entender”, dice Fluxá sobre un método que afinó durante años en la revista Sábado de El Mercurio, donde fue periodista y editor. Allí también se hizo experto en crónicas rojas que, con el tiempo, terminarían siendo libros. Sucedió con el reportaje “Los testigos claves del caso Zamudio”, el inicio de una extenuante investigación que culminó con la publicación de “Solos en la Noche”, libro que relata los pliegues de las precarias vidas de Daniel Zamudio y sus asesinos; y que, lejos de aceptar la tesis impuesta en la opinión pública, evidencia los factores multidimensionales de la violencia que terminó con la muerte del joven en 2012. O con “Usted Sabe Quién”, libro sobre el Caso Haeger. El homicidio de la dueña de casa, cuyo cadáver permaneció por 42 días en la azotea de su viudo, Jaime Anguita, puso la lupa en el sistema judicial chileno. Las negligencias de la Policía de Investigaciones y la Fiscalía, quedaron plasmadas en el texto de Fluxá.

Esa forma de reportear el crimen: consultando a tantas fuentes como la historia demande, sumergiéndose en los ambientes donde ocurren los hechos y evitando las lecciones morales, fue el sello que estampó en su paso por los medios de comunicación escritos, a los que, confiesa, difícilmente se ve ahora retornando. A cinco años de la última vez que apareció en una nominación por un trabajo escrito, Fluxá comenta que no se visualiza en un futuro escribiendo como lo hacía antes. ¿Las razones? Son variadas. La precarización y desprestigio de los medios, por una parte, pero también su nueva área de desarrollo: las series de no ficción.

—Pareciera que tiene “la fórmula” para dar con las historias que interesan y golpean al país. ¿Tiene un método para escoger un tema?

—El problema sobre “encontrar” temas sobre los que escribir es que es muy difícil sistematizarlo. Y es más difícil tratar de enseñarlo. Es como tratar de enseñarle a alguien que tenga “punto de vista”.  Sí hay cosas que siempre son deseables -como que tenga novedad, que tenga un subtexto distinto a lo que estás narrando, que tengas la posibilidad de giros- , pero al final, igual una pauta que tenga todos esos elementos puede terminar mal, o una que no tenga alguno puede terminar bien. Sí es importante buscar temas reporteando en el mundo “análogo”, no porque haya algo malo con lo digital, sino porque si tú estás viendo algo que te llame la atención en redes sociales, hay otros 50 periodistas que están viendo lo mismo.

—El primer trabajo con el que fue finalista del PPE fue “La vida olímpica de un maratonista” (2008), que contaba las complicadas semanas que atravesó Roberto Echeverría previas a su participación en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. ¿Recuerda cómo fue realizarlo?

—Ni me acordaba de ese reportaje. En general, no leo hacia atrás, porque uno va adquiriendo herramientas y gustos siempre, y lo que uno escribió hace tanto tiempo suele dar un poco de vergüenza en la relectura. Sobre todo, cuando se escribió joven. Tenía 28 años en ese tiempo, lo que no suena joven-joven, pero para hacer los reportajes largos, lo es; uno requiere dominar bien los formatos más básicos antes de dar ese salto. Sí me acuerdo de que en terreno estuve uno o dos días para ese reportaje, muy poco para cómo trabajé después.

“El problema sobre ‘encontrar’ temas sobre los que escribir es que es muy difícil sistematizarlo. Y es más difícil tratar de enseñarlo. Es como tratar de enseñarle a alguien que tenga ‘punto de vista’ .  Sí hay cosas que siempre son deseables -como que tenga novedad, que tenga un subtexto distinto a lo que estás narrando, que tengas la posibilidad de giros”.

—En sus reportajes se percibe un Chile que en la década del 2010 estaba lejos del foco; historias de abuso, como en “Erika sobreviviendo a Olivera”; o violencia en la infancia en “El retiro de un joven pistolero” ¿Qué reflexión podría mencionar sobre esos reportajes? Considerando los años que han transcurrido.

No sé si es una reflexión, porque más bien es una obviedad; son problemas de larga data en Chile. Y en el caso de la infancia, había gente, periodistas, trabajándolos mucho antes del estallido.

—Esas historias irrumpieron en un contexto en que existía la percepción de “estabilidad” en el país, algo que cambió en gran parte con el estallido social, cuando se instaló la percepción de que todo lo que funcionaba mal en el país era muy evidente.

—Es lo que te decía. Es bueno el eslogan de que “Chile despertó”, porque implica cierta culpa por estar “durmiendo”. Yo no siento esa culpa. No voy a hacer una defensa corporativa, porque no me siento parte de ningún colectivo, pero al menos a mí -y a otros periodistas que admiro- ninguno de los temas levantados en el estallido eran una sorpresa. Eran fenómenos de larga data, muy complejos, que no se pueden encuadrar en slogans, y que veníamos reporteando hace tiempo. No creo que a Mónica González o a la Andrea Insunza, por mencionar a las mejores, les sorprendieran los temas que se levantaron en el estallido. No creo que hayan estado “dormidas”.

—¿Por qué cree que cambió tan bruscamente ese prisma con el que veíamos al país?

—Es para largo. Supera mis capacidades y conocimientos.

—En una entrevista mencionó que los delitos violentos se ven hace años, pero poco y nada sabemos de lo que sienten o viven los adolescentes que los cometen. Y hoy, la mayoría coincide en que estamos en una crisis de seguridad, sin lograr desprender los factores que inciden en ella. ¿No se tiene el interés por conocer esa parte de la problemática?

—Creo que la violencia y el crimen organizado está mal reporteado, por diversos factores. Uno lee El Faro y se da cuenta de que estamos a años luz. Estamos, además, tironeados por los dos polos al respecto: por un lado, el deseo de la gente de mano dura y que todo el mundo se vaya preso; y por el otro, una mirada condescendiente que se centra en los factores sistémicos del problema, ridiculiza el miedo genuino de la gente y tiende a ver a los que cometen los delitos como “gente a la que le fallamos como sociedad”. Obviamente, ambas miradas tienen razón y están equivocadas a la vez. Para reportearlo bien hay que hacer lo que deberíamos hacer siempre; dejar de estar tan seguros de todo lo que pensamos y conversar, preguntar, entender.

—Pero este tipo de trabajos como “El retiro de un joven pistolero” tienen cada vez menos espacio en los medios. ¿Cree que hay una falta de interés en contar o leer ese tipo de historias?

—No creo que haya falta de interés. En periodismo escrito las redacciones están funcionando al mínimo, con menos que el mínimo muchas veces, y es poco lo que se les puede exigir. Y en la mirada más global, en televisión siguen teniendo espacio, pero, según como vaya variando la temperatura ambiente, están siempre oscilando entre el polo alarmista y el polo condescendiente. Obviamente hay excepciones. Hace poco leí un trabajo de Ciper sobre el Portal Fernández Concha que se parecía más a lo que hace El Faro.

—En el caso de los reportajes “La Cruz de un Hijitus” y “El Justiciero Imaginario” se evidencia la poca rigurosidad de la prensa para tratar casos con el estándar necesario. ¿Era su intención cuestionar esa manera de cubrirlos?

—Lo primero, no: no era criticar colegas en específico. Era entender un poco más cómo trabajamos como sistema global, los riesgos que se corren cuando no tenemos un método específico de trabajo. Es, en gran parte, lo que separa a los periodistas -o debería separarnos- del resto de la gente que opina y comunica: que tenemos un método. Si te lo saltas, si no te importa, si no tienes, eres un twittero cualquiera.

—Trabajó junto a Andrew Chernin en “Las acusaciones contra Herval Abreu” y “Los pecados de Nicolás López, el director Sin Filtro” ¿Cómo fue desarrollar estos reportajes cuando aún el Poder Judicial no investigaba estos casos?

—Siempre reportear temas no judicializados es un riesgo y una responsabilidad extra, porque recae en ti ponderar todo el material que vas recogiendo. Se puede hacer, pero requiere el doble de cuidado. En esos casos, se judicializó post publicación, lo que habla bien del trabajo que hicimos. Lo segundo: fue un trabajo muy largo y desgastante el que hicimos con Andrew. A mí me llegó el dato inicial, armé el equipo para trabajarlo y lo edité y escribí, pero Andrew se llevó gran parte de la carga del trabajo en terreno; aunque yo hice entrevistas, hay gran mérito en el rastreo de él, fue un gran trabajo de reporteo. Funcionamos muy bien, con reuniones a diario como por cinco meses en total. Es como yo entiendo el trabajo de periodista/editor, lejos de la dinámica de: te encargo el texto / lo reviso cuando llegue.

—Recientemente se confirmó que López no cumpliría la pena que se le impuso en la cárcel. ¿Qué sensación le deja esto?

—Da lo mismo la sensación que nos deje a nosotros. Lamento la sensación de impunidad que quedó entre las víctimas y las denunciantes, pero los delitos se acreditaron, eso es lo importante. Trato de evitar la comodidad de basurear al sistema de justicia cuando no estoy de acuerdo con sus resultados y ensalzarlos cuando fallan según lo que yo pienso.

“Creo que la violencia y el crimen organizado está mal reporteado. Uno lee El Faro y se da cuenta que estamos a años luz. Estamos, además tironeados, por los dos polos al respecto; por un lado, el deseo de la gente de mano dura y que todo el mundo se vaya preso, y por el otro, una mirada condescendiente que se centra en los factores sistémicos del problema, ridiculiza el miedo genuino de la gente, y tiende a ver a los que cometen los delitos como ‘gente a la que le fallamos como sociedad’. Obviamente ambas miradas tienen razón y están equivocadas a la vez”.

***

Muchos de los textos de Fluxá que fueron premiados aparecen en la antología “Crónica Roja”. En el prólogo que escribe Pablo Vergara, “El país que nos golpea”, se lee: “En los textos que van a leer no hay lecciones. Al narrador no le gusta hablar de lo que ha reporteado ni cómo ha reporteado. Mejor: no le gustan las moralejas o no cree en esa obligación de explicitarlas. La mirada no es paternalista”.

—¿Cómo llegó a esa “forma” de plantear sus reportajes? ¿Fue una elección consciente de hacer periodismo o la adoptó?

—Tiene que ver con mi personalidad. Soy muy incrédulo, me cuestan las experiencias colectivas. Me carga dar lecciones, me carga la gente que da lecciones, me carga la gente adicta a la atención. No entiendo el periodismo desde las certezas y trato de ejercerlo así, pero es una batalla diaria, si nadie es un robot. Para eso está el método.

—Vergara plantea que en sus textos se leen historias del “país de las redes no sociales”. ¿Crees que esas plataformas han incidido de manera negativa en el periodismo?

—También es larguísimo. Y tampoco quiero ser un viejo boomer; da igual lo que piense de las redes sociales, trato de no ser nostálgico en estas cosas. Pueden ser -y son- una herramienta increíble, cuando se usan bien. Pero son, a nivel individual, un incentivo perverso. Si tu preocupación principal es ser “popular” o “querido”, todo lo que hagas va a buscar esos objetivos, la mayoría de las veces consciente, pero muchas, inconscientemente. Y ese ruido va afectando tu criterio periodístico, desde los temas que eliges, hasta cómo los trabajas. No creo en ese periodismo a la carta. A veces la historia que haces le gusta a la gente, te felicitan, perfecto. Otras veces, la historia misma te lleva contra esa corriente y te odian. Y perfecto también; es parte del trabajo, pero noto un pavor entre los periodistas más jóvenes a eso.

“En gran parte, lo que separa a los periodistas -o debería separarnos- del resto de la gente que opina y comunica es que tenemos un método. Si te lo saltas, si no te importa, si no tienes, eres un twittero cualquiera”.

—Hoy se ha volcado más a contar esas historias en libros o traspasarlas a un lenguaje audiovisual. ¿Ese cambio responde a una lejanía con los medios o fue un tránsito natural?

Es que, por una parte, el sistema de medios en que partí trabajando colapsó completamente. Aunque no hubiese renunciado, tampoco podría haber seguido trabajando de la forma en que estaba trabajando, con tiempo, con periodistas bien pagados. Por otra, los medios están bastante desfondados en términos de representación; hay un porcentaje muy grande de la población que cree que mienten, que intrigan o que están abanderados con un sector en particular. Independiente de si tienen razón o es una visión exagerada, con el mediador así de desprestigiado, se hace difícil que se aprecie de manera justa un trabajo. Pero también tiene que ver con el formato. Partí escribiendo en una redacción de diario, de un día para otro. Después, necesité una semana. Después quise un mes. Después, escribía cada tres meses. Ahora ya difícilmente me meto en un tema por menos de tres años. Son otras necesidades.

—¿Está la posibilidad de leerlo nuevamente en medios?

—Yo creo que no.

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“Si no estás, no existes”: Cómo lo digital se adueñó del periodismo chileno

“Si no estás, no existes”: Cómo lo digital se adueñó del periodismo chileno

Tras ese primer impulso de los medios por volcarse a lo digital, lo que vino fue arrollador. El desarrollo tecnológico y el acceso a esas nuevas herramientas transformaron por completo el tablero. Había dos opciones para los medios de comunicación, como las pastillas roja y azul de Matrix: adaptarse y estar ahí o dejar de existir. La llegada de lo digital arrasó con los modelos de negocios de toda la industria, transformó las maneras de comunicarse de las personas y la posición de los medios para relacionarse con sus audiencias. ¿Cómo fue esa transformación? ¿Cómo pasamos de discutir sobre si crear o no una página web a ver cómo incorporar y controlar la inteligencia artificial? ¿Y cuál fue la clave de los proyectos que sobrevivieron o murieron en el camino?

Por Daniel Lillo, Juan Pablo Figueroa, Benjamín Espina y Gabriel Riveros

“Esto no tiene futuro”, pensó Francisca Skoknic en un primer momento.

Por esos días, a mediados de 2007, la periodista trabajaba junto a un nuevo equipo, aunque no en una oficina, sino en una casa en Ñuñoa, en la de Mónica González, según ella misma contó en 2011 a la publicación ReVista, de la Universidad de Harvard. El espacio era pequeño y, prácticamente, los únicos recursos que tenían eran los propios, en una época en que eran pocas las personas que tenían computadores portátiles personales. Además de ellas dos, estaban Pedro Ramírez y Sebastián Minay, y salvo Skoknic, que había dejado su trabajo como reportera de política y negocios en la revista Qué Pasa para sumarse a la nueva aventura, todos los demás eran damnificados del cierre del Diario Siete un año antes.Y ahora, se habían reunido para intentar darle forma a algo raro.

Querían dedicarse lo más posible -ojalá un 100%- a la investigación periodística, algo muy difícil, pues precisamente uno de los principales problemas que tenían y aún tienen los equipos que lo hacen, es que no logran autofinanciarse. En los grandes medios, además, han implicado serios conflictos con auspiciadores o grupos de poder. Por lo tanto, eran y todavía son económicamente poco sostenibles. Pero ellos querían hacerlo igual, con un modelo sin fines de lucro y generando rigurosas investigaciones en profundidad para vender a otros medios de comunicación, principalmente diarios y revistas. Centro de Investigación Periodística, nombraron el proyecto. Ciper.

Pronto se dieron cuenta de que ese camino era inviable: los medios no compraban sus reportajes, pagaban muy poco o incluso usaban la información sin atribuirla.

“Vamos a tener que ser independientes y eso significa que vamos a tener que ser digital”, le comunicó Mónica González al equipo, según recordó Skoknic en noviembre del año pasado en una actividad del Festival +Ciper. Y eso era lo que ella creyó que no tendría futuro.

Para los medios, Internet aún era algo nuevo. Y para gran parte de las fuentes y la audiencia -todavía acostumbradas a informarse por diarios, revistas, televisión y radio-, eran poco relevantes (ver reportaje Pioneros: La apocalíptica ruta hacia la digitalización de los medios en Chile). Con el apoyo económico de la familia Saieh (dueña de Copesa) y un fondo de la Open Society Foundation, Ciper salió a la luz como página web en noviembre de 2007, y aunque tenían reportajes de gran calidad e impacto, pocos lo supieron.

“¿Ciper, qué es eso?”, oían a menudo los periodistas de esa primera etapa al otro lado de la línea al solicitar entrevistas o documentos. Muchos cortaban la llamada al oír que era un medio online.

Al año siguiente, su investigación sobre irregularidades en una millonaria licitación del Registro Civil fue uno de los principales golpes periodísticos del país. Y todo cambió. Obligó a los medios tradicionales a citar como referencia a ese nuevo sitio web y los puso en el radar de una audiencia que empezaba a transitar por un camino que pronto sería muy vertiginoso: el de la digitalización de los medios chilenos.

Ese 2008, Ciper ganó con ese reportaje el PPE Escrito y fue finalista con la serie Muertos de nadie en la subcategoría de periodismo digital, la primera vez que se consideró el formato web como un aspecto a considerar en la premiación de la Universidad Alberto Hurtado. También El Mostrador fue finalista durante esa edición con un reportaje sobre una funcionaria pública que utilizaba sin permiso un auto fiscal para vender frambuesas.

“Había una sensación de competitividad entre el diario digital y el papel. Aún no se entendía que lo digital ampliaba el alcance de un medio y se veía más como una competencia. Sin embargo, empieza ahí una frase clave: ‘Si no estás, no existes’”, dice sobre esa época Rommel Piña, ex director de la Escuela de Periodismo en la U. Finis Terrae y editor del libro “Periodismo en línea” (2022).

Eran todavía muy pocos, pero el impulso de los primeros medios que saltaron a la web ya empezaba a expandirse hacia nuevos proyectos independientes.Venían impulsados también por el boom de los blogs y Fotologs de mediados de los 2000, el mayor acceso a herramientas y plataformas para el desarrollo web, y el comienzo de la hiperconexión en Chile a través de los primeros teléfonos inteligentes.

Según datos del Banco Mundial, solo el 37% de la población chilena tenía acceso a Internet por esos años, y menos del 9% tenía banda ancha. No había redes sociales -aunque ya existía Messenger MSN-. Hoy, a más de 12 años de eso, todo es distinto.

Los diarios impresos que subsisten apenas tienen distribución física y las revistas se extinguieron como industria. Los quioscos quedaron desvestidos y lo digital se convirtió en la regla en casi todo orden de cosas. La penetración de Internet en la población actualmente tiene un alcance que bordea el 90%. Y la Ley de Transparencia vino aparejada con plataformas públicas que facilitan el acceso a la información en grandes volúmenes y nuevas herramientas de reporteo.

Mientras las universidades empezaban a crear sus propios medios online (ver reportaje Periodismo de calidad en las universidades: Marcando pauta desde la escuela), a Ciper y El Mostrador se les sumó todo un ecosistema de nuevos medios y plataformas nativas digitales, entre las cuales están El Dínamo, El Desconcierto, El Líbero, Pousta, Súbela, Interferencia, LaBot, La Neta, Fast Check, Malaespina, Relato Nacional, Las Raras, La Otra Diaria, Anfibia Chile, La Pública y un largo etcétera. La noticia de la mañana ya quedó obsoleta en sólo unos instantes frente a la información actualizada al minuto que está ahora por todas partes. Las radios, diarios y canales de televisión ya no son sólo eso, sino que se convirtieron en estructuras multiplataformas cruzadas por completo por lo digital, porque hoy la audiencia no se informa directamente a través de ellos, sino por redes sociales, y ya casi no por computadoras, sino por sus teléfonos, en todo momento y todo lugar.

De hecho, desde 2016 que el periodismo digital chileno tiene su propia categoría en los PPE.

¿Cómo fue que pasó todo eso? ¿Qué factores incidieron y cuáles fueron los hitos que marcaron los últimos 15 años de cambios en la industria periodística? Para este reportaje se consultó a diversos expertos y expertas que ayudan a responder esas preguntas y comprender cómo fue ese paulatino y vertiginoso camino que nos sacó de las portadas en los quioscos de las esquinas y plazas y que hoy nos tiene hablando de cosas que antes ni tenían nombre: fake news, nuevos lenguajes digitales y las aún inexploradas virtudes y riesgos de la inteligencia artificial.

“Había una sensación de competitividad entre el diario digital y el papel. Aún no se entendía que lo digital ampliaba el alcance de un medio y se veía más como una competencia. Sin embargo, empieza ahí una frase clave: ‘Si no estás, no existes’”, dice sobre esa época Rommel Piña, ex director de la Escuela de Periodismo en la U. Finis Terrae y editor del libro “Periodismo en línea” (2022).
El desplome del viejo modelo

No eran necesariamente sus mejores años, pero durante la segunda mitad de la década del 2000, las revistas Cosas, Caras, Sábado, Domingo, Paula, Qué Pasa, Capital, The Clinic y varias más marcaban pauta y se vendían en grandes tiradas en casi todo el país. Las principales entrevistas a políticos, perfiles a importantes figuras del espectáculo, las grandes historias y reportajes, cuestionarios y crucigramas, estaban, en su mayoría, en esas páginas de papel couché o en los diarios y suplementos que la gente aún leía en plazas, micros, metro y sus casas.

Pero vino la digitalización y uno de sus costos más evidentes: la progresiva desaparición del papel como principal plataforma informativa.

“En la categoría de medios escritos, las revistas era donde más se notaban pérdidas. Por ejemplo, las revistas Sábado o Paula empezaron a reducir su tiraje, luego la cantidad de hojas, después la calidad de las hojas y, posterior a eso, la cantidad de periodistas destinados a producir sus contenidos. Luego eran periodistas multipropósitos que tenían que hacer ese trabajo en el grupo de medios y, después, definitivamente bajar la versión de papel y quedarse solamente en lo digital. Ahí sí que hubo una pérdida de terreno innegable”, explica sobre este fenómeno Carlos Franco, periodista y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez.

El cambio, más allá que un simple reemplazo de plataforma, implicó una profunda transformación en los modelos de negocio en que los medios se sustentaban hasta hace poco. Con la posibilidad de que las marcas tuvieran sus propias vías de comunicación con clientes mediante sitios web y redes sociales, y la cada vez más lejana relación entre los medios tradicionales y sus audiencias, éstos dejaron de ser la vía publicitaria por excelencia y la inversión que les permitía subsistir se desplomó.

Un informe de la Asociación Chilena de Publicidad (Achap) da cuenta de que entre 2009 y 2018 la inversión en avisaje total subió casi un 18%, pero varió la forma en que se distribuye. Los ingresos por publicidad de la televisión bajaron un 18,2%, mientras que los diarios y revistas experimentaron bajas superiores al 30%. Las radios, en cambio, aumentaron un 26,7%. Para la televisión de pago también fue una buena época, pues duplicaron sus ingresos por publicidad, aunque la real diferencia estuvo en la inversión en plataformas online, que durante el período aumentó en casi seis veces (583%).

“No puede haber algo peor que eso, mucho más para un medio que vive de los ingresos publicitarios. Al final la pregunta es: ¿los medios somos un negocio de contenido o un negocio de publicidad? Pareciera que somos de publicidad”, reflexiona Andrés Azócar, ex director de medios digitales en Copesa y Canal 13 y actual gerente de marca digital y estrategia en la consultora Ubik.

La mayoría de las revistas chilenas fueron bajando progresivamente la cortina. Fibra cerró; Rolling Stone cerró; Cosas, Caras y Capital cerraron… La lista es larga. Sábado y Domingo fueron absorbidas por El Mercurio para convertirse en secciones dentro de sus ediciones de fin de semana. Paula, Qué Pasa y The Clinic reformularon por completo sus marcas y estrategias y se pasaron con todo a la web, con equipos reducidos y lógicas de financiamiento que se tradujeron en profundas transformaciones editoriales.

Esta situación se explica en múltiples factores, según explica Claudia Rosseau, integrante del comité ejecutivo de la Asociación de Agencias de Medios (AAM), y uno de ellos tiene que ver con un tema de eficiencia económica. “Al pasar a lo digital puedes optimizar recursos. Suena un poco mal, pero en la práctica se optimizan recursos: de personal, de maquinaria, de papel y un millón de cosas más”, acota.

Este escenario se tradujo, inevitablemente, en recortes de presupuestos, reducción de equipos y, a la postre, en la desaparición de revistas y el formato impreso en los principales medios del país. De los diarios de circulación nacional que quedan, sólo El Mercurio y Las Últimas Noticias se siguen imprimiendo a diario. La Tercera ya abandonó ese camino para concentrarse en lo digital, impactando fuertemente en la oferta informativa en un contexto de extrema concentración mediática. Sólo considerando el período entre 2017 y 2020, según una investigación de Puroperiodimo, la crisis de la industria implicó el despido de casi 2.500 profesionales.

El problema, en todo caso, no sólo fue del papel. Las radios y canales de televisión también comprendieron que ya no les bastaba con sus históricas plataformas, sino que debían ampliarse a nuevos formatos y, en consecuencia, a nuevos productos.

“Este cambio lo vivieron las radios con versiones online, no solamente de escuchar la radio y darle play a la misma versión aérea, cosa que tú la podrías escuchar en tu móvil o en tu computador, sino que se empezaron a adaptar contenidos pensados para otro formato, como las pantallas. Esa radio que estábamos acostumbrados a sintonizar con la perilla o con memorias digitales en nuestro automóvil se convirtió en otra cosa. Bíobio es un excelente ejemplo de eso, ya que cambió al formato de televisión con Bíobio TV. La familia Mosciatti ya tenía experiencia en medios televisivos en Concepción fundamentalmente con Canal 9 regional, y esa experiencia la pasaron a un nivel nacional transformándose en uno de los primeros multiplataformas”, dice Franco.

Cooperativa avanzó también a la multiplataforma, convirtiendo su página web en un completo portal informativo. Canal 13 ya no sólo produce imágenes en sus instalaciones de Inés Matte Urrejola, sino también contenidos escritos, sonoros, visuales e interactivos para su sitio web y su red de radios y podcasts. TVN se expandió a la televisión pagada con un canal exclusivo de noticias y una plataforma web que incluye nuevos lenguajes, con productos especiales e interactivos que les ha valido a su equipo ganar el PPE Digital, como ocurrió en 2019, con su cronología de las heridas oculares ocasionadas en manifestantes por la represión policial durante el estallido social.

Algo similar pasó con La Tercera. El afán de la multiplataforma incluso llevó a sus dueños a intentar sacar adelante un canal de televisión. Aunque eso terminó en fracaso rotundo antes siquiera de ver la luz, hoy la plataforma de Copesa incluye radios, podcasts, toda un área audiovisual mediante streaming, especiales multimedia interactivos y más.

Todo ese proceso para estar en la web ya había sido complejo. Pero tampoco bastaría con eso. Los cambios implicaron también transformaciones no sólo en los hábitos informativos, sino también en la forma de comunicarse e interactuar de las personas. Partiendo porque hablar por teléfono es ahora una función secundaria de los teléfonos, pues todo está ahora en las redes sociales. Y, de nuevo, los medios tuvieron dos opciones que se pueden resumir de forma muy simple: adaptarse y subirse, o desaparecer.

De auditores a followers

En 2008, la Universidad del Pacífico creó la primera página de Facebook para una escuela de periodismo. Las redes sociales aún no estaban tan ancladas al diario vivir como lo es hoy. Smartphones, tablets y relojes inteligentes, eran tecnologías aún en pañales, por lo que estas redes que conectan a la población de forma global, por lo que levantar un fanpage en una casa de estudios suponía todo un hito. 

Rommel Piña, periodista y ex académico de esa universidad fue el encargado de generar dicho espacio. Sobre aquellos años, recuerda cómo la “la plaza pública digital” se instaló con fuerza en Chile.

“En 2010, sucede algo muy interesante justo después del terremoto: Chile se convierte en el segundo o tercer país con más cuentas de Twitter en el mundo. En el momento se caen todos los canales de comunicación, menos las redes sociales. La explosión de redes sociales fue muy fuerte y generó una apertura de la gente a un espacio en el cual se podía informar y expresar”, recuerda Piña sobre cómo Twitter se alzó como una de las principales plataformas de información.

Para María Pastora Sandoval, directora de Radio Meridional en Punta Arenas y pionera en el uso de las tecnologías digitales para medios en el país, “al principio no era algo que se tomara muy en serio. Los primeros cambios se vieron en la forma en la cual la gente se comunicaba con los medios. Por ejemplo, en una radio en la cual yo tenía un programa, preguntaban si teníamos Messenger MSN. Yo entonces creé un chat con mi cuenta de Hotmail y la gente empezó a interactuar. ¡La gente quería chatear! En ese punto, la demanda comenzó a afectar a la oferta: la gente iba demandando y había que adaptarse. Los medios de comunicación no fueron tan hábiles como para ir incluyendo a las audiencias y r recién ahora son más ágiles en su multiplataforma. Las personas comenzaron a necesitar algo más que el teléfono, que era el rey de la radio antes”.

En ese escenario, los medios se vieron en la obligación de dar un paso más en la digitalización. Ya no bastaba con tener un sitio web, sino que tener y compartir el contenido en las redes sociales era menester para llegar a las nuevas audiencias, cada vez más conectadas vía Twitter y Facebook, primero, y luego a través de Instagram, Telegram y Tik Tok. De hecho, en la edición 2020 del Digital News Report que elaboran Reuters Institute y la Universidad de Oxford se dio cuenta de que ese fue el primer año que en Chile el consumo informativo vía redes sociales superó a la televisión. Y entonces ya no hubo vuelta atrás.

En la última versión del estudio, el 70% de las personas encuestadas señaló que las redes sociales son su principal vía de acceso a la información y el 78% dice que consume noticias a través de su smartphone. Para Juan Carlos Camus, periodista, académico y consultor dedicado a la investigación de la digitalización de los medios, las redes sociales también contribuyeron a generar nuevos criterios y márgenes para los medios.

Ya no bastaba con tener un sitio web, sino que tener y compartir el contenido en las redes sociales era menester para llegar a las nuevas audiencias, cada vez más conectadas vía Twitter y Facebook, primero, y luego a través de Instagram, Telegram y Tik Tok. De hecho, en la edición 2020 del Digital News Report que elaboran Reuters Institute y la Universidad de Oxford se dio cuenta de que ese fue el primer año que en Chile el consumo informativo vía redes sociales superó a la televisión. Y entonces ya no hubo vuelta atrás.

“Lo principal es que las redes sociales pusieron en marcha la tecnología adecuada para recoger datos de los usuarios, segmentar mensajes informativos y comerciales y dar un mejor servicio a quienes necesitan llegar vía publicidad a públicos masivos”, dice Camus.

Todas estas plataformas sirvieron para diversificar los formatos del periodismo, pero sobre todo, la forma de difundirlo, pasando a ser las redes sociales los nuevos quioscos del siglo XXI. Aunque esto implicó también cambios estratégicos, pues la lógica de la comunicación de masas quedó obsoleta y la relación con las audiencias se convirtió en algo más directo y enfocado a sus perfiles e intereses, algo más de nicho: lo que antes eran los auditores ahora son los followers. Entonces partió la lógica de las comunidades y un nuevo campo profesional para el desarrollo de periodistas: los community managers.

Todo aquello también impactó en las estrategias comerciales de los medios comunicación. Claudia Rosseau explica que en este escenario, “tienen que tener un discurso claro de lo que son. Cooperativa, por ejemplo, tiene una visión y una identidad súper clara: tiene de todos los formatos que puedas pensar que pueden tener en digital, pero ellos tienen un canal súper fijo que son noticias informativas. Ellos no se van a ir al al cahuín o al espectáculo. Lo que más consume la gente en este país, aparte de redes sociales, son noticias. Entonces, ya sabemos qué marcas pueden estar ahí para generar visibilidad o para que te conozcan”.

Con todos esos cambios, era lógico que también los lenguajes se transformaran. Porque ya no sólo son letras, imágenes y sonidos las vías para transmitir información. Ahora deben estar mezclados, con ritmos y tiempos distintos, en plataformas diferenciadas, y a eso se les suman códigos, algoritmos y otros elementos que antes ni siquiera se tenían en cuenta.

Nuevos lenguajes digitales

En Internet, las herramientas digitales año a año sorprenden con nuevas y variadas innovaciones, lo que ha sido aprovechado por periodistas en la creación de formatos mejor conectados y más atractivos para la audiencia. Con esa premisa nacieron durante los últimos años en Chile proyectos digitales que innovaron en cómo transmitir el mensaje, marcando una tendencia a ir más allá de sólo estar en la web y las redes sociales.

“Hoy existe una esperanza, porque la web se empezó a dar cuenta de que no solamente podría entregar noticias inmediatas, sino que también puede dar la pauta de un trabajo reflexivo y profundo, pero en otro formato”, comenta Rommel Piña. 

Así fue que surgió LaBot, en 2017, con su apuesta para informar mediante la interacción directa con un chatbot vía redes sociales, como si fuera una conversación. Su equipo de creadoras ganó el PPE Digital de ese año. Según contó en entrevista para este especial Francisca Skoknic, editora y co-fundadora del medio, “a pesar de que en todo el mundo los medios están permanentemente experimentando nuevas formas de contar historias, nuevas plataformas, tecnologías, relatos, en Chile no actuaban como si se dieran cuenta de esta crisis. Era necesario afrontarla, transformarse y salvar el periodismo. (…) Por eso, nosotras, que nos caracterizamos por ser personas que están muy pendientes de lo que pasa con la prensa afuera, finalmente nos dimos cuenta de que también era nuestra responsabilidad hacer ese cambio”.

En 2019, tras el estallido social, apareció Fast Check, un medio dedicado a combatir la desinformación y las llamadas fake news a través de las metodologías de verificación de datos, adjudicándose ese año el PPE Digital en la categoría de innovación. Malaespina siguió pasos similares por esa misma época. Y otro medio que ha llevado a otro nivel las formas de contar historias ha sido La Tercera, por medio de su área de productos interactivos y proyectos digitales. 

En Internet, las herramientas digitales año a año sorprenden con nuevas y variadas innovaciones, lo que ha sido aprovechado por periodistas en la creación de formatos mejor conectados y más atractivos para la audiencia. Con esa premisa nacieron durante los últimos años en Chile proyectos digitales que innovaron en cómo transmitir el mensaje, marcando una tendencia a ir más allá de sólo estar en la web y las redes sociales.

Relato Nacional y Las Raras son otros ejemplos, que a través del podcast narrativo han logrado construir una audiencia que busca buenas historias en nuevos formatos, aunque en esa misma plataforma hay actualmente una oferta muy grande y diversa, para todo tipo de públicos. Y están también los distintos especiales multimedia que entremezclan historias, datos, piezas audiovisuales y más. La lógica que hay detrás de cada uno de esos proyectos es que el objetivo del mensaje ya no tiene que ser solamente informativo, sino convertir la interacción en una experiencia para los usuarios.

Para el desarrollo de esas nuevas herramientas y lenguajes también ha sido clave el trabajo colaborativo. En ese sentido, la alianza de medios con escuelas de periodismo también ha nutrido el contenido periodístico en aspectos como el chequeo, la investigación y el lenguaje digital, y algunos medios universitarios incluso han marcado pauta respecto de cómo se puede avanzar en la búsqueda de nuevas narrativas que impacten. Vergara 240, de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, en un ejemplo de ello.

“Esas alianzas me gustan mucho porque la industria tiene gente que es bien robusta y tiene años de experiencia en reporteo, que es lo más difícil, y la universidad tiene el capital para poder invertir en innovación. Y los jóvenes tienen ganas de aprender de los viejos y a la vez de demostrar cuestiones novedosas; me parece que todos esos proyectos han tenido esa combinación muy buena”, opina Carlos Franco.

Nuevos desafíos: desinformación, infoxicación e inteligencia artificial

La pandemia de Covid-19, además de dejar serias secuelas en la salud física y mental de las personas, también tuvo un impacto en la manera de relacionarnos: si antes la irrupción de lo digital ya había sido arrolladora, ahora era definitiva.

Por más de dos años, las interacciones humanas se volcaron a lo digital. Empleos, clases, consultas médicas y hasta reuniones sociales debieron pasar a ser a través de dispositivos con conexión a Internet. No fue tan difícil, pues hoy en Chile existen más dispositivos móviles conectados a la web que habitantes. El panorama, eso sí, profundizó un fenómeno que ya se venía dando desde hacía algún tiempo relacionado a la dependencia de las personas a las pantallas y el exceso de contenidos a disposición mediante los distintos canales online.

Carlos Franco explica que esta dependencia de lo digital ha provocado una “infoxicación y sobresaturación” de noticias. Básicamente, con tanta oferta informativa y tanto acceso a contenidos, la audiencia consume sólo una pequeña parte, la que le interesa y convence. Y esa, como dan cuenta los índices de confianza que recogen los reportes de Reuters Institute, no está necesariamente en los medios formales. Para 2022, apenas cuatro de cada 10 personas encuestadas confiaba en las noticias que leía. Dice el informe: “La confianza en los medios luce baja al 38%. Y es un número coherente con otros datos que muestran que, en gran medida, las audiencias no creen que los medios sean independientes de las influencias políticas y económicas (18% y un 17%, respectivamente)”.

En ese escenario, Franco asegura que “los periodistas deberíamos ser un GPS de esta sociedad que tiene mucho donde mirar y mucho con que distraerse, porque la distracción también nos pone en peligro”.

Y ahí está el fenómeno de la desinformación que fluye a diestra y siniestra por las redes sociales y que, cuando llega a los medios, se convierte en fake news. El fenómeno es global y sus efectos sobre la realidad quedaron a la vista en 2016 con tres hechos clave: la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el triunfo del Brexit en el Reino Unido y el plebiscito sobre los Acuerdos de Paz con la guerrilla de Colombia. Tras el estallido social de 2019, la información falsa -ya sea con fines particulares o políticos- se diseminó descontroladamente por las redes sociales de chilenos y chilenas y se extendió aún más con la pandemia y los procesos constituyentes, sin que los distintos esfuerzos que hicieron diversos medios para hacerles frente tuvieran el mismo nivel de difusión y efecto.

No está aún resuelto qué tanto se le puede atribuir del triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida del 4 de septiembre de 2022 a la desinformación que operó durante todo el proceso -en la que muchos medios, lamentablemente, aportaron a difundir-, pero nadie discute de que sí fue un factor relevante.

Piña considera que hoy, con ese escenario tan cambiante, los periodistas deben enfocarse en “cómo se desarrolla el periodismo y no tanto en las tecnologías”. Pues mal que mal, advierte de otro de los grandes desafíos que enfrenta el periodismo en la actualidad: la inteligencia artificial (IA).

Eso de que “una imagen vale más que mil palabras” ya había dejado de ser cierto cuando las herramientas de edición fotográfica se masificaron y permitieron la manipulación de las mismas, pero ahora ya todo eso está en otra etapa. Ni la imagen, ni los audios ni los videos son hoy garantía de un fiel reflejo de la realidad. Ahora basta darle una orden a alguna plataforma para que genere en segundos una imagen realista, detallada e inédita sobre cualquier cosa. Se pueden crear videos e incluso personas que transmitan mensajes con voces clonadas, haciendo cada vez más difícil la diferenciación entre lo falso y lo real.

Para Piña, es fundamental que los periodistas mantengan un rol social claro, en un mundo en el que ChatGPT —inteligencia artificial desarrollada por OpenAI— es capaz de escribir una columna, notas o boletines. De hecho, ya ha ocurrido. En marzo de 2023, Publimetro lanzó en México una edición completa hecha por ChatGPT.

“Hoy la tecnología siempre te va a desafiar, pasa más allá de lo profesional y se convierte en algo valórico. Tu herramienta y técnica pueden ser completamente reemplazables -explica Piña, y agrega-. El criterio de un periodista es su mayor herramienta”.

Esa visión es compartida por Franco, quien enfatiza que las IA representan hoy por hoy el principal escollo que enfrenta el rubro.

“(La IA) tristemente va a servir para ahorrar costos, porque puedes implementar una construcción de notas a través de tales tecnologías. Eso cada vez se va a ir expandiendo y masificando porque será más fácil”, prevé el académico.

Sin embargo, como ya ha ocurrido, las amenazas de las nuevas tecnologías vienen también con una amplia paleta de oportunidades para el desarrollo y avance de la profesión. De hecho, la Fundación Gabo y la consultora española Prodigioso Volcán ya lanzaron una guía para periodistas sobre cómo aprovechar las IA para contar mejores historias.

Al final, es lo de siempre con los cambios tecnológicos: se trata de estar o no existir.

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Nancy Castillo: “La idea es llevar a los auditores a mundos que le son ajenos y desconocidos”Nancy Castillo:

Nancy Castillo:

“La idea es llevar a los auditores a mundos que les son ajenos y desconocidos”

Fue periodista de política en Tele13 Radio y editora en diarios como La Tercera o la revista Qué Pasa. Hasta que en el extinto suplemento El Semanal, descubrió el potencial de la narrativa y no le bastó con escribirla, también quiso escucharla. El problema es que en Chile la crónica sonora no existía y había que generarla. Una oportunidad que tomó inspirada en el podcast “This American Life” y que desembocó en Relato Nacional, un proyecto que recoge las historias que podrían escucharse en una sobremesa de domingo y que son contadas por sus propios protagonistas. 

por Tomás Golzio

Hay un consejo que recibió Nancy Castillo (Mención Honorífica Prensa, Premio Rey de España y coautora del libro “Hijas de General”) cuando aprendió a hacer podcast que nunca se le olvidó. Se lo transmite a todos los periodistas de prensa escrita que se acercan a La Factoría, la productora de contenidos que realiza Relato Nacional (www.relatonacional.com) para contar historias. Les dice que si están acostumbrados a escribir con un sólo lápiz, para hacer que sus historias se escuchen tienen que usar cuatro: “En el podcast escribes con la narración, con las cuñas, con el sonido y con la música”, les explica.

Nancy es una de las pioneras en desarrollar este género en Chile. Y a pesar de que escribió con un solo lápiz durante muchos años en medios de comunicación tradicionales donde fue periodista política, fue muy temprano, en los 90 y mientras cursaba radio en la universidad, que se interesó por el lenguaje sonoro. “Recuerdo que hicimos un proyecto súper entretenido: un noticiario donde invitábamos a los periodistas a conversar sobre lo que pasó en vez de traer la noticia grabada. Es un formato que ahora se usa un montón, pero que en ese minuto no se hacía”, cuenta Nancy.

Pero sus influencias más directas para hacer narrativa sonora vienen de “This American Life”, un podcast que en 2010 daba luces de una industria que crecía sin parar en Estados Unidos. Nancy buscaba sus capítulos en una plataforma llamada Stitcher. Le gustaban porque eran historias que tenían detrás mucho reporteo y producción, como los reportajes que ella intentaba hacer en los diarios en los que trabajaba, pero con un solo lápiz.

El formato definitivamente no tenía referentes en Chile, pero ella decidió aprenderlo, darle su propio sello e instalarlo. Para eso tuvo una aliada: Josefina Aguirre, una periodista que empatizó con su obsesión, y que explicó junto a ella -una y otra vez- lo que era un podcast cuando nadie tenía idea qué diablos era y cómo se pronunciaba eso. “Bío-Bío era una de las pocas emisoras que lo hacía en ese tiempo. Todo el resto de las radios estaba dedicada a lo informativo. Recién en los últimos años han tendido más a aplicar el formato interpretativo o de opinión, pero el reportaje es algo que todavía está muy poco desarrollado”, dice Nancy.

De alguna forma los esfuerzos valieron la pena. La primera temporada de Relato Nacional se financió gracias un crowdfounding, cuya adherencia superó con creces las expectativas de Nancy y Josefina. Entonces todo comenzó a fluir, y esas historias mínimas narradas por sus propios protagonistas que dieron forma al proyecto que hoy cuenta con cinco temporadas y 45 capítulos que pueden ser escuchados en el momento en que desees a través de plataformas como Spotify, llegaron al PPE Digital.

En 2018, el capítulo “De gemelas a mellizos”, ganó el concurso con el relato sobre el difícil proceso que enfrenta una niña transgénero cuando decide dejar de ser gemela de su hermana y transformarse en su hermano mellizo, en Alexis, pero en otras oportunidades historias como “Operación chancho”, “Cegados” o “El calor de la manada”, también llegaron a ser seleccionados por el jurado como finalistas. 

—¿Cuándo sientes que llega el podcast a Chile?

—El podcast se instaura definitivamente cuando Spotify empieza a visibilizarlo. Lo que pasa es que en 2016, ellos anuncian la incorporación del podcast, pero no colocan esos productos al inicio como ahora los vemos, entonces debías saberte el nombre del programa para poder escucharlo. Es en 2018 cuando aparece esta sección especial que te recomienda podcasts, lo que facilitó mucho la escucha e hizo crecer el mercado.

“Quería hacer crónica narrativa sonora y al mismo tiempo me fui planteando ¿qué tipo de historias quiero contar?. (…) Me terminé decidiendo por las historias mínimas, desvinculadas de la actualidad pero no desconectadas de la realidad. No quería dar un golpe periodístico, no se trataba de hacer periodismo de investigación. Lo que quería era contar historias donde uno se pudiera reconocer, de esas historias que se comentan en la sobremesa del domingo, pero que deben tener en algún momento, un quiebre”.

—¿Cómo fue crear Relato Nacional, considerando que era un tiempo donde hacer podcast era absolutamente novedoso para Chile?

—La idea nace cuando estaba trabajando en El Semanal, un suplemento de La Tercera donde hacíamos crónica narrativa. Paralelamente, estaba trabajando en Tele13 Radio. Entonces pensé que podía juntar ambas cosas -la crónica y la radio- para hacer algo similar a lo que yo escuchaba en ese entonces en otros países. Cuando se terminó El Semanal me ofrecieron quedarme en el diario, pero ya no me interesaba seguir con ese ritmo, así que decidí empezar a desarrollar mi propio proyecto. En 2014 creé La Factoría legalmente como empresa y empecé a hacer el capítulo cero de Relato Nacional, que tiene a Agustín Squella como protagonista. Me demoré más o menos un año en desarrollar la historia porque el primer guión que hice me quedó largo y fome, no funcionaba. Decidí irme a Buenos Aires a tomar clases de guión radial en la escuela “Narrativa Radial” de Marcelo Cotton. Fue una semana de aprendizaje intensivo, donde trabajábamos en mezclas, las escuchábamos en el minuto y veíamos que, si sacábamos algo, cambiaba completamente la escena. Me enseñó a escribir otro tipo de guión, y de acuerdo a lo que aprendí rehice el capítulo cero. Cuando lo escuché quedé super feliz,  porque fue escuchar esto que me había imaginado pero que no había quedado bien y que antes de esas clases, no sabía cómo mejorar. Fue una satisfacción súper grande.

—¿Qué buscaba plasmar en el proyecto sonoro?

—Quería hacer crónica narrativa sonora y al mismo tiempo me fui planteando ¿qué tipo de historias quiero contar?, porque podía quedarme en los personajes famosos, pero como yo fijaba la línea editorial, me terminé decidiendo por las historias mínimas, desvinculadas de la actualidad pero no desconectadas de la realidad. No quería dar un golpe periodístico, no se trataba de hacer periodismo de investigación. Lo que quería era contar historias donde uno se pudiera reconocer, de esas historias que se comentan en la sobremesa del domingo, pero que deben tener en algún momento un quiebre. El final no debe ser evidente, la idea es que sorprendan, eso era lo que buscaba. Lo que nosotros queremos es que la gente empatice con estas historias, por eso el bottom line de Relato Nacional dice que es: “un podcast que te sumerge en el mundo de la vida de otros”. La idea es llevar a los auditores a mundos que les son ajenos y desconocidos.

“Lo que buscamos son historias, no temas. Pero de vez en cuando, esas historias tienen relación con la conversación a nivel país, entonces generan más sensibilidad todavía. En ese sentido, hay dos capítulos que sí se hicieron vinculados a la actualidad, pero que los contamos con el sello o identidad de Relato Nacional. Uno es ‘Chile Despertó’, que creo que lo emitimos un mes después del 18 de octubre de 2019. El otro es ‘Cegados’, que también es sobre el estallido social, específicamente sobre las víctimas oculares”.

—Ganaron el PPE en 2018 con el capítulo “De gemelas a mellizos”, ¿cómo llegan a esta historia?

—Fue super sencillo. Patricio de la Paz, periodista y editor, había hecho esta historia para la revista Paula junto a un fotógrafo, Pablo Sanhueza. Pablo llevaba meses tomando fotografías a las entonces hermanas gemelas, cuando convocó a Pato a que hiciera la parte escrita. Entrevistó a la tía, a Catalina y a Alexis. Recuerdo que el día que ellos entregaron la historia yo me junté a comer con Pato, y ahí me contó en lo que habían estado trabajando con Pablo. Yo estaba buscando historias para Relato Nacional y no tenía la necesidad de dar un golpe periodístico, así que no importaba si la historia se publicaba en otro medio primero. Cuando me terminó de contar le dije a Pato: convirtamos esto en crónica sonora, ya tengo el título, es “De gemelas a mellizos”. Ahí mismo pensamos en una estructura y en cómo armarlo. Pablo actuó como productor, era el más capacitado para abrirnos las puertas de la familia. Pato hizo la entrevista, la Josefina Aguirre fue productora de audio, y yo fui la guionista y directora del capítulo. Fuimos dos o tres veces a entrevistar a la familia, y aunque en un momento pensamos que los hermanos (ahora mellizos) podrían contar la historia completa, en realidad es la tía la que cumple ese papel en nuestra versión sonora.

—Planteas que cuentas historias mínimas, pero no por eso desconectadas de la realidad, como es el caso de esa historia que habla sobre una transición de género. ¿Qué otros capítulos recomiendas escuchar en Relato Nacional que aporten a la discusión pública?

—No está en nuestra definición buscar temas de la contingencia, pues lo que buscamos son historias, no temas. Pero de vez en cuando, esas historias tienen relación con la conversación a nivel país, entonces generan más sensibilidad todavía. En ese sentido, hay dos capítulos que sí se hicieron vinculados a la actualidad, pero que los contamos con el sello o identidad de Relato Nacional. Uno es “Chile Despertó”, que creo que lo emitimos un mes después del 18 de octubre de 2019. El otro es “Cegados”, que también es sobre el estallido social, específicamente sobre las víctimas oculares.

—Ese capítulo fue finalista en el PPE en 2021. ¿Cómo ves el presente y el futuro del podcast en Chile?

—Chile es uno de los países donde más han crecido los podcasts a nivel latinoamericano y se espera que siga siendo así, pero claro, comparado con otros países, somos pocas personas las que hacemos podcast y eso pesa en términos de audiencia. Creo que acá el podcast no periodístico atrae mucho, se prefiere una conversación libre y relajada sobre un tema, pero también hay que tener presente a la ficción, que se ha ganado un espacio destacado el último tiempo. Talento hay, por lo que buenos proyectos pueden seguir produciéndose para así salir al mercado.

—¿Qué piensas de otros proyectos destacados del género en nuestro país?, ¿alguno en particular que destacarías?

—A mí las producciones de ficción sonora chilena me gustan mucho por el trabajo que implican: se reproducen atmósferas, locaciones y situaciones a través de los sonidos y las voces de los protagonistas. Las Raras son un súper buen producto sonoro, Caso 63 de Julio Rojas, es un tremendo ejemplo también. A mí parecer, es uno de los podcasts de ficción más exitosos de los últimos tiempos.

“Chile es uno de los países donde más han crecido los podcasts a nivel latinoamericano y se espera que siga siendo así, pero claro, comparado con otros países, somos pocas personas las que hacemos podcast y eso pesa en términos de audiencia. Creo que acá el podcast no periodístico atrae mucho, se prefiere una conversación libre y relajada sobre un tema, pero también hay que tener presente a la ficción, que se ha ganado un espacio destacado el último tiempo”.

—Independientemente del género y a diferencia de cuando empezaste, en la actualidad hay mucha gente haciendo podcast.

—Sí. Hoy se crean muchos títulos más que cuando yo empecé y eso es positivo porque permite aumentar la audiencia en general. Es simple: mientras más personas escuchen podcast, mejor para todos los podcasteros, pero lo que más se crea acá son los podcast de conversación liviana. Como auditora de podcast, esos no son los títulos que me gusta escuchar cuando me pongo los audífonos y salgo a caminar.

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Francisca Skoknic: “Era necesario transformarse y salvar el periodismo”

Francisca Skoknic:

“Era necesario transformarse y salvar el periodismo”

En 2017, tres experimentadas periodistas dieron vida a LaBot, el primer chatbot informativo de Chile y, con ello, ganaron ese año el PPE Digital. Francisca Skoknic, co-fundadora y editora del medio, cuenta en esta entrevista cómo se les ocurrió llevar la investigación periodística y el periodismo de datos al lenguaje de una robota interactiva que ahora, además de dialogar digitalmente con las audiencias vía aplicaciones de chat, se ha constituido como una plataforma de contenidos de alto impacto que inciden en la opinión pública. Como lo hizo el reportaje que reveló los detalles tras la venta en las Islas Vírgenes de Minera Dominga, negocio que implicó un serio conflicto de interés para la familia del ex Presidente Piñera. Con ese trabajo, LaBot volvió a ganar el PPE en 2021, esta vez en la categoría de periodismo escrito. 

Por Matías Gallardo y Jorge Fuentes

Para periodistas como Francisca Skoknic, salir de la zona de confort e investigar a fondo es una forma de vida. Titulada en la Universidad Católica, ganadora del Premio Lenka Franulic 2021, y con una larga trayectoria como reportera de política, negocios e investigación en distintos medios -El Mercurio, El Mostrador, Siete+7 y Qué Pasa-, es parte del equipo inicial que, junto a Mónica González, dieron vida en 2007 a un medio nativo digital que al principio no era más que un anhelo para fiscalizar e interpelar al poder, y que hoy es uno de los que generan mayor impacto y credibilidad en Chile: el Centro de Investigación Periodística, Ciper.

Allí Skoknic fue reportera, editora y subdirectora, y autora en diversos trabajos que han marcado la agenda e incidido directamente en la realidad nacional. Uno de ellos fue el emblemático reportaje de 2008 que evidenció irregularidades en una millonaria licitación del Registro Civil para adquirir una nueva plataforma tecnológica, y que generó la renuncia de distintos directivos, un proceso judicial por corrupción y el primer PPE para Ciper.

Nueve años después, tras dejar ese medio y preocupada por la crisis que atravesaba la industria, se propuso innovar y levantar junto a las destacadas periodistas Andrea Insunza y Paula Molina, un nuevo medio que hiciera el mismo buen periodismo que sabían hacer, pero aprovechando el uso de las nuevas tecnologías para innovar en cuanto a lenguajes y formas de interactuar con la audiencia.

LaBot salió al aire en agosto de 2017 como un chatbot que entregaba información y contexto sobre las elecciones presidenciales de ese año, enviando mensajes por Telegram y Facebook a sus seguidores. De esa manera, a través de una conversación interactiva, los usuarios podían saber el patrimonio o la trayectoria de los candidatos a la presidencia: qué se sabía de las finanzas de Sebastián Piñera, Alejandro Guillier, Beatriz Sánchez o José Antonio Kast, por ejemplo. También qué cargos habían tenido antes, qué conflictos habían marcado sus trayectorias políticas, sus antecedentes judiciales, quiénes y cómo financiaban sus campañas, y más.

En su primer año de existencia, el proyecto de Skoknic, Insunza y Molina demostró los alcances que pueden tener las herramientas digitales cuando mantienes la calidad del reporteo y la información, al mismo tiempo que dialogas con la ciudadanía por medio de gifs. Ese año, ganaron el PPE Digital. Como remarcó el jurado en esa oportunidad, el valor de LaBot es que reinventó la manera de informarse.

“Finalizadas las elecciones presidenciales, vimos que el medio funcionaba; decidimos transformarlo en un proyecto más permanente que, en definitiva, contara y explicara todo tipo de información”, explica Skoknic, quien también sería directora de la Escuela de Periodismo UDP entre diciembre de 2017 y marzo de 2021

Así, LaBot fue creciendo hasta transformarse en una plataforma de contenidos que hoy aloja distintos productos, incluyendo reportajes que forman parte de grandes investigaciones colaborativas y transnacionales con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), como el caso de The Implant Files (2018) y los Pandora Papers (2021).

Uno de los reportajes de esa última serie  -y que Skoknic trabajó desde LaBot en colaboración con el ex periodista de Ciper, Alberto Arellano- fue ganador del PPE Escrito ese año. El trabajo reveló detalles desconocidos de la venta de Minera Dominga en un paraíso fiscal, relevando la existencia de una cláusula que amarraba el precio y valor de la operación a que el gobierno que encabezaba Sebastián Piñera -el principal accionista del proyecto- no declarara la zona como un área protegida, requisito que, por supuesto, se cumplió. El evidente conflicto de interés marcó un punto de inflexión en el escenario político y social casi al término del segundo período de Piñera en La Moneda, derivando en una investigación judicial en su contra y la primera acusación constitucional desde el retorno de la democracia a un Presidente en ejercicio.

Sobre cómo es transitar por todo ese camino manteniendo la calidad en el ejercicio de la profesión es que habla Francisca Skoknic en esta entrevista.

“A pesar de que en todo el mundo los medios están permanentemente experimentando nuevas formas de contar historias, nuevas plataformas, tecnologías, relatos, en Chile no actuaban como si se dieran cuenta de esta crisis. Era necesario afrontarla, transformarse y salvar el periodismo. (…) Por eso nosotras, que nos caracterizamos por ser personas que están muy pendientes de lo que pasa con la prensa afuera, finalmente nos dimos cuenta de que también era nuestra responsabilidad hacer ese cambio”, dice Skoknic sobre los motivos que la llevaron a crear su propio proyecto, LaBot.

LaBot nace siguiendo a medios como The New York Times o Wall Street, que experimentaron con bots para generar un periodismo más personalizado. Pero en el caso chileno, ¿cómo fue ser pionera en esta modalidad?

—LaBot nace porque quisimos hacer un proyecto que mostrara que se podía innovar en periodismo. Partir con las elecciones del 2017 fue una dirección particularmente compleja, porque hubo un montón de cambios en el sistema electoral y porque por primera vez se elegían consejeros regionales. Decidimos explicar todo aquello y aprovechar que ahora se podía conocer el aporte electoral para hacer periodismo de datos, mostrando y analizando las cifras de financiamiento de las campañas. También hicimos un poco de periodismo de investigación al buscar en los patrimonios de los candidatos, y aplicamos la crónica para contar algunas historias. Es decir, agarramos distintos géneros periodísticos y todo esto lo convertimos en un chatbot que lo que hace es simular o imitar la conversación entre dos personas. Mediante una plataforma de mensajería, quisimos dialogar con todo el mundo que anda con el teléfono en la mano chateando, y entregar información de una manera más dinámica, entretenida y más gráfica. El chatbot hacía bromas, podía jugar con emojis y compartir gifs; con esto buscábamos darle un poco de humor a noticias que igual son complejas.

—Este medio nace específicamente para enfrentar las demandas informativas de las elecciones. Pero cuando éstas terminan, ¿cómo evalúan los resultados de esta plataforma?

—Vimos que funcionaba y decidimos transformarla en un proyecto más permanente que, en definitiva, podía contar y explicar todo tipo de información. A diferencia de Ciper, donde yo era una periodista empleada que había formado parte del equipo fundador, aquí nosotras estábamos a la cabeza de un experimento. Era súper complejo porque teníamos nuestros trabajos de tiempo completo, entonces esto era una pega que hacíamos en nuestras horas libres y nos demandaba mucho trabajo. No solamente era buscar la información y escribirla, sino que transformar texto e imagen en un chat. Si bien estábamos muy comprometidas con el proyecto y eso nos daba energía, no era nuestra principal actividad. Recién en septiembre del 2018, pudimos contratar a una periodista para que trabajara con nosotros.

Siempre ha estado ligada al género investigativo pero, ¿cómo fue transitar desde la manera clásica del periodismo a este nuevo formato?

—Por mi parte, mi hábitat natural y el que ejercería de manera constante si tuviera el tiempo y el financiamiento, sería el periodismo de investigación. Pero en 2017 quisimos experimentar con formatos y tácticas más innovadoras. Fue sorprendente ganar el PPE Digital ese año. De alguna manera, para nosotras era importante demostrar que, siendo periodistas independientes que crean su propio proyecto y con un mínimo financiamiento, era posible hacer periodismo de calidad, innovador y atractivo. El reconocimiento nos dio el incentivo para seguir trabajando y consolidarlo a más a largo plazo, explorando nuevas formas de financiamiento, nuevos formatos y proyectos. Quiero decir que, en ese momento, a LaBot la financiábamos de nuestros bolsillos. Siendo un medio de nicho, igual crecimos rápido. Era evidente que estábamos encontrando otra forma de contar historias. 

Mediante una plataforma de mensajería, quisimos dialogar con todo el mundo que anda con el teléfono en la mano chateando, y entregar información de una manera más dinámica, entretenida y más gráfica. El chatbot hacía bromas, podía jugar con emojis y compartir gifts; con esto buscábamos darle un poco de humor a noticias que igual son complejas​​”, dice Skoknic sobre los inicios de su robota.

—A propósito de innovación, ¿considera que la prensa en Chile le saca provecho a las  herramientas digitales?

—La inquietud que teníamos a la hora de pensar LaBot era que el periodismo está cambiando muy rápido. La forma de informar en la televisión o en la prensa escrita está quedando obsoleta porque la gente ya no consume información de esa forma, y por eso los medios están compitiendo entre sí con acciones que resultan más atractivas para la gente: desde las redes sociales hasta el streaming. A pesar de que en todo el mundo los medios están permanentemente experimentando nuevas formas de contar historias, nuevas plataformas, tecnologías, relatos, en Chile no actuaban como si se dieran cuenta de esta crisis. Era necesario afrontarla, transformarse y salvar el periodismo. Estábamos preocupadas y por eso nosotras, que nos caracterizamos por ser personas que están muy pendientes de lo que pasa con la prensa afuera, finalmente nos dimos cuenta de que también era nuestra responsabilidad hacer ese cambio. 

Sobre las herramientas que entregan Internet y las redes sociales,  ¿cómo ve el panorama de los medios digitales, si consideramos los últimos cinco o diez años?

—Todavía falta experimentar más, y sobre todo que más gente se atreva a invertir en medios. Hoy día hay muchos, pero todos en condiciones económicas muy precarias, con muy pocos periodistas, algunos no necesariamente con equipos profesionales, y otros que tienen agendas más bien políticas o ideológicas. Medios que tengan como único objetivo hacer periodismo son muy pocos. Y por lo tanto, si bien hay mayor diversidad, no hemos salido aún de la zona de riesgo. Es más, los sueldos son bastante malos. Por lo tanto, es necesario encontrar fórmulas que permitan invertir en periodismo.

Creo que lo más importante es investigar al poder e interpelarlo cuando hay que hacerlo, y no dejarse influir por presiones o por el miedo de algún tipo de reacción. Los criterios siempre deben ser exclusivamente periodísticos”, cuenta quien se caracteriza por ejercer un periodismo investigativo que, independiente de la plataforma, logra generar impacto en la conversación pública.

Considerando estas complejidades, ¿cómo se puede persistir en el periodismo de investigación dentro de la plataforma digital y a su vez conservar su calidad?

—Es muy difícil financiar a largo plazo los medios. Creo que, sobre todo, lo primero es tener la voluntad y la perseverancia de hacer un trabajo de este tipo y buscar todos los espacios posibles para hacerlo, ya sea en los medios tradicionales, no tradicionales o levantando tu propio medio. Trabajar en proyectos colaborativos como lo hicimos en LaBot con Ciper en Pandora Papers, u otros que también hemos hecho con el ICIJ -conformado por más de 100 medios y 600 periodistas de todo el mundo-, ayuda también a amplificar el trabajo que hacemos. En el fondo, tener un equipo virtual más grande que el que realmente uno tiene con ayuda de colegas de otros lados; ha sido una forma de hacer proyectos específicos de investigación periodística pese a que nuestro proyecto no se dedica exclusivamente a eso.

—En definitiva, desde la plataforma que sea y como sea, usted siempre está investigando e interpelando al poder.

—Si bien esa no es la única función del periodismo de investigación, sí creo que lo más importante es investigar al poder e interpelarlo cuando hay que hacerlo, y no dejarse influir por presiones o por el miedo de algún tipo de reacción. Los criterios siempre deben ser exclusivamente periodísticos.

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Reportajes

Marcando pauta desde la escuela

Periodismo de calidad en las universidades: Marcando pauta desde la escuela

Hace 20 años, la industria de los medios aún era capaz de absorber la mayor parte de la fuerza laboral que emanaba de las escuelas de periodismo del país. Por lo mismo, el enfoque en muchas de ellas estaba en formar profesionales que al salir pudieran desempeñarse en los grandes medios, pero eso ya no basta porque el escenario hoy es otro. La crisis de la industria, los profundos cambios en la forma en que las audiencias interactúan con la información y el mayor acceso a datos y herramientas a través de la tecnología, ha implicado cambios en la forma que se hace y se enseña periodismo actualmente en Chile. Con medios y plataformas propias, y estrategias educativas con foco en la práctica constante, la gestión de proyectos, la experimentación y la innovación, hoy los trabajos universitarios golpean e inciden en la agenda pública. 

Matías Gallardo Zapata

¿Qué ocurre en la interna del Metro cuando alguien se suicida? Esa pregunta que muchos nos hemos hecho en algún momento fue la que se plantearon en 2020 dos estudiantes de periodismo de la Universidad Diego Portales (UDP). Fue, de hecho, su proyecto de título, dirigido por el ex periodista de Ciper, Alberto Arellano. A través de su investigación que llevó por título “SIGMA: el código secreto de los suicidios en el Metro”, Camila Bohle y Valentina Medina retrataron las miserables condiciones laborales en las que personas subcontratadas por la empresa, sin ninguna preparación ni protocolo de acompañamiento emocional, se ocupan de limpiar los restos humanos de aquellas personas que se lanzan a las vías.

El reportaje sacó a la luz una problemática que Metro mantenía bajo secreto, pero también mostró cómo esa desprotección hizo que sus protagonistas se refirieran a su trabajo como si fuera de lo más normal eso de andar recogiendo muertos de las vías del tren subterráneo, como si estuvieran completamente anestesiados. Ganador del PPE Universitario en 2020 y publicado en el medio online Pousta un año después, es uno de los cerca de 50 trabajos que han ganado o sido finalistas en esta categoría desde su creación en 2009; todas piezas que destacan por su calidad narrativa e investigativa, así como también por su impacto, demostrando año a año que es posible marcar pauta desde las escuelas.

Eduardo Arriagada, periodista y académico de la Universidad Católica (UC), lo atribuye a un cambio de paradigma que comenzó hace unos 20 años al interior de las escuelas de periodismo, cuando éstas se dieron cuenta de que si estimulaban a los estudiantes a generar contenidos que tempranamente pudieran salir a competir al mercado, la calidad de sus trabajos y su vocación periodística aumentaban. “El incentivo de publicar y de llegar a las audiencias no estaba en sus horizontes y eso acababa condicionando la manera en la que el alumno se paraba ante la fuente o lo que iba a escribir. Era muy importante cambiar eso para generar una actitud profesional en ellos desde el día uno”, dice Arriagada.

La UC fue una de las primeras escuelas que se propuso instalar desde el primer año de carrera este aliciente en los alumnos. Y para eso, incorporaron reuniones de pauta, tiempos y estándares que debían cumplir de cara a la entrega final, similares a los de una redacción de prensa profesional. Pero así como se debieron adoptar prácticas que de cierta forma profesionalizaron el ejercicio periodístico formativo, también hubo que crear los espacios para publicar y dar salida a los buenos trabajos y proyectos realizados por estudiantes. Y así fue que surgieron los medios-escuela.

No se trata sólo de espacios donde se cuelgan trabajos de forma casi aleatoria, sólo por darle alguna salida a modo de repositorio a piezas destacadas que surjan en las cátedras, sino la generación de medios de comunicación con orgánicas e identidad propias y propuestas editoriales con las cuales las comunidades universitarias se identifican y donde estudiantes y profesores, trabajando juntos, pueden ser parte en la generación de contenidos que no se restrinjan a meros ejercicios de lo aprendido en clases, sino que a darle vida a productos con valor real e incidencia en la sociedad y el debate público.

Siguiendo esa línea, la Escuela de Periodismo de la UC creó en alianza con Publimetro en 2007 la revista Kilómetro Cero, uno de los primeros medios digitales de periodismo universitario en Chile. Al año siguiente, la Universidad Alberto Hurtado (UAH) crearía Puroperiodismo. Tiempo después, la Diego Portales daría forma a Vergara 240; la Del Desarrollo haría lo propio primero con LimónApps y, luego, con Zona Reactiva; y la Universidad de Chile abriría Doble Espacio, que se sumaría a su proyecto radiofónico, la Radio Juan Gómez Millas.

“El objetivo siempre fue que el alumno sintiera el peso de la audiencia”, dice Arriagada sobre el medio-escuela de la UC.

Este nuevo ecosistema de medios universitarios surgió de la mezcla entre necesidad que generó una industria mediática cada vez más reducida y las oportunidades que presentan las nuevas tecnologías de la información para generar proyectos multimedia. En otras palabras, a falta de espacios para hacer periodismo con altos estándares, sólo queda crearlos. Con ello vino un impulso que, a pesar de los distintos modelos implementados y diferentes niveles de éxito de cada proyecto, logró elevar el nivel de los trabajos realizados en cuanto a profundidad, calidad y originalidad, al punto de poner el trabajo de estudiantes a la altura de periodistas profesionales. De esas experiencias y los cambios que impregnaron en las formas en que se enseña a hacer periodismo en Chile es que trata este reportaje.

Medios universitarios como semilleros

La creación de la categoría universitaria en el PPE fue otro incentivo poderoso. Fue iniciativa de un grupo de estudiantes de Periodismo UAH para fomentar el buen periodismo hecho durante la etapa formativa tanto en su escuela como en cualquier otra del país.

“Muchos de los trabajos que hacen los estudiantes están al mismo nivel de los de un periodista egresado”, explica Valentina Medina, titulada de la UDP y coautora del reportaje sobre los protocolos del Metro en casos de suicidios.

Lo que plantea Medina se refrenda con los resultados históricos del PPE Universitario: casi un tercio de los trabajos que han ganado o resultado finalistas del premio fueron publicados en medios profesionales. De hecho, el primero que ganó, escrito por las egresadas de la UC Daniela Pérez y Francisca Stuardo, fue parte de la extinta edición chilena de la revista Rolling Stone. Ciper, por su parte, ha publicado cinco de esos trabajos, entre ellos, uno sobre los órganos que se pierden por irregularidades e ineficiencias en el sistema de transplantes, escrito en 2010 por el periodista egresado de la UAH, Gregorio Riquelme, y otro sobre la escasez de recursos para financiar las escuelas de reinserción de menores que han abandonado el sistema escolar, que fue el proyecto de título en esa misma casa de estudios de las hoy periodistas Josefa Barraza y Eva Luna, en 2019.

Otros fueron incluidos en las páginas de The Clinic o en la web de El Desconcierto, de Interferencia o de Pousta, pero la mayoría se encuentra en las plataformas propias de cada universidad. Y, aunque distintas, en varios puntos funcionan de manera similar.

Todos esos medios cuentan con editores y equipos de redacción enfocados en publicar periódicamente reportajes y entrevistas que desarrollan los alumnos durante el pregrado. En algunos casos, la producción de contenidos está asociada a cursos específicos, en otros a colaboraciones esporádicas y voluntarias, al desarrollo de proyectos especiales, o a todas las anteriores. Cuando los productos vienen de las salas de clase, la señal la dan a los editores los propios profesores si, a su juicio, combinan buen reporteo, fuentes pertinentes, interés público y calidad narrativa.

Otro punto común -que algunos han logrado más que otros- es la integración de lenguajes multimedia y multiplataforma, de manera que el proyecto pueda hacer sinergia tanto con los cursos escritos, audiovisuales, digitales y radiales que se imparten en los programas de pregrado. Además, con líneas editoriales más flexibles que las de los medios tradicionales, los medios universitarios han podido materializar innovadoras coberturas especiales de prensa.

¿Ejemplos? El que publicó Kilómetro Cero en noviembre de 2022 bajo el título “La ciudad estallada”, que habla del impacto que tuvo en los habitantes de Santiago los mil días que siguieron al estallido social; o el especial multimedia que unos meses antes lanzó Puroperiodismo llamado “Vivir al margen: El preocupante déficit de vivienda que azota a Chile”, que profundiza en los factores que han provocado el explosivo aumento de campamentos; o el que Vergara 240 publicó en abril del año pasado para retratar el aumento de los índices de delincuencia y victimización en el país mediante distintas historias –“Entre balas y rejas”, se llama-; o también el proyecto de estudiantes de la UDD que ganó el PPE Universitario 2021 y que abordó la violencia obstétrica que sufren las mujeres que dan a luz en prisión.

El director de carrera en Periodismo UAH y editor de Puroperiodismo, Juan Pablo Figueroa, explica que para el éxito de estos medios es esencial la colaboración entre alumnos y profesores para “poder sacarle más trote a los estudiantes, generando proyectos que sean innovadores y que nutran a una plataforma que muestre el buen periodismo que se puede hacer desde la etapa formativa”.

Para garantizar la calidad de los contenidos en estos proyectos, el director de Periodismo UDP, Gazi Jalil, dice que ha sido vital potenciar la investigación en los alumnos. En el caso de Vergara 240, los reportajes y entrevistas pasan por un proceso de revisión muy cuidadoso, donde comités editoriales -compuestos generalmente por docentes y sus ayudantes-, no sólo evalúan que el texto esté bien escrito, sino que además que la información esté completa, sea precisa y veraz, y que las fuentes estén correctamente abordadas y citadas.

“Desde que entramos a la carrera nos hicieron saber que ya éramos periodistas, y que todos nuestros trabajos tenían que ser tomados en serio como si fueran a ser publicados”, dice Luis Castañeda, coautor junto a María Galleguillos del trabajo que ganó el PPE Universitario el año pasado.

“El aporte que pueden hacer los estudiantes al periodismo profesional y de calidad es enorme si se conduce bien. Y si además de aplicarse bien las técnicas están también los incentivos correctos para poder hacerlo, todos ganamos”, resume Figueroa.

El director de la escuela de periodismo, Juan Pablo Figueroa, está convencido de que “el periodismo se aprende en las calles”,  por lo que convoca constantemente en sus clases a los estudiantes a salir de sus zonas de confort y a poner a prueba sus pautas en el terreno. “Es en ese despliegue que suele nacer la motivación y vocación que permite que seas un buen periodista en cualquier tipo de género”, expresa.

Investigar y salir a la calle

Todos los trabajos que han sido destacados por el PPE Universitario son referentes de la calidad y consistencia del ejercicio periodístico. Y en ese sentido, la creación y el uso de herramientas como la Ley de Transparencia en las aulas, además de la contratación de docentes que no sólo reportean bien en los respectivos medios donde trabajan, sino que saben usar la tecnología para aplicar búsquedas sistemáticas de información, verificar y cruzar datos, son factores que favorecen a los alumnos y el impacto social de sus investigaciones. 

“Hay muchos ramos en los que nos hicieron investigar con estas herramientas, y la verdad es que fue esencial para poder poner los hechos en datos, que son los que le dan más credibilidad a tu investigación”, dice Valentina Medina.

El método de investigación que ha desarrollado Ciper desde su fundación en 2007 ha sido muy influyente en ese proceso. Tanto en la UAH como en la UC y la UDP, los cursos de Periodismo de Investigación se basan en ese método, que se nutre además de otras materias que hace dos décadas ni siquiera existían y hoy forman parte de varias mallas curriculares: el Periodismo de Datos, la comunicación multimedia y la narrativa digital, o los emprendimientos periodísticos, entre otros. 

Pero no sólo de buenas herramientas de escritorio se nutren los estudiantes hoy para realizar sus trabajos. En este cambio de paradigma que mencionaba Arriagada, uno de los principales desafíos para los docentes ha sido mantener viva la vocación de los alumnos para reportear en terreno: el lugar donde los alumnos adquieren habilidades blandas y puntos de vista que ni la tecnología más sofisticada podría reemplazar. Karim Gálvez, directora de Periodismo UDD, no sólo cree que “el reporteo fuera del escritorio es la base de todo aprendizaje”, sino que apuesta por que un 50% de las asignaturas que los alumnos tengan el primer año, incluyan salir a reportear.

Para alumnos que hoy cuentan con acceso aparentemente ilimitado a la información, y que además tuvieron clases online producto de la pandemia, la tentación de reportear remotamente o por audios de whatsapp, incluso, es tan grande que la presencialidad ha perdido valor. En la UC, la directora del Departamento de Periodismo, Luz Márquez de la Plata, hace hincapié en la importancia de promover la curiosidad y el pensamiento crítico. “Esa es nuestra tarea como docentes. Darles herramientas periodísticas pero sobre todo cosechar ese cuestionamiento en ellos”, dice.

Las escuelas de periodismo se dieron cuenta que si estimulaban a los estudiantes a generar contenidos que tempranamente pudieran salir a competir al mercado, la calidad de sus trabajos, pero también su vocación periodística, aumentaba. “El incentivo de publicar y de llegar a las audiencias no estaba en sus horizontes y eso acababa condicionando la manera en la que el alumno se paraba ante la fuente o lo que iba a escribir”, dice Eduardo Arriagada, periodista y académico UC.

La manera de contrarrestarlo, dice Márquez de la Plata, es entrenando “el músculo reporteril” de los alumnos mediante talleres de prensa escritos, radiales y televisivos. Allí, a los estudiantes se les designa un tema que deben salir a reportear y entregar durante el mismo día. En la UAH, en tanto, el director de la carrera de Periodismo, Juan Pablo Figueroa, está convencido de que “el periodismo se aprende en las calles”,  por lo que convoca constantemente en sus clases a los estudiantes a salir de sus zonas de confort y a poner a prueba sus pautas en terreno. “Es en ese despliegue que suele nacer la motivación y vocación que permite que seas un buen periodista en cualquier tipo de género”, dice.

Con este maletín integral de herramientas sobre la mesa, los universitarios llegan a generar proyectos de título donde la meta final es clara: descubrir algo que el poder quiere mantener oculto. “En este punto se unen todos los conocimientos que entregamos a lo largo de la carrera: la ética, la búsqueda de información, el reporteo, entre otros distintos soportes que les hemos enseñado”, señala Márquez de la Plata.

Ministra Camila Vallejo firma acuerdo: “Más Voces: medios de comunicación y democracia”
Fuente: Ministerio Secretaría General de Gobierno

Descentralizar la información

Instalados como semilleros de un periodismo que además pueda aportar a la democracia, las escuelas ahora son consideradas por el propio gobierno como medios de comunicación. En busca de favorecer la descentralización y la independencia editorial, la ministra vocera Camila Vallejo firmó junto a mediados de 2022 con las universidades de Chile, de La Serena y de la Frontera, el acuerdo “Más Voces: medios de comunicación y democracia”. Éste busca fortalecer el debate en torno a los derechos asociados a la información, la libertad de expresión y la prensa. “Estamos convencidos de que Chile necesita modernizar su ecosistema de medios, asegurando la libertad de expresión y la independencia editorial”, señaló en aquella instancia.

En paralelo, la Secretaría General de la Presidencia (Segpres) creó una base de datos con los distintos medios universitarios que funciona a lo largo del país para diversificar la matriz comunicacional de Chile y fortalecer el rol de los medios locales. Algo con lo que el presidente del Colegio de Periodistas, Danilo Ahumada, está de acuerdo, puesto que su convicción es que en Chile hace falta un sistema de medios públicos en el que “las universidades, los canales de televisión y las radios universitarias participen”, aseguró en una entrevista.

Los medios universitarios, además de ser un aporte para el estudiante, también lo pueden ser para la discusión pública. “Por la misma agenda que tienen los distintos medios de comunicación masiva, hay temas que se quedan dando vueltas y otros en los que, por distintas razones, no se profundizan”, señala el actual editor de Vergara 240, Fernando Morales. Luego, agrega que los estudiantes pueden aportar una mirada mucho más fresca frente a temáticas emergentes que la industria de medios no está viendo y con un fuerte enfoque de derechos humanos. “Sin duda, los estudiantes pueden hacer un aporte esencial desde nuevas miradas, pautas, herramientas de trabajo, nuevos formatos y lenguajes”.

Los medios que han formado estas instituciones, además de ser un aporte para el estudiante, también lo pueden ser para la discusión pública. “Por la misma agenda que tienen los distintos medios de comunicación masiva, hay temas que se quedan dando vueltas y otros en los que, por distintas razones, no se profundizan”, señala el actual editor de Vergara 240, Fernando Morales.
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Daniel Matamala: “No podría escribir una columna y sentirme ofendido porque alguien esté en desacuerdo”

Daniel Matamala:

“No podría escribir una columna y sentirme ofendido porque alguien esté en desacuerdo”

Los domingos son especialmente agitados para el periodista. Apenas publica su columna de opinión en el diario La Tercera, se convierte en trending topic en las redes sociales. Llegando la noche, además, conduce el noticiero central de CHV Noticias. Daniel Matamala cuenta en esta entrevista cómo enfrenta a sus detractores en Twitter,  comparte su método para contrarrestar al poder en entrevistas que dejan coletazos, y su receta para compatibilizar el género de la opinión con el reporteo más duro.

Por Sofía Concha Urrea

Es de esos periodistas agudos y reflexivos que calan profundamente en las audiencias y que dan la sensación de que viven en los medios de comunicación. Daniel Matamala (44) es conductor del noticiero de Chilevisión, escribe cada domingo una columna de opinión en La Tercera y hasta hace muy poco opinaba y entrevistaba a políticos de alto calibre como panelista del programa que analiza la contingencia en CNN Chile, Tolerancia Cero. 

En las redes sociales también es posible encontrarlo porque las utiliza a menudo para interpelar a políticos o promover sus columnas. Sólo en Twitter cuenta con 1,5 millones de seguidores, entre los cuales están los que esperan con ansias saber lo que opina del tema que marcó la semana y también sus detractores. 

En los PPE, su trabajo ha destacado en las distintas áreas en las que se ha desempeñado. En el PPE Escrito, por sus columnas; en el PPE Audiovisual, por sus entrevistas y reportajes.

Entre 2011 y 2021 ha sido seis veces finalistas y ganador en cuatro oportunidades de las categorías en que competía con trabajos como el de la muerte de Camilo Catrillanca, además de realizar una importante crítica a la concentración de poder que poseen las AFPs. Asimismo, entrevistó con lucidez al ex gerente general de BanChile, Francisco Armanet, quien entregó confesiones inéditas sobre la compra de acciones que hizo Sebastián Piñera a la aerolínea LAN en 2006 y que le significó una millonaria multa por uso de información privilegiada. En cuanto al galardón más reciente, lo recibió por su conversación con el entonces fiscal nacional, Jorge Abbott, en la que reveló datos inéditos sobre los casos de financiamiento ilegal en la política, además de referirse a las polémicas reuniones secretas que sostuvo con senadores cuando se postulaba al cargo.

A pesar de que a Matamala se le acusa en ocasiones de ser “ideologizado”, para él, sus escritos no responden a tintes políticos, sino al deber de entregarle al lector todos los antecedentes de un hecho para que sea éste quien los interprete. “Lo que procuro es presentarlos de una manera en que hagan que el lector diga: ‘no lo había pensado de esta forma’”, cuenta desde la oficina de editores de CHV Noticias y a minutos de salir al aire.

“No soy partidario del combate al negacionismo desde la perspectiva de la censura o de la censura previa a ciertos discursos, me parece que tenemos que enfrentarlo desde las armas del periodismo que tienen que ver con el profesionalismo, con la verdad. Algunos consideran que hay ciertas personas a las que no se les puede entrevistar, pero yo creo que el tema es cómo se les entrevista”. 

—En 2013 y junto Mónica Rincón, realizó una entrevista para CNN al ex director de la DINA, Manuel “Mamo” Contreras, la cual fue finalista del PPE. ¿Cómo recuerda ese encuentro?

—Fue una entrevista difícil, bien tensa. En primer lugar, porque no tuvimos tiempo para prepararla, apareció muy de improviso. Yo estaba en unas reuniones y de repente me llaman para ir al Penal Cordillera (donde Contreras estaba preso). Con Mónica (Rincón) nos juntamos ahí y tuvimos apenas un rato para ponernos de acuerdo en qué hacer. Lo que más nos importaba era no dejar pasar ninguna mentira, porque conocíamos el personaje, sabíamos que utilizaba las entrevistas para generar operaciones o para dejar instalados hechos falsos como si fueran verdaderos. Periodísticamente, sabíamos que teníamos un deber con el país y con los familiares de las víctimas. La entrevista salió sin ninguna edición, se fue inmediatamente al aire y, en ella, Contreras intentó dejar en claro que era él el dueño del territorio. Cuando lo empezamos a confrontar, perdió un poco el control y cometió errores. Por ejemplo, dijo que él no estaba preso y nosotros le decíamos: “pero si está preso, hay un gendarme al lado suyo que lo está custodiando”.  “No, si ése está para que me lleve el bastón”, retrucaba él.

—¿De qué forma se le hace frente al negacionismo?

—No soy partidario del combate al negacionismo desde la perspectiva de la censura o de la censura previa a ciertos discursos. Me parece que tenemos que enfrentarlo desde las armas del periodismo que tienen que ver con el profesionalismo, con la verdad. Algunos consideran que hay ciertas personas a las que no se les puede entrevistar, pero yo creo que el tema es cómo se les entrevista. Si las vas a entrevistar sencillamente para darles el espacio para que digan lo que quieran, es un error, pero si las vas a entrevistar para confrontarlos con hechos y usas las herramientas periodísticas que tenemos para desarmar esos discursos, es muy distinto.

—Esta entrevista contribuyó al cierre del Penal Cordillera.

—La soberbia que Contreras mostró generó efectos que creo que fueron importantes. En ese entonces, el presidente Sebastián Piñera anunció el cierre del Penal Cordillera a raíz de esa entrevista. A partir de ese momento, Contreras y los demás violadores de derechos humanos pasaron a Punta Peuco, donde tuvieron un régimen carcelario algo más normal que el que tenían en Cordillera, donde tenían muchos más privilegios. En ese sentido, creo que fue algo bueno para el país.

—En 2021 entrevistó al ahora ex fiscal nacional, Jorge Abbott, quien atravesaba una crisis de credibilidad por su paso en el Ministerio Público. ¿Cree que ese trabajo puso sobre la mesa aspectos que contribuyeron a generar una visión negativa de su gestión?

—Creo que la crisis ya estaba instalada desde antes. Evidentemente, esto dio más elementos para dar cuenta de la crisis de la Fiscalía, pero eso venía del momento en que hubo presiones políticas que impidieron a los fiscales investigar los casos de corrupción empresariales. También proviene del acuerdo político transversal que existió para instalar a Abbott en la Fiscalía Nacional, y eso es lo que produce la crisis, lo demás son esquirlas.

—Esta entrevista se efectuó en el contexto del caso SQM y ganó la categoría de entrevista en el PPE Audiovisual.

—La idea de esa entrevista era insertarla en un reportaje sobre el caso SQM. Queríamos mostrar lo que realmente había ocurrido allí. Yo tenía algunos antecedentes que había podido reportear previamente. Estos tenían relación con que Abbott tuvo reuniones con personas que estaban bajo la lupa del Ministerio Público, senadores que tienen que votar por él. Me pareció importante aprovechar la entrevista para confrontarlo con esos datos.

—El fiscal nacional es una figura que se protege harto de los medios. ¿Cómo gestionaron esa entrevista?

—Le dijimos que estábamos trabajando en un reportaje por el caso SQM, por lo que accedió a hablar. Me dio la impresión de que él quería dar su punto de vista acerca de lo que yo había dicho sobre él en algún momento, entonces nos recibió de inmediato. Empezó a hacer varios puntos, que yo lo había tratado de una forma que no era justa y obviamente le di el espacio para que lo aclarara.

—¿Qué cosas de las que usted dijo fueron injustas?

—Abbot expuso que era injusto decir que él no había colaborado para esclarecer el caso SQM, y que yo había presentado antecedentes sobre cosas que él había dicho públicamente. Me parece que él consideró que la entrevista era una oportunidad para dar a conocer su punto de vista.

—Ha realizado muchas entrevistas golpeadoras durante su carrera. ¿Cómo se prepara?

—Creo que hay dos claves en este tipo de entrevistas que son importantes. La primera es estar muy preparado: conocer bien los casos y haber estudiado al personaje para saber cuál es el tipo de respuestas que da. Tener claro o tratar de anticipar qué cosas puede decir, y ojalá tener las citas textuales que haya dicho previamente, te sirven para poder contrarrestar. Al mismo tiempo, creo que uno no tiene que enamorarse de esa entrevista que preparó previamente porque eso también puede ser un error. A veces tratas de hacerla al pie de la letra y eso, en general, es una muy mala idea porque la entrevista tiene que ver con lo que el entrevistado te dice en el momento y, evidentemente, si te dice algo inesperado o más noticioso de lo que tú habías planificado, tienes que inmediatamente botar el plan previo al tacho de la basura e irte por ahí. Entonces, diría que es el equilibrio entre estar muy bien preparado, pero también dejarse sorprender. Cuando se combinan esas dos cosas puede haber un buen trabajo.

—¿Y qué elementos cree que tenía la entrevista con Abbott que le permitieron ganar el PPE?

—No sé si merecía ser la ganadora porque habían muy buenas entrevistas ese año (2021). Imagino que lo interesante de ésta es que se dieron a conocer elementos nuevos sobre las rutas que Abbott había tenido con senadores de ese momento. Pero además, la forma en que se produce eso es llamativa, porque no es sencillamente un reportaje, sino que es un diálogo donde le empiezo a presentar antecedentes y él, de alguna manera, responde tratando de decir lo menos posible. Entonces, me parece un momento periodístico interesante, no solamente por la información que se entrega, sino también por el interés dramático que provoca en el espectador.

“Creo que mi aporte al género de la opinión viene de mi formación y de mis conocimientos periodísticos. Desde allí puedo reportear, juntar distintos hechos y darles un sentido. En otras palabras, no es que yo amanezca un día con una idea brillante y diga: ‘ah, tengo que decir esto’, porque no creo que eso sea tan interesante como es poner antecedentes sobre la mesa”.

—Pasando a sus columnas de opinión y en relación al trabajo “El Liceo y el retén”, el cual relata cómo un colegio fue reemplazado por un retén para Carabineros tras la muerte de Camilo Catrillanca, llama la atención que nunca entregue una conclusión, sino que se presenten los antecedentes para que sea el lector quien se forme su propia visión. ¿Eso es lo que intenta lograr comúnmente en sus columnas?

—Sí, es una buena observación. Cada columna es distinta pero, en general, creo que mi aporte al género de opinión viene de mi formación y de mis conocimientos periodísticos. Desde allí puedo reportear, juntar distintos hechos y darles un sentido. En otras palabras, no es que yo amanezca un día con una idea brillante y diga “ah, tengo que decir esto”, porque no creo que eso sea tan interesante como es poner antecedentes sobre la mesa. Algunas veces son antecedentes públicos, otras, son los que he reporteado. Lo que procuro es presentarlos de una manera en que hagan que el lector diga: “no lo había pensado de esta forma”.

—¿Entonces también reportea en terreno sus columnas?

—Yo esa columna la escribí estando en Ercilla. Muchas veces reportear los temas o estar en terreno te da una sensibilidad distinta. Aunque el género de opinión sea diferente, el buen periodismo puede ser capaz de juntarlos para que surja una columna de opinión que esté fuertemente anclada con ese reporteo. Creo que eso es lo que me gusta hacer:  que la opinión esté basada en el periodismo. Muchas veces ni siquiera es necesario decir “yo opino o creo esto”, es más efectivo y elegante sencillamente presentar los hechos y dejar las conclusiones al lector. 

—¿Siente que su opinión influye de forma distinta, dependiendo del tiempo  en que se publique? Como en períodos electorales, por dar un ejemplo.

—Mis columnas son de contingencia, por lo tanto, van totalmente acorde al contexto. La gran mayoría tienen que ver con cosas importantes que han pasado en la semana -hay algunas excepciones-, pero uno no puede estar pensando en qué impacto van a generar porque la idea no es perjudicar a alguien o beneficiar a otro. Te diría que el único momento en que tal vez eso es distinto, es el día de las elecciones. Las columnas de ese día, en general, son bien cuidadosas porque es un momento en que lo que digas importa en quién va a votar la gente. A excepción de esos días particulares, no estoy  pensando en cuál va a ser el efecto que van a tener.

“Cuando analizas las columnas en el largo plazo, pienso que están en una línea clara: criticar al poder, o al menos tener una visión de fiscalizar el poder, ya sea político, económico y religioso. Creo que eso es lo que mantengo”.

—Hay semanas que sus columnas marcan  tendencia en Twitter, tanto con críticas negativas como positivas. ¿Cómo enfrenta lo que dicen los usuarios de redes sociales?

—No soy de esas personas que se quejan porque alguien me criticó o porque no les gustó mi columna. Yo tengo un espacio privilegiado al poder publicar una opinión que es bastante leída todos los domingos, y junto con ese privilegio va obviamente la responsabilidad de que otras personas estén o no de acuerdo con lo que escriba, es parte de las reglas del juego. Hay una tendencia de alegar intolerancia pero mientras la crítica sea profesional, respetuosa y tenga que ver con los contenidos, es absolutamente “parte de”. No podría escribir una columna y sentirme ofendido porque alguien está en desacuerdo con ella, sería absurdo. Sí es cierto que evidentemente las  redes sociales, y especialmente Twitter, son  un mundo particular. Hay mucha odiosidad, insultos, descalificaciones  personales que no tienen nada que ver con lo que escribo, y la verdad es que no vale la pena contestar.

—¿Qué opina entonces de los comentarios polarizados tipo “Matamala es facho” o “es comunista”?

—Cada semana es distinta. Algunas veces soy crítico del Gobierno, otras del empresariado o de la derecha, y ahí, claro, cada uno saca su conclusión. Sin embargo, cuando analizas las columnas en el largo plazo, pienso que están en una línea clara: criticar al poder, o al menos tener una visión de fiscalizar el poder, ya sea político, económico y religioso. Creo que eso es lo que mantengo.

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Catalina Mena: “A veces los fracasos se transforman en cosas que funcionan”

Catalina Mena:

“A veces los fracasos se transforman en cosas que funcionan”

Es periodista cultural, escritora y administradora de su propia revista online barbarie.lat. Y en 2014, fue ganadora de la categoría de entrevistas del PPE Escrito por las “Conversaciones por chat” que sostuvo durante meses con Pedro Lemebel mientras luchaba contra un cáncer de laringe. A pesar de que el autor de “Adiós mariquita linda” se negaba a ser entrevistado formalmente, Mena persistió en ese contacto y terminó acumulando una mensajería tan valiosa, que logró convencerlo de publicarla en la revista Paula. Seis meses después, Lemebel murió.

Por Jonathan Hernando

En 2014, Catalina Mena tenía un propósito: entrevistar a Pedro Lemebel para la revista Paula, en medio de su tránsito por el cáncer de laringe que lo terminaría llevando a la tumba en enero de 2015.  El problema era que el escritor –que en ese entonces estaba postulando al Premio Nacional de Literatura– no quería conversar con la prensa y aunque hubiese querido hacerlo, apenas podía hablar. Le acababan de hacer una laringectomía y había quedado con apenas un hilo de voz. Los lectores, como Catalina, se tenían que conformar con lo que el artista contaba en su muro de Facebook.

Ese era su único medio de comunicación. “Yo lo andaba persiguiendo pero él no quería que lo entrevistara. Era un tipo muy complicado, jodido. ‘Que no, que sí, que no’,  así se la llevaba. Además estaba recién operado y me rechazó”, cuenta la periodista y ex editora de Paula.

El anhelo pudo truncarse ahí. Pero Mena –ya al margen de la entrevista–, y sin saber bien por qué, comenzó a hablarle por el chat de Facebook y el escritor comenzó a dialogar con ella. “Fue un impulso combinado con el presentimiento de que se iba a morir”, dice.

Pasaron como cuatro meses de conversaciones. Fue entonces que miró el material y tuvo la certeza de que aunque no había logrado una entrevista del modo tradicional, sí tenía un tesoro entre manos.

“Me interesa poder mostrar una conversación, las opiniones de una persona, un cuerpo y un sujeto. ¿Cómo se mueve en la ciudad o cómo se sitúa en un espacio social? En el género del perfil tú ves a los personajes en su vida. Y el personaje tiene opiniones, ideas, temas (…). Yo no uso pautas, por ejemplo. Cuando comencé me apoyaba en ellas, pero después me di cuenta de que me gustaba más el hecho de conversar y no tanto la pregunta y respuesta”, dice la periodista sobre la fórmula de abordar su trabajo.

Como el día en que Lemebel le contó que su mamá lo visitaba en sueños y él podía incluso hablarle, tocarla y abrazarla:

“La veo tan real, tan fresca, tan linda, que me emociono al estar con ella, y aprovecho para contarle mis cosas y conversamos como antes, como si estuviera aquí. Un día me la encontré en un sueño, acompañada con mi papá en la mesa de un restaurante. Y les dije: ‘Qué bueno que están juntos. Yo aquí no soy feliz, quiero irme con ustedes’. Mi mamá miró a mi papá y me dijo que lo iban a conversar, para ver si me llevaban o no. Me puse a llorar, bajé la vista y cuando la levanté ya no estaban. Y ahí desperté. Pasaron unas semanas y me los volví a encontrar en sueños. Y ella me dijo que lo habían conversado y que sí, que me iban a llevar. Y yo le contesté: ‘Pero no tan luego, pos mami’. Y ahí ella se puso a reír y me dijo: ‘Estái puro weviando’”.

La periodista le comentó a Lemebel lo valiosas que estaban siendo sus conversaciones. Y entonces, para su sorpresa, el autor de “Tengo miedo, torero” accedió a que ella las editara con el fin de publicarlas en la revista Paula. Paralelamente, “Pedro me invitó a una performance en el Cementerio Metropolitano, a la cual fui. Esa experiencia que comienzo relatando en la entrevista fue la que combiné con una versión muy resumida de los chats que terminaron sumando como 200 páginas en total, y que le mostré. Fue como una publicación en conjunto… después de eso, ya murió”, dice Catalina. 

El texto “Conversaciones por chat” no sólo retrata muy bien a Lemebel, sino también la manera que tiene su autora de abordar a sus entrevistados. Mena, más que entrevistar a los personajes que elige, los mira a fondo y los describe hasta perfilarlos. “Lo que me interesa es retratar a la persona y no hablar de algo en específico. A menos que esté haciendo una nota para un diario y me lo pidan así, lo que hago es construir un personaje y darle volumen para mostrar sus hábitos y lo que pasa en su cabeza. Quiero que los lectores, en el fondo, conozcan a la persona a través de la conversación y este dibujo que hago. Es como tener una sesión psicológica”.

–¿Ese ha sido su estilo de entrevista siempre? 

–No es que tenga una fórmula, pero sí me interesa poder mostrar una conversación, las opiniones de una persona, un cuerpo y un sujeto. ¿Cómo se mueve una persona en la ciudad o cómo se sitúa en un espacio social? En el género del perfil tú ves a los personajes en su vida. Y el personaje tiene opiniones, ideas, temas, pero no son temas que necesariamente toquen la contingencia. Yo no uso pautas, por ejemplo. Cuando comencé me apoyaba en ellas, pero después me di cuenta de que me gustaba más el hecho de conversar y no tanto la pregunta y respuesta.

–Volviendo a lo que resultó de sus diálogos con Lemebel, con la perspectiva del tiempo, ¿hubiera preferido que la entrevista hubiera sido presencial?

–Es que al final igual fue interesante, porque esto partió como un fracaso y a veces los fracasos se transforman en cosas que funcionan. Pedro se negó a ser entrevistado, pero como por mi cuenta seguí hablándole y él me contestó, llegó un momento en que me di cuenta de que no sólo tenía su forma de hablar, sino que podía ver varias cosas de su vida a través de esa conversación. Muchas veces me decía cualquier cosa de su día a día, como por ejemplo: “Voy a ir a Valparaíso a ver al doctor”. Fue ese material más coloquial el que fui mezclando con los temas serios y así surgió la entrevista.

–Esta entrevista ganó su categoría en el PPE Escrito de 2014. ¿Qué importancia tuvo este premio en su carrera?

–¡Uy, qué palabra más grande! Yo no me siento haciendo una carrera, no tengo esa visión exitista, sino que trabajo no más en esto porque me gusta y porque puedo pagar las cuentas al mismo tiempo que puedo mantenerme a mí y a mis hijos. Claro que es rico recibir un premio, es rico que te reconozcan y fue bonito también recibirlo, porque creo que es un reconocimiento póstumo a Pedro. Creo que me dieron el premio no solo porque la entrevista sea buena, sino que porque calzó con el momento de su fallecimiento. Encuentro importante que existan estos premios y que se reconozca el trabajo, sobre todo del periodismo escrito, que por desgracia esta súper mal pagado, pero cuyo esfuerzo se ve recompensado de otras maneras.

“Llegó un momento en que me di cuenta de que no sólo tenía su forma de hablar, sino que podía ver varias cosas de su vida a través de esa conversación. Muchas veces me decía cualquier cosa de su día a día, como por ejemplo: “Voy a ir a Valparaíso a ver al doctor”. Fue ese material más coloquial, el que fui mezclando con los temas serios y así surgió la entrevista”, dice Mena sobre sus chats con Lemebel.

–La revista Paula, antes de dejar el papel y convertirse en un medio online, fue muchas veces finalista y ganadora del PPE a través de diversas plumas. ¿Qué tenían de especial los y las periodistas de la revista impresa?

–En la revista teníamos condiciones super especiales que favorecían el buen periodismo. Antes, la revista era mensual y después pasó a ser quincenal. Esto quiere decir que había mucho tiempo para trabajar los artículos. Por ejemplo, cuando había que hacer una entrevista, no ibas una sola vez y le hacías las preguntas a la persona, sino que la acompañabas en su día a día. Además, teníamos mucha corrección, podíamos entregar hasta cuatro versiones del mismo trabajo. Y esas correcciones, más la alta exigencia que teníamos, hacía que los textos obtuvieran premios. También teníamos muchas buenas plumas. Gente que tenía una bonita escritura.

“Mi mamá miró a mi papá y me dijo que lo iban a conversar, para ver si me llevaban o no. Me puse a llorar, bajé la vista y cuando la levanté ya no estaban. Y ahí desperté. Pasaron unas semanas y me los volví a encontrar en sueños. Y ella me dijo que lo habían conversado y que sí, que me iban a llevar. Y yo le contesté: ‘Pero no tan luego, pos mami’. Y ahí ella se puso a reír y me dijo: ‘Estái puro weviando’”, tecleó Lemebel a Catalina Mena.

En efecto, “Conversaciones por chat” de Catalina Mena fue uno de los tantos trabajos de la revista Paula que han sido reconocidos durante la historia del PPE. Para ser exactos, el medio ha sido premiado unas 12 veces en 20 años y otras 33 ha destacado entre los trabajos finalistas.

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Paulina de Allende-Salazar: “Mi motivación histórica ha sido correr vallas”

Paulina de Allende-Salazar:

“Mi motivación histórica ha sido correr vallas”

La verdad periodística. Eso es lo que persigue Paulina de Allende-Salazar con cada una de las investigaciones que ha realizado en su carrera y que la han hecho ganadora en dos oportunidades del PPE: una por el reportaje con el que le puso rostro a los abusos cometidos por Karadima, y otra con el que reveló los sobresueldos que recibían el Ejército y las policías como consejeros de las mutualidades. De esto y más habla en esta entrevista quien fue por 23 años parte del equipo de Informe Especial y que hasta hace poco se desempeñó en el matinal Mucho Gusto, de Mega.

Por Pablo Castro

Hace más de una década, el equipo de Informe Especial liderado por Paulina de Allende (Premio Lenka Franulic, 2019) investigó una denuncia que puso de cabeza al país. Por primera vez, los abusos sexuales por los que ya se estaba investigando al sacerdote de la parroquia El Bosque, Fernando Karadima, tuvieron rostro. Sus víctimas, Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, hablaron por primera vez en un reportaje que fue emitido por TVN en 2010.

No hubo nadie que no acusara el golpe. El horror que escondía la sotana investida por Karadima, y el coraje con que sus víctimas testimoniaron los abusos y manipulaciones de conciencia que recibieron siendo adolescentes, fueron el detonante de una bomba que puso en evidencia una realidad oculta que entremezclaba el abuso sistemático con influyentes redes poder, con el ocultamiento, con la impunidad, y muchas otras cosas podridas que se habían enquistado durante décadas en la iglesia chilena. Todo bajo la mirada de autoridades religiosas que sabían, pero preferían esconder y blindar sus propios pecados para no exponerse ante la sociedad.

El caso Karadima resultó ser sólo la primera hebra de otras fechorías que tenían encubridores múltiples al interior de la Iglesia, como es el caso del obispo Juan Barros (ver reportaje Cinco golpes que transformaron la conversación en Chile). “A mí me tocó abrir la ventana y mostrar lo que estaba pasando. Mi trabajo fue, de alguna manera, levantar la alfombra y decir: esta es la mugre que está ahí abajo”, dijo De Allende-Salazar en una entrevista que concedió a la revista Paula hace algunos años.

En efecto, su investigación produjo un punto de inflexión en la sociedad. A partir de ese reportaje, se le cree a las víctimas, y tanto Cruz como Hamilton y Murillo se transformaron en representantes de la lucha contra el abuso.

La periodista ganó el PPE por este trabajo en 2010 -el primer año en que se premiaron trabajos audiovisuales-, y también por “Mutualidades: FF.AA., Carabineros y PDI, ¿Sobresueldos?“, en 2018. Uno de los denominadores comunes entre ambas investigaciones es el abuso de poder. A sus 52 años y con una carrera de más de dos décadas en la investigación en distintos canales de televisión, Paulina de Allende-Salazar dice que su motivación sigue siendo llegar a la verdad periodística. Y que para lograrlo, no escatima esfuerzos en buscar respuestas interrogando a quien sea.

—Hubo un cambio cultural profundo desde que expuso los abusos de Karadima. ¿Cómo fue el contacto con las personas afectadas?

—Fue lento. Recuerdo que nosotros comenzamos a investigar sobre los abusos sexuales de Karadima un año antes de emitir el programa, porque queríamos hacer las cosas profundamente y, entonces, tardamos en reunir los antecedentes, contrastar las fuentes y tener, además, los testimonios audiovisuales. Juan Carlos Cruz fue el primero en acercarse a mí y yo le dije que había que comprobar su denuncia antes de publicarla. No fue fácil entrar en su intimidad o en aspectos súper dolorosos en una sociedad que entonces castigaba semejante denuncia. Había que pagar costos que de alguna manera te trae la verdad, costos que son en pos de obtener mayor libertad.

—Respecto de chequear la veracidad del contenido de la denuncia, ¿cómo fueron descartando la información?

—Lo que pasa es que fue al revés. Hablamos con mucha gente y pocos quisieron dar la cara y muchos nos mintieron. Nos quedamos con los que dijeron que sí, es decir, con la valentía de los protagonistas.

“Juan Carlos Cruz fue el primero en acercarse a mí y yo le dije que había que comprobar su denuncia antes de publicarla. No fue fácil entrar en su intimidad o en aspectos súper dolorosos en una sociedad que entonces castigaba semejante denuncia. Había que pagar costos que de alguna manera te trae la verdad, costos que son en pos de obtener mayor libertad”, dice la periodista sobre el proceso de acercamiento a las víctimas de Karadima que hablaron por primera vez en su reportaje.

 

—Karadima murió impune porque los delitos, si bien fueron comprobados por la Iglesia Católica y la justicia civil, estaban prescritos. ¿Cómo interpretó todo eso?

—Creo que no quedó impune. A pesar de que no recibió castigo penal, porque efectivamente los abusos que cometió estaban fuera de los tiempos, sí hubo una verdad jurídica establecida por un juez, y eso, en términos de estrategia, es bien interesante e importante porque establece verdades históricas.

—¿Qué aprendieron como equipo de la investigación de este caso?

—Que vale la pena, que se pueden hacer cosas casi imposibles, que somos una pequeña parte de la historia de nuestro país, de la transparencia; que de eso se trata esta profesión.

—Con respecto al reportaje con el que volvió a ganar el PPE Audiovisual en 2018, ¿cómo se llevó a cabo esa investigación que reveló los millonarios ingresos que recibían altos cargos del Ejército y las policías por ser parte de los directorios y consejos de sus mutualidades?

—Ese fue un trabajo gigante. Tuvimos que levantar muchos datos, levantar planos y medirlos, ir a terreno, darnos cuenta de que a veces no eran exactos, volver a corroborar, tener la ayuda de especialistas, entender la ley… Fue harta pega, pero entretenida. La idea que teníamos era informar fuese quien fuese el responsable. Trabajamos con información de la CMF (Comisión para el Mercado Financiero) y pudimos darnos cuenta de las irregularidades que estaban cometiendo el director general de Carabineros, el de la PDI y los representantes máximos de las FF.AA., quienes de alguna manera estuvieron recibiendo por años un sobresueldo que por norma no debían recibir. Después de ese reportaje hubo cambios en las formas en que funcionan las mutualidades y se tradujeron en que el Ejército, la Armada y la Fach renunciaron a sus remuneraciones con el argumento de mantener los más altos estándares de probidad y transparencia. 

“Creo que no quedó impune. A pesar de que no recibió castigo penal porque efectivamente los abusos que cometió estaban fuera de los tiempos, sí hubo una verdad jurídica establecida por un juez, y eso, en términos de estrategia, es bien interesante e importante porque establece verdades históricas”, dice Paulina de Allende sobre Karadima, quien murió en 2021 sin pasar ningún día en la cárcel y sin haber pedido jamás perdón.

 

—También logró junto a su equipo que la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), responsable de atentados incendiarios en faenas forestales del sur, y su vocero, Héctor Llaitul, hablaran con un medio de comunicación tras 20 años de silencio. ¿Cómo fue reportear eso?

—Para llegar hasta ahí hubo mucha producción previa, que es conversar, organizar y ver cómo se comportan las otras personas. En este caso, el chequeo y el control del lugar donde nos íbamos a reunir corría por parte de ellos y, luego, para llegar a esos encuentros, tuvimos que esperar mucho rato, noches en algunos casos. No tuve miedo, pero sí fue físicamente exigente y también demandó bastante carácter.

—¿Qué tan difícil es entrar en esos territorios de la llamada “Zona Roja”?

—Creo que cada vez es más difícil en algunas zonas. Ese reportaje cumplió con la labor que es muy propia del periodismo, que es poner los elementos sobre la mesa, las realidades que están ocurriendo en distintas partes del territorio para que las autoridades vayan tomando decisiones y para que la ciudadanía vaya tomando conciencia, pero parece que no fue suficiente.

“Después de ese reportaje hubo cambios en las formas en que funcionan las mutualidades y se tradujeron en que el Ejército, la Armada y la Fach renunciaron a sus remuneraciones con el argumento de mantener los más altos estándares de probidad y transparencia”, dice la periodista sobre el impacto que generó el trabajó que le valió el PPE Audiovisual en 2018.

¿Por qué decidió cambiar drásticamente de un programa de investigación a un matinal (Mucho Gusto, en Mega)?

—Porque llevaba desde 1996 en TVN y me pareció que era un buen momento para hacer cambios, para salir de zonas de confort. Fue una decisión que tomé tranquila.

¿Cuáles son sus motivaciones hoy en día?

—Reencontrarme con mi motivación histórica que ha sido ir corriendo vallas, ir poniendo pautas relevantes sobre la parrilla e insistiendo en la necesidad de temas que nos permitan construir, con mayor transparencia, democracias y sociedades más sólidas.

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Cinco golpes que transformaron la conversación en Chile

Cinco golpes que transformaron la conversación en Chile

El periodismo es capaz de levantar verdades históricas que de otra manera pasarían inadvertidas. Recordamos junto a sus autores aquellas revelaciones que se mantienen presentes en el consciente colectivo de la sociedad chilena. Como la vez que una  pregunta solitaria descolocó al Papa Francisco y dio paso a una ola de renuncias de obispos a la Iglesia chilena. O el reportaje que provocó la primera acusación constitucional contra un Presidente en ejercicio. La vez que un equipo periodístico ubicó antes que nadie al prófugo ex líder de Colonia Dignidad. También el momento en que la prensa tuvo la agudeza de escuchar a un grupo de actrices que se atrevió a denunciar a uno de los cineastas más importantes del país; o la entrevista con la que supimos que el testimonio de Gemita Bueno era la primera gran fake news de nuestros tiempos. Pero, ¿cómo administramos esta enorme responsabilidad para que no nos encandile?

Por Sofía Concha

Collage digital con se ven de izquierda a derecha: Paul Schäfer imputado, es llevado por personales de gendarmería en silla de ruedas; Gema Bueno con la palabra "¡EXTRA!" detrás; Papa Francisco sobre puesto a la carta enviada a los obispos de Chile; caras de Sebastián Piñera y Carlos Délano junto al escudo de las Islas Vìrgenes Británicas y la moneda símbolo de la investigación de los Pandora Papers, y una mujer declarando frente al micrófono por el caso contra Nicolás Lopéz, este acompañado del texto de su película "Que pena tu vida".

Cerca de 500 mil personas llegaron el 18 de enero de 2018 hasta el Campus Deportivo Lobito, en Iquique, para asistir a la misa que dio el Papa Francisco, al son de los ritmos de La Tirana. Ese día fue particularmente caluroso, recuerda Nicole Martínez, la periodista de Radio Biobío que cubría la gira papal y que esperaba toparse con el obispo Juan Barros en esa multitud. Si era su día de suerte, pensaba Nicole, también podría cruzarse con la máxima autoridad de la Iglesia Católica y sacarle alguna cuña.

Para ese momento, Juan Barros ya no era cualquier religioso. Tres años antes, y en medio de una gran polémica, fue designado obispo de Osorno; ahora feligreses y laicos exigían su renuncia por pertenecer al círculo íntimo del cura Fernando Karadima y estar vinculado a su red de abusos sexuales y encubrimiento.

“Barros estaba parado ahí, en la puerta, cuando Karadima abusaba de mí y de otros. También él se tocaba y se besaba con Karadima”, declaró en 2015 el periodista Juan Carlos Cruz, el primero de muchas víctimas que denunciaron el rol que jugó el religioso en la cofradía del ex párroco de El Bosque.

Martínez quería ver al Papa Francisco para preguntarle lo que, a esas alturas, toda la opinión pública deseaba saber pero que ningún periodista se había atrevido a preguntar: por qué se había premiado a Barros con el cargo de obispo, a pesar de ser sindicado como cómplice del horror, y por qué, a pesar de las denuncias y protestas en su contra por parte de su comunidad, el pontífice lo había elegido para ir a su lado. Una pregunta que para ella era “de lo más lógica” y por la que esperó horas detrás de unas rejas, junto al técnico en sonido de la radio.

Carabineros intentó sacarlos una y otra vez, pero ellos persistieron. “Les dije que no iba a salir, así que llegamos a un acuerdo: me ubicaría detrás de las vallas hasta que aparecieran”, cuenta la periodista, quien era la única representante de los medios que siguió allí, bajo el sol nortino. 

Entonces, el Papa Francisco apareció y Martínez corrió junto al técnico tras él.

“Fue el técnico quien le gritó. Le dijo que llevábamos muchas horas esperando, que si podía saludar a la radio Biobío -cuenta Nicole-. El Papa se acercó y, cuando lo hizo, el técnico le hizo una pregunta muy genérica para que no se fuera, que cómo había estado el viaje a Chile… Fue en ese momento que empezó a darnos su bendición”.

La periodista tenía enfrente la oportunidad y la provechó: “Papa, muy cortito, hay un problema que preocupa a los chilenos y que es el caso del obispo de Osorno. ¿Usted le da todo el respaldo al obispo Barros?”

Sólo eso le preguntó. En ese momento, recuerda Nicole, al Papa se le desfiguró la cara, paró de bendecirlos y dijo:

—El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia. ¿Está claro?

Luego sonrió y se fue.

La periodista relata que tras esa pregunta incómoda, dio por terminada su jornada laboral y se fue de vacaciones. Desconectada, jamás imaginó lo que su intervención provocó: que el Papa enviase a Chile una comisión liderada por Charles Scicluna y Jordi Bertomeu para investigar a Barros y a la extensa trama de encubrimiento de abusos en la Iglesia chilena, y, en definitiva, intervenirla. “Yo no dimensioné para nada las consecuencias que podría traer esa pregunta, hasta que días después me contactaron otros medios y empecé a mirar la cobertura”.

El Papa, en el avión y de regreso al Vaticano, comenzó a disculparse:

—Desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí, y espero poder hacerlo personalmente en las próximas semanas.

Leer AQUÍ carta completa DEL PAPA A CHILE:

Para junio de 2018, cinco meses después de la visita del Papa, la pregunta de Nicole había ocasionado la renuncia de 33 obispos, entre ellos, Juan Barros. Cuando el Papa la aceptó, lo hizo asegurando que “nuestras vidas están en las manos de Dios” y que es él “el que conoce nuestras conciencias y las acciones de cada uno en este complejo tiempo que nos tocó vivir”.

A cinco años de aquella pregunta, Nicole insiste en que sólo cumplió con su deber básico como periodista. Estima que todo se logró gracias al trabajo en equipo y el respaldo de la propia radio, y que ella “solo metió el gol”.

“Creo que cuando uno trabaja en esto tiene que ser capaz de enfrentarse al poder (en el buen sentido de la palabra), y eso incluye al poder político y al poder de la Iglesia. Eso significa ser capaz de algo tan simple como hacer las preguntas”, dice.

Éste es sólo uno de los muchos ejemplos en que la potencia de una pregunta bien hecha o la fuerza de una buena investigación -independiente del formato- han sido capaces de remecer el mundo en que vivimos durante las últimas dos décadas. Varios de esos trabajos fueron reconocidos como ganadores o finalistas en las distintas categorías del PPE. Para este reportaje, revivimos algunos de ellos, conversamos con sus autores y autoras y analizamos el impacto ese periodismo que transforma cuando se hace bien. 

“Creo que cuando uno trabaja en esto tiene que ser capaz de enfrentarse al poder (en el buen sentido de la palabra), y eso incluye al poder político y al poder de la Iglesia. Eso significa ser capaz de algo tan simple como hacer las preguntas”, dice la ex periodista de Biobío sobre la vez que su interpelación al Papa Francisco, gatilló la renuncia de 33 obispos de la Iglesia Católica en Chile, entre ellos, la de Juan Barros.

Pandora Papers y la revelación de un presidente

La primera semana de octubre de 2021, la agenda pública fue remecida por uno de los golpes periodísticos más reveladores del último tiempo. Un nuevo antecedente, hallado en medio de una ambiciosa investigación periodística colaborativa y transnacional del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), puso nuevamente en la palestra el conflicto de interés que involucraba al entonces Presidente Sebastián Piñera en la compraventa de Minera Dominga en un paraíso fiscal.

El 3 de octubre, Ciper publicó un reportaje titulado: “Pandora Papers: Familias Piñera y Délano sellaron millonaria compraventa de Minera Dominga en Islas Vírgenes Británicas”. El tema más grave que allí expusieron los periodistas Alberto Arellano (Ciper) y Francisca Skoknic (Labot) era que la familia Piñera había firmado un contrato que establecía un pago en tres cuotas, con una cláusula que ponía en una cuestionable posición al mandatario. “La última (cuota) dependía de que no hubiera cambios regulatorios que obstaculizaran la instalación de la mina y su puerto. El detalle es que dichos cambios dependen de decisiones del gobierno”, se lee en el reportaje.

Dicho trabajo fue el primero de una serie de reportajes que abordó el capítulo chileno de los Pandora Papers, que incluyó además movimientos en paraísos tributarios de varios otros grupos económicos del país, entre ellos Andrónico Luksic y Leonardo Farkas. Desde la filtración al ICIJ a la publicación simultánea en distintos países, el trabajo tomó cerca de un año y, ya al aire, provocó la apertura de una causa judicial, instruida por el ex fiscal nacional Jorge Abbott, en contra del Presidente por los posibles delitos de negociación incompatible, tráfico de influencias y cohecho. Producto del impacto que tuvo en la prensa internacional, los parlamentarios de oposición impulsaron y lograron llevar a cabo una acusación constitucional contra Piñera. Los argumentos eran que había “infringido abiertamente la Constitución en relación al principio de probidad” y, en segundo lugar, “había comprometido gravemente el honor de la nación”.

Las consecuencias no terminaron allí: según los datos que uno de los investigadores obtuvo vía Transparencia un año después de la publicación, el Servicio de Impuestos Internos (SII) abrió 51 causas para revisar los movimientos de dinero de aquellas personas mencionadas en los Pandora Papers, 18 auditorías y 33 revisiones de cumplimiento.

“Yo tenía más o menos claro que esto iba a tener un impacto fuerte. Ver las portadas de varios medios de Estados Unidos, España e Inglaterra publicando lo de Piñera y su conflicto de interés, fueron ejemplo de eso. Encontrar conflictos de interés al más alto nivel es como un sueño periodístico”, comenta Alberto Arellano.

El actual periodista del Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos de la Universidad Diego Portales (CIP), también recuerda que posterior a la publicación de este primer reportaje, enfrentó semanas caóticas. “Los llamados no vinieron solamente de todos los medios de Chile, sino que también de afuera. Había estrés, fue un momento de mucha exposición. Además, el presidente negaba  todos los hechos. Más bien dijo que el reportaje no traía nada nuevo”. “Quiero afirmarlo en forma clara y categórica. Hace 12 años, en 2009, me desligué absolutamente de la administración y gestión de las empresas familiares y cualquier otra empresa de la que hubiese participado”, dijo por aquella época Sebastián Piñera, en compañía de su entonces ministro de la Segegob, Jaime Bellolio.

“Yo tenía más o menos claro que esto iba a tener un impacto fuerte. Ver las portadas de varios medios de Estados Unidos, España e Inglaterra, publicando lo de Piñera y su conflicto de interés, fueron ejemplo de eso. Encontrar conflictos de interés al más alto nivel es como un sueño periodístico”, comenta  Alberto Arellano.
Extracto Twitter @aarellanoj

Francisca Skoknic también recuerda aquellas semanas vertiginosas.

“El impacto fue muy rápido. Esa misma tarde hubo declaraciones del Gobierno y del mundo político, y eso nos sorprendió. De hecho, eso hizo súper difícil nuestro trabajo los días siguientes, porque no teníamos todos los textos listos y editados para continuar con la serie”.

Pero todo escaló de esa forma, también, por la polarización que se vivía en el país. Se acercaban las elecciones presidenciales y la desaprobación del gobierno de Piñera alcanzaba un 71%, lo que lo transformaba en el mandatario peor evaluado desde el retorno a la democracia en 1990. “El clima político estaba bastante exacerbado y eso siempre, en el fondo, hace que los reportajes tengan mayor o menor impacto”, dice Skoknic. 

La ex subdirectora de Ciper y co-fundadora de LaBot también atribuye el impacto a otros trabajos periodísticos que, anteriormente, expusieron los conflictos de intereses que involucraban al ex presidente, y su uso de los paraísos fiscales. “Hay un montón de cosas que se sumaron al impacto que tuvo y que sigue teniendo ese trabajo, porque aún no sabemos qué va a pasar y qué ha pasado con la investigación penal que está abierta”.

Ese reportaje resultó ganador del PPE Escrito en 2021.

Los abusos que sepultaron la carrera de Nicolás López

En junio y julio de 2018, dos reportajes publicados por la revista Sábado pusieron en jaque al cineasta chileno, Nicolás López. Ocho actrices lo acusaban de haber abusado de ellas en contextos laborales.

Han pasado casi cinco años y el proceso judicial que gatilló este trabajo periodístico aún no llega a su fin. A pesar de que el 26 de abril de 2022, López fue declarado culpable por dos casos de abuso sexual, y por ello fue sentenciado en primera instancia a 5 años de cárcel. Eso sí, su defensa logró que la Corte Suprema acogiera parcialmente un recurso de nulidad a dos penas de 3 años y un día, que cumplirá con libertad vigilada intensiva.

Independiente de las interpretaciones que provoque esta sentencia, hay algo que es seguro: sin los antecedentes que entregaron los periodistas Andrew Chernin y Rodrigo Fluxá con su reportaje “Los pecados de Nicolás López, el director Sin Filtro”, habría sido muy difícil que la Fiscalía comenzara a investigar. Todo este trabajo se dio en el marco de un contexto clave: el mayo feminista de 2018. Por aquel entonces, las calles de la capital estaban llenas de mujeres que destaparon sus cuerpos para manifestarse. Muchas de ellas eran estudiantes superiores, quienes, cansadas de los abusos de sus pares o de los propios académicos, se tomaron las universidades en señal de protesta.

La manifestación por una vida libre de violencia tomó cada vez más fuerza y alentó a muchas a denunciar. Tal como lo hicieron las actrices en contra de López y, antes que ellas, otras siete contra el productor de teleseries, Herval Abreu. En ese último reportaje, además de Chernin y Fluxá participaron la entonces editora de revistas de El Mercurio, Paula Escobar, y el periodista de Sábado, Rodrigo Munizaga. Por ambos trabajos, todos ellos resultaron ganadores del PPE Escrito de 2018.

No fue sencillo para el equipo de periodistas recopilar los testimonios de las víctimas cuando no había siquiera un proceso judicial en curso. “Lo que hicimos con las actrices y con la gente de la industria audiovisual a la que entrevistamos, fue juntarnos a escuchar lo que querían decirnos. Y a partir de eso, veíamos si el motivo de sus acusaciones tenía suficiente sustento. Me refiero a que lo que decían las denunciantes pudiese comprobarse, además de tener algún tipo de relevancia periodística. Finalmente, creo que es un reportaje bien hecho. Me alegro que el equipo nos apoyara en este tipo de periodismo que es de largo aliento, y donde uno no sabe si las cosas van a resultar bien”, explica uno de los autores, Andrew Chernin.

Cada testimonio que publicaron tuvo que pasar por un proceso de verificación exhaustivo antes de salir a la luz pública. “Obviamente sentimos mucha satisfacción al saber que después de años -el 2022- el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar halló culpable a Nicolás López por casos de abuso sexual. Nuestro artículo periodístico logró establecer un primer ladrillo, una primera piedra hacia un proceso”, dice Chernin, quien además ha sido finalista del PPE en otras siete oportunidades.

La última fue por el trabajo que publicó junto a Paz Radovic el 4 de septiembre de 2021, en La Tercera: Rodrigo Rojas Vade, un hombre que se hizo conocido por participar de las manifestaciones tras el estallido social con un cáncer a cuestas y que por ello llegó a ser electo como integrante independiente de la Convención Constitucional, reconoció a los periodistas que había mentido y que no tenía cáncer. El reportaje “Rojas Vade admite que no tiene cáncer: ‘Siento que me tengo que retirar de la Convención” no sólo remeció a la opinión pública y a los miembros del órgano que redactarían la nueva carta fundamental, sino que afectó sin vuelta atrás la fe en el proceso constituyente.

No solo se tuvo que retirar Rojas Vade, sino que el Ministerio Público lo formalizó y fue declarado culpable de estafa residual, por lo cual debió pagar 11 UTM y 61 días de presidio menor en su grado mínimo.

“Obviamente sentimos mucha satisfacción al saber que después de años -el 2022- el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar halló culpable a Nicolás López por casos de abuso sexual. Nuestro artículo periodístico logró establecer un primer ladrillo, una primera piedra hacia un proceso”, comenta Andrew Chernin.
Las lecciones del caso Gemita Bueno

Llegar a la verdad y seguirle la pista a los poderosos con el afán de contribuir a la democracia son objetivos que el buen periodismo -con más o menos riesgos para quien lo ejerce- ha abrazado desde siempre. Pero la forma de golpear en dictadura no se asemeja a la que se ocupaba en la época de la transición, como tampoco es comparable con la que los periodistas ejercen hoy de la mano de las tecnologías.

El caso Spiniak y su testigo clave, Gemita Bueno, le dieron una gran lección al periodismo chileno en 2003 y los años posteriores. Tras conocerse el caso del empresario Claudio Spiniak, quien fue detenido por participar de una red de pedofilia, el nombre de Gemita se instauró en la conciencia colectiva de los chilenos y chilenas como la testigo clave de un grupo de políticos que supuestamente acompañaban a Spiniak en sus fechorías.

Aquella mujer, joven y de bajos recursos, era resguardada por un sacerdote conocido como el “cura Jolo”. Un personaje que construyó una especie de cerco de protección en torno a la testigo que dio su versión por primera vez a Canal 13 bajo las iniciales G.B., y que acusaba al entonces senador Jovino Novoa (UDI) de haber abusado de ella. “Fue un golpe periodístico para el canal y desde ahí para adelante pasaron muchas cosas en muy poco tiempo. En términos periodísticos se dio también cierta locura, porque se informó en base a especulaciones en torno al caso. En el fondo, más que haber hechos o factualidad de la información, lo que se trató de instalar eran rumores”, comenta la periodista Lyuba Yez, quien se ha desempeñado como escritora, académica e investigadora en ética de las comunicaciones y prácticas periodísticas.

Pero junto a la revelación de aquella entrevista, comenzaron las incongruencias en los reiterados testimonios que entregó Gemita Bueno. “En un principio fue una cobertura adecuada para lo que estaba pasando, pero después se salió un poco de control. Yo creo que también de los límites del periodismo, porque la sociedad estaba exigiendo mucho en ese momento y trajo mucho morbo, mucha truculencia. Es como si se hubiese despertado una pasión enorme porque esto fuera algo distinto de lo que era realmente. Como si fuese una noticia súper deseada por algunos”, dice la académica experta en ética periodística.

Y continúa:

“Gema Bueno fue una fuente accesible para los medios, no sólo estaba protegida por la supuesta vulnerabilidad que luego ella negó encarnar, sino que además decidió dar la cara. Todos los días hacía conferencias de prensa, ella misma buscaba a los medios y los utilizó a su favor. De alguna manera, la falta de ética estuvo presente en ambos lados”, comenta Yez.

“Los medios tuvieron una responsabilidad. Uno lo evalúa  20 años después, y en su minuto todos creíamos que esto era una súper película, un thriller, donde muchos iban a caer. Pero pasó todo lo contrario y hoy es mucho más evidente que se usó políticamente el caso. (…) La lección es que una sola declaración no puede dar cuenta de una realidad completa”, dice la académica experta en ética periodística, Lyuba Yez sobre los aciertos y desaciertos de la cobertura de Gemita Bueno.

En ese contexto y en agosto de 2004, Mauricio Donoso publicó en La Tercera una entrevista a Gemita Bueno que dio un vuelco total en el caso Spiniak. Se llamaba “Es todo mentira. Todo, todo, todo, todo mentira” y resultó ganadora de la categoría Golpe Periodístico del PPE Escrito de ese año. Una segunda publicación del The Clinic vino a corroborar lo expuesto por Donoso con el titular: “Me pasé por la raja a todo Chile”. Gemita Bueno al fin se sacaba la careta y lo que le quedaba al periodismo era hacer un mea culpa.

“Los medios tuvieron una responsabilidad. Uno lo evalúa  20 años después y en su minuto todos creíamos que esto era una súper película, un thriller, donde muchos iban a caer. Pero pasó todo lo contrario y hoy es mucho más evidente que se usó políticamente el caso, sobre todo porque había elecciones cerca. Para Lyuba Yez, la lección que dejó este caso y su posterior revelación periodística es que “una sola declaración no puede dar cuenta de una realidad completa”.

En consecuencia, el reportaje de Mauricio Donoso le permitió a la justicia abrir una línea investigativa por falso testimonio que entregaron Gemita y el cura Jolo ante la Corte. Ambos fueron sentenciados en mayo de 2006 a tres años y un día de presidio por el ministro Manuel Valderrama. En esa oportunidad, Gema Bueno fue condenada como autora de falso testimonio en perjuicio de los senadores Jovino Novoa y Nelson Ávila.

La detención del amo y señor de Colonia Dignidad

Para la periodista Carola Fuentes, golpear en cualquier época tiene contras que debemos atender. Es más: sostiene que el golpe periodístico puede llegar a ser un muy mal incentivo para nuestro oficio, sobre todo ahora que los accesos a la información son mayores y que las herramientas tecnológicas permiten informar e incluso denunciar en un pestañeo.

“Cuando tenemos como propósito hacer un golpe periodístico, las posibilidades de equivocarnos y de arriesgarnos a publicar algo que no esté chequeado son enormes. Hay grandes historias en Chile que dan cuenta de esos errores que, probablemente, y sin esa ambición de golpear, no se habrían cometido”, agrega quien hoy trabaja en su productora audiovisual La Ventana Cine, pero que años atrás participó en programas de investigación periodística audiovisual como Contacto, de Canal 13.

En aquella casa televisiva, Fuentes realizó investigaciones muy reveladoras. Una de ellas, incluso, terminó con el pederasta alemán y emblemático líder de Colonia Dignidad, Paul Schäfer, detenido en Argentina. El 12 de enero de 2004, el equipo de Contacto cruzó la cordillera para dirigirse a una localidad llamada Chivilcoy. Tras reiterados viajes a la zona, un periodista (Gustavo Villarrubia), logró infiltrarse en el pueblo, y con la ayuda de algunos vecinos, dio con su paradero. Entonces se lo comunicó a un grupo de policías dirigidos por la Interpol que actuase. Pese a que las autoridades argentinas fueron las encargadas de llevarse detenido a un anciano y enfermo Schäfer, fue el grupo de periodistas liderados por Carola Fuentes el que construyó el camino hasta su escondite.

“Recuerdo que se generó una gran discusión sobre si éramos periodistas o policías, algo que venía comentándose desde el reportaje de Paidos (un trabajo que se realizó en conjunto con la Unidad de Menores de la Interpol para desbaratar una red de pedofilia que distribuía pornografía infantil por Internet, que tenía presencia en Chile y Costa Rica). Yo nunca me he sentido con atribuciones de policía ni de detective, pero es verdad que la investigación tiene métodos similares, y que nosotros no revelamos el paradero de Schäfer solamente. Nuestro trabajo también probó que no había sido detenido por falta de voluntad política. Lo que hicimos no fue magia, no teníamos más plata ni más formación que la policía, pero sí más voluntad”, asegura la periodista.

La investigación de Contacto dejó en evidencia el nivel de impunidad que, en 2004, todavía reinaba en Chile. Desde que Carola Fuentes nació en los ’70 que escuchaba relatos sobre Colonia Dignidad. “En 1996, empezó un declive del poder de Schäfer, porque se iniciaron las querellas del abogado Hernán Fernández. Yo todavía me acuerdo que la Colonia era una cosa curiosa. Estaba en el Teletrece cuando los periodistas llegaban con kuchen y queso que les regalaban los colonos en diciembre. Yo no pescaba mucho hasta que en 2003 empezamos la búsqueda de Schäfer”. 

Existía mucho temor a pesar de estar en democracia, dice la investigadora: “Yo hacía reportajes de investigación que eran más bien denuncias al consumidor, porque nos pasamos 10 años, entre el 90 y el 2000, pisando huevos”. Finalmente, tras la emisión del trabajo periodístico, el equipo de Contacto fue nominado a los premios Emmys Awards en 2005. Para Carola, el mejor reconocimiento fue demostrarle a las personas que la impunidad no es para siempre y que personas poderosas como Paul Schäfer, también podían pagar sus delitos.

“Este fue el resultado de una investigación periodística súper seria e importante, pero también simbólica para los chilenos y chilenas porque puso fin a la impunidad. Yo creo que la ciudadanía lo vio así, y que las personas que cometen delitos pueden ir a la cárcel, no pueden escaparse para siempre”, reflexiona la periodista a 19 años de haber iniciado la persecución a Schäfer.

El trabajo no fue reconocido por el PPE Audiovisual ya que esa categoría no existió sino hasta cinco años después de emitido el reportaje.

“Cuando tenemos como propósito hacer un golpe periodístico, las posibilidades de equivocarnos y de arriesgarnos a publicar algo que no esté chequeado, son enormes. Hay grandes historias en Chile que dan cuenta de esos errores que, probablemente, y sin esa ambición de golpear, no se habrían cometido”, comenta Carola Fuentes.

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Tania Opazo: “El periodismo digital obliga a los periodistas a salir de esa zona de confort en la que ellos tienen control de todo”

Tania Opazo:

“El periodismo digital obliga a los periodistas a salir de esa zona de confort en la que ellos tienen control de todo”

Es editora del área de  Narrativas Interactivas de La Tercera y su fórmula para acercarse a las audiencias del siglo XXI mediante la exploración de nuevas herramientas digitales, la han llevado a ser reconocida internacionalmente en los Premios Rey de España, los Digital Media LATAM, los Sigma Awards y la Society for News Design. Defensora de un periodismo que, además de informar, le entregue una experiencia al lector, ha creado junto a su equipo productos tan llamativos como “Transición”  o  “El Puzzle de las Tierras Indígenas”, trabajo por el que ganó el PPE en 2021.

Por Ana Moraga

Lo veía lejano e inaccesible porque acababa de terminar su práctica en la Zona de Contacto del diario El Mercurio, pero Tania Opazo Guerrero (39) creía en el potencial de su trabajo. Y en 2010, se armó de valor y llegó hasta la Universidad Alberto Hurtado para postular a los Premios de Periodismo de Excelencia (PPE). Para su sorpresa, la crónica “Beyoncé a morir” quedó finalista, pero además marcó el inicio de un camino de reconocimientos que hoy, 13 años después, la tienen de editora en el área de Narrativas Interactivas de La Tercera.

Tania Opazo ha sido galardonada internacionalmente en los Premios Rey de España por el especial con el que ella y su equipo narraron el estallido social de 2019 en Chile, como también en los Data Journalism Sigma Awards por retratar las muerte por Covid-19 en Santiago. Explorando nuevas herramientas digitales para acercarse a las audiencias del siglo XXI, ha logrado llevar al periodismo a un nuevo nivel y producir productos interesantes como “El puzzle de las tierras indígenas: Cuántas se han entregado y qué falta por hacer”.

Reconocida con el PPE en 2021, esta es una investigación definida como “atemporal” porque a pesar de tocar un tema complejo que está en la palestra cada semana, bajo su guía logra convertirse en una experiencia sencilla, completa y pedagógica para el lector.

—Vamos al pasado, ¿qué la llevó a realizar su primera postulación al PPE, 13 años atrás?

—Había terminado hace unos meses mi práctica en la Zona de Contacto de El Mercurio. Sentía que era un lugar donde iba a poder hacer cosas diferentes y yo creo que ya en esa época tenía una cierta curiosidad por lo digital (…) Fue una experiencia bien desafiante, con altos y bajos, pero me dieron muchos chipes libres para escribir las cosas que quería y de la forma que quería. Cuando terminé la práctica, vi la convocatoria del PPE y pensé: “cómo voy a postular, sin mayor experiencia”. Pero a mí me gustaba lo que había escrito, aunque no era realmente muy digital, solo texto con algunas fotos y videos.  “Beyoncé a morir” y “Mi primer terremoto”. En esa época, había un ganador por categoría. Recuerdo que cuando me vi entre los finalistas de la categoría crónica con el periodista Juan Andrés Guzmán, dije: “él va a ganar el PPE con el reportaje ‘La Ola Maldita’”, y así fue.

—“Beyoncé a morir” retrata la historia de una transformista que dice ser la doble oficial de la cantante norteamericana y que se prepara para la llegada de la artista a Chile. ¿Llevarías ese trabajo a la era digital?

—Creo que es una historia que podría ser audiovisual, sí. Ahora, el texto también tiene esa cosa mágica de que te obliga a situar en la cabeza de los lectores ese espacio sonoro que está lleno de colores, música, el cómo se maquillan, se arreglan y la gente gritando. Cada formato tiene algo especial que aprovechar.

“Lo me apasiona del periodismo digital es que es colaborativo. Siento que obliga a los periodistas (tradicionales) a salir de esa zona de confort en el que ellos tienen control de todo, y yo siento que una vez que los periodistas sueltan el control, salen cosas mucho mejores”.
“El día de mañana alguien va a hacer un trabajo del colegio tratando de entender este tema, se puede topar con esto y comprender un fenómeno que, si bien suele estar mirado súper por encima, aquí adquiere profundidad y complejidad. Podrías ir sumándole millones y millones de capas, incluso. Es un tema que va a seguir sucediendo y probablemente en cinco años más lo podríamos actualizar”, dice Tania Opazo sobre su trabajo “El puzle de las tierras indígenas”.

Tras ese éxito periodístico, Tania Opazo continuó su carrera en el periodismo tradicional, trabajando principalmente en el suplemento Tendencias del diario La Tercera. Sin embargo, reconoce que en un momento“tocó techo” haciendo más de lo mismo. Es en ese contexto que aprovechó de realizar distintos cursos de storytelling digital, periodismo de datos y otros, para emprender su primer gran proyecto : Transición. En ese tiempo, 2018, se estaba tramitando la Ley de Identidad de Género, entonces le propuso al director de audiencias de La Tercera, Alejandro Trujillo, hacer un especial sobre el tema.

“Le conté que estaba postulando a un fondo y que necesitaba que me firmara una carta para participar y publicarlo en el diario. Y aunque postulé y no me gané las lucas, al final decidimos hacer igual el proyecto y fue nuestra primera experiencia full digital. Hice de todo. Reporteé, escribí, hice podcasts  y con, Catalina Jaque, compañera de La Tercera TV, hicimos videos, incluyendo un explainer. En ese primer proyecto también empecé a trabajar con quien es mi partner hasta el día de hoy, el desarrollador Álex Acuña. Por supuesto, hubo más gente involucrada, se armó un grupo genial y siempre estaré agradecida de ellos. (…), porque ahí puse a prueba todo lo que había aprendido y creo que quedó un súper buen producto”.

—A diferencia del periodismo tradicional, el periodismo digital pareciera ser mucho más colaborativo, ¿es así?

—Como te explicaba arriba, Transición en ningún caso fue un trabajo solitario, y yo creo que a mí una de las cosas que me encanta y me apasiona del periodismo digital es que es colaborativo. Obliga a los periodistas a salir de esa zona de confort en la que ellos tienen control de todo, y siento que una vez que los periodistas sueltan el control salen cosas mucho mejores. Me pasa mucho cuando me toca trabajar con equipos de periodistas que son más de papel y empiezan a dar opiniones. Entonces yo miro de inmediato la cara de los desarrolladores, los diseñadores y los audiovisuales, y noto que piensan distinto. Están viendo un millón de cosas que los periodistas no ven y que enriquecen el trabajo. Entonces, es un ejercicio de humildad, un ejercicio que de a poco lo han ido trabajando. En el fondo no es ir en contra de lo que ellos hacen, sino que es sumarle, pero eso tiene un precio y ese precio es aprender a escuchar, aprender a entender que las cosas no se hacen mágicamente, que requieren mucho trabajo que ellos no saben hacer.

“Si te muestro lo que piden para postular a un cargo, verás que dice ‘reportero’ o ‘editor’, no diseñador ni desarrollador, pero más abajo te ponen: conocimientos de HTML CSS ya adquiridos, conocimiento de programas de edición de diseño, Photoshop Illustrator, etc. Eso están esperando de ti. Son éstas las habilidades que los van a diferenciar en el mercado laboral el día de mañana”.

—Ese trabajo utiliza otras herramientas. ¿Qué se busca en un periodista digital?

—Si nos ponemos a revisar cuáles son los requerimientos para los cargos de “reportero” o “editor” en las áreas de interactivos, data, visuales, gráficos en grandes medios del mundo, además de esperar que tengas todos los conocimientos periodísticos, más abajo te ponen: conocimientos de HTML, CSS, Javascript, Phyton…, conocimientos de programas como, Photohop, Illustrator, etc. Eso están esperando de ti. Y son estas las habilidades que van a diferenciar a los periodistas en el mercado laboral el día de mañana, con lo bueno y lo malo que puede tener eso. No es lo que les están machacando en la universidad, van a tener que ustedes ir a buscar esas herramientas a otro lado. Si te gusta el digital y te gusta hacer cosas visuales, van a estar esperando que tú sepas un poco de programación y de diseño. Hay periodistas que se han especializado en eso y son de los más cotizados del mercado.

—¿Hay algún medio que la haya inspirado y que lleve este boom digital?

—Hay medios que siempre van a ser referencias, como The Washington Post o The New York Times, Reuters, que tienen de todo. Son equipos tan grandes, tienen tantos recursos, que pueden hacer lo que se les da la gana. Uno los mira con envidia. Pero también hay muchos otros medios que acá no se conocen tanto, algunos grandes, pero otros con menos recursos, y que hacen cosas súper buenas. Pienso en The Pudding, SCMP, y en Latinoamérica, La Nación de Argentina y El Surti en Paraguay.

—¿Cómo reciben el formato digital los periodistas tradicionales?

—En la interna estamos en un proceso en aprendizaje mutuo. A veces todavía hay cierta tensión entre los equipos, en parte porque hay medios que se supone que son 100% digitales, pero que en el fondo siguen funcionando como medios impresos (…) es un trabajo de crecimiento que se hace día a día, proyecto a proyecto, y a medida que todos ven resultados y se ponen contentos al ver sus productos, se avanza.

—Volviendo a los PPE, en la edición de 2021, junto al equipo de La Tercera ganaron el PPE por “El Puzle de las Tierras Indígenas” en la categoría Digital. ¿Cómo surgió la idea?

—Como contexto, La Tercera había creado una nueva área de investigación. La idea era que trabajáramos codo a codo con ellos para que el despliegue digital de las historias fuera de una forma distinta a la que se entrega en el día a día. Dentro de los temas en los que el director del diario quería hacer hincapié estaba la situación en La Araucanía, donde la cobertura es bien circunstancial y había poco reportaje que intentara explicar las causas y complejizar un poco lo que sucedía. Estábamos en eso cuando Juan Manual Ojeda, periodista del equipo, encontró en la web una lista con todas las tierras que se han recuperado y adjudicado para comunidades indígenas, un catastro súper completo que ni por Transparencia nos lo habían entregado. Entonces Juan Manuel Ojeda, junto a Carlos Said, investigaron lo que estaba pasando y descubrieron que durante la última administración de Piñera, casi se estancó completamente la entrega de tierras, que fue una decisión política y que eso aumentó aún más las tensiones en la zona. Por otro lado, también había que explicar todo lo que tiene que ver con el tema de las tierras, el por qué se están restituyendo, cómo se sabe que se le debe a estas comunidades, etc. (…) así empezamos.

—¿Y en qué momento surge el puzle como el concepto que se lleva al reportaje digital?

—Estábamos muy complicados con el tema del título y el concepto porque era difícil de explicar y era poco atractivo, algo que pasa mucho con los temas de investigación. ¿Cómo lo hacemos más llamativo? Recuerdo que me empezaron a contar de la manera más simple de qué se trataba el reportaje. Entonces les dije: “oye, esto es imposible de meter en un reportaje, hay que separarlo, porque es como un acertijo, como un puzzle que incluso no puedes armar del todo, porque hay piezas que no encajan o que no se pueden resolver hasta hoy”. Y esa fue mi propuesta. Le llevé el concepto al desarrollador y trabajamos muchas maquetas previas porque la idea era mostrar el puzzle, pero también representar que era algo histórico, con letra manuscrita, papel antiguo. Todos esos detalles gráficos que la gente no es consciente cuando ve el producto porque lo ve como un todo, pero que cuando uno está creando les mete mucha cabeza porque son parte de la sumatoria para elproducto.

—Fue una investigación con un tema muy atemporal y ahí estaba el desafío.

—El trabajo que hicieron Juan Manuel y Carlos fue increíble, tomo varios meses.  El día de mañana alguien va a hacer un trabajo del colegio tratando de entender este tema, y se puede topar con esto y entender un fenómeno que, si bien suele estar mirado súper por encima, aquí adquiere profundidad y complejidad. Podrías ir sumándole millones y millones de capas, incluso. Es un tema que va a seguir y probablemente en cinco años más, lo podríamos actualizar porque no es un tema resuelto, por eso es un puzzle.