Premio Periodismo de Excelencia

Cinco golpes que transformaron la conversación en Chile

El periodismo es capaz de levantar verdades históricas que de otra manera pasarían inadvertidas. Recordamos junto a sus autores aquellas revelaciones que se mantienen presentes en el consciente colectivo de la sociedad chilena. Como la vez que una  pregunta solitaria descolocó al Papa Francisco y dio paso a una ola de renuncias de obispos a la Iglesia chilena. O el reportaje que provocó la primera acusación constitucional contra un Presidente en ejercicio. La vez que un equipo periodístico ubicó antes que nadie al prófugo ex líder de Colonia Dignidad. También el momento en que la prensa tuvo la agudeza de escuchar a un grupo de actrices que se atrevió a denunciar a uno de los cineastas más importantes del país; o la entrevista con la que supimos que el testimonio de Gemita Bueno era la primera gran fake news de nuestros tiempos. Pero, ¿cómo administramos esta enorme responsabilidad para que no nos encandile?

Por Sofía Concha

Collage digital con se ven de izquierda a derecha: Paul Schäfer imputado, es llevado por personales de gendarmería en silla de ruedas; Gema Bueno con la palabra "¡EXTRA!" detrás; Papa Francisco sobre puesto a la carta enviada a los obispos de Chile; caras de Sebastián Piñera y Carlos Délano junto al escudo de las Islas Vìrgenes Británicas y la moneda símbolo de la investigación de los Pandora Papers, y una mujer declarando frente al micrófono por el caso contra Nicolás Lopéz, este acompañado del texto de su película "Que pena tu vida".

Cerca de 500 mil personas llegaron el 18 de enero de 2018 hasta el Campus Deportivo Lobito, en Iquique, para asistir a la misa que dio el Papa Francisco, al son de los ritmos de La Tirana. Ese día fue particularmente caluroso, recuerda Nicole Martínez, la periodista de Radio Biobío que cubría la gira papal y que esperaba toparse con el obispo Juan Barros en esa multitud. Si era su día de suerte, pensaba Nicole, también podría cruzarse con la máxima autoridad de la Iglesia Católica y sacarle alguna cuña.

Para ese momento, Juan Barros ya no era cualquier religioso. Tres años antes, y en medio de una gran polémica, fue designado obispo de Osorno; ahora feligreses y laicos exigían su renuncia por pertenecer al círculo íntimo del cura Fernando Karadima y estar vinculado a su red de abusos sexuales y encubrimiento.

“Barros estaba parado ahí, en la puerta, cuando Karadima abusaba de mí y de otros. También él se tocaba y se besaba con Karadima”, declaró en 2015 el periodista Juan Carlos Cruz, el primero de muchas víctimas que denunciaron el rol que jugó el religioso en la cofradía del ex párroco de El Bosque.

Martínez quería ver al Papa Francisco para preguntarle lo que, a esas alturas, toda la opinión pública deseaba saber pero que ningún periodista se había atrevido a preguntar: por qué se había premiado a Barros con el cargo de obispo, a pesar de ser sindicado como cómplice del horror, y por qué, a pesar de las denuncias y protestas en su contra por parte de su comunidad, el pontífice lo había elegido para ir a su lado. Una pregunta que para ella era “de lo más lógica” y por la que esperó horas detrás de unas rejas, junto al técnico en sonido de la radio.

Carabineros intentó sacarlos una y otra vez, pero ellos persistieron. “Les dije que no iba a salir, así que llegamos a un acuerdo: me ubicaría detrás de las vallas hasta que aparecieran”, cuenta la periodista, quien era la única representante de los medios que siguió allí, bajo el sol nortino. 

Entonces, el Papa Francisco apareció y Martínez corrió junto al técnico tras él.

“Fue el técnico quien le gritó. Le dijo que llevábamos muchas horas esperando, que si podía saludar a la radio Biobío -cuenta Nicole-. El Papa se acercó y, cuando lo hizo, el técnico le hizo una pregunta muy genérica para que no se fuera, que cómo había estado el viaje a Chile… Fue en ese momento que empezó a darnos su bendición”.

La periodista tenía enfrente la oportunidad y la provechó: “Papa, muy cortito, hay un problema que preocupa a los chilenos y que es el caso del obispo de Osorno. ¿Usted le da todo el respaldo al obispo Barros?”

Sólo eso le preguntó. En ese momento, recuerda Nicole, al Papa se le desfiguró la cara, paró de bendecirlos y dijo:

—El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia. ¿Está claro?

Luego sonrió y se fue.

La periodista relata que tras esa pregunta incómoda, dio por terminada su jornada laboral y se fue de vacaciones. Desconectada, jamás imaginó lo que su intervención provocó: que el Papa enviase a Chile una comisión liderada por Charles Scicluna y Jordi Bertomeu para investigar a Barros y a la extensa trama de encubrimiento de abusos en la Iglesia chilena, y, en definitiva, intervenirla. “Yo no dimensioné para nada las consecuencias que podría traer esa pregunta, hasta que días después me contactaron otros medios y empecé a mirar la cobertura”.

El Papa, en el avión y de regreso al Vaticano, comenzó a disculparse:

—Desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí, y espero poder hacerlo personalmente en las próximas semanas.

Leer AQUÍ carta completa DEL PAPA A CHILE:

Para junio de 2018, cinco meses después de la visita del Papa, la pregunta de Nicole había ocasionado la renuncia de 33 obispos, entre ellos, Juan Barros. Cuando el Papa la aceptó, lo hizo asegurando que “nuestras vidas están en las manos de Dios” y que es él “el que conoce nuestras conciencias y las acciones de cada uno en este complejo tiempo que nos tocó vivir”.

A cinco años de aquella pregunta, Nicole insiste en que sólo cumplió con su deber básico como periodista. Estima que todo se logró gracias al trabajo en equipo y el respaldo de la propia radio, y que ella “solo metió el gol”.

“Creo que cuando uno trabaja en esto tiene que ser capaz de enfrentarse al poder (en el buen sentido de la palabra), y eso incluye al poder político y al poder de la Iglesia. Eso significa ser capaz de algo tan simple como hacer las preguntas”, dice.

Éste es sólo uno de los muchos ejemplos en que la potencia de una pregunta bien hecha o la fuerza de una buena investigación -independiente del formato- han sido capaces de remecer el mundo en que vivimos durante las últimas dos décadas. Varios de esos trabajos fueron reconocidos como ganadores o finalistas en las distintas categorías del PPE. Para este reportaje, revivimos algunos de ellos, conversamos con sus autores y autoras y analizamos el impacto ese periodismo que transforma cuando se hace bien. 

“Creo que cuando uno trabaja en esto tiene que ser capaz de enfrentarse al poder (en el buen sentido de la palabra), y eso incluye al poder político y al poder de la Iglesia. Eso significa ser capaz de algo tan simple como hacer las preguntas”, dice la ex periodista de Biobío sobre la vez que su interpelación al Papa Francisco, gatilló la renuncia de 33 obispos de la Iglesia Católica en Chile, entre ellos, la de Juan Barros.

Pandora Papers y la revelación de un presidente

La primera semana de octubre de 2021, la agenda pública fue remecida por uno de los golpes periodísticos más reveladores del último tiempo. Un nuevo antecedente, hallado en medio de una ambiciosa investigación periodística colaborativa y transnacional del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), puso nuevamente en la palestra el conflicto de interés que involucraba al entonces Presidente Sebastián Piñera en la compraventa de Minera Dominga en un paraíso fiscal.

El 3 de octubre, Ciper publicó un reportaje titulado: “Pandora Papers: Familias Piñera y Délano sellaron millonaria compraventa de Minera Dominga en Islas Vírgenes Británicas”. El tema más grave que allí expusieron los periodistas Alberto Arellano (Ciper) y Francisca Skoknic (Labot) era que la familia Piñera había firmado un contrato que establecía un pago en tres cuotas, con una cláusula que ponía en una cuestionable posición al mandatario. “La última (cuota) dependía de que no hubiera cambios regulatorios que obstaculizaran la instalación de la mina y su puerto. El detalle es que dichos cambios dependen de decisiones del gobierno”, se lee en el reportaje.

Dicho trabajo fue el primero de una serie de reportajes que abordó el capítulo chileno de los Pandora Papers, que incluyó además movimientos en paraísos tributarios de varios otros grupos económicos del país, entre ellos Andrónico Luksic y Leonardo Farkas. Desde la filtración al ICIJ a la publicación simultánea en distintos países, el trabajo tomó cerca de un año y, ya al aire, provocó la apertura de una causa judicial, instruida por el ex fiscal nacional Jorge Abbott, en contra del Presidente por los posibles delitos de negociación incompatible, tráfico de influencias y cohecho. Producto del impacto que tuvo en la prensa internacional, los parlamentarios de oposición impulsaron y lograron llevar a cabo una acusación constitucional contra Piñera. Los argumentos eran que había “infringido abiertamente la Constitución en relación al principio de probidad” y, en segundo lugar, “había comprometido gravemente el honor de la nación”.

Las consecuencias no terminaron allí: según los datos que uno de los investigadores obtuvo vía Transparencia un año después de la publicación, el Servicio de Impuestos Internos (SII) abrió 51 causas para revisar los movimientos de dinero de aquellas personas mencionadas en los Pandora Papers, 18 auditorías y 33 revisiones de cumplimiento.

“Yo tenía más o menos claro que esto iba a tener un impacto fuerte. Ver las portadas de varios medios de Estados Unidos, España e Inglaterra publicando lo de Piñera y su conflicto de interés, fueron ejemplo de eso. Encontrar conflictos de interés al más alto nivel es como un sueño periodístico”, comenta Alberto Arellano.

El actual periodista del Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos de la Universidad Diego Portales (CIP), también recuerda que posterior a la publicación de este primer reportaje, enfrentó semanas caóticas. “Los llamados no vinieron solamente de todos los medios de Chile, sino que también de afuera. Había estrés, fue un momento de mucha exposición. Además, el presidente negaba  todos los hechos. Más bien dijo que el reportaje no traía nada nuevo”. “Quiero afirmarlo en forma clara y categórica. Hace 12 años, en 2009, me desligué absolutamente de la administración y gestión de las empresas familiares y cualquier otra empresa de la que hubiese participado”, dijo por aquella época Sebastián Piñera, en compañía de su entonces ministro de la Segegob, Jaime Bellolio.

“Yo tenía más o menos claro que esto iba a tener un impacto fuerte. Ver las portadas de varios medios de Estados Unidos, España e Inglaterra, publicando lo de Piñera y su conflicto de interés, fueron ejemplo de eso. Encontrar conflictos de interés al más alto nivel es como un sueño periodístico”, comenta  Alberto Arellano.
Extracto Twitter @aarellanoj

Francisca Skoknic también recuerda aquellas semanas vertiginosas.

“El impacto fue muy rápido. Esa misma tarde hubo declaraciones del Gobierno y del mundo político, y eso nos sorprendió. De hecho, eso hizo súper difícil nuestro trabajo los días siguientes, porque no teníamos todos los textos listos y editados para continuar con la serie”.

Pero todo escaló de esa forma, también, por la polarización que se vivía en el país. Se acercaban las elecciones presidenciales y la desaprobación del gobierno de Piñera alcanzaba un 71%, lo que lo transformaba en el mandatario peor evaluado desde el retorno a la democracia en 1990. “El clima político estaba bastante exacerbado y eso siempre, en el fondo, hace que los reportajes tengan mayor o menor impacto”, dice Skoknic. 

La ex subdirectora de Ciper y co-fundadora de LaBot también atribuye el impacto a otros trabajos periodísticos que, anteriormente, expusieron los conflictos de intereses que involucraban al ex presidente, y su uso de los paraísos fiscales. “Hay un montón de cosas que se sumaron al impacto que tuvo y que sigue teniendo ese trabajo, porque aún no sabemos qué va a pasar y qué ha pasado con la investigación penal que está abierta”.

Ese reportaje resultó ganador del PPE Escrito en 2021.

Los abusos que sepultaron la carrera de Nicolás López

En junio y julio de 2018, dos reportajes publicados por la revista Sábado pusieron en jaque al cineasta chileno, Nicolás López. Ocho actrices lo acusaban de haber abusado de ellas en contextos laborales.

Han pasado casi cinco años y el proceso judicial que gatilló este trabajo periodístico aún no llega a su fin. A pesar de que el 26 de abril de 2022, López fue declarado culpable por dos casos de abuso sexual, y por ello fue sentenciado en primera instancia a 5 años de cárcel. Eso sí, su defensa logró que la Corte Suprema acogiera parcialmente un recurso de nulidad a dos penas de 3 años y un día, que cumplirá con libertad vigilada intensiva.

Independiente de las interpretaciones que provoque esta sentencia, hay algo que es seguro: sin los antecedentes que entregaron los periodistas Andrew Chernin y Rodrigo Fluxá con su reportaje “Los pecados de Nicolás López, el director Sin Filtro”, habría sido muy difícil que la Fiscalía comenzara a investigar. Todo este trabajo se dio en el marco de un contexto clave: el mayo feminista de 2018. Por aquel entonces, las calles de la capital estaban llenas de mujeres que destaparon sus cuerpos para manifestarse. Muchas de ellas eran estudiantes superiores, quienes, cansadas de los abusos de sus pares o de los propios académicos, se tomaron las universidades en señal de protesta.

La manifestación por una vida libre de violencia tomó cada vez más fuerza y alentó a muchas a denunciar. Tal como lo hicieron las actrices en contra de López y, antes que ellas, otras siete contra el productor de teleseries, Herval Abreu. En ese último reportaje, además de Chernin y Fluxá participaron la entonces editora de revistas de El Mercurio, Paula Escobar, y el periodista de Sábado, Rodrigo Munizaga. Por ambos trabajos, todos ellos resultaron ganadores del PPE Escrito de 2018.

No fue sencillo para el equipo de periodistas recopilar los testimonios de las víctimas cuando no había siquiera un proceso judicial en curso. “Lo que hicimos con las actrices y con la gente de la industria audiovisual a la que entrevistamos, fue juntarnos a escuchar lo que querían decirnos. Y a partir de eso, veíamos si el motivo de sus acusaciones tenía suficiente sustento. Me refiero a que lo que decían las denunciantes pudiese comprobarse, además de tener algún tipo de relevancia periodística. Finalmente, creo que es un reportaje bien hecho. Me alegro que el equipo nos apoyara en este tipo de periodismo que es de largo aliento, y donde uno no sabe si las cosas van a resultar bien”, explica uno de los autores, Andrew Chernin.

Cada testimonio que publicaron tuvo que pasar por un proceso de verificación exhaustivo antes de salir a la luz pública. “Obviamente sentimos mucha satisfacción al saber que después de años -el 2022- el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar halló culpable a Nicolás López por casos de abuso sexual. Nuestro artículo periodístico logró establecer un primer ladrillo, una primera piedra hacia un proceso”, dice Chernin, quien además ha sido finalista del PPE en otras siete oportunidades.

La última fue por el trabajo que publicó junto a Paz Radovic el 4 de septiembre de 2021, en La Tercera: Rodrigo Rojas Vade, un hombre que se hizo conocido por participar de las manifestaciones tras el estallido social con un cáncer a cuestas y que por ello llegó a ser electo como integrante independiente de la Convención Constitucional, reconoció a los periodistas que había mentido y que no tenía cáncer. El reportaje “Rojas Vade admite que no tiene cáncer: ‘Siento que me tengo que retirar de la Convención” no sólo remeció a la opinión pública y a los miembros del órgano que redactarían la nueva carta fundamental, sino que afectó sin vuelta atrás la fe en el proceso constituyente.

No solo se tuvo que retirar Rojas Vade, sino que el Ministerio Público lo formalizó y fue declarado culpable de estafa residual, por lo cual debió pagar 11 UTM y 61 días de presidio menor en su grado mínimo.

“Obviamente sentimos mucha satisfacción al saber que después de años -el 2022- el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar halló culpable a Nicolás López por casos de abuso sexual. Nuestro artículo periodístico logró establecer un primer ladrillo, una primera piedra hacia un proceso”, comenta Andrew Chernin.
Las lecciones del caso Gemita Bueno

Llegar a la verdad y seguirle la pista a los poderosos con el afán de contribuir a la democracia son objetivos que el buen periodismo -con más o menos riesgos para quien lo ejerce- ha abrazado desde siempre. Pero la forma de golpear en dictadura no se asemeja a la que se ocupaba en la época de la transición, como tampoco es comparable con la que los periodistas ejercen hoy de la mano de las tecnologías.

El caso Spiniak y su testigo clave, Gemita Bueno, le dieron una gran lección al periodismo chileno en 2003 y los años posteriores. Tras conocerse el caso del empresario Claudio Spiniak, quien fue detenido por participar de una red de pedofilia, el nombre de Gemita se instauró en la conciencia colectiva de los chilenos y chilenas como la testigo clave de un grupo de políticos que supuestamente acompañaban a Spiniak en sus fechorías.

Aquella mujer, joven y de bajos recursos, era resguardada por un sacerdote conocido como el “cura Jolo”. Un personaje que construyó una especie de cerco de protección en torno a la testigo que dio su versión por primera vez a Canal 13 bajo las iniciales G.B., y que acusaba al entonces senador Jovino Novoa (UDI) de haber abusado de ella. “Fue un golpe periodístico para el canal y desde ahí para adelante pasaron muchas cosas en muy poco tiempo. En términos periodísticos se dio también cierta locura, porque se informó en base a especulaciones en torno al caso. En el fondo, más que haber hechos o factualidad de la información, lo que se trató de instalar eran rumores”, comenta la periodista Lyuba Yez, quien se ha desempeñado como escritora, académica e investigadora en ética de las comunicaciones y prácticas periodísticas.

Pero junto a la revelación de aquella entrevista, comenzaron las incongruencias en los reiterados testimonios que entregó Gemita Bueno. “En un principio fue una cobertura adecuada para lo que estaba pasando, pero después se salió un poco de control. Yo creo que también de los límites del periodismo, porque la sociedad estaba exigiendo mucho en ese momento y trajo mucho morbo, mucha truculencia. Es como si se hubiese despertado una pasión enorme porque esto fuera algo distinto de lo que era realmente. Como si fuese una noticia súper deseada por algunos”, dice la académica experta en ética periodística.

Y continúa:

“Gema Bueno fue una fuente accesible para los medios, no sólo estaba protegida por la supuesta vulnerabilidad que luego ella negó encarnar, sino que además decidió dar la cara. Todos los días hacía conferencias de prensa, ella misma buscaba a los medios y los utilizó a su favor. De alguna manera, la falta de ética estuvo presente en ambos lados”, comenta Yez.

“Los medios tuvieron una responsabilidad. Uno lo evalúa  20 años después, y en su minuto todos creíamos que esto era una súper película, un thriller, donde muchos iban a caer. Pero pasó todo lo contrario y hoy es mucho más evidente que se usó políticamente el caso. (…) La lección es que una sola declaración no puede dar cuenta de una realidad completa”, dice la académica experta en ética periodística, Lyuba Yez sobre los aciertos y desaciertos de la cobertura de Gemita Bueno.

En ese contexto y en agosto de 2004, Mauricio Donoso publicó en La Tercera una entrevista a Gemita Bueno que dio un vuelco total en el caso Spiniak. Se llamaba “Es todo mentira. Todo, todo, todo, todo mentira” y resultó ganadora de la categoría Golpe Periodístico del PPE Escrito de ese año. Una segunda publicación del The Clinic vino a corroborar lo expuesto por Donoso con el titular: “Me pasé por la raja a todo Chile”. Gemita Bueno al fin se sacaba la careta y lo que le quedaba al periodismo era hacer un mea culpa.

“Los medios tuvieron una responsabilidad. Uno lo evalúa  20 años después y en su minuto todos creíamos que esto era una súper película, un thriller, donde muchos iban a caer. Pero pasó todo lo contrario y hoy es mucho más evidente que se usó políticamente el caso, sobre todo porque había elecciones cerca. Para Lyuba Yez, la lección que dejó este caso y su posterior revelación periodística es que “una sola declaración no puede dar cuenta de una realidad completa”.

En consecuencia, el reportaje de Mauricio Donoso le permitió a la justicia abrir una línea investigativa por falso testimonio que entregaron Gemita y el cura Jolo ante la Corte. Ambos fueron sentenciados en mayo de 2006 a tres años y un día de presidio por el ministro Manuel Valderrama. En esa oportunidad, Gema Bueno fue condenada como autora de falso testimonio en perjuicio de los senadores Jovino Novoa y Nelson Ávila.

La detención del amo y señor de Colonia Dignidad

Para la periodista Carola Fuentes, golpear en cualquier época tiene contras que debemos atender. Es más: sostiene que el golpe periodístico puede llegar a ser un muy mal incentivo para nuestro oficio, sobre todo ahora que los accesos a la información son mayores y que las herramientas tecnológicas permiten informar e incluso denunciar en un pestañeo.

“Cuando tenemos como propósito hacer un golpe periodístico, las posibilidades de equivocarnos y de arriesgarnos a publicar algo que no esté chequeado son enormes. Hay grandes historias en Chile que dan cuenta de esos errores que, probablemente, y sin esa ambición de golpear, no se habrían cometido”, agrega quien hoy trabaja en su productora audiovisual La Ventana Cine, pero que años atrás participó en programas de investigación periodística audiovisual como Contacto, de Canal 13.

En aquella casa televisiva, Fuentes realizó investigaciones muy reveladoras. Una de ellas, incluso, terminó con el pederasta alemán y emblemático líder de Colonia Dignidad, Paul Schäfer, detenido en Argentina. El 12 de enero de 2004, el equipo de Contacto cruzó la cordillera para dirigirse a una localidad llamada Chivilcoy. Tras reiterados viajes a la zona, un periodista (Gustavo Villarrubia), logró infiltrarse en el pueblo, y con la ayuda de algunos vecinos, dio con su paradero. Entonces se lo comunicó a un grupo de policías dirigidos por la Interpol que actuase. Pese a que las autoridades argentinas fueron las encargadas de llevarse detenido a un anciano y enfermo Schäfer, fue el grupo de periodistas liderados por Carola Fuentes el que construyó el camino hasta su escondite.

“Recuerdo que se generó una gran discusión sobre si éramos periodistas o policías, algo que venía comentándose desde el reportaje de Paidos (un trabajo que se realizó en conjunto con la Unidad de Menores de la Interpol para desbaratar una red de pedofilia que distribuía pornografía infantil por Internet, que tenía presencia en Chile y Costa Rica). Yo nunca me he sentido con atribuciones de policía ni de detective, pero es verdad que la investigación tiene métodos similares, y que nosotros no revelamos el paradero de Schäfer solamente. Nuestro trabajo también probó que no había sido detenido por falta de voluntad política. Lo que hicimos no fue magia, no teníamos más plata ni más formación que la policía, pero sí más voluntad”, asegura la periodista.

La investigación de Contacto dejó en evidencia el nivel de impunidad que, en 2004, todavía reinaba en Chile. Desde que Carola Fuentes nació en los ’70 que escuchaba relatos sobre Colonia Dignidad. “En 1996, empezó un declive del poder de Schäfer, porque se iniciaron las querellas del abogado Hernán Fernández. Yo todavía me acuerdo que la Colonia era una cosa curiosa. Estaba en el Teletrece cuando los periodistas llegaban con kuchen y queso que les regalaban los colonos en diciembre. Yo no pescaba mucho hasta que en 2003 empezamos la búsqueda de Schäfer”. 

Existía mucho temor a pesar de estar en democracia, dice la investigadora: “Yo hacía reportajes de investigación que eran más bien denuncias al consumidor, porque nos pasamos 10 años, entre el 90 y el 2000, pisando huevos”. Finalmente, tras la emisión del trabajo periodístico, el equipo de Contacto fue nominado a los premios Emmys Awards en 2005. Para Carola, el mejor reconocimiento fue demostrarle a las personas que la impunidad no es para siempre y que personas poderosas como Paul Schäfer, también podían pagar sus delitos.

“Este fue el resultado de una investigación periodística súper seria e importante, pero también simbólica para los chilenos y chilenas porque puso fin a la impunidad. Yo creo que la ciudadanía lo vio así, y que las personas que cometen delitos pueden ir a la cárcel, no pueden escaparse para siempre”, reflexiona la periodista a 19 años de haber iniciado la persecución a Schäfer.

El trabajo no fue reconocido por el PPE Audiovisual ya que esa categoría no existió sino hasta cinco años después de emitido el reportaje.

“Cuando tenemos como propósito hacer un golpe periodístico, las posibilidades de equivocarnos y de arriesgarnos a publicar algo que no esté chequeado, son enormes. Hay grandes historias en Chile que dan cuenta de esos errores que, probablemente, y sin esa ambición de golpear, no se habrían cometido”, comenta Carola Fuentes.

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