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Rodrigo Fluxá: “No entiendo el periodismo desde las certezas”

Rodrigo Fluxá:

“No entiendo el periodismo desde las certezas”

De alguna manera, hablar del Premio Periodismo de Excelencia fue, por mucho tiempo, hablar de Fluxá. En estos 20 años, el cronista de la Universidad de Chile que firmó mayoritariamente en la revista Sábado, ha sido seleccionado 29 veces como finalista. De ellas, en nueve oportunidades resultó ganador de la categoría por la que competía, y en otras tres, sus reportajes fueron reconocidos con la máxima distinción del PPE Escrito. ¿Cómo lo hizo y cuál es su método? Aquí, quien se define como una persona que detesta dar y recibir lecciones, lo cuenta.

Por: Daniel Lillo
Fotografías: Juan Farías

En las historias que escribe e investiga nada es predecible. Si el protagonista es un subastador, la trama que cuenta es la de un moribundo que para ser recordado termina destapando el caso Penta (“El último golpe del martillero”, 2014). Si la historia es la de un comerciante que aseguró ante todo el país haber matado a 12 delincuentes, el relato deriva en la siquis de un charlatán (“El justiciero imaginario”, 2017). Y si el protagonista es un asistente de un jardín escolar que fue acusado de haber abusado una cincuentena de niños, éste resulta absuelto por la justicia (“La cruz de un Hijitus”, 2015).

Los giros, aquellos que hacen que todo sea más complejo de lo que parece, pero también una mirada descreída, hacen de Rodrigo Fluxá un periodista particular. Capaz de mirar bajo el agua y desnudar las fallas estructurales del sistema, en sus crónicas y reportajes los puntos de vista son tan diversos que hasta los perfiles de los deportistas terminan siendo un rompecabezas que el lector -sin atajos ni lugares comunes-, se ve invitado a armar y desarmar.

Siempre hay noticia pero también profundidad sobre los fenómenos que reportea y desmenuza. En “El extraño mundo de Johnny” (2011), podemos llegar a comprender cómo la figura estrella de la U. de Chile termina cometiendo un atropello que lo perseguirá el resto de su vida; en “Los últimos días de Bonvallet” (2015), el cúmulo de eventos que llevaron al polémico comentarista a quitarse la vida; y en “Erika sobreviviendo a Olivera” (2016), la razón del carácter osco de la maratonista se explica a través de la dolorosa e inaudita confesión con que rompe el silencio: por años había sido abusada por su propio padre.

“Para reportear bien hay que hacer lo que deberíamos hacer siempre; dejar de estar tan seguros de todo lo que pensamos y conversar, preguntar, entender”, dice Fluxá sobre un método que afinó durante años en la revista Sábado de El Mercurio, donde fue periodista y editor. Allí también se hizo experto en crónicas rojas que, con el tiempo, terminarían siendo libros. Sucedió con el reportaje “Los testigos claves del caso Zamudio”, el inicio de una extenuante investigación que culminó con la publicación de “Solos en la Noche”, libro que relata los pliegues de las precarias vidas de Daniel Zamudio y sus asesinos; y que, lejos de aceptar la tesis impuesta en la opinión pública, evidencia los factores multidimensionales de la violencia que terminó con la muerte del joven en 2012. O con “Usted Sabe Quién”, libro sobre el Caso Haeger. El homicidio de la dueña de casa, cuyo cadáver permaneció por 42 días en la azotea de su viudo, Jaime Anguita, puso la lupa en el sistema judicial chileno. Las negligencias de la Policía de Investigaciones y la Fiscalía, quedaron plasmadas en el texto de Fluxá.

Esa forma de reportear el crimen: consultando a tantas fuentes como la historia demande, sumergiéndose en los ambientes donde ocurren los hechos y evitando las lecciones morales, fue el sello que estampó en su paso por los medios de comunicación escritos, a los que, confiesa, difícilmente se ve ahora retornando. A cinco años de la última vez que apareció en una nominación por un trabajo escrito, Fluxá comenta que no se visualiza en un futuro escribiendo como lo hacía antes. ¿Las razones? Son variadas. La precarización y desprestigio de los medios, por una parte, pero también su nueva área de desarrollo: las series de no ficción.

—Pareciera que tiene “la fórmula” para dar con las historias que interesan y golpean al país. ¿Tiene un método para escoger un tema?

—El problema sobre “encontrar” temas sobre los que escribir es que es muy difícil sistematizarlo. Y es más difícil tratar de enseñarlo. Es como tratar de enseñarle a alguien que tenga “punto de vista”.  Sí hay cosas que siempre son deseables -como que tenga novedad, que tenga un subtexto distinto a lo que estás narrando, que tengas la posibilidad de giros- , pero al final, igual una pauta que tenga todos esos elementos puede terminar mal, o una que no tenga alguno puede terminar bien. Sí es importante buscar temas reporteando en el mundo “análogo”, no porque haya algo malo con lo digital, sino porque si tú estás viendo algo que te llame la atención en redes sociales, hay otros 50 periodistas que están viendo lo mismo.

—El primer trabajo con el que fue finalista del PPE fue “La vida olímpica de un maratonista” (2008), que contaba las complicadas semanas que atravesó Roberto Echeverría previas a su participación en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. ¿Recuerda cómo fue realizarlo?

—Ni me acordaba de ese reportaje. En general, no leo hacia atrás, porque uno va adquiriendo herramientas y gustos siempre, y lo que uno escribió hace tanto tiempo suele dar un poco de vergüenza en la relectura. Sobre todo, cuando se escribió joven. Tenía 28 años en ese tiempo, lo que no suena joven-joven, pero para hacer los reportajes largos, lo es; uno requiere dominar bien los formatos más básicos antes de dar ese salto. Sí me acuerdo de que en terreno estuve uno o dos días para ese reportaje, muy poco para cómo trabajé después.

“El problema sobre ‘encontrar’ temas sobre los que escribir es que es muy difícil sistematizarlo. Y es más difícil tratar de enseñarlo. Es como tratar de enseñarle a alguien que tenga ‘punto de vista’ .  Sí hay cosas que siempre son deseables -como que tenga novedad, que tenga un subtexto distinto a lo que estás narrando, que tengas la posibilidad de giros”.

—En sus reportajes se percibe un Chile que en la década del 2010 estaba lejos del foco; historias de abuso, como en “Erika sobreviviendo a Olivera”; o violencia en la infancia en “El retiro de un joven pistolero” ¿Qué reflexión podría mencionar sobre esos reportajes? Considerando los años que han transcurrido.

No sé si es una reflexión, porque más bien es una obviedad; son problemas de larga data en Chile. Y en el caso de la infancia, había gente, periodistas, trabajándolos mucho antes del estallido.

—Esas historias irrumpieron en un contexto en que existía la percepción de “estabilidad” en el país, algo que cambió en gran parte con el estallido social, cuando se instaló la percepción de que todo lo que funcionaba mal en el país era muy evidente.

—Es lo que te decía. Es bueno el eslogan de que “Chile despertó”, porque implica cierta culpa por estar “durmiendo”. Yo no siento esa culpa. No voy a hacer una defensa corporativa, porque no me siento parte de ningún colectivo, pero al menos a mí -y a otros periodistas que admiro- ninguno de los temas levantados en el estallido eran una sorpresa. Eran fenómenos de larga data, muy complejos, que no se pueden encuadrar en slogans, y que veníamos reporteando hace tiempo. No creo que a Mónica González o a la Andrea Insunza, por mencionar a las mejores, les sorprendieran los temas que se levantaron en el estallido. No creo que hayan estado “dormidas”.

—¿Por qué cree que cambió tan bruscamente ese prisma con el que veíamos al país?

—Es para largo. Supera mis capacidades y conocimientos.

—En una entrevista mencionó que los delitos violentos se ven hace años, pero poco y nada sabemos de lo que sienten o viven los adolescentes que los cometen. Y hoy, la mayoría coincide en que estamos en una crisis de seguridad, sin lograr desprender los factores que inciden en ella. ¿No se tiene el interés por conocer esa parte de la problemática?

—Creo que la violencia y el crimen organizado está mal reporteado, por diversos factores. Uno lee El Faro y se da cuenta de que estamos a años luz. Estamos, además, tironeados por los dos polos al respecto: por un lado, el deseo de la gente de mano dura y que todo el mundo se vaya preso; y por el otro, una mirada condescendiente que se centra en los factores sistémicos del problema, ridiculiza el miedo genuino de la gente y tiende a ver a los que cometen los delitos como “gente a la que le fallamos como sociedad”. Obviamente, ambas miradas tienen razón y están equivocadas a la vez. Para reportearlo bien hay que hacer lo que deberíamos hacer siempre; dejar de estar tan seguros de todo lo que pensamos y conversar, preguntar, entender.

—Pero este tipo de trabajos como “El retiro de un joven pistolero” tienen cada vez menos espacio en los medios. ¿Cree que hay una falta de interés en contar o leer ese tipo de historias?

—No creo que haya falta de interés. En periodismo escrito las redacciones están funcionando al mínimo, con menos que el mínimo muchas veces, y es poco lo que se les puede exigir. Y en la mirada más global, en televisión siguen teniendo espacio, pero, según como vaya variando la temperatura ambiente, están siempre oscilando entre el polo alarmista y el polo condescendiente. Obviamente hay excepciones. Hace poco leí un trabajo de Ciper sobre el Portal Fernández Concha que se parecía más a lo que hace El Faro.

—En el caso de los reportajes “La Cruz de un Hijitus” y “El Justiciero Imaginario” se evidencia la poca rigurosidad de la prensa para tratar casos con el estándar necesario. ¿Era su intención cuestionar esa manera de cubrirlos?

—Lo primero, no: no era criticar colegas en específico. Era entender un poco más cómo trabajamos como sistema global, los riesgos que se corren cuando no tenemos un método específico de trabajo. Es, en gran parte, lo que separa a los periodistas -o debería separarnos- del resto de la gente que opina y comunica: que tenemos un método. Si te lo saltas, si no te importa, si no tienes, eres un twittero cualquiera.

—Trabajó junto a Andrew Chernin en “Las acusaciones contra Herval Abreu” y “Los pecados de Nicolás López, el director Sin Filtro” ¿Cómo fue desarrollar estos reportajes cuando aún el Poder Judicial no investigaba estos casos?

—Siempre reportear temas no judicializados es un riesgo y una responsabilidad extra, porque recae en ti ponderar todo el material que vas recogiendo. Se puede hacer, pero requiere el doble de cuidado. En esos casos, se judicializó post publicación, lo que habla bien del trabajo que hicimos. Lo segundo: fue un trabajo muy largo y desgastante el que hicimos con Andrew. A mí me llegó el dato inicial, armé el equipo para trabajarlo y lo edité y escribí, pero Andrew se llevó gran parte de la carga del trabajo en terreno; aunque yo hice entrevistas, hay gran mérito en el rastreo de él, fue un gran trabajo de reporteo. Funcionamos muy bien, con reuniones a diario como por cinco meses en total. Es como yo entiendo el trabajo de periodista/editor, lejos de la dinámica de: te encargo el texto / lo reviso cuando llegue.

—Recientemente se confirmó que López no cumpliría la pena que se le impuso en la cárcel. ¿Qué sensación le deja esto?

—Da lo mismo la sensación que nos deje a nosotros. Lamento la sensación de impunidad que quedó entre las víctimas y las denunciantes, pero los delitos se acreditaron, eso es lo importante. Trato de evitar la comodidad de basurear al sistema de justicia cuando no estoy de acuerdo con sus resultados y ensalzarlos cuando fallan según lo que yo pienso.

“Creo que la violencia y el crimen organizado está mal reporteado. Uno lee El Faro y se da cuenta que estamos a años luz. Estamos, además tironeados, por los dos polos al respecto; por un lado, el deseo de la gente de mano dura y que todo el mundo se vaya preso, y por el otro, una mirada condescendiente que se centra en los factores sistémicos del problema, ridiculiza el miedo genuino de la gente, y tiende a ver a los que cometen los delitos como ‘gente a la que le fallamos como sociedad’. Obviamente ambas miradas tienen razón y están equivocadas a la vez”.

***

Muchos de los textos de Fluxá que fueron premiados aparecen en la antología “Crónica Roja”. En el prólogo que escribe Pablo Vergara, “El país que nos golpea”, se lee: “En los textos que van a leer no hay lecciones. Al narrador no le gusta hablar de lo que ha reporteado ni cómo ha reporteado. Mejor: no le gustan las moralejas o no cree en esa obligación de explicitarlas. La mirada no es paternalista”.

—¿Cómo llegó a esa “forma” de plantear sus reportajes? ¿Fue una elección consciente de hacer periodismo o la adoptó?

—Tiene que ver con mi personalidad. Soy muy incrédulo, me cuestan las experiencias colectivas. Me carga dar lecciones, me carga la gente que da lecciones, me carga la gente adicta a la atención. No entiendo el periodismo desde las certezas y trato de ejercerlo así, pero es una batalla diaria, si nadie es un robot. Para eso está el método.

—Vergara plantea que en sus textos se leen historias del “país de las redes no sociales”. ¿Crees que esas plataformas han incidido de manera negativa en el periodismo?

—También es larguísimo. Y tampoco quiero ser un viejo boomer; da igual lo que piense de las redes sociales, trato de no ser nostálgico en estas cosas. Pueden ser -y son- una herramienta increíble, cuando se usan bien. Pero son, a nivel individual, un incentivo perverso. Si tu preocupación principal es ser “popular” o “querido”, todo lo que hagas va a buscar esos objetivos, la mayoría de las veces consciente, pero muchas, inconscientemente. Y ese ruido va afectando tu criterio periodístico, desde los temas que eliges, hasta cómo los trabajas. No creo en ese periodismo a la carta. A veces la historia que haces le gusta a la gente, te felicitan, perfecto. Otras veces, la historia misma te lleva contra esa corriente y te odian. Y perfecto también; es parte del trabajo, pero noto un pavor entre los periodistas más jóvenes a eso.

“En gran parte, lo que separa a los periodistas -o debería separarnos- del resto de la gente que opina y comunica es que tenemos un método. Si te lo saltas, si no te importa, si no tienes, eres un twittero cualquiera”.

—Hoy se ha volcado más a contar esas historias en libros o traspasarlas a un lenguaje audiovisual. ¿Ese cambio responde a una lejanía con los medios o fue un tránsito natural?

Es que, por una parte, el sistema de medios en que partí trabajando colapsó completamente. Aunque no hubiese renunciado, tampoco podría haber seguido trabajando de la forma en que estaba trabajando, con tiempo, con periodistas bien pagados. Por otra, los medios están bastante desfondados en términos de representación; hay un porcentaje muy grande de la población que cree que mienten, que intrigan o que están abanderados con un sector en particular. Independiente de si tienen razón o es una visión exagerada, con el mediador así de desprestigiado, se hace difícil que se aprecie de manera justa un trabajo. Pero también tiene que ver con el formato. Partí escribiendo en una redacción de diario, de un día para otro. Después, necesité una semana. Después quise un mes. Después, escribía cada tres meses. Ahora ya difícilmente me meto en un tema por menos de tres años. Son otras necesidades.

—¿Está la posibilidad de leerlo nuevamente en medios?

—Yo creo que no.

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Nancy Castillo: “La idea es llevar a los auditores a mundos que le son ajenos y desconocidos”Nancy Castillo:

Nancy Castillo:

“La idea es llevar a los auditores a mundos que les son ajenos y desconocidos”

Fue periodista de política en Tele13 Radio y editora en diarios como La Tercera o la revista Qué Pasa. Hasta que en el extinto suplemento El Semanal, descubrió el potencial de la narrativa y no le bastó con escribirla, también quiso escucharla. El problema es que en Chile la crónica sonora no existía y había que generarla. Una oportunidad que tomó inspirada en el podcast “This American Life” y que desembocó en Relato Nacional, un proyecto que recoge las historias que podrían escucharse en una sobremesa de domingo y que son contadas por sus propios protagonistas. 

por Tomás Golzio

Hay un consejo que recibió Nancy Castillo (Mención Honorífica Prensa, Premio Rey de España y coautora del libro “Hijas de General”) cuando aprendió a hacer podcast que nunca se le olvidó. Se lo transmite a todos los periodistas de prensa escrita que se acercan a La Factoría, la productora de contenidos que realiza Relato Nacional (www.relatonacional.com) para contar historias. Les dice que si están acostumbrados a escribir con un sólo lápiz, para hacer que sus historias se escuchen tienen que usar cuatro: “En el podcast escribes con la narración, con las cuñas, con el sonido y con la música”, les explica.

Nancy es una de las pioneras en desarrollar este género en Chile. Y a pesar de que escribió con un solo lápiz durante muchos años en medios de comunicación tradicionales donde fue periodista política, fue muy temprano, en los 90 y mientras cursaba radio en la universidad, que se interesó por el lenguaje sonoro. “Recuerdo que hicimos un proyecto súper entretenido: un noticiario donde invitábamos a los periodistas a conversar sobre lo que pasó en vez de traer la noticia grabada. Es un formato que ahora se usa un montón, pero que en ese minuto no se hacía”, cuenta Nancy.

Pero sus influencias más directas para hacer narrativa sonora vienen de “This American Life”, un podcast que en 2010 daba luces de una industria que crecía sin parar en Estados Unidos. Nancy buscaba sus capítulos en una plataforma llamada Stitcher. Le gustaban porque eran historias que tenían detrás mucho reporteo y producción, como los reportajes que ella intentaba hacer en los diarios en los que trabajaba, pero con un solo lápiz.

El formato definitivamente no tenía referentes en Chile, pero ella decidió aprenderlo, darle su propio sello e instalarlo. Para eso tuvo una aliada: Josefina Aguirre, una periodista que empatizó con su obsesión, y que explicó junto a ella -una y otra vez- lo que era un podcast cuando nadie tenía idea qué diablos era y cómo se pronunciaba eso. “Bío-Bío era una de las pocas emisoras que lo hacía en ese tiempo. Todo el resto de las radios estaba dedicada a lo informativo. Recién en los últimos años han tendido más a aplicar el formato interpretativo o de opinión, pero el reportaje es algo que todavía está muy poco desarrollado”, dice Nancy.

De alguna forma los esfuerzos valieron la pena. La primera temporada de Relato Nacional se financió gracias un crowdfounding, cuya adherencia superó con creces las expectativas de Nancy y Josefina. Entonces todo comenzó a fluir, y esas historias mínimas narradas por sus propios protagonistas que dieron forma al proyecto que hoy cuenta con cinco temporadas y 45 capítulos que pueden ser escuchados en el momento en que desees a través de plataformas como Spotify, llegaron al PPE Digital.

En 2018, el capítulo “De gemelas a mellizos”, ganó el concurso con el relato sobre el difícil proceso que enfrenta una niña transgénero cuando decide dejar de ser gemela de su hermana y transformarse en su hermano mellizo, en Alexis, pero en otras oportunidades historias como “Operación chancho”, “Cegados” o “El calor de la manada”, también llegaron a ser seleccionados por el jurado como finalistas. 

—¿Cuándo sientes que llega el podcast a Chile?

—El podcast se instaura definitivamente cuando Spotify empieza a visibilizarlo. Lo que pasa es que en 2016, ellos anuncian la incorporación del podcast, pero no colocan esos productos al inicio como ahora los vemos, entonces debías saberte el nombre del programa para poder escucharlo. Es en 2018 cuando aparece esta sección especial que te recomienda podcasts, lo que facilitó mucho la escucha e hizo crecer el mercado.

“Quería hacer crónica narrativa sonora y al mismo tiempo me fui planteando ¿qué tipo de historias quiero contar?. (…) Me terminé decidiendo por las historias mínimas, desvinculadas de la actualidad pero no desconectadas de la realidad. No quería dar un golpe periodístico, no se trataba de hacer periodismo de investigación. Lo que quería era contar historias donde uno se pudiera reconocer, de esas historias que se comentan en la sobremesa del domingo, pero que deben tener en algún momento, un quiebre”.

—¿Cómo fue crear Relato Nacional, considerando que era un tiempo donde hacer podcast era absolutamente novedoso para Chile?

—La idea nace cuando estaba trabajando en El Semanal, un suplemento de La Tercera donde hacíamos crónica narrativa. Paralelamente, estaba trabajando en Tele13 Radio. Entonces pensé que podía juntar ambas cosas -la crónica y la radio- para hacer algo similar a lo que yo escuchaba en ese entonces en otros países. Cuando se terminó El Semanal me ofrecieron quedarme en el diario, pero ya no me interesaba seguir con ese ritmo, así que decidí empezar a desarrollar mi propio proyecto. En 2014 creé La Factoría legalmente como empresa y empecé a hacer el capítulo cero de Relato Nacional, que tiene a Agustín Squella como protagonista. Me demoré más o menos un año en desarrollar la historia porque el primer guión que hice me quedó largo y fome, no funcionaba. Decidí irme a Buenos Aires a tomar clases de guión radial en la escuela “Narrativa Radial” de Marcelo Cotton. Fue una semana de aprendizaje intensivo, donde trabajábamos en mezclas, las escuchábamos en el minuto y veíamos que, si sacábamos algo, cambiaba completamente la escena. Me enseñó a escribir otro tipo de guión, y de acuerdo a lo que aprendí rehice el capítulo cero. Cuando lo escuché quedé super feliz,  porque fue escuchar esto que me había imaginado pero que no había quedado bien y que antes de esas clases, no sabía cómo mejorar. Fue una satisfacción súper grande.

—¿Qué buscaba plasmar en el proyecto sonoro?

—Quería hacer crónica narrativa sonora y al mismo tiempo me fui planteando ¿qué tipo de historias quiero contar?, porque podía quedarme en los personajes famosos, pero como yo fijaba la línea editorial, me terminé decidiendo por las historias mínimas, desvinculadas de la actualidad pero no desconectadas de la realidad. No quería dar un golpe periodístico, no se trataba de hacer periodismo de investigación. Lo que quería era contar historias donde uno se pudiera reconocer, de esas historias que se comentan en la sobremesa del domingo, pero que deben tener en algún momento un quiebre. El final no debe ser evidente, la idea es que sorprendan, eso era lo que buscaba. Lo que nosotros queremos es que la gente empatice con estas historias, por eso el bottom line de Relato Nacional dice que es: “un podcast que te sumerge en el mundo de la vida de otros”. La idea es llevar a los auditores a mundos que les son ajenos y desconocidos.

“Lo que buscamos son historias, no temas. Pero de vez en cuando, esas historias tienen relación con la conversación a nivel país, entonces generan más sensibilidad todavía. En ese sentido, hay dos capítulos que sí se hicieron vinculados a la actualidad, pero que los contamos con el sello o identidad de Relato Nacional. Uno es ‘Chile Despertó’, que creo que lo emitimos un mes después del 18 de octubre de 2019. El otro es ‘Cegados’, que también es sobre el estallido social, específicamente sobre las víctimas oculares”.

—Ganaron el PPE en 2018 con el capítulo “De gemelas a mellizos”, ¿cómo llegan a esta historia?

—Fue super sencillo. Patricio de la Paz, periodista y editor, había hecho esta historia para la revista Paula junto a un fotógrafo, Pablo Sanhueza. Pablo llevaba meses tomando fotografías a las entonces hermanas gemelas, cuando convocó a Pato a que hiciera la parte escrita. Entrevistó a la tía, a Catalina y a Alexis. Recuerdo que el día que ellos entregaron la historia yo me junté a comer con Pato, y ahí me contó en lo que habían estado trabajando con Pablo. Yo estaba buscando historias para Relato Nacional y no tenía la necesidad de dar un golpe periodístico, así que no importaba si la historia se publicaba en otro medio primero. Cuando me terminó de contar le dije a Pato: convirtamos esto en crónica sonora, ya tengo el título, es “De gemelas a mellizos”. Ahí mismo pensamos en una estructura y en cómo armarlo. Pablo actuó como productor, era el más capacitado para abrirnos las puertas de la familia. Pato hizo la entrevista, la Josefina Aguirre fue productora de audio, y yo fui la guionista y directora del capítulo. Fuimos dos o tres veces a entrevistar a la familia, y aunque en un momento pensamos que los hermanos (ahora mellizos) podrían contar la historia completa, en realidad es la tía la que cumple ese papel en nuestra versión sonora.

—Planteas que cuentas historias mínimas, pero no por eso desconectadas de la realidad, como es el caso de esa historia que habla sobre una transición de género. ¿Qué otros capítulos recomiendas escuchar en Relato Nacional que aporten a la discusión pública?

—No está en nuestra definición buscar temas de la contingencia, pues lo que buscamos son historias, no temas. Pero de vez en cuando, esas historias tienen relación con la conversación a nivel país, entonces generan más sensibilidad todavía. En ese sentido, hay dos capítulos que sí se hicieron vinculados a la actualidad, pero que los contamos con el sello o identidad de Relato Nacional. Uno es “Chile Despertó”, que creo que lo emitimos un mes después del 18 de octubre de 2019. El otro es “Cegados”, que también es sobre el estallido social, específicamente sobre las víctimas oculares.

—Ese capítulo fue finalista en el PPE en 2021. ¿Cómo ves el presente y el futuro del podcast en Chile?

—Chile es uno de los países donde más han crecido los podcasts a nivel latinoamericano y se espera que siga siendo así, pero claro, comparado con otros países, somos pocas personas las que hacemos podcast y eso pesa en términos de audiencia. Creo que acá el podcast no periodístico atrae mucho, se prefiere una conversación libre y relajada sobre un tema, pero también hay que tener presente a la ficción, que se ha ganado un espacio destacado el último tiempo. Talento hay, por lo que buenos proyectos pueden seguir produciéndose para así salir al mercado.

—¿Qué piensas de otros proyectos destacados del género en nuestro país?, ¿alguno en particular que destacarías?

—A mí las producciones de ficción sonora chilena me gustan mucho por el trabajo que implican: se reproducen atmósferas, locaciones y situaciones a través de los sonidos y las voces de los protagonistas. Las Raras son un súper buen producto sonoro, Caso 63 de Julio Rojas, es un tremendo ejemplo también. A mí parecer, es uno de los podcasts de ficción más exitosos de los últimos tiempos.

“Chile es uno de los países donde más han crecido los podcasts a nivel latinoamericano y se espera que siga siendo así, pero claro, comparado con otros países, somos pocas personas las que hacemos podcast y eso pesa en términos de audiencia. Creo que acá el podcast no periodístico atrae mucho, se prefiere una conversación libre y relajada sobre un tema, pero también hay que tener presente a la ficción, que se ha ganado un espacio destacado el último tiempo”.

—Independientemente del género y a diferencia de cuando empezaste, en la actualidad hay mucha gente haciendo podcast.

—Sí. Hoy se crean muchos títulos más que cuando yo empecé y eso es positivo porque permite aumentar la audiencia en general. Es simple: mientras más personas escuchen podcast, mejor para todos los podcasteros, pero lo que más se crea acá son los podcast de conversación liviana. Como auditora de podcast, esos no son los títulos que me gusta escuchar cuando me pongo los audífonos y salgo a caminar.

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Francisca Skoknic: “Era necesario transformarse y salvar el periodismo”

Francisca Skoknic:

“Era necesario transformarse y salvar el periodismo”

En 2017, tres experimentadas periodistas dieron vida a LaBot, el primer chatbot informativo de Chile y, con ello, ganaron ese año el PPE Digital. Francisca Skoknic, co-fundadora y editora del medio, cuenta en esta entrevista cómo se les ocurrió llevar la investigación periodística y el periodismo de datos al lenguaje de una robota interactiva que ahora, además de dialogar digitalmente con las audiencias vía aplicaciones de chat, se ha constituido como una plataforma de contenidos de alto impacto que inciden en la opinión pública. Como lo hizo el reportaje que reveló los detalles tras la venta en las Islas Vírgenes de Minera Dominga, negocio que implicó un serio conflicto de interés para la familia del ex Presidente Piñera. Con ese trabajo, LaBot volvió a ganar el PPE en 2021, esta vez en la categoría de periodismo escrito. 

Por Matías Gallardo y Jorge Fuentes

Para periodistas como Francisca Skoknic, salir de la zona de confort e investigar a fondo es una forma de vida. Titulada en la Universidad Católica, ganadora del Premio Lenka Franulic 2021, y con una larga trayectoria como reportera de política, negocios e investigación en distintos medios -El Mercurio, El Mostrador, Siete+7 y Qué Pasa-, es parte del equipo inicial que, junto a Mónica González, dieron vida en 2007 a un medio nativo digital que al principio no era más que un anhelo para fiscalizar e interpelar al poder, y que hoy es uno de los que generan mayor impacto y credibilidad en Chile: el Centro de Investigación Periodística, Ciper.

Allí Skoknic fue reportera, editora y subdirectora, y autora en diversos trabajos que han marcado la agenda e incidido directamente en la realidad nacional. Uno de ellos fue el emblemático reportaje de 2008 que evidenció irregularidades en una millonaria licitación del Registro Civil para adquirir una nueva plataforma tecnológica, y que generó la renuncia de distintos directivos, un proceso judicial por corrupción y el primer PPE para Ciper.

Nueve años después, tras dejar ese medio y preocupada por la crisis que atravesaba la industria, se propuso innovar y levantar junto a las destacadas periodistas Andrea Insunza y Paula Molina, un nuevo medio que hiciera el mismo buen periodismo que sabían hacer, pero aprovechando el uso de las nuevas tecnologías para innovar en cuanto a lenguajes y formas de interactuar con la audiencia.

LaBot salió al aire en agosto de 2017 como un chatbot que entregaba información y contexto sobre las elecciones presidenciales de ese año, enviando mensajes por Telegram y Facebook a sus seguidores. De esa manera, a través de una conversación interactiva, los usuarios podían saber el patrimonio o la trayectoria de los candidatos a la presidencia: qué se sabía de las finanzas de Sebastián Piñera, Alejandro Guillier, Beatriz Sánchez o José Antonio Kast, por ejemplo. También qué cargos habían tenido antes, qué conflictos habían marcado sus trayectorias políticas, sus antecedentes judiciales, quiénes y cómo financiaban sus campañas, y más.

En su primer año de existencia, el proyecto de Skoknic, Insunza y Molina demostró los alcances que pueden tener las herramientas digitales cuando mantienes la calidad del reporteo y la información, al mismo tiempo que dialogas con la ciudadanía por medio de gifs. Ese año, ganaron el PPE Digital. Como remarcó el jurado en esa oportunidad, el valor de LaBot es que reinventó la manera de informarse.

“Finalizadas las elecciones presidenciales, vimos que el medio funcionaba; decidimos transformarlo en un proyecto más permanente que, en definitiva, contara y explicara todo tipo de información”, explica Skoknic, quien también sería directora de la Escuela de Periodismo UDP entre diciembre de 2017 y marzo de 2021

Así, LaBot fue creciendo hasta transformarse en una plataforma de contenidos que hoy aloja distintos productos, incluyendo reportajes que forman parte de grandes investigaciones colaborativas y transnacionales con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), como el caso de The Implant Files (2018) y los Pandora Papers (2021).

Uno de los reportajes de esa última serie  -y que Skoknic trabajó desde LaBot en colaboración con el ex periodista de Ciper, Alberto Arellano- fue ganador del PPE Escrito ese año. El trabajo reveló detalles desconocidos de la venta de Minera Dominga en un paraíso fiscal, relevando la existencia de una cláusula que amarraba el precio y valor de la operación a que el gobierno que encabezaba Sebastián Piñera -el principal accionista del proyecto- no declarara la zona como un área protegida, requisito que, por supuesto, se cumplió. El evidente conflicto de interés marcó un punto de inflexión en el escenario político y social casi al término del segundo período de Piñera en La Moneda, derivando en una investigación judicial en su contra y la primera acusación constitucional desde el retorno de la democracia a un Presidente en ejercicio.

Sobre cómo es transitar por todo ese camino manteniendo la calidad en el ejercicio de la profesión es que habla Francisca Skoknic en esta entrevista.

“A pesar de que en todo el mundo los medios están permanentemente experimentando nuevas formas de contar historias, nuevas plataformas, tecnologías, relatos, en Chile no actuaban como si se dieran cuenta de esta crisis. Era necesario afrontarla, transformarse y salvar el periodismo. (…) Por eso nosotras, que nos caracterizamos por ser personas que están muy pendientes de lo que pasa con la prensa afuera, finalmente nos dimos cuenta de que también era nuestra responsabilidad hacer ese cambio”, dice Skoknic sobre los motivos que la llevaron a crear su propio proyecto, LaBot.

LaBot nace siguiendo a medios como The New York Times o Wall Street, que experimentaron con bots para generar un periodismo más personalizado. Pero en el caso chileno, ¿cómo fue ser pionera en esta modalidad?

—LaBot nace porque quisimos hacer un proyecto que mostrara que se podía innovar en periodismo. Partir con las elecciones del 2017 fue una dirección particularmente compleja, porque hubo un montón de cambios en el sistema electoral y porque por primera vez se elegían consejeros regionales. Decidimos explicar todo aquello y aprovechar que ahora se podía conocer el aporte electoral para hacer periodismo de datos, mostrando y analizando las cifras de financiamiento de las campañas. También hicimos un poco de periodismo de investigación al buscar en los patrimonios de los candidatos, y aplicamos la crónica para contar algunas historias. Es decir, agarramos distintos géneros periodísticos y todo esto lo convertimos en un chatbot que lo que hace es simular o imitar la conversación entre dos personas. Mediante una plataforma de mensajería, quisimos dialogar con todo el mundo que anda con el teléfono en la mano chateando, y entregar información de una manera más dinámica, entretenida y más gráfica. El chatbot hacía bromas, podía jugar con emojis y compartir gifs; con esto buscábamos darle un poco de humor a noticias que igual son complejas.

—Este medio nace específicamente para enfrentar las demandas informativas de las elecciones. Pero cuando éstas terminan, ¿cómo evalúan los resultados de esta plataforma?

—Vimos que funcionaba y decidimos transformarla en un proyecto más permanente que, en definitiva, podía contar y explicar todo tipo de información. A diferencia de Ciper, donde yo era una periodista empleada que había formado parte del equipo fundador, aquí nosotras estábamos a la cabeza de un experimento. Era súper complejo porque teníamos nuestros trabajos de tiempo completo, entonces esto era una pega que hacíamos en nuestras horas libres y nos demandaba mucho trabajo. No solamente era buscar la información y escribirla, sino que transformar texto e imagen en un chat. Si bien estábamos muy comprometidas con el proyecto y eso nos daba energía, no era nuestra principal actividad. Recién en septiembre del 2018, pudimos contratar a una periodista para que trabajara con nosotros.

Siempre ha estado ligada al género investigativo pero, ¿cómo fue transitar desde la manera clásica del periodismo a este nuevo formato?

—Por mi parte, mi hábitat natural y el que ejercería de manera constante si tuviera el tiempo y el financiamiento, sería el periodismo de investigación. Pero en 2017 quisimos experimentar con formatos y tácticas más innovadoras. Fue sorprendente ganar el PPE Digital ese año. De alguna manera, para nosotras era importante demostrar que, siendo periodistas independientes que crean su propio proyecto y con un mínimo financiamiento, era posible hacer periodismo de calidad, innovador y atractivo. El reconocimiento nos dio el incentivo para seguir trabajando y consolidarlo a más a largo plazo, explorando nuevas formas de financiamiento, nuevos formatos y proyectos. Quiero decir que, en ese momento, a LaBot la financiábamos de nuestros bolsillos. Siendo un medio de nicho, igual crecimos rápido. Era evidente que estábamos encontrando otra forma de contar historias. 

Mediante una plataforma de mensajería, quisimos dialogar con todo el mundo que anda con el teléfono en la mano chateando, y entregar información de una manera más dinámica, entretenida y más gráfica. El chatbot hacía bromas, podía jugar con emojis y compartir gifts; con esto buscábamos darle un poco de humor a noticias que igual son complejas​​”, dice Skoknic sobre los inicios de su robota.

—A propósito de innovación, ¿considera que la prensa en Chile le saca provecho a las  herramientas digitales?

—La inquietud que teníamos a la hora de pensar LaBot era que el periodismo está cambiando muy rápido. La forma de informar en la televisión o en la prensa escrita está quedando obsoleta porque la gente ya no consume información de esa forma, y por eso los medios están compitiendo entre sí con acciones que resultan más atractivas para la gente: desde las redes sociales hasta el streaming. A pesar de que en todo el mundo los medios están permanentemente experimentando nuevas formas de contar historias, nuevas plataformas, tecnologías, relatos, en Chile no actuaban como si se dieran cuenta de esta crisis. Era necesario afrontarla, transformarse y salvar el periodismo. Estábamos preocupadas y por eso nosotras, que nos caracterizamos por ser personas que están muy pendientes de lo que pasa con la prensa afuera, finalmente nos dimos cuenta de que también era nuestra responsabilidad hacer ese cambio. 

Sobre las herramientas que entregan Internet y las redes sociales,  ¿cómo ve el panorama de los medios digitales, si consideramos los últimos cinco o diez años?

—Todavía falta experimentar más, y sobre todo que más gente se atreva a invertir en medios. Hoy día hay muchos, pero todos en condiciones económicas muy precarias, con muy pocos periodistas, algunos no necesariamente con equipos profesionales, y otros que tienen agendas más bien políticas o ideológicas. Medios que tengan como único objetivo hacer periodismo son muy pocos. Y por lo tanto, si bien hay mayor diversidad, no hemos salido aún de la zona de riesgo. Es más, los sueldos son bastante malos. Por lo tanto, es necesario encontrar fórmulas que permitan invertir en periodismo.

Creo que lo más importante es investigar al poder e interpelarlo cuando hay que hacerlo, y no dejarse influir por presiones o por el miedo de algún tipo de reacción. Los criterios siempre deben ser exclusivamente periodísticos”, cuenta quien se caracteriza por ejercer un periodismo investigativo que, independiente de la plataforma, logra generar impacto en la conversación pública.

Considerando estas complejidades, ¿cómo se puede persistir en el periodismo de investigación dentro de la plataforma digital y a su vez conservar su calidad?

—Es muy difícil financiar a largo plazo los medios. Creo que, sobre todo, lo primero es tener la voluntad y la perseverancia de hacer un trabajo de este tipo y buscar todos los espacios posibles para hacerlo, ya sea en los medios tradicionales, no tradicionales o levantando tu propio medio. Trabajar en proyectos colaborativos como lo hicimos en LaBot con Ciper en Pandora Papers, u otros que también hemos hecho con el ICIJ -conformado por más de 100 medios y 600 periodistas de todo el mundo-, ayuda también a amplificar el trabajo que hacemos. En el fondo, tener un equipo virtual más grande que el que realmente uno tiene con ayuda de colegas de otros lados; ha sido una forma de hacer proyectos específicos de investigación periodística pese a que nuestro proyecto no se dedica exclusivamente a eso.

—En definitiva, desde la plataforma que sea y como sea, usted siempre está investigando e interpelando al poder.

—Si bien esa no es la única función del periodismo de investigación, sí creo que lo más importante es investigar al poder e interpelarlo cuando hay que hacerlo, y no dejarse influir por presiones o por el miedo de algún tipo de reacción. Los criterios siempre deben ser exclusivamente periodísticos.

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Daniel Matamala: “No podría escribir una columna y sentirme ofendido porque alguien esté en desacuerdo”

Daniel Matamala:

“No podría escribir una columna y sentirme ofendido porque alguien esté en desacuerdo”

Los domingos son especialmente agitados para el periodista. Apenas publica su columna de opinión en el diario La Tercera, se convierte en trending topic en las redes sociales. Llegando la noche, además, conduce el noticiero central de CHV Noticias. Daniel Matamala cuenta en esta entrevista cómo enfrenta a sus detractores en Twitter,  comparte su método para contrarrestar al poder en entrevistas que dejan coletazos, y su receta para compatibilizar el género de la opinión con el reporteo más duro.

Por Sofía Concha Urrea

Es de esos periodistas agudos y reflexivos que calan profundamente en las audiencias y que dan la sensación de que viven en los medios de comunicación. Daniel Matamala (44) es conductor del noticiero de Chilevisión, escribe cada domingo una columna de opinión en La Tercera y hasta hace muy poco opinaba y entrevistaba a políticos de alto calibre como panelista del programa que analiza la contingencia en CNN Chile, Tolerancia Cero. 

En las redes sociales también es posible encontrarlo porque las utiliza a menudo para interpelar a políticos o promover sus columnas. Sólo en Twitter cuenta con 1,5 millones de seguidores, entre los cuales están los que esperan con ansias saber lo que opina del tema que marcó la semana y también sus detractores. 

En los PPE, su trabajo ha destacado en las distintas áreas en las que se ha desempeñado. En el PPE Escrito, por sus columnas; en el PPE Audiovisual, por sus entrevistas y reportajes.

Entre 2011 y 2021 ha sido seis veces finalistas y ganador en cuatro oportunidades de las categorías en que competía con trabajos como el de la muerte de Camilo Catrillanca, además de realizar una importante crítica a la concentración de poder que poseen las AFPs. Asimismo, entrevistó con lucidez al ex gerente general de BanChile, Francisco Armanet, quien entregó confesiones inéditas sobre la compra de acciones que hizo Sebastián Piñera a la aerolínea LAN en 2006 y que le significó una millonaria multa por uso de información privilegiada. En cuanto al galardón más reciente, lo recibió por su conversación con el entonces fiscal nacional, Jorge Abbott, en la que reveló datos inéditos sobre los casos de financiamiento ilegal en la política, además de referirse a las polémicas reuniones secretas que sostuvo con senadores cuando se postulaba al cargo.

A pesar de que a Matamala se le acusa en ocasiones de ser “ideologizado”, para él, sus escritos no responden a tintes políticos, sino al deber de entregarle al lector todos los antecedentes de un hecho para que sea éste quien los interprete. “Lo que procuro es presentarlos de una manera en que hagan que el lector diga: ‘no lo había pensado de esta forma’”, cuenta desde la oficina de editores de CHV Noticias y a minutos de salir al aire.

“No soy partidario del combate al negacionismo desde la perspectiva de la censura o de la censura previa a ciertos discursos, me parece que tenemos que enfrentarlo desde las armas del periodismo que tienen que ver con el profesionalismo, con la verdad. Algunos consideran que hay ciertas personas a las que no se les puede entrevistar, pero yo creo que el tema es cómo se les entrevista”. 

—En 2013 y junto Mónica Rincón, realizó una entrevista para CNN al ex director de la DINA, Manuel “Mamo” Contreras, la cual fue finalista del PPE. ¿Cómo recuerda ese encuentro?

—Fue una entrevista difícil, bien tensa. En primer lugar, porque no tuvimos tiempo para prepararla, apareció muy de improviso. Yo estaba en unas reuniones y de repente me llaman para ir al Penal Cordillera (donde Contreras estaba preso). Con Mónica (Rincón) nos juntamos ahí y tuvimos apenas un rato para ponernos de acuerdo en qué hacer. Lo que más nos importaba era no dejar pasar ninguna mentira, porque conocíamos el personaje, sabíamos que utilizaba las entrevistas para generar operaciones o para dejar instalados hechos falsos como si fueran verdaderos. Periodísticamente, sabíamos que teníamos un deber con el país y con los familiares de las víctimas. La entrevista salió sin ninguna edición, se fue inmediatamente al aire y, en ella, Contreras intentó dejar en claro que era él el dueño del territorio. Cuando lo empezamos a confrontar, perdió un poco el control y cometió errores. Por ejemplo, dijo que él no estaba preso y nosotros le decíamos: “pero si está preso, hay un gendarme al lado suyo que lo está custodiando”.  “No, si ése está para que me lleve el bastón”, retrucaba él.

—¿De qué forma se le hace frente al negacionismo?

—No soy partidario del combate al negacionismo desde la perspectiva de la censura o de la censura previa a ciertos discursos. Me parece que tenemos que enfrentarlo desde las armas del periodismo que tienen que ver con el profesionalismo, con la verdad. Algunos consideran que hay ciertas personas a las que no se les puede entrevistar, pero yo creo que el tema es cómo se les entrevista. Si las vas a entrevistar sencillamente para darles el espacio para que digan lo que quieran, es un error, pero si las vas a entrevistar para confrontarlos con hechos y usas las herramientas periodísticas que tenemos para desarmar esos discursos, es muy distinto.

—Esta entrevista contribuyó al cierre del Penal Cordillera.

—La soberbia que Contreras mostró generó efectos que creo que fueron importantes. En ese entonces, el presidente Sebastián Piñera anunció el cierre del Penal Cordillera a raíz de esa entrevista. A partir de ese momento, Contreras y los demás violadores de derechos humanos pasaron a Punta Peuco, donde tuvieron un régimen carcelario algo más normal que el que tenían en Cordillera, donde tenían muchos más privilegios. En ese sentido, creo que fue algo bueno para el país.

—En 2021 entrevistó al ahora ex fiscal nacional, Jorge Abbott, quien atravesaba una crisis de credibilidad por su paso en el Ministerio Público. ¿Cree que ese trabajo puso sobre la mesa aspectos que contribuyeron a generar una visión negativa de su gestión?

—Creo que la crisis ya estaba instalada desde antes. Evidentemente, esto dio más elementos para dar cuenta de la crisis de la Fiscalía, pero eso venía del momento en que hubo presiones políticas que impidieron a los fiscales investigar los casos de corrupción empresariales. También proviene del acuerdo político transversal que existió para instalar a Abbott en la Fiscalía Nacional, y eso es lo que produce la crisis, lo demás son esquirlas.

—Esta entrevista se efectuó en el contexto del caso SQM y ganó la categoría de entrevista en el PPE Audiovisual.

—La idea de esa entrevista era insertarla en un reportaje sobre el caso SQM. Queríamos mostrar lo que realmente había ocurrido allí. Yo tenía algunos antecedentes que había podido reportear previamente. Estos tenían relación con que Abbott tuvo reuniones con personas que estaban bajo la lupa del Ministerio Público, senadores que tienen que votar por él. Me pareció importante aprovechar la entrevista para confrontarlo con esos datos.

—El fiscal nacional es una figura que se protege harto de los medios. ¿Cómo gestionaron esa entrevista?

—Le dijimos que estábamos trabajando en un reportaje por el caso SQM, por lo que accedió a hablar. Me dio la impresión de que él quería dar su punto de vista acerca de lo que yo había dicho sobre él en algún momento, entonces nos recibió de inmediato. Empezó a hacer varios puntos, que yo lo había tratado de una forma que no era justa y obviamente le di el espacio para que lo aclarara.

—¿Qué cosas de las que usted dijo fueron injustas?

—Abbot expuso que era injusto decir que él no había colaborado para esclarecer el caso SQM, y que yo había presentado antecedentes sobre cosas que él había dicho públicamente. Me parece que él consideró que la entrevista era una oportunidad para dar a conocer su punto de vista.

—Ha realizado muchas entrevistas golpeadoras durante su carrera. ¿Cómo se prepara?

—Creo que hay dos claves en este tipo de entrevistas que son importantes. La primera es estar muy preparado: conocer bien los casos y haber estudiado al personaje para saber cuál es el tipo de respuestas que da. Tener claro o tratar de anticipar qué cosas puede decir, y ojalá tener las citas textuales que haya dicho previamente, te sirven para poder contrarrestar. Al mismo tiempo, creo que uno no tiene que enamorarse de esa entrevista que preparó previamente porque eso también puede ser un error. A veces tratas de hacerla al pie de la letra y eso, en general, es una muy mala idea porque la entrevista tiene que ver con lo que el entrevistado te dice en el momento y, evidentemente, si te dice algo inesperado o más noticioso de lo que tú habías planificado, tienes que inmediatamente botar el plan previo al tacho de la basura e irte por ahí. Entonces, diría que es el equilibrio entre estar muy bien preparado, pero también dejarse sorprender. Cuando se combinan esas dos cosas puede haber un buen trabajo.

—¿Y qué elementos cree que tenía la entrevista con Abbott que le permitieron ganar el PPE?

—No sé si merecía ser la ganadora porque habían muy buenas entrevistas ese año (2021). Imagino que lo interesante de ésta es que se dieron a conocer elementos nuevos sobre las rutas que Abbott había tenido con senadores de ese momento. Pero además, la forma en que se produce eso es llamativa, porque no es sencillamente un reportaje, sino que es un diálogo donde le empiezo a presentar antecedentes y él, de alguna manera, responde tratando de decir lo menos posible. Entonces, me parece un momento periodístico interesante, no solamente por la información que se entrega, sino también por el interés dramático que provoca en el espectador.

“Creo que mi aporte al género de la opinión viene de mi formación y de mis conocimientos periodísticos. Desde allí puedo reportear, juntar distintos hechos y darles un sentido. En otras palabras, no es que yo amanezca un día con una idea brillante y diga: ‘ah, tengo que decir esto’, porque no creo que eso sea tan interesante como es poner antecedentes sobre la mesa”.

—Pasando a sus columnas de opinión y en relación al trabajo “El Liceo y el retén”, el cual relata cómo un colegio fue reemplazado por un retén para Carabineros tras la muerte de Camilo Catrillanca, llama la atención que nunca entregue una conclusión, sino que se presenten los antecedentes para que sea el lector quien se forme su propia visión. ¿Eso es lo que intenta lograr comúnmente en sus columnas?

—Sí, es una buena observación. Cada columna es distinta pero, en general, creo que mi aporte al género de opinión viene de mi formación y de mis conocimientos periodísticos. Desde allí puedo reportear, juntar distintos hechos y darles un sentido. En otras palabras, no es que yo amanezca un día con una idea brillante y diga “ah, tengo que decir esto”, porque no creo que eso sea tan interesante como es poner antecedentes sobre la mesa. Algunas veces son antecedentes públicos, otras, son los que he reporteado. Lo que procuro es presentarlos de una manera en que hagan que el lector diga: “no lo había pensado de esta forma”.

—¿Entonces también reportea en terreno sus columnas?

—Yo esa columna la escribí estando en Ercilla. Muchas veces reportear los temas o estar en terreno te da una sensibilidad distinta. Aunque el género de opinión sea diferente, el buen periodismo puede ser capaz de juntarlos para que surja una columna de opinión que esté fuertemente anclada con ese reporteo. Creo que eso es lo que me gusta hacer:  que la opinión esté basada en el periodismo. Muchas veces ni siquiera es necesario decir “yo opino o creo esto”, es más efectivo y elegante sencillamente presentar los hechos y dejar las conclusiones al lector. 

—¿Siente que su opinión influye de forma distinta, dependiendo del tiempo  en que se publique? Como en períodos electorales, por dar un ejemplo.

—Mis columnas son de contingencia, por lo tanto, van totalmente acorde al contexto. La gran mayoría tienen que ver con cosas importantes que han pasado en la semana -hay algunas excepciones-, pero uno no puede estar pensando en qué impacto van a generar porque la idea no es perjudicar a alguien o beneficiar a otro. Te diría que el único momento en que tal vez eso es distinto, es el día de las elecciones. Las columnas de ese día, en general, son bien cuidadosas porque es un momento en que lo que digas importa en quién va a votar la gente. A excepción de esos días particulares, no estoy  pensando en cuál va a ser el efecto que van a tener.

“Cuando analizas las columnas en el largo plazo, pienso que están en una línea clara: criticar al poder, o al menos tener una visión de fiscalizar el poder, ya sea político, económico y religioso. Creo que eso es lo que mantengo”.

—Hay semanas que sus columnas marcan  tendencia en Twitter, tanto con críticas negativas como positivas. ¿Cómo enfrenta lo que dicen los usuarios de redes sociales?

—No soy de esas personas que se quejan porque alguien me criticó o porque no les gustó mi columna. Yo tengo un espacio privilegiado al poder publicar una opinión que es bastante leída todos los domingos, y junto con ese privilegio va obviamente la responsabilidad de que otras personas estén o no de acuerdo con lo que escriba, es parte de las reglas del juego. Hay una tendencia de alegar intolerancia pero mientras la crítica sea profesional, respetuosa y tenga que ver con los contenidos, es absolutamente “parte de”. No podría escribir una columna y sentirme ofendido porque alguien está en desacuerdo con ella, sería absurdo. Sí es cierto que evidentemente las  redes sociales, y especialmente Twitter, son  un mundo particular. Hay mucha odiosidad, insultos, descalificaciones  personales que no tienen nada que ver con lo que escribo, y la verdad es que no vale la pena contestar.

—¿Qué opina entonces de los comentarios polarizados tipo “Matamala es facho” o “es comunista”?

—Cada semana es distinta. Algunas veces soy crítico del Gobierno, otras del empresariado o de la derecha, y ahí, claro, cada uno saca su conclusión. Sin embargo, cuando analizas las columnas en el largo plazo, pienso que están en una línea clara: criticar al poder, o al menos tener una visión de fiscalizar el poder, ya sea político, económico y religioso. Creo que eso es lo que mantengo.

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Catalina Mena: “A veces los fracasos se transforman en cosas que funcionan”

Catalina Mena:

“A veces los fracasos se transforman en cosas que funcionan”

Es periodista cultural, escritora y administradora de su propia revista online barbarie.lat. Y en 2014, fue ganadora de la categoría de entrevistas del PPE Escrito por las “Conversaciones por chat” que sostuvo durante meses con Pedro Lemebel mientras luchaba contra un cáncer de laringe. A pesar de que el autor de “Adiós mariquita linda” se negaba a ser entrevistado formalmente, Mena persistió en ese contacto y terminó acumulando una mensajería tan valiosa, que logró convencerlo de publicarla en la revista Paula. Seis meses después, Lemebel murió.

Por Jonathan Hernando

En 2014, Catalina Mena tenía un propósito: entrevistar a Pedro Lemebel para la revista Paula, en medio de su tránsito por el cáncer de laringe que lo terminaría llevando a la tumba en enero de 2015.  El problema era que el escritor –que en ese entonces estaba postulando al Premio Nacional de Literatura– no quería conversar con la prensa y aunque hubiese querido hacerlo, apenas podía hablar. Le acababan de hacer una laringectomía y había quedado con apenas un hilo de voz. Los lectores, como Catalina, se tenían que conformar con lo que el artista contaba en su muro de Facebook.

Ese era su único medio de comunicación. “Yo lo andaba persiguiendo pero él no quería que lo entrevistara. Era un tipo muy complicado, jodido. ‘Que no, que sí, que no’,  así se la llevaba. Además estaba recién operado y me rechazó”, cuenta la periodista y ex editora de Paula.

El anhelo pudo truncarse ahí. Pero Mena –ya al margen de la entrevista–, y sin saber bien por qué, comenzó a hablarle por el chat de Facebook y el escritor comenzó a dialogar con ella. “Fue un impulso combinado con el presentimiento de que se iba a morir”, dice.

Pasaron como cuatro meses de conversaciones. Fue entonces que miró el material y tuvo la certeza de que aunque no había logrado una entrevista del modo tradicional, sí tenía un tesoro entre manos.

“Me interesa poder mostrar una conversación, las opiniones de una persona, un cuerpo y un sujeto. ¿Cómo se mueve en la ciudad o cómo se sitúa en un espacio social? En el género del perfil tú ves a los personajes en su vida. Y el personaje tiene opiniones, ideas, temas (…). Yo no uso pautas, por ejemplo. Cuando comencé me apoyaba en ellas, pero después me di cuenta de que me gustaba más el hecho de conversar y no tanto la pregunta y respuesta”, dice la periodista sobre la fórmula de abordar su trabajo.

Como el día en que Lemebel le contó que su mamá lo visitaba en sueños y él podía incluso hablarle, tocarla y abrazarla:

“La veo tan real, tan fresca, tan linda, que me emociono al estar con ella, y aprovecho para contarle mis cosas y conversamos como antes, como si estuviera aquí. Un día me la encontré en un sueño, acompañada con mi papá en la mesa de un restaurante. Y les dije: ‘Qué bueno que están juntos. Yo aquí no soy feliz, quiero irme con ustedes’. Mi mamá miró a mi papá y me dijo que lo iban a conversar, para ver si me llevaban o no. Me puse a llorar, bajé la vista y cuando la levanté ya no estaban. Y ahí desperté. Pasaron unas semanas y me los volví a encontrar en sueños. Y ella me dijo que lo habían conversado y que sí, que me iban a llevar. Y yo le contesté: ‘Pero no tan luego, pos mami’. Y ahí ella se puso a reír y me dijo: ‘Estái puro weviando’”.

La periodista le comentó a Lemebel lo valiosas que estaban siendo sus conversaciones. Y entonces, para su sorpresa, el autor de “Tengo miedo, torero” accedió a que ella las editara con el fin de publicarlas en la revista Paula. Paralelamente, “Pedro me invitó a una performance en el Cementerio Metropolitano, a la cual fui. Esa experiencia que comienzo relatando en la entrevista fue la que combiné con una versión muy resumida de los chats que terminaron sumando como 200 páginas en total, y que le mostré. Fue como una publicación en conjunto… después de eso, ya murió”, dice Catalina. 

El texto “Conversaciones por chat” no sólo retrata muy bien a Lemebel, sino también la manera que tiene su autora de abordar a sus entrevistados. Mena, más que entrevistar a los personajes que elige, los mira a fondo y los describe hasta perfilarlos. “Lo que me interesa es retratar a la persona y no hablar de algo en específico. A menos que esté haciendo una nota para un diario y me lo pidan así, lo que hago es construir un personaje y darle volumen para mostrar sus hábitos y lo que pasa en su cabeza. Quiero que los lectores, en el fondo, conozcan a la persona a través de la conversación y este dibujo que hago. Es como tener una sesión psicológica”.

–¿Ese ha sido su estilo de entrevista siempre? 

–No es que tenga una fórmula, pero sí me interesa poder mostrar una conversación, las opiniones de una persona, un cuerpo y un sujeto. ¿Cómo se mueve una persona en la ciudad o cómo se sitúa en un espacio social? En el género del perfil tú ves a los personajes en su vida. Y el personaje tiene opiniones, ideas, temas, pero no son temas que necesariamente toquen la contingencia. Yo no uso pautas, por ejemplo. Cuando comencé me apoyaba en ellas, pero después me di cuenta de que me gustaba más el hecho de conversar y no tanto la pregunta y respuesta.

–Volviendo a lo que resultó de sus diálogos con Lemebel, con la perspectiva del tiempo, ¿hubiera preferido que la entrevista hubiera sido presencial?

–Es que al final igual fue interesante, porque esto partió como un fracaso y a veces los fracasos se transforman en cosas que funcionan. Pedro se negó a ser entrevistado, pero como por mi cuenta seguí hablándole y él me contestó, llegó un momento en que me di cuenta de que no sólo tenía su forma de hablar, sino que podía ver varias cosas de su vida a través de esa conversación. Muchas veces me decía cualquier cosa de su día a día, como por ejemplo: “Voy a ir a Valparaíso a ver al doctor”. Fue ese material más coloquial el que fui mezclando con los temas serios y así surgió la entrevista.

–Esta entrevista ganó su categoría en el PPE Escrito de 2014. ¿Qué importancia tuvo este premio en su carrera?

–¡Uy, qué palabra más grande! Yo no me siento haciendo una carrera, no tengo esa visión exitista, sino que trabajo no más en esto porque me gusta y porque puedo pagar las cuentas al mismo tiempo que puedo mantenerme a mí y a mis hijos. Claro que es rico recibir un premio, es rico que te reconozcan y fue bonito también recibirlo, porque creo que es un reconocimiento póstumo a Pedro. Creo que me dieron el premio no solo porque la entrevista sea buena, sino que porque calzó con el momento de su fallecimiento. Encuentro importante que existan estos premios y que se reconozca el trabajo, sobre todo del periodismo escrito, que por desgracia esta súper mal pagado, pero cuyo esfuerzo se ve recompensado de otras maneras.

“Llegó un momento en que me di cuenta de que no sólo tenía su forma de hablar, sino que podía ver varias cosas de su vida a través de esa conversación. Muchas veces me decía cualquier cosa de su día a día, como por ejemplo: “Voy a ir a Valparaíso a ver al doctor”. Fue ese material más coloquial, el que fui mezclando con los temas serios y así surgió la entrevista”, dice Mena sobre sus chats con Lemebel.

–La revista Paula, antes de dejar el papel y convertirse en un medio online, fue muchas veces finalista y ganadora del PPE a través de diversas plumas. ¿Qué tenían de especial los y las periodistas de la revista impresa?

–En la revista teníamos condiciones super especiales que favorecían el buen periodismo. Antes, la revista era mensual y después pasó a ser quincenal. Esto quiere decir que había mucho tiempo para trabajar los artículos. Por ejemplo, cuando había que hacer una entrevista, no ibas una sola vez y le hacías las preguntas a la persona, sino que la acompañabas en su día a día. Además, teníamos mucha corrección, podíamos entregar hasta cuatro versiones del mismo trabajo. Y esas correcciones, más la alta exigencia que teníamos, hacía que los textos obtuvieran premios. También teníamos muchas buenas plumas. Gente que tenía una bonita escritura.

“Mi mamá miró a mi papá y me dijo que lo iban a conversar, para ver si me llevaban o no. Me puse a llorar, bajé la vista y cuando la levanté ya no estaban. Y ahí desperté. Pasaron unas semanas y me los volví a encontrar en sueños. Y ella me dijo que lo habían conversado y que sí, que me iban a llevar. Y yo le contesté: ‘Pero no tan luego, pos mami’. Y ahí ella se puso a reír y me dijo: ‘Estái puro weviando’”, tecleó Lemebel a Catalina Mena.

En efecto, “Conversaciones por chat” de Catalina Mena fue uno de los tantos trabajos de la revista Paula que han sido reconocidos durante la historia del PPE. Para ser exactos, el medio ha sido premiado unas 12 veces en 20 años y otras 33 ha destacado entre los trabajos finalistas.

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Paulina de Allende-Salazar: “Mi motivación histórica ha sido correr vallas”

Paulina de Allende-Salazar:

“Mi motivación histórica ha sido correr vallas”

La verdad periodística. Eso es lo que persigue Paulina de Allende-Salazar con cada una de las investigaciones que ha realizado en su carrera y que la han hecho ganadora en dos oportunidades del PPE: una por el reportaje con el que le puso rostro a los abusos cometidos por Karadima, y otra con el que reveló los sobresueldos que recibían el Ejército y las policías como consejeros de las mutualidades. De esto y más habla en esta entrevista quien fue por 23 años parte del equipo de Informe Especial y que hasta hace poco se desempeñó en el matinal Mucho Gusto, de Mega.

Por Pablo Castro

Hace más de una década, el equipo de Informe Especial liderado por Paulina de Allende (Premio Lenka Franulic, 2019) investigó una denuncia que puso de cabeza al país. Por primera vez, los abusos sexuales por los que ya se estaba investigando al sacerdote de la parroquia El Bosque, Fernando Karadima, tuvieron rostro. Sus víctimas, Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, hablaron por primera vez en un reportaje que fue emitido por TVN en 2010.

No hubo nadie que no acusara el golpe. El horror que escondía la sotana investida por Karadima, y el coraje con que sus víctimas testimoniaron los abusos y manipulaciones de conciencia que recibieron siendo adolescentes, fueron el detonante de una bomba que puso en evidencia una realidad oculta que entremezclaba el abuso sistemático con influyentes redes poder, con el ocultamiento, con la impunidad, y muchas otras cosas podridas que se habían enquistado durante décadas en la iglesia chilena. Todo bajo la mirada de autoridades religiosas que sabían, pero preferían esconder y blindar sus propios pecados para no exponerse ante la sociedad.

El caso Karadima resultó ser sólo la primera hebra de otras fechorías que tenían encubridores múltiples al interior de la Iglesia, como es el caso del obispo Juan Barros (ver reportaje Cinco golpes que transformaron la conversación en Chile). “A mí me tocó abrir la ventana y mostrar lo que estaba pasando. Mi trabajo fue, de alguna manera, levantar la alfombra y decir: esta es la mugre que está ahí abajo”, dijo De Allende-Salazar en una entrevista que concedió a la revista Paula hace algunos años.

En efecto, su investigación produjo un punto de inflexión en la sociedad. A partir de ese reportaje, se le cree a las víctimas, y tanto Cruz como Hamilton y Murillo se transformaron en representantes de la lucha contra el abuso.

La periodista ganó el PPE por este trabajo en 2010 -el primer año en que se premiaron trabajos audiovisuales-, y también por “Mutualidades: FF.AA., Carabineros y PDI, ¿Sobresueldos?“, en 2018. Uno de los denominadores comunes entre ambas investigaciones es el abuso de poder. A sus 52 años y con una carrera de más de dos décadas en la investigación en distintos canales de televisión, Paulina de Allende-Salazar dice que su motivación sigue siendo llegar a la verdad periodística. Y que para lograrlo, no escatima esfuerzos en buscar respuestas interrogando a quien sea.

—Hubo un cambio cultural profundo desde que expuso los abusos de Karadima. ¿Cómo fue el contacto con las personas afectadas?

—Fue lento. Recuerdo que nosotros comenzamos a investigar sobre los abusos sexuales de Karadima un año antes de emitir el programa, porque queríamos hacer las cosas profundamente y, entonces, tardamos en reunir los antecedentes, contrastar las fuentes y tener, además, los testimonios audiovisuales. Juan Carlos Cruz fue el primero en acercarse a mí y yo le dije que había que comprobar su denuncia antes de publicarla. No fue fácil entrar en su intimidad o en aspectos súper dolorosos en una sociedad que entonces castigaba semejante denuncia. Había que pagar costos que de alguna manera te trae la verdad, costos que son en pos de obtener mayor libertad.

—Respecto de chequear la veracidad del contenido de la denuncia, ¿cómo fueron descartando la información?

—Lo que pasa es que fue al revés. Hablamos con mucha gente y pocos quisieron dar la cara y muchos nos mintieron. Nos quedamos con los que dijeron que sí, es decir, con la valentía de los protagonistas.

“Juan Carlos Cruz fue el primero en acercarse a mí y yo le dije que había que comprobar su denuncia antes de publicarla. No fue fácil entrar en su intimidad o en aspectos súper dolorosos en una sociedad que entonces castigaba semejante denuncia. Había que pagar costos que de alguna manera te trae la verdad, costos que son en pos de obtener mayor libertad”, dice la periodista sobre el proceso de acercamiento a las víctimas de Karadima que hablaron por primera vez en su reportaje.

 

—Karadima murió impune porque los delitos, si bien fueron comprobados por la Iglesia Católica y la justicia civil, estaban prescritos. ¿Cómo interpretó todo eso?

—Creo que no quedó impune. A pesar de que no recibió castigo penal, porque efectivamente los abusos que cometió estaban fuera de los tiempos, sí hubo una verdad jurídica establecida por un juez, y eso, en términos de estrategia, es bien interesante e importante porque establece verdades históricas.

—¿Qué aprendieron como equipo de la investigación de este caso?

—Que vale la pena, que se pueden hacer cosas casi imposibles, que somos una pequeña parte de la historia de nuestro país, de la transparencia; que de eso se trata esta profesión.

—Con respecto al reportaje con el que volvió a ganar el PPE Audiovisual en 2018, ¿cómo se llevó a cabo esa investigación que reveló los millonarios ingresos que recibían altos cargos del Ejército y las policías por ser parte de los directorios y consejos de sus mutualidades?

—Ese fue un trabajo gigante. Tuvimos que levantar muchos datos, levantar planos y medirlos, ir a terreno, darnos cuenta de que a veces no eran exactos, volver a corroborar, tener la ayuda de especialistas, entender la ley… Fue harta pega, pero entretenida. La idea que teníamos era informar fuese quien fuese el responsable. Trabajamos con información de la CMF (Comisión para el Mercado Financiero) y pudimos darnos cuenta de las irregularidades que estaban cometiendo el director general de Carabineros, el de la PDI y los representantes máximos de las FF.AA., quienes de alguna manera estuvieron recibiendo por años un sobresueldo que por norma no debían recibir. Después de ese reportaje hubo cambios en las formas en que funcionan las mutualidades y se tradujeron en que el Ejército, la Armada y la Fach renunciaron a sus remuneraciones con el argumento de mantener los más altos estándares de probidad y transparencia. 

“Creo que no quedó impune. A pesar de que no recibió castigo penal porque efectivamente los abusos que cometió estaban fuera de los tiempos, sí hubo una verdad jurídica establecida por un juez, y eso, en términos de estrategia, es bien interesante e importante porque establece verdades históricas”, dice Paulina de Allende sobre Karadima, quien murió en 2021 sin pasar ningún día en la cárcel y sin haber pedido jamás perdón.

 

—También logró junto a su equipo que la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), responsable de atentados incendiarios en faenas forestales del sur, y su vocero, Héctor Llaitul, hablaran con un medio de comunicación tras 20 años de silencio. ¿Cómo fue reportear eso?

—Para llegar hasta ahí hubo mucha producción previa, que es conversar, organizar y ver cómo se comportan las otras personas. En este caso, el chequeo y el control del lugar donde nos íbamos a reunir corría por parte de ellos y, luego, para llegar a esos encuentros, tuvimos que esperar mucho rato, noches en algunos casos. No tuve miedo, pero sí fue físicamente exigente y también demandó bastante carácter.

—¿Qué tan difícil es entrar en esos territorios de la llamada “Zona Roja”?

—Creo que cada vez es más difícil en algunas zonas. Ese reportaje cumplió con la labor que es muy propia del periodismo, que es poner los elementos sobre la mesa, las realidades que están ocurriendo en distintas partes del territorio para que las autoridades vayan tomando decisiones y para que la ciudadanía vaya tomando conciencia, pero parece que no fue suficiente.

“Después de ese reportaje hubo cambios en las formas en que funcionan las mutualidades y se tradujeron en que el Ejército, la Armada y la Fach renunciaron a sus remuneraciones con el argumento de mantener los más altos estándares de probidad y transparencia”, dice la periodista sobre el impacto que generó el trabajó que le valió el PPE Audiovisual en 2018.

¿Por qué decidió cambiar drásticamente de un programa de investigación a un matinal (Mucho Gusto, en Mega)?

—Porque llevaba desde 1996 en TVN y me pareció que era un buen momento para hacer cambios, para salir de zonas de confort. Fue una decisión que tomé tranquila.

¿Cuáles son sus motivaciones hoy en día?

—Reencontrarme con mi motivación histórica que ha sido ir corriendo vallas, ir poniendo pautas relevantes sobre la parrilla e insistiendo en la necesidad de temas que nos permitan construir, con mayor transparencia, democracias y sociedades más sólidas.

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Tania Opazo: “El periodismo digital obliga a los periodistas a salir de esa zona de confort en la que ellos tienen control de todo”

Tania Opazo:

“El periodismo digital obliga a los periodistas a salir de esa zona de confort en la que ellos tienen control de todo”

Es editora del área de  Narrativas Interactivas de La Tercera y su fórmula para acercarse a las audiencias del siglo XXI mediante la exploración de nuevas herramientas digitales, la han llevado a ser reconocida internacionalmente en los Premios Rey de España, los Digital Media LATAM, los Sigma Awards y la Society for News Design. Defensora de un periodismo que, además de informar, le entregue una experiencia al lector, ha creado junto a su equipo productos tan llamativos como “Transición”  o  “El Puzzle de las Tierras Indígenas”, trabajo por el que ganó el PPE en 2021.

Por Ana Moraga

Lo veía lejano e inaccesible porque acababa de terminar su práctica en la Zona de Contacto del diario El Mercurio, pero Tania Opazo Guerrero (39) creía en el potencial de su trabajo. Y en 2010, se armó de valor y llegó hasta la Universidad Alberto Hurtado para postular a los Premios de Periodismo de Excelencia (PPE). Para su sorpresa, la crónica “Beyoncé a morir” quedó finalista, pero además marcó el inicio de un camino de reconocimientos que hoy, 13 años después, la tienen de editora en el área de Narrativas Interactivas de La Tercera.

Tania Opazo ha sido galardonada internacionalmente en los Premios Rey de España por el especial con el que ella y su equipo narraron el estallido social de 2019 en Chile, como también en los Data Journalism Sigma Awards por retratar las muerte por Covid-19 en Santiago. Explorando nuevas herramientas digitales para acercarse a las audiencias del siglo XXI, ha logrado llevar al periodismo a un nuevo nivel y producir productos interesantes como “El puzzle de las tierras indígenas: Cuántas se han entregado y qué falta por hacer”.

Reconocida con el PPE en 2021, esta es una investigación definida como “atemporal” porque a pesar de tocar un tema complejo que está en la palestra cada semana, bajo su guía logra convertirse en una experiencia sencilla, completa y pedagógica para el lector.

—Vamos al pasado, ¿qué la llevó a realizar su primera postulación al PPE, 13 años atrás?

—Había terminado hace unos meses mi práctica en la Zona de Contacto de El Mercurio. Sentía que era un lugar donde iba a poder hacer cosas diferentes y yo creo que ya en esa época tenía una cierta curiosidad por lo digital (…) Fue una experiencia bien desafiante, con altos y bajos, pero me dieron muchos chipes libres para escribir las cosas que quería y de la forma que quería. Cuando terminé la práctica, vi la convocatoria del PPE y pensé: “cómo voy a postular, sin mayor experiencia”. Pero a mí me gustaba lo que había escrito, aunque no era realmente muy digital, solo texto con algunas fotos y videos.  “Beyoncé a morir” y “Mi primer terremoto”. En esa época, había un ganador por categoría. Recuerdo que cuando me vi entre los finalistas de la categoría crónica con el periodista Juan Andrés Guzmán, dije: “él va a ganar el PPE con el reportaje ‘La Ola Maldita’”, y así fue.

—“Beyoncé a morir” retrata la historia de una transformista que dice ser la doble oficial de la cantante norteamericana y que se prepara para la llegada de la artista a Chile. ¿Llevarías ese trabajo a la era digital?

—Creo que es una historia que podría ser audiovisual, sí. Ahora, el texto también tiene esa cosa mágica de que te obliga a situar en la cabeza de los lectores ese espacio sonoro que está lleno de colores, música, el cómo se maquillan, se arreglan y la gente gritando. Cada formato tiene algo especial que aprovechar.

“Lo me apasiona del periodismo digital es que es colaborativo. Siento que obliga a los periodistas (tradicionales) a salir de esa zona de confort en el que ellos tienen control de todo, y yo siento que una vez que los periodistas sueltan el control, salen cosas mucho mejores”.
“El día de mañana alguien va a hacer un trabajo del colegio tratando de entender este tema, se puede topar con esto y comprender un fenómeno que, si bien suele estar mirado súper por encima, aquí adquiere profundidad y complejidad. Podrías ir sumándole millones y millones de capas, incluso. Es un tema que va a seguir sucediendo y probablemente en cinco años más lo podríamos actualizar”, dice Tania Opazo sobre su trabajo “El puzle de las tierras indígenas”.

Tras ese éxito periodístico, Tania Opazo continuó su carrera en el periodismo tradicional, trabajando principalmente en el suplemento Tendencias del diario La Tercera. Sin embargo, reconoce que en un momento“tocó techo” haciendo más de lo mismo. Es en ese contexto que aprovechó de realizar distintos cursos de storytelling digital, periodismo de datos y otros, para emprender su primer gran proyecto : Transición. En ese tiempo, 2018, se estaba tramitando la Ley de Identidad de Género, entonces le propuso al director de audiencias de La Tercera, Alejandro Trujillo, hacer un especial sobre el tema.

“Le conté que estaba postulando a un fondo y que necesitaba que me firmara una carta para participar y publicarlo en el diario. Y aunque postulé y no me gané las lucas, al final decidimos hacer igual el proyecto y fue nuestra primera experiencia full digital. Hice de todo. Reporteé, escribí, hice podcasts  y con, Catalina Jaque, compañera de La Tercera TV, hicimos videos, incluyendo un explainer. En ese primer proyecto también empecé a trabajar con quien es mi partner hasta el día de hoy, el desarrollador Álex Acuña. Por supuesto, hubo más gente involucrada, se armó un grupo genial y siempre estaré agradecida de ellos. (…), porque ahí puse a prueba todo lo que había aprendido y creo que quedó un súper buen producto”.

—A diferencia del periodismo tradicional, el periodismo digital pareciera ser mucho más colaborativo, ¿es así?

—Como te explicaba arriba, Transición en ningún caso fue un trabajo solitario, y yo creo que a mí una de las cosas que me encanta y me apasiona del periodismo digital es que es colaborativo. Obliga a los periodistas a salir de esa zona de confort en la que ellos tienen control de todo, y siento que una vez que los periodistas sueltan el control salen cosas mucho mejores. Me pasa mucho cuando me toca trabajar con equipos de periodistas que son más de papel y empiezan a dar opiniones. Entonces yo miro de inmediato la cara de los desarrolladores, los diseñadores y los audiovisuales, y noto que piensan distinto. Están viendo un millón de cosas que los periodistas no ven y que enriquecen el trabajo. Entonces, es un ejercicio de humildad, un ejercicio que de a poco lo han ido trabajando. En el fondo no es ir en contra de lo que ellos hacen, sino que es sumarle, pero eso tiene un precio y ese precio es aprender a escuchar, aprender a entender que las cosas no se hacen mágicamente, que requieren mucho trabajo que ellos no saben hacer.

“Si te muestro lo que piden para postular a un cargo, verás que dice ‘reportero’ o ‘editor’, no diseñador ni desarrollador, pero más abajo te ponen: conocimientos de HTML CSS ya adquiridos, conocimiento de programas de edición de diseño, Photoshop Illustrator, etc. Eso están esperando de ti. Son éstas las habilidades que los van a diferenciar en el mercado laboral el día de mañana”.

—Ese trabajo utiliza otras herramientas. ¿Qué se busca en un periodista digital?

—Si nos ponemos a revisar cuáles son los requerimientos para los cargos de “reportero” o “editor” en las áreas de interactivos, data, visuales, gráficos en grandes medios del mundo, además de esperar que tengas todos los conocimientos periodísticos, más abajo te ponen: conocimientos de HTML, CSS, Javascript, Phyton…, conocimientos de programas como, Photohop, Illustrator, etc. Eso están esperando de ti. Y son estas las habilidades que van a diferenciar a los periodistas en el mercado laboral el día de mañana, con lo bueno y lo malo que puede tener eso. No es lo que les están machacando en la universidad, van a tener que ustedes ir a buscar esas herramientas a otro lado. Si te gusta el digital y te gusta hacer cosas visuales, van a estar esperando que tú sepas un poco de programación y de diseño. Hay periodistas que se han especializado en eso y son de los más cotizados del mercado.

—¿Hay algún medio que la haya inspirado y que lleve este boom digital?

—Hay medios que siempre van a ser referencias, como The Washington Post o The New York Times, Reuters, que tienen de todo. Son equipos tan grandes, tienen tantos recursos, que pueden hacer lo que se les da la gana. Uno los mira con envidia. Pero también hay muchos otros medios que acá no se conocen tanto, algunos grandes, pero otros con menos recursos, y que hacen cosas súper buenas. Pienso en The Pudding, SCMP, y en Latinoamérica, La Nación de Argentina y El Surti en Paraguay.

—¿Cómo reciben el formato digital los periodistas tradicionales?

—En la interna estamos en un proceso en aprendizaje mutuo. A veces todavía hay cierta tensión entre los equipos, en parte porque hay medios que se supone que son 100% digitales, pero que en el fondo siguen funcionando como medios impresos (…) es un trabajo de crecimiento que se hace día a día, proyecto a proyecto, y a medida que todos ven resultados y se ponen contentos al ver sus productos, se avanza.

—Volviendo a los PPE, en la edición de 2021, junto al equipo de La Tercera ganaron el PPE por “El Puzle de las Tierras Indígenas” en la categoría Digital. ¿Cómo surgió la idea?

—Como contexto, La Tercera había creado una nueva área de investigación. La idea era que trabajáramos codo a codo con ellos para que el despliegue digital de las historias fuera de una forma distinta a la que se entrega en el día a día. Dentro de los temas en los que el director del diario quería hacer hincapié estaba la situación en La Araucanía, donde la cobertura es bien circunstancial y había poco reportaje que intentara explicar las causas y complejizar un poco lo que sucedía. Estábamos en eso cuando Juan Manual Ojeda, periodista del equipo, encontró en la web una lista con todas las tierras que se han recuperado y adjudicado para comunidades indígenas, un catastro súper completo que ni por Transparencia nos lo habían entregado. Entonces Juan Manuel Ojeda, junto a Carlos Said, investigaron lo que estaba pasando y descubrieron que durante la última administración de Piñera, casi se estancó completamente la entrega de tierras, que fue una decisión política y que eso aumentó aún más las tensiones en la zona. Por otro lado, también había que explicar todo lo que tiene que ver con el tema de las tierras, el por qué se están restituyendo, cómo se sabe que se le debe a estas comunidades, etc. (…) así empezamos.

—¿Y en qué momento surge el puzle como el concepto que se lleva al reportaje digital?

—Estábamos muy complicados con el tema del título y el concepto porque era difícil de explicar y era poco atractivo, algo que pasa mucho con los temas de investigación. ¿Cómo lo hacemos más llamativo? Recuerdo que me empezaron a contar de la manera más simple de qué se trataba el reportaje. Entonces les dije: “oye, esto es imposible de meter en un reportaje, hay que separarlo, porque es como un acertijo, como un puzzle que incluso no puedes armar del todo, porque hay piezas que no encajan o que no se pueden resolver hasta hoy”. Y esa fue mi propuesta. Le llevé el concepto al desarrollador y trabajamos muchas maquetas previas porque la idea era mostrar el puzzle, pero también representar que era algo histórico, con letra manuscrita, papel antiguo. Todos esos detalles gráficos que la gente no es consciente cuando ve el producto porque lo ve como un todo, pero que cuando uno está creando les mete mucha cabeza porque son parte de la sumatoria para elproducto.

—Fue una investigación con un tema muy atemporal y ahí estaba el desafío.

—El trabajo que hicieron Juan Manuel y Carlos fue increíble, tomo varios meses.  El día de mañana alguien va a hacer un trabajo del colegio tratando de entender este tema, y se puede topar con esto y entender un fenómeno que, si bien suele estar mirado súper por encima, aquí adquiere profundidad y complejidad. Podrías ir sumándole millones y millones de capas, incluso. Es un tema que va a seguir y probablemente en cinco años más, lo podríamos actualizar porque no es un tema resuelto, por eso es un puzzle.

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Juan Cristobal Peña: “Hay una mirada y una urgencia que me lleva a acusar y denunciar”

Juan Cristóbal Peña:

“Hay una mirada y una urgencia que me lleva a acusar y denunciar”

Periodista y escritor, en ese orden. Juan Cristóbal Peña (53) se ha destacado por publicar historias sobre la dictadura y el dictador, los grupos subversivos que le hicieron frente, vulneraciones a los derechos humanos y otros que en tres ocasiones lo han hecho ganador del PPE Escrito. Como cuando contó, en varias entregas y en coautoría con el actual director de Ciper, Pedro Ramírez, la historia secreta tras el secuestro de Cristián Edwards, o como cuando entró en el caso Víctor Jara a través de su hija Amanda, de quien habla en profundidad en esta conversación.

Por Karla Fernández R.

Participar en el debate público. Eso es lo que deseaba Juan Cristóbal Peña cuando eligió estudiar periodismo en un Chile que, tras el plebiscito de 1988, retornaba a la democracia malherido y secuelado por la dictadura. Reivindicar los derechos humanos que habían sido cruelmente avasallados por agentes del Estado se convirtieron rápidamente en el foco de sus pesquisas reporteriles, aun cuando comenzó escribiendo de música y espectáculo.

Además de ser periodista de la UDP y actual director del Magíster en Escritura Narrativa de la Universidad Alberto Hurtado, Juan Cristóbal Peña es escritor.  “Jóvenes pistoleros” (2019), “La secreta vida literaria de Augusto Pinochet” (2013) y “Los fusileros” (2007), son algunas de sus obras más emblemáticas. Le interesan las víctimas pero también retratar las visiones de los victimarios. En ese sentido, su perfil sobre el jefe de la DINA, Manuel Contreras, incluido en el libro “Los malos” (2015),  editado por Leila Guerriero, logra retratar con maestría la cabeza y la fragilidad de quien terminó siendo condenado a cadena perpetua por múltiples secuestros, encarcelamientos, desapariciones, torturas y asesinatos de adherentes a la Unidad Popular.

A Peña le interesa entrar en materias que podrían ser consideradas marginales o postergadas. Gracias a esa convicción fue que logró ser ganador del PPE Escrito en 2004, 2008 y 2009, con trabajos como “Víctor Jara: La sangre de un poeta” publicada por Rolling Stone; “Registro Civil: Graves irregularidades en millonaria licitación”, que investigó para Ciper junto a Mónica González y Francisca Skoknic; y la serie “La historia secreta del secuestro de Cristián Edwards”, que realizó para el mismo medio en coautoría con su actual director, Pedro Ramírez. Además, en 2011, fue finalista con la crónica que escribió para El Semanal de La Tercera bajo el título “Amores de cárcel”, la cual retrató las relaciones amorosas entre reclusos.

En los últimos años, y a partir del estallido social de 2019, ha escrito distintos artículos y participó en una investigación que llevó a cabo con el equipo de LaBot Documenta. “Escribí sobre víctimas de violencia policial y militar en ese contexto, y también sobre las maneras en que ha predominado la impunidad”, dice.

—Considerando que ejerció el periodismo en tiempos en que Pinochet seguía como senador vitalicio y los tentáculos de la dictadura seguían enquistados en la sociedad, ¿qué tipo de secretos logró sacar a la luz?

—Creo que a comienzos de los ’90, algunos hechos protagonizados por guerrilleros eran vistos por ellos, con cierta ética, con cierto romanticismo. Con el paso del tiempo, en cambio, se gestó una mirada más crítica sobre esas historias y se reconocieron errores y horrores también, como fueron los ajustes de cuentas. Al menos existía una mayor apertura para hablarlo. En esos años no reporteaba en ese ámbito, pero igualmente pienso en secretos que salieron a la luz: la negligencia del Ejército en el contexto de procesos judiciales, y también en lo sumamente difícil que era para los periodistas: había operaciones en contra de ellos y de políticos por parte de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), les hacían seguimiento y espionaje.

—Una de las primeras historias de derechos humanos que sí reporteó fue el texto ganador del PPE, “Víctor Jara: la sangre de un poeta”, donde logra hacer hablar a Amanda, su hija. ¿Cómo fue el proceso de comunicarse con ella, considerando que no daba entrevistas?

—Efectivamente, ella, que era su única hija biológica, no había dado entrevistas. Nunca fue una persona que tuviera una participación pública o que se involucrara en debates sobre la dictadura, menos si el tema de esos debates era su padre. Ella rehuía y esquivaba hacerse cargo de su legado político y musical. Creo que esto se debía, principalmente, a que ella no se sentía cómoda tomando el papel de vocera porque, en parte, su madre Joan Jara cumplía esa función y había tomado la bandera de lucha desde su papel de viuda. La hija, en cambio, no quería vivir a la sombra de eso. Por esta razón, parte del propósito de la entrevista era indagar qué ocurría con ella y explorar en su memoria, rescatar cuáles eran los recuerdos con su padre y por qué tomaba distancia ante esta historia familiar. Cómo veía este Víctor Jara que era un emblema para muchos, pero que para ella era su padre, y no una chapita, mural o estampado de polera.

“A comienzos de los ’90, algunos hechos protagonizados por guerrilleros eran vistos por ellos, con cierta ética, cierto romanticismo. Con el paso del tiempo, en cambio, se gestó una mirada más crítica sobre esas historias y se reconocieron errores y horrores”.

—¿Cómo llegó a Amanda?

—Llegué a través de terceros que yo conocía y la conocían a ella. Una de las cosas que hice, y luego repetí como un método, fue tener los primeros encuentros con ella sin grabadora y sin libreta de apuntes. Estuve todo un día en su casa, en Quintay, y solo al final de la visita, tomé apuntes a partir de lo que recordaba. Luego, en un par de sesiones posteriores, grabé y repasé algunos temas, pero me parecía importante establecer un nexo de confianza primero y en un nivel distinto al periodístico. Recuerdo que me propuso que fuéramos a caminar y a pasear con sus perros. Entendí que debía tener una conversación abierta, donde registrara mentalmente el contenido de esa conversación.

—Durante el estallido social de 2019, la imagen de Víctor Jara se reivindicó. ¿Qué le parece que su figura siga siendo una bandera de lucha?

—Bueno, el reportaje termina justamente con Amanda Jara diciendo algo que es muy significativo todavía: que quienes mataron a Víctor Jara le hicieron un favor a la causa, lo convirtieron en una figura inmortal. En ese sentido, su padre se convirtió en una figura de referencia, a la cual se le vio con otros ojos. No sólo era uno de los cantautores chilenos más importantes, sino que es un símbolo político. Representa lo incorruptible, la lucha, la dignidad y también el intento por no olvidar que hubo desde 1973 en adelante, aún cuando se retornó a la democracia. Al ser asesinado los días posteriores al Golpe, su imagen queda impoluta, es el mártir que representa lo más puro de la experiencia del artista comprometido.

“Es preocupante lo que ocurre hoy en día, la impunidad y el estancamiento de los procesos judiciales y la investigación a cargo del Ministerio Público [para con los heridos oculares del estallido social]. Más aún con lo que ocurrió en el Plebiscito. Hay una suerte de reivindicación de un sector a esa violencia política de agentes del Estado hacia la población”.

—¿Como las víctimas de heridas oculares o Camilo Catrillanca en La Araucanía?

—No, en absoluto. Básicamente porque Víctor Jara es una víctima de la dictadura, pero porque además es un cantautor que tiene una importancia fundamental para la música chilena, cosa que no ocurre con ninguna víctima en el contexto del estallido social. En segundo término, son circunstancias políticas y sociales muy distintas. El crimen de Víctor Jara se da en días posteriores al Golpe de Estado, y el estallido social se da en un contexto de democracia.

—Considerando que es un suceso reciente, ¿de qué manera ha abordado a las víctimas que surgen con el estallido social?

—Creo que en ese tema hay una mirada y una urgencia que me lleva a acusar y denunciar lo que está ocurriendo. Es preocupante lo que ocurre hoy en día, la impunidad y el estancamiento de los procesos judiciales y la investigación a cargo del Ministerio Público. Más aún con lo que ocurrió en el Plebiscito. Hay una suerte de reivindicación de un sector a esa violencia política de agentes del Estado –Carabineros preferentemente– hacia la población. Es lo más preocupante de este discurso, que suele atacar y deshabilitar las denuncias de violencia, procurando sembrar la impunidad en estos procesos. 

—¿Cree que esta resistencia persiste? Porque primero gana el Apruebo y posterior a eso el Rechazo.

—Sin duda, lo que ha ocurrido en función al resultado significó no solo echar abajo una Constitución, sino que levantar una agenda conservadora, una agenda negacionista y donde simbólicamente está en juego el evaluar un proceso político que comenzó el 2019. 

—¿Qué valor tiene para usted que la Rolling Stone haya publicado la historia de Víctor Jara?

—Era una revista importante, considerando que Chile se caracterizó en la época de los ’90 por ser pobre en plataformas y medios de comunicación. En ese momento, se publicaba paralelamente en Chile y Argentina. Si bien acá fue en portada y allá no, la revista apostó en ese momento por llevar este tema desplegado con todas sus complejidades, me dio el tiempo para reportearlo, escribirlo y tener un cuidado en los datos de la investigación.

—¿Es más factible publicar sobre derechos humanos en medios internacionales que en los chilenos?

—Creo que no. Pero sin duda la mayoría de los medios grandes que tienen más estructura y publicidad en Chile tienen una tendencia editorial y política que no tiene particular interés y simpatía por indagar en estos temas.

“La mayoría de los medios grandes que tienen más estructura y publicidad en Chile, tienen una tendencia editorial y política que no tiene particular interés y simpatía por indagar en estos temas (dd.hh.)”.

—En 2011 fue finalista con una serie de historias de amor entre hombres y mujeres privadas de libertad en la cárcel de Arica, ¿podría contar acerca de ese proceso?

—Ese trabajo en la cárcel de Arica me gustó mucho. Es uno de los pocos centros donde los edificios de mujeres y hombres están enfrentados. No tienen contacto físico permanente, pero sí visual, y desde un edificio a otro se escribían cartas –le llamaban el chat–. Haciendo letras al aire con botellas plásticas luminosas, que en algunos casos eran botellas de cloro, se escribían de un lado a otro, se conocían y establecían relaciones de pareja. Luego de seis meses, podían acceder a tener contacto físico con gente que jamás se había visto la cara, como ocurre en redes sociales hoy.

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Bianca González: “En vez de enfocarnos en los aspectos positivos de la propuesta constitucional, tuvimos que usar ese tiempo en desmentir información”

Bianca González:

“En vez de enfocarnos en los aspectos positivos de la propuesta constitucional, tuvimos que usar ese tiempo en desmentir información”

En 2021, el equipo periodístico de La Neta, conformado por periodistas consumidores de redes sociales que no pasan los 30 años y que sueñan con medios más cercanos a las personas, ganó la categoría Innovación del PPE Digital por sus boletines diarios sobre la Convención Constitucional. Desde el mismo lugar donde se cocinaba la propuesta de una nueva Carta Magna, buscaron fomentar la transparencia del proceso e invitaron a sus miembros a explicar lo que se votaba en un lenguaje mucho más simple y menos jurídico. Bianca González, directora de La Neta, cuenta en esta entrevista la experiencia de un medio que se abrió espacio tomando como eje de ruta el debate constituyente.   

Por Valentina Rojas

Su primera directora fue la periodista Alejandra Matus. Tras identificar la escasez de medios especializados en contar lo que ocurría al interior de la Convención Constitucional, Corporación Humanas decidió fundar La Neta con un equipo de periodistas mujeres que no sobrepasan los 30 años y que tenían muchas ganas de documentar in situ ese proceso histórico. “Nuestro producto emblemático fueron los boletines, y estos surgieron precisamente porque estábamos en el lugar. Lo que hacíamos era reportear y documentar lo que pasaba cada día en cada una de las comisiones de la Convención”, cuenta Bianca González, actual directora del medio que en 2021 se adjudicó el premio en la categoría de Innovación del PPE Digital.

Pero los boletines no fueron el único producto de La Neta. Con el objetivo de promover la transparencia del proceso, el equipo también generó un programa-manual que se llamaba “La informante” y que se transmitía todos los jueves en sus plataformas. “En la instancia hacíamos un resumen semanal sobre lo que, a grandes rasgos, había pasado en la Convención, y luego invitábamos a los convencionales a que explicaran las cosas en un lenguaje mucho más simple y menos jurídico”.

Otro elemento innovador del proyecto es la composición de su equipo: solo mujeres lo integran. Según cuenta González, el hecho de que sólo mujeres compongan el equipo no fue una cuestión premeditada. “De un comienzo se dio de forma muy natural que La Neta esté compuesto sólo por mujeres. Creo que es por el interés que tenemos en que la línea editorial esté enfocada en derechos humanos y enfoque de género. Y eso ha sido llamativo para todas las mujeres que hemos conformado el equipo”, explica la periodista que actualmente sigue cubriendo la ruta chilena a una nueva Constitución. 

—Considerando que una de las causas que se le atribuyeron al amplio triunfo del Rechazo en el plebiscito fue que pocos entendieron la propuesta constitucional o que simplemente se dejaron llevar por una campaña de desinformación, ¿cómo interpretaron ustedes los resultados?

—Pienso que en el proceso faltó una mayor difusión de información sobre lo que pasaba en la Convención en un lenguaje simple, pero también descentralizado. Los convencionales llevaron el resultado del trabajo final a los territorios, pero no con el tiempo adecuado, porque la labor que tuvieron fue muy maratónica. Tenían que llegar al 4 de julio de 2022 con la propuesta al Presidente Boric y, luego de eso, tuvieron sólo hasta septiembre para bajar la información a los territorios. A juicio personal, no siento que el resultado pudo haber sido diferente, pero quizás el Rechazo no habría ganado con una diferencia tan grande si es que, a medida que la Convención trabajaba, la información se hubiese distribuido de mejor manera hacia las personas. Los convencionales se dirigían a sus territorios y hacían cabildos, charlas y conversatorios en los que los vecinos les preguntaban o manifestaban sus preocupaciones en torno al proceso constituyente. Se dio un buen espacio de participación, pero se perdió por los plazos vertiginosos.

“Es importante innovar porque hay que llegar a públicos diferentes. Está la gente mayor que se está adaptando a estas nuevas tecnologías, y junto a eso hay que agregar lo difícil que es captar la atención de un público más joven. Por ende, hay que formar estrategias para llegar al que quizás no se le hará tan llamativo el contenido político que hacemos nosotras, si no utilizamos un meme o un gif. (…) Como somos usuarias constantes de redes sociales, esto surge de preguntarnos cómo nos gustaría a nosotras consumir noticias”.

—Dice que la Convención tuvo ritmos maratónicos, pero ustedes también. ¿Cuáles fueron los costos de asumir ese desafío?

—La Neta funcionó porque cada una tenía su rol muy bien definido y operábamos como el engranaje de un reloj. Teníamos muy clara la función de cada una y la cumplíamos a cabalidad y con mucha responsabilidad. Belén Pellegrini era la directora y la periodista en terreno, estaba en los plenos de la Convención y en los puntos de prensa. Catalina Gutiérrez se encargaba del diseño; es quien revisa que nuestro Instagram siga con el diseño acordado, los reels y las infografías. Yo hacía el seguimiento minuto a minuto. Posteaba en tiempo real sobre todo lo que pasaba, las votaciones en el pleno y el debate. Al final del día nos juntábamos y hacíamos los boletines diarios, ese era nuestro trabajo grupal. A pesar de ser un equipo pequeño y joven, nuestra mayor dificultad era el tiempo, pero aun así pudimos sacar todo el trabajo que significó el seguimiento detallado de la Convención.

¿Cuál cree que es la importancia que tiene o que tendrá esta memoria para las nuevas generaciones?

—A corto plazo, servirá para el nuevo proceso constituyente en curso, pero creo que el principal aprendizaje es la participación. Desde la ciudadanía había mucho interés hacia la Convención y eso no solía darse antes. Uno tiende o tendía a mirar la política desde lejos. Percibimos que había esperanza por parte de la gente y eso ayudó a que La Neta creciera, pero también instancias como los cabildos y semanas territoriales acercaban a la gente a la política, a lo que se hacía en la Convención y a lo que nosotras informábamos. El interés de las personas nos ayudó y motivó porque teníamos este feedback con los seguidores. Se formó una comunidad porque logramos explicar temas jurídicos en un lenguaje simple y fresco.

“Me gustaría que el periodismo fuera mucho más cercano con la gente, de repente hace falta ese ejercicio de retroalimentación. Saber qué quiere, las dudas que tiene. Considero que el contacto con las personas, el interactuar, es lo que hace que el público se interese por tu contenido”.

—¿Cómo lidiaron con la desinformación y las fake news?

—Las fake news hicieron que perdiéramos tiempo en desmentir, pero era necesario hacerlo. Mucho del trabajo post-entrega de la propuesta fue combatir esas mentiras. Lo que hacíamos era agarrar cualquier información falsa que estuviera rondando por Twitter o WhatsApp y la explicábamos en base a la misma propuesta. Nuestro trabajo consistía en hacer un hilo demostrando por qué cierta afirmación era mentira e incluso hacíamos videos explicando las propuestas enteras. Esos videos los hacíamos con académicos, pero siempre enfocándonos en la propuesta. Siento que invertimos mucho tiempo en desmentir. La propuesta tenía muchas normas y algunas eran más conocidas que otras, a las cuales no se les dio la suficiente cobertura. Temas como el derecho al cuidado o las Universidades Regionales no fueron tan tocados, porque en vez de enfocarnos a los aspectos positivos de la propuesta, tuvimos que usar ese tiempo en desmentir información. Esa fue una desventaja porque el mismo tiempo que usamos en pensar cómo desmentir algo, lo podríamos haber usado para darle más visibilidad a otros puntos de la propuesta.

—Ustedes representan a los nuevos medios. ¿Cuál considera que es la importancia de innovar?

—Es clave ir innovando y renovándose, sobre todo en los medios de comunicación y más aún en los tiempos que vivimos actualmente. Las redes sociales están en auge, es más, hemos visto que se han vuelto más atractivas y su uso ha crecido exponencialmente. Es necesario que los medios identifiquen lo anterior y hagan el trabajo de ir adaptando sus contenidos al formato de redes sociales, ya que deben usar un lenguaje diferente, sintetizado, dinámico, claro y tiene que ser más eficiente. Por ejemplo, los reels duran máximo un minuto y medio, entonces hay que hacer el trabajo de tomar el contenido del sitio web y tomar el tiempo de reducirlo a un video que dure menos de dos minutos. También es importante innovar porque hay que llegar a públicos diferentes. Está la gente mayor que se está adaptando a estas nuevas tecnologías, y junto a eso hay que agregar lo difícil que es captar la atención de un público más joven. Por ende, hay que formar estrategias para llegar a ese público al que quizás no se le hará tan llamativo el contenido político que hacemos nosotras si no utilizamos un meme o un gif.

La ventaja que tenemos es que en el equipo somos tres periodistas y las tres somos menores de 30 años, eso nos permite dar frescura a nuestro contenido. Como somos usuarias constantes de redes sociales, nos ha servido para plantear la forma en que vemos y trabajamos en La Neta. Últimamente hemos intentado hacer las cosas más dinámicas, pero esto surge de preguntarnos cómo nos gustaría a nosotras consumir noticias.

“A corto plazo [la documentación de este proceso por La Neta], servirá para el nuevo proceso constituyente en curso, pero creo que el principal aprendizaje es la participación. Desde la ciudadanía había mucho interés hacia la Convención y eso no solía darse antes. Porque uno tiende o tendía a mirar la política desde lejos. Percibimos que había esperanza por parte de la gente y eso ayudó a que nuestro proyecto creciera”.

—¿Con qué tipo de periodismo sueñas?

—Me gustaría que el periodismo fuera mucho más cercano con la gente, de repente hace falta ese ejercicio de retroalimentación. Saber qué quieren, las dudas que tienen. En el periodismo más tradicional la entrega del contenido es muy unilateral, ya que el medio solo entrega información, pero no plantea ni soluciona dudas que pueda tener la audiencia. Considero que el contacto con las personas, el interactuar, es lo que hace que el público se interese por tu contenido. El periodismo debe ver las formas de llegar a una audiencia mayor que, a mi parecer, es mediante redes sociales. Los consumidores prefieren no moverse de la aplicación para obtener la información, y es algo que los medios deberían tener en cuenta. También considero que el periodismo debe ser riguroso y la información debe ser verificada antes de ser publicada, para no caer en errores ni reproducir datos o discursos que, muchas veces, terminan siendo falsos. Es un elemento muy importante y que se ha perdido por el afán de querer publicar las cosas antes o más rápido. Es algo que hay que recalcar en los grandes medios de comunicación y potenciar en los más emergentes.

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Cristián Ascencio: “Sentí la responsabilidad de contar historias que no estaban siendo escuchadas”.

Cristián Ascencio:

“Las historias locales tienen una fuerza narrativa increíble que hace que mucha gente empatice”

Pese a que la centralización es una problemática de la que no siempre logra escapar el periodismo, Cristián Ascencio (42) es uno de los cronistas que ha logrado abrirse camino y darle trascendencia y profundidad al trabajo que levanta desde regiones. Junto a la destacada periodista de Bolivia, Nelfi Fernández, ganó la categoría de reportajes del PPE Escrito 2018 con “Mujeres carne de cañón del narcotráfico”, un texto que muestra con crudeza y humanidad cómo se realiza el intercambio de drogas entre mujeres en la frontera de Bolivia.

Por Geraldine González

Nació y se formó como periodista en Concepción. Y con solo 23 años, entró a trabajar en el diario El Llanquihue de Puerto Montt, su primer empleo. A pesar de que su labor en esa redacción era cubrir las noticias del día, a Cristián Ascencio esta rutina no lo llenaba, esperaba más. “Siempre supe que quería hacer algo más significativo y a largo plazo”, confiesa sobre un camino en el que se ha curtido a punta de porfía y persistencia, y por amor a la crónica.

En esa búsqueda se unió a Connectas, una plataforma con base en Colombia dedicada a la producción, intercambio, capacitación y difusión de información mediante la promoción de alianzas entre periodistas de diferentes países de América, los cuales abarcan principalmente temáticas sociales y políticas. Allí, Ascencio fue parte de la primera promoción del Programa de Formación Intensiva de Editores, lo que le abrió la puerta a participar en reportajes colaborativos transnacionales, explotando con ello una tendencia que ha tomado fuerza en la región durante los últimos años.

Son precisamente ese tipo de trabajos los que lo han llevado a ser reconocido en dos oportunidades en el PPE, aquellos que el profesional considera que son “historias universales que cargan tanto amor y alegrías como también muerte e injusticias”.

Primero fue en 2018, por el reportaje “Las mujeres carne de cañón del narcotráfico“, que el editor de crónicas de El Mercurio de Antofagasta realizó junto a la periodista Nelfi Fernández, del diario boliviano El Deber, y Carlos Luz, de La Estrella de Iquique. La investigación publicada en simultáneo por los tres medios se adjudicó ese año el premio al mejor reportaje del PPE Escrito. Y tres años después, Ascencio fue finalista por la investigación que hizo desde Antofagasta junto a periodistas de Connectas, Ciper y Salud con Lupa (Perú) sobre los sobreprecios y vínculos familiares en compras públicas a empresas creadas durante la pandemia.

—¿Es muy difícil hacer periodismo desde las regiones?

—Siento, y puede que esté muy equivocado, que la única desventaja que tienen los diarios regionales, es que es un trabajo que le falta más profundidad. Deberían apostar por algo diferente, algo con más análisis, porque sé que muchos periodistas tenemos las ganas de realizarlo pero se prefieren cubrir las pautas oficiales del día y ya. Hay equipos pequeños, de por lo menos seis personas que tienen que llenar un diario todos los días, y se esfuerzan mucho, pero las jefaturas no los aprovechan para cuerpos de reportajes. Súmale que no cuentan con un equipo completo tampoco. No hay fotógrafos ni muchos menos periodistas deportivos. Según estos medios, no cuentan con los recursos suficientes, pero lo cierto es que no quieren financiarnos. El periodismo no es lo que está en crisis, lo que está en crisis son los modelos y los medios tradicionales.

—Géneros como la crónica y el periodismo de investigación suelen tener más espacios en los medios de Santiago. ¿Cómo logró contar historias en profundidad y cuánto de la pasión del cronista es la que le hizo persistir?

—Siempre supe que quería ver temas en profundidad. Realizaba agendas propias, pero fue muy, muy difícil.  Sentí la responsabilidad de contar historias que no estaban siendo escuchadas. “En lo local uno encuentra la esencia de lo universal”, se dice. Y sí, las historias locales tienen una fuerza narrativa increíble que hace que mucha gente empatice con experiencias que jamás ha vivido. Por ejemplo, puedes empatizar con el pueblo de Quillagua, una zona en que la contaminación producida por la minería en el Río Loa, terminó matándola, a tal punto que causó el traslado de todos los habitantes. En conclusión, se trata de historias universales que cargan tanto amor y alegrías como también muerte e injusticias.

“Siento que la única desventaja que tienen los diarios regionales, es que es un trabajo que le falta más profundidad. Deberían apostar por algo diferente, algo con más análisis, porque sé que muchos periodistas tenemos las ganas de realizarlo pero se prefieren cubrir las pautas oficiales del día y ya. (…) Según estos medios, no cuentan con los recursos suficientes, pero lo cierto es que no quieren financiarnos”.

—Hablando sobre el trabajo colaborativo que dio a luz a la crónica “Mujeres carne de cañón del narcotráfico”, ¿cómo logró infiltrarse en esta realidad y qué fue lo más difícil?

—Primero que todo, nos auto impusimos reglas éticas súper altas para poder contar esta historia de una manera que aportara a la sociedad. No sé si lo logramos, pero por lo menos tratamos de que todo el proceso tuviera los estándares críticos más altos posibles. Estas reglas estaban relacionadas sobre todo con la transparencia. En caso de hablar con las mujeres en las cárceles, debíamos ponernos de acuerdo en qué les íbamos a decir. Sucede mucho que los periodistas prometen cosas que están fuera de su alcance para concretar una entrevista. En este caso, perfectamente pude decirles “te voy a sacar de acá”, sin embargo, fuimos completamente honestos. Ellas sabían que no las podíamos sacar de la cárcel, pero además tenían que ser conscientes de lo que conllevaba aceptar ser entrevistadas, porque uno de los riesgos de salir públicamente con nombre y apellido era que tuvieran problemas con los mismos tipos que las enviaron con los ovoides. Por otro lado, también tenían la oportunidad -desde el comienzo- de ser testigos anónimos, o de simplemente no salir en la entrevista. Siempre nos preocupamos de que se sintieran seguras. Incluso cuando ya aceptaban, les repetíamos la pregunta: “¿Estás segura?”. Claramente, era una forma de auto boicotear nuestro trabajo, pero priorizábamos su comodidad. Al final, una sola mujer quiso salir con su rostro y nombre verdadero. Nuestro objetivo principal era que, a través de sus historias, se pudiera advertir a otras mujeres de que no reciban estos ofrecimientos del narco para transportar droga.

“Aprendí que se puede hacer un periodismo transfronterizo, el cual requiere de procesos de confianza entre todos los involucrados. Es mucho más lento, pero a la vez, se llega más lejos. (…) Me di cuenta de que, más que contar problemas al mundo, uno debe aportar soluciones. A veces no se puede, a veces la historia es así y ya, pero cuando se puede, hay que tratar de hacerlo”.

—¿Las mujeres son las que más caen presas por delitos de narcotráfico?

—Es muy poco sabido en Bolivia que las mujeres, al caer presas, les dicen a sus familias que están trabajando de temporeras o asesoras del hogar, u otra cosa para ocultar la vergüenza de haber sido arrestadas. Por lo mismo, se genera un círculo de silencio en torno a este tema, y se desconoce la cantidad de mujeres que son las encargadas de transportar ovoides en nuestro país. Eso no se sabe en Bolivia, pero hay más de mil detenidos por año a causa del transporte de ovoides. Seamos reales… si nosotros tuviéramos más de mil chilenos detenidos en cualquier país del mundo, por lo que sea, sería algo escandaloso. Realizamos un trabajo de datos generales y observamos dos fenómenos: el primero es que todos los presos en Chile por transporte de ovoides o paletas son de nacionalidad boliviana. Segundo, que un tercio de ellos, eran mujeres. Sé que siguen liderando los hombres, pero no hay un delito con tanta feminización como las drogas. Hace 10 años, este delito albergaba el 10% de las mujeres, pero rápidamente ha ido subiendo la cifra, porque los narcotraficantes se dieron cuenta de ciertas mecánicas de las policías. Vieron que a los hombres los revisaban más, por ende, en algún momento lo cambiaron.

—¿Cómo fue trabajar en un equipo multicultural y qué aprendiste de esa experiencia?

—Aprendí que se puede hacer un periodismo transfronterizo, el cual requiere de procesos de confianza entre todos los involucrados. Es mucho más lento, pero a la vez, se llega más lejos. De ahí agradezco enormemente a Nelfi, una periodista de Bolivia que le pudo dar un enfoque súper humano y empático a “Mujeres carne de cañón del narcotráfico”. Me di cuenta de que, más que contar problemas al mundo, uno debe aportar soluciones. A veces no se puede, a veces la historia es así y ya, pero cuando se puede, hay que tratar de hacerlo.

“En lo local uno encuentra la esencia de lo universal, se dice. Y sí, las historias locales tienen una fuerza narrativa increíble que hace que mucha gente empatice con experiencias que jamás ha vivido. Se trata de historias universales que cargan tanto amor y alegrías como también muerte e injusticias”.

—Considerando los costos del periodismo de investigación, ¿recomiendas a los medios aplicar el periodismo colaborativo?

—La investigación es la razón de ser de un medio. Sin ella, ¿para qué tenerlo? Es como si un hospital no tuviera urgencias o pabellón para operar a la gente. Es costoso, sí, pero necesario.

—Las nuevas generaciones de periodistas están formándose en la era tecnológica, un mundo completamente distinto al periodismo tradicional, ¿cómo ves toda esa mutación?

—No me considero una persona apocalíptica respecto a las redes sociales. No soy un gran usuario, pero siento que es una oportunidad para llegar a más audiencias y eso me parece interesante. Hay ciertos mitos: que los jóvenes leen menos, por ejemplo, pero yo creo que los jóvenes leen más, lo que pasa es que lo hacen por otras vías. De lo que sí soy crítico es del reporteo en redes sociales, porque soy más de la metodología del puerta a puerta, del cara a cara, etc. Muchas veces nos pasa que escribimos algo, nos gusta, lo publicamos y pensamos que tiene que llegar a todo el mundo porque sí, pero no sucede porque existen miles de cosas que están circulando a la vez, entonces, también hay que hacer el esfuerzo de difundir. Como dice el Premio Gabo: “Además de ser bueno, que se sepa”.

“La investigación es la razón de ser de un medio. Sin ella, ¿para qué tenerlo? Es como si un hospital no tuviera urgencias o pabellón para operar a la gente. Es costoso, sí, pero necesario”

—Pero hay historias que no caben en un hilo de Twitter o en un posteo de Instagram.

—La crónica. No veo un trabajo de Leila Guerriero en un hilo de Twitter, aunque sí es posible construir un arco narrativo en redes sociales.

—¿Qué le recomiendas a las personas que también quieren descentralizar el periodismo con historias de calidad?

—Les diría que la frase: “Siento que cualquier cosa se puede contar de cualquier manera, solo se necesita la técnica y el talento” es mentira, porque la verdad es que se requiere mucho trabajo. No todos nacemos con un talento innato como García Márquez. En este sentido, creo en tomarse las historias en serio y en no rellenar con palabras floridas. Mientras más horas pases haciendo entrevistas, revisando documentación y conversando con personas, la historia te quedará cada vez mejor.