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“Si no estás, no existes”: Cómo lo digital se adueñó del periodismo chileno

“Si no estás, no existes”: Cómo lo digital se adueñó del periodismo chileno

Tras ese primer impulso de los medios por volcarse a lo digital, lo que vino fue arrollador. El desarrollo tecnológico y el acceso a esas nuevas herramientas transformaron por completo el tablero. Había dos opciones para los medios de comunicación, como las pastillas roja y azul de Matrix: adaptarse y estar ahí o dejar de existir. La llegada de lo digital arrasó con los modelos de negocios de toda la industria, transformó las maneras de comunicarse de las personas y la posición de los medios para relacionarse con sus audiencias. ¿Cómo fue esa transformación? ¿Cómo pasamos de discutir sobre si crear o no una página web a ver cómo incorporar y controlar la inteligencia artificial? ¿Y cuál fue la clave de los proyectos que sobrevivieron o murieron en el camino?

Por Daniel Lillo, Juan Pablo Figueroa, Benjamín Espina y Gabriel Riveros

“Esto no tiene futuro”, pensó Francisca Skoknic en un primer momento.

Por esos días, a mediados de 2007, la periodista trabajaba junto a un nuevo equipo, aunque no en una oficina, sino en una casa en Ñuñoa, en la de Mónica González, según ella misma contó en 2011 a la publicación ReVista, de la Universidad de Harvard. El espacio era pequeño y, prácticamente, los únicos recursos que tenían eran los propios, en una época en que eran pocas las personas que tenían computadores portátiles personales. Además de ellas dos, estaban Pedro Ramírez y Sebastián Minay, y salvo Skoknic, que había dejado su trabajo como reportera de política y negocios en la revista Qué Pasa para sumarse a la nueva aventura, todos los demás eran damnificados del cierre del Diario Siete un año antes.Y ahora, se habían reunido para intentar darle forma a algo raro.

Querían dedicarse lo más posible -ojalá un 100%- a la investigación periodística, algo muy difícil, pues precisamente uno de los principales problemas que tenían y aún tienen los equipos que lo hacen, es que no logran autofinanciarse. En los grandes medios, además, han implicado serios conflictos con auspiciadores o grupos de poder. Por lo tanto, eran y todavía son económicamente poco sostenibles. Pero ellos querían hacerlo igual, con un modelo sin fines de lucro y generando rigurosas investigaciones en profundidad para vender a otros medios de comunicación, principalmente diarios y revistas. Centro de Investigación Periodística, nombraron el proyecto. Ciper.

Pronto se dieron cuenta de que ese camino era inviable: los medios no compraban sus reportajes, pagaban muy poco o incluso usaban la información sin atribuirla.

“Vamos a tener que ser independientes y eso significa que vamos a tener que ser digital”, le comunicó Mónica González al equipo, según recordó Skoknic en noviembre del año pasado en una actividad del Festival +Ciper. Y eso era lo que ella creyó que no tendría futuro.

Para los medios, Internet aún era algo nuevo. Y para gran parte de las fuentes y la audiencia -todavía acostumbradas a informarse por diarios, revistas, televisión y radio-, eran poco relevantes (ver reportaje Pioneros: La apocalíptica ruta hacia la digitalización de los medios en Chile). Con el apoyo económico de la familia Saieh (dueña de Copesa) y un fondo de la Open Society Foundation, Ciper salió a la luz como página web en noviembre de 2007, y aunque tenían reportajes de gran calidad e impacto, pocos lo supieron.

“¿Ciper, qué es eso?”, oían a menudo los periodistas de esa primera etapa al otro lado de la línea al solicitar entrevistas o documentos. Muchos cortaban la llamada al oír que era un medio online.

Al año siguiente, su investigación sobre irregularidades en una millonaria licitación del Registro Civil fue uno de los principales golpes periodísticos del país. Y todo cambió. Obligó a los medios tradicionales a citar como referencia a ese nuevo sitio web y los puso en el radar de una audiencia que empezaba a transitar por un camino que pronto sería muy vertiginoso: el de la digitalización de los medios chilenos.

Ese 2008, Ciper ganó con ese reportaje el PPE Escrito y fue finalista con la serie Muertos de nadie en la subcategoría de periodismo digital, la primera vez que se consideró el formato web como un aspecto a considerar en la premiación de la Universidad Alberto Hurtado. También El Mostrador fue finalista durante esa edición con un reportaje sobre una funcionaria pública que utilizaba sin permiso un auto fiscal para vender frambuesas.

“Había una sensación de competitividad entre el diario digital y el papel. Aún no se entendía que lo digital ampliaba el alcance de un medio y se veía más como una competencia. Sin embargo, empieza ahí una frase clave: ‘Si no estás, no existes’”, dice sobre esa época Rommel Piña, ex director de la Escuela de Periodismo en la U. Finis Terrae y editor del libro “Periodismo en línea” (2022).

Eran todavía muy pocos, pero el impulso de los primeros medios que saltaron a la web ya empezaba a expandirse hacia nuevos proyectos independientes.Venían impulsados también por el boom de los blogs y Fotologs de mediados de los 2000, el mayor acceso a herramientas y plataformas para el desarrollo web, y el comienzo de la hiperconexión en Chile a través de los primeros teléfonos inteligentes.

Según datos del Banco Mundial, solo el 37% de la población chilena tenía acceso a Internet por esos años, y menos del 9% tenía banda ancha. No había redes sociales -aunque ya existía Messenger MSN-. Hoy, a más de 12 años de eso, todo es distinto.

Los diarios impresos que subsisten apenas tienen distribución física y las revistas se extinguieron como industria. Los quioscos quedaron desvestidos y lo digital se convirtió en la regla en casi todo orden de cosas. La penetración de Internet en la población actualmente tiene un alcance que bordea el 90%. Y la Ley de Transparencia vino aparejada con plataformas públicas que facilitan el acceso a la información en grandes volúmenes y nuevas herramientas de reporteo.

Mientras las universidades empezaban a crear sus propios medios online (ver reportaje Periodismo de calidad en las universidades: Marcando pauta desde la escuela), a Ciper y El Mostrador se les sumó todo un ecosistema de nuevos medios y plataformas nativas digitales, entre las cuales están El Dínamo, El Desconcierto, El Líbero, Pousta, Súbela, Interferencia, LaBot, La Neta, Fast Check, Malaespina, Relato Nacional, Las Raras, La Otra Diaria, Anfibia Chile, La Pública y un largo etcétera. La noticia de la mañana ya quedó obsoleta en sólo unos instantes frente a la información actualizada al minuto que está ahora por todas partes. Las radios, diarios y canales de televisión ya no son sólo eso, sino que se convirtieron en estructuras multiplataformas cruzadas por completo por lo digital, porque hoy la audiencia no se informa directamente a través de ellos, sino por redes sociales, y ya casi no por computadoras, sino por sus teléfonos, en todo momento y todo lugar.

De hecho, desde 2016 que el periodismo digital chileno tiene su propia categoría en los PPE.

¿Cómo fue que pasó todo eso? ¿Qué factores incidieron y cuáles fueron los hitos que marcaron los últimos 15 años de cambios en la industria periodística? Para este reportaje se consultó a diversos expertos y expertas que ayudan a responder esas preguntas y comprender cómo fue ese paulatino y vertiginoso camino que nos sacó de las portadas en los quioscos de las esquinas y plazas y que hoy nos tiene hablando de cosas que antes ni tenían nombre: fake news, nuevos lenguajes digitales y las aún inexploradas virtudes y riesgos de la inteligencia artificial.

“Había una sensación de competitividad entre el diario digital y el papel. Aún no se entendía que lo digital ampliaba el alcance de un medio y se veía más como una competencia. Sin embargo, empieza ahí una frase clave: ‘Si no estás, no existes’”, dice sobre esa época Rommel Piña, ex director de la Escuela de Periodismo en la U. Finis Terrae y editor del libro “Periodismo en línea” (2022).
El desplome del viejo modelo

No eran necesariamente sus mejores años, pero durante la segunda mitad de la década del 2000, las revistas Cosas, Caras, Sábado, Domingo, Paula, Qué Pasa, Capital, The Clinic y varias más marcaban pauta y se vendían en grandes tiradas en casi todo el país. Las principales entrevistas a políticos, perfiles a importantes figuras del espectáculo, las grandes historias y reportajes, cuestionarios y crucigramas, estaban, en su mayoría, en esas páginas de papel couché o en los diarios y suplementos que la gente aún leía en plazas, micros, metro y sus casas.

Pero vino la digitalización y uno de sus costos más evidentes: la progresiva desaparición del papel como principal plataforma informativa.

“En la categoría de medios escritos, las revistas era donde más se notaban pérdidas. Por ejemplo, las revistas Sábado o Paula empezaron a reducir su tiraje, luego la cantidad de hojas, después la calidad de las hojas y, posterior a eso, la cantidad de periodistas destinados a producir sus contenidos. Luego eran periodistas multipropósitos que tenían que hacer ese trabajo en el grupo de medios y, después, definitivamente bajar la versión de papel y quedarse solamente en lo digital. Ahí sí que hubo una pérdida de terreno innegable”, explica sobre este fenómeno Carlos Franco, periodista y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez.

El cambio, más allá que un simple reemplazo de plataforma, implicó una profunda transformación en los modelos de negocio en que los medios se sustentaban hasta hace poco. Con la posibilidad de que las marcas tuvieran sus propias vías de comunicación con clientes mediante sitios web y redes sociales, y la cada vez más lejana relación entre los medios tradicionales y sus audiencias, éstos dejaron de ser la vía publicitaria por excelencia y la inversión que les permitía subsistir se desplomó.

Un informe de la Asociación Chilena de Publicidad (Achap) da cuenta de que entre 2009 y 2018 la inversión en avisaje total subió casi un 18%, pero varió la forma en que se distribuye. Los ingresos por publicidad de la televisión bajaron un 18,2%, mientras que los diarios y revistas experimentaron bajas superiores al 30%. Las radios, en cambio, aumentaron un 26,7%. Para la televisión de pago también fue una buena época, pues duplicaron sus ingresos por publicidad, aunque la real diferencia estuvo en la inversión en plataformas online, que durante el período aumentó en casi seis veces (583%).

“No puede haber algo peor que eso, mucho más para un medio que vive de los ingresos publicitarios. Al final la pregunta es: ¿los medios somos un negocio de contenido o un negocio de publicidad? Pareciera que somos de publicidad”, reflexiona Andrés Azócar, ex director de medios digitales en Copesa y Canal 13 y actual gerente de marca digital y estrategia en la consultora Ubik.

La mayoría de las revistas chilenas fueron bajando progresivamente la cortina. Fibra cerró; Rolling Stone cerró; Cosas, Caras y Capital cerraron… La lista es larga. Sábado y Domingo fueron absorbidas por El Mercurio para convertirse en secciones dentro de sus ediciones de fin de semana. Paula, Qué Pasa y The Clinic reformularon por completo sus marcas y estrategias y se pasaron con todo a la web, con equipos reducidos y lógicas de financiamiento que se tradujeron en profundas transformaciones editoriales.

Esta situación se explica en múltiples factores, según explica Claudia Rosseau, integrante del comité ejecutivo de la Asociación de Agencias de Medios (AAM), y uno de ellos tiene que ver con un tema de eficiencia económica. “Al pasar a lo digital puedes optimizar recursos. Suena un poco mal, pero en la práctica se optimizan recursos: de personal, de maquinaria, de papel y un millón de cosas más”, acota.

Este escenario se tradujo, inevitablemente, en recortes de presupuestos, reducción de equipos y, a la postre, en la desaparición de revistas y el formato impreso en los principales medios del país. De los diarios de circulación nacional que quedan, sólo El Mercurio y Las Últimas Noticias se siguen imprimiendo a diario. La Tercera ya abandonó ese camino para concentrarse en lo digital, impactando fuertemente en la oferta informativa en un contexto de extrema concentración mediática. Sólo considerando el período entre 2017 y 2020, según una investigación de Puroperiodimo, la crisis de la industria implicó el despido de casi 2.500 profesionales.

El problema, en todo caso, no sólo fue del papel. Las radios y canales de televisión también comprendieron que ya no les bastaba con sus históricas plataformas, sino que debían ampliarse a nuevos formatos y, en consecuencia, a nuevos productos.

“Este cambio lo vivieron las radios con versiones online, no solamente de escuchar la radio y darle play a la misma versión aérea, cosa que tú la podrías escuchar en tu móvil o en tu computador, sino que se empezaron a adaptar contenidos pensados para otro formato, como las pantallas. Esa radio que estábamos acostumbrados a sintonizar con la perilla o con memorias digitales en nuestro automóvil se convirtió en otra cosa. Bíobio es un excelente ejemplo de eso, ya que cambió al formato de televisión con Bíobio TV. La familia Mosciatti ya tenía experiencia en medios televisivos en Concepción fundamentalmente con Canal 9 regional, y esa experiencia la pasaron a un nivel nacional transformándose en uno de los primeros multiplataformas”, dice Franco.

Cooperativa avanzó también a la multiplataforma, convirtiendo su página web en un completo portal informativo. Canal 13 ya no sólo produce imágenes en sus instalaciones de Inés Matte Urrejola, sino también contenidos escritos, sonoros, visuales e interactivos para su sitio web y su red de radios y podcasts. TVN se expandió a la televisión pagada con un canal exclusivo de noticias y una plataforma web que incluye nuevos lenguajes, con productos especiales e interactivos que les ha valido a su equipo ganar el PPE Digital, como ocurrió en 2019, con su cronología de las heridas oculares ocasionadas en manifestantes por la represión policial durante el estallido social.

Algo similar pasó con La Tercera. El afán de la multiplataforma incluso llevó a sus dueños a intentar sacar adelante un canal de televisión. Aunque eso terminó en fracaso rotundo antes siquiera de ver la luz, hoy la plataforma de Copesa incluye radios, podcasts, toda un área audiovisual mediante streaming, especiales multimedia interactivos y más.

Todo ese proceso para estar en la web ya había sido complejo. Pero tampoco bastaría con eso. Los cambios implicaron también transformaciones no sólo en los hábitos informativos, sino también en la forma de comunicarse e interactuar de las personas. Partiendo porque hablar por teléfono es ahora una función secundaria de los teléfonos, pues todo está ahora en las redes sociales. Y, de nuevo, los medios tuvieron dos opciones que se pueden resumir de forma muy simple: adaptarse y subirse, o desaparecer.

De auditores a followers

En 2008, la Universidad del Pacífico creó la primera página de Facebook para una escuela de periodismo. Las redes sociales aún no estaban tan ancladas al diario vivir como lo es hoy. Smartphones, tablets y relojes inteligentes, eran tecnologías aún en pañales, por lo que estas redes que conectan a la población de forma global, por lo que levantar un fanpage en una casa de estudios suponía todo un hito. 

Rommel Piña, periodista y ex académico de esa universidad fue el encargado de generar dicho espacio. Sobre aquellos años, recuerda cómo la “la plaza pública digital” se instaló con fuerza en Chile.

“En 2010, sucede algo muy interesante justo después del terremoto: Chile se convierte en el segundo o tercer país con más cuentas de Twitter en el mundo. En el momento se caen todos los canales de comunicación, menos las redes sociales. La explosión de redes sociales fue muy fuerte y generó una apertura de la gente a un espacio en el cual se podía informar y expresar”, recuerda Piña sobre cómo Twitter se alzó como una de las principales plataformas de información.

Para María Pastora Sandoval, directora de Radio Meridional en Punta Arenas y pionera en el uso de las tecnologías digitales para medios en el país, “al principio no era algo que se tomara muy en serio. Los primeros cambios se vieron en la forma en la cual la gente se comunicaba con los medios. Por ejemplo, en una radio en la cual yo tenía un programa, preguntaban si teníamos Messenger MSN. Yo entonces creé un chat con mi cuenta de Hotmail y la gente empezó a interactuar. ¡La gente quería chatear! En ese punto, la demanda comenzó a afectar a la oferta: la gente iba demandando y había que adaptarse. Los medios de comunicación no fueron tan hábiles como para ir incluyendo a las audiencias y r recién ahora son más ágiles en su multiplataforma. Las personas comenzaron a necesitar algo más que el teléfono, que era el rey de la radio antes”.

En ese escenario, los medios se vieron en la obligación de dar un paso más en la digitalización. Ya no bastaba con tener un sitio web, sino que tener y compartir el contenido en las redes sociales era menester para llegar a las nuevas audiencias, cada vez más conectadas vía Twitter y Facebook, primero, y luego a través de Instagram, Telegram y Tik Tok. De hecho, en la edición 2020 del Digital News Report que elaboran Reuters Institute y la Universidad de Oxford se dio cuenta de que ese fue el primer año que en Chile el consumo informativo vía redes sociales superó a la televisión. Y entonces ya no hubo vuelta atrás.

En la última versión del estudio, el 70% de las personas encuestadas señaló que las redes sociales son su principal vía de acceso a la información y el 78% dice que consume noticias a través de su smartphone. Para Juan Carlos Camus, periodista, académico y consultor dedicado a la investigación de la digitalización de los medios, las redes sociales también contribuyeron a generar nuevos criterios y márgenes para los medios.

Ya no bastaba con tener un sitio web, sino que tener y compartir el contenido en las redes sociales era menester para llegar a las nuevas audiencias, cada vez más conectadas vía Twitter y Facebook, primero, y luego a través de Instagram, Telegram y Tik Tok. De hecho, en la edición 2020 del Digital News Report que elaboran Reuters Institute y la Universidad de Oxford se dio cuenta de que ese fue el primer año que en Chile el consumo informativo vía redes sociales superó a la televisión. Y entonces ya no hubo vuelta atrás.

“Lo principal es que las redes sociales pusieron en marcha la tecnología adecuada para recoger datos de los usuarios, segmentar mensajes informativos y comerciales y dar un mejor servicio a quienes necesitan llegar vía publicidad a públicos masivos”, dice Camus.

Todas estas plataformas sirvieron para diversificar los formatos del periodismo, pero sobre todo, la forma de difundirlo, pasando a ser las redes sociales los nuevos quioscos del siglo XXI. Aunque esto implicó también cambios estratégicos, pues la lógica de la comunicación de masas quedó obsoleta y la relación con las audiencias se convirtió en algo más directo y enfocado a sus perfiles e intereses, algo más de nicho: lo que antes eran los auditores ahora son los followers. Entonces partió la lógica de las comunidades y un nuevo campo profesional para el desarrollo de periodistas: los community managers.

Todo aquello también impactó en las estrategias comerciales de los medios comunicación. Claudia Rosseau explica que en este escenario, “tienen que tener un discurso claro de lo que son. Cooperativa, por ejemplo, tiene una visión y una identidad súper clara: tiene de todos los formatos que puedas pensar que pueden tener en digital, pero ellos tienen un canal súper fijo que son noticias informativas. Ellos no se van a ir al al cahuín o al espectáculo. Lo que más consume la gente en este país, aparte de redes sociales, son noticias. Entonces, ya sabemos qué marcas pueden estar ahí para generar visibilidad o para que te conozcan”.

Con todos esos cambios, era lógico que también los lenguajes se transformaran. Porque ya no sólo son letras, imágenes y sonidos las vías para transmitir información. Ahora deben estar mezclados, con ritmos y tiempos distintos, en plataformas diferenciadas, y a eso se les suman códigos, algoritmos y otros elementos que antes ni siquiera se tenían en cuenta.

Nuevos lenguajes digitales

En Internet, las herramientas digitales año a año sorprenden con nuevas y variadas innovaciones, lo que ha sido aprovechado por periodistas en la creación de formatos mejor conectados y más atractivos para la audiencia. Con esa premisa nacieron durante los últimos años en Chile proyectos digitales que innovaron en cómo transmitir el mensaje, marcando una tendencia a ir más allá de sólo estar en la web y las redes sociales.

“Hoy existe una esperanza, porque la web se empezó a dar cuenta de que no solamente podría entregar noticias inmediatas, sino que también puede dar la pauta de un trabajo reflexivo y profundo, pero en otro formato”, comenta Rommel Piña. 

Así fue que surgió LaBot, en 2017, con su apuesta para informar mediante la interacción directa con un chatbot vía redes sociales, como si fuera una conversación. Su equipo de creadoras ganó el PPE Digital de ese año. Según contó en entrevista para este especial Francisca Skoknic, editora y co-fundadora del medio, “a pesar de que en todo el mundo los medios están permanentemente experimentando nuevas formas de contar historias, nuevas plataformas, tecnologías, relatos, en Chile no actuaban como si se dieran cuenta de esta crisis. Era necesario afrontarla, transformarse y salvar el periodismo. (…) Por eso, nosotras, que nos caracterizamos por ser personas que están muy pendientes de lo que pasa con la prensa afuera, finalmente nos dimos cuenta de que también era nuestra responsabilidad hacer ese cambio”.

En 2019, tras el estallido social, apareció Fast Check, un medio dedicado a combatir la desinformación y las llamadas fake news a través de las metodologías de verificación de datos, adjudicándose ese año el PPE Digital en la categoría de innovación. Malaespina siguió pasos similares por esa misma época. Y otro medio que ha llevado a otro nivel las formas de contar historias ha sido La Tercera, por medio de su área de productos interactivos y proyectos digitales. 

En Internet, las herramientas digitales año a año sorprenden con nuevas y variadas innovaciones, lo que ha sido aprovechado por periodistas en la creación de formatos mejor conectados y más atractivos para la audiencia. Con esa premisa nacieron durante los últimos años en Chile proyectos digitales que innovaron en cómo transmitir el mensaje, marcando una tendencia a ir más allá de sólo estar en la web y las redes sociales.

Relato Nacional y Las Raras son otros ejemplos, que a través del podcast narrativo han logrado construir una audiencia que busca buenas historias en nuevos formatos, aunque en esa misma plataforma hay actualmente una oferta muy grande y diversa, para todo tipo de públicos. Y están también los distintos especiales multimedia que entremezclan historias, datos, piezas audiovisuales y más. La lógica que hay detrás de cada uno de esos proyectos es que el objetivo del mensaje ya no tiene que ser solamente informativo, sino convertir la interacción en una experiencia para los usuarios.

Para el desarrollo de esas nuevas herramientas y lenguajes también ha sido clave el trabajo colaborativo. En ese sentido, la alianza de medios con escuelas de periodismo también ha nutrido el contenido periodístico en aspectos como el chequeo, la investigación y el lenguaje digital, y algunos medios universitarios incluso han marcado pauta respecto de cómo se puede avanzar en la búsqueda de nuevas narrativas que impacten. Vergara 240, de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, en un ejemplo de ello.

“Esas alianzas me gustan mucho porque la industria tiene gente que es bien robusta y tiene años de experiencia en reporteo, que es lo más difícil, y la universidad tiene el capital para poder invertir en innovación. Y los jóvenes tienen ganas de aprender de los viejos y a la vez de demostrar cuestiones novedosas; me parece que todos esos proyectos han tenido esa combinación muy buena”, opina Carlos Franco.

Nuevos desafíos: desinformación, infoxicación e inteligencia artificial

La pandemia de Covid-19, además de dejar serias secuelas en la salud física y mental de las personas, también tuvo un impacto en la manera de relacionarnos: si antes la irrupción de lo digital ya había sido arrolladora, ahora era definitiva.

Por más de dos años, las interacciones humanas se volcaron a lo digital. Empleos, clases, consultas médicas y hasta reuniones sociales debieron pasar a ser a través de dispositivos con conexión a Internet. No fue tan difícil, pues hoy en Chile existen más dispositivos móviles conectados a la web que habitantes. El panorama, eso sí, profundizó un fenómeno que ya se venía dando desde hacía algún tiempo relacionado a la dependencia de las personas a las pantallas y el exceso de contenidos a disposición mediante los distintos canales online.

Carlos Franco explica que esta dependencia de lo digital ha provocado una “infoxicación y sobresaturación” de noticias. Básicamente, con tanta oferta informativa y tanto acceso a contenidos, la audiencia consume sólo una pequeña parte, la que le interesa y convence. Y esa, como dan cuenta los índices de confianza que recogen los reportes de Reuters Institute, no está necesariamente en los medios formales. Para 2022, apenas cuatro de cada 10 personas encuestadas confiaba en las noticias que leía. Dice el informe: “La confianza en los medios luce baja al 38%. Y es un número coherente con otros datos que muestran que, en gran medida, las audiencias no creen que los medios sean independientes de las influencias políticas y económicas (18% y un 17%, respectivamente)”.

En ese escenario, Franco asegura que “los periodistas deberíamos ser un GPS de esta sociedad que tiene mucho donde mirar y mucho con que distraerse, porque la distracción también nos pone en peligro”.

Y ahí está el fenómeno de la desinformación que fluye a diestra y siniestra por las redes sociales y que, cuando llega a los medios, se convierte en fake news. El fenómeno es global y sus efectos sobre la realidad quedaron a la vista en 2016 con tres hechos clave: la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el triunfo del Brexit en el Reino Unido y el plebiscito sobre los Acuerdos de Paz con la guerrilla de Colombia. Tras el estallido social de 2019, la información falsa -ya sea con fines particulares o políticos- se diseminó descontroladamente por las redes sociales de chilenos y chilenas y se extendió aún más con la pandemia y los procesos constituyentes, sin que los distintos esfuerzos que hicieron diversos medios para hacerles frente tuvieran el mismo nivel de difusión y efecto.

No está aún resuelto qué tanto se le puede atribuir del triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida del 4 de septiembre de 2022 a la desinformación que operó durante todo el proceso -en la que muchos medios, lamentablemente, aportaron a difundir-, pero nadie discute de que sí fue un factor relevante.

Piña considera que hoy, con ese escenario tan cambiante, los periodistas deben enfocarse en “cómo se desarrolla el periodismo y no tanto en las tecnologías”. Pues mal que mal, advierte de otro de los grandes desafíos que enfrenta el periodismo en la actualidad: la inteligencia artificial (IA).

Eso de que “una imagen vale más que mil palabras” ya había dejado de ser cierto cuando las herramientas de edición fotográfica se masificaron y permitieron la manipulación de las mismas, pero ahora ya todo eso está en otra etapa. Ni la imagen, ni los audios ni los videos son hoy garantía de un fiel reflejo de la realidad. Ahora basta darle una orden a alguna plataforma para que genere en segundos una imagen realista, detallada e inédita sobre cualquier cosa. Se pueden crear videos e incluso personas que transmitan mensajes con voces clonadas, haciendo cada vez más difícil la diferenciación entre lo falso y lo real.

Para Piña, es fundamental que los periodistas mantengan un rol social claro, en un mundo en el que ChatGPT —inteligencia artificial desarrollada por OpenAI— es capaz de escribir una columna, notas o boletines. De hecho, ya ha ocurrido. En marzo de 2023, Publimetro lanzó en México una edición completa hecha por ChatGPT.

“Hoy la tecnología siempre te va a desafiar, pasa más allá de lo profesional y se convierte en algo valórico. Tu herramienta y técnica pueden ser completamente reemplazables -explica Piña, y agrega-. El criterio de un periodista es su mayor herramienta”.

Esa visión es compartida por Franco, quien enfatiza que las IA representan hoy por hoy el principal escollo que enfrenta el rubro.

“(La IA) tristemente va a servir para ahorrar costos, porque puedes implementar una construcción de notas a través de tales tecnologías. Eso cada vez se va a ir expandiendo y masificando porque será más fácil”, prevé el académico.

Sin embargo, como ya ha ocurrido, las amenazas de las nuevas tecnologías vienen también con una amplia paleta de oportunidades para el desarrollo y avance de la profesión. De hecho, la Fundación Gabo y la consultora española Prodigioso Volcán ya lanzaron una guía para periodistas sobre cómo aprovechar las IA para contar mejores historias.

Al final, es lo de siempre con los cambios tecnológicos: se trata de estar o no existir.

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Marcando pauta desde la escuela

Periodismo de calidad en las universidades: Marcando pauta desde la escuela

Hace 20 años, la industria de los medios aún era capaz de absorber la mayor parte de la fuerza laboral que emanaba de las escuelas de periodismo del país. Por lo mismo, el enfoque en muchas de ellas estaba en formar profesionales que al salir pudieran desempeñarse en los grandes medios, pero eso ya no basta porque el escenario hoy es otro. La crisis de la industria, los profundos cambios en la forma en que las audiencias interactúan con la información y el mayor acceso a datos y herramientas a través de la tecnología, ha implicado cambios en la forma que se hace y se enseña periodismo actualmente en Chile. Con medios y plataformas propias, y estrategias educativas con foco en la práctica constante, la gestión de proyectos, la experimentación y la innovación, hoy los trabajos universitarios golpean e inciden en la agenda pública. 

Matías Gallardo Zapata

¿Qué ocurre en la interna del Metro cuando alguien se suicida? Esa pregunta que muchos nos hemos hecho en algún momento fue la que se plantearon en 2020 dos estudiantes de periodismo de la Universidad Diego Portales (UDP). Fue, de hecho, su proyecto de título, dirigido por el ex periodista de Ciper, Alberto Arellano. A través de su investigación que llevó por título “SIGMA: el código secreto de los suicidios en el Metro”, Camila Bohle y Valentina Medina retrataron las miserables condiciones laborales en las que personas subcontratadas por la empresa, sin ninguna preparación ni protocolo de acompañamiento emocional, se ocupan de limpiar los restos humanos de aquellas personas que se lanzan a las vías.

El reportaje sacó a la luz una problemática que Metro mantenía bajo secreto, pero también mostró cómo esa desprotección hizo que sus protagonistas se refirieran a su trabajo como si fuera de lo más normal eso de andar recogiendo muertos de las vías del tren subterráneo, como si estuvieran completamente anestesiados. Ganador del PPE Universitario en 2020 y publicado en el medio online Pousta un año después, es uno de los cerca de 50 trabajos que han ganado o sido finalistas en esta categoría desde su creación en 2009; todas piezas que destacan por su calidad narrativa e investigativa, así como también por su impacto, demostrando año a año que es posible marcar pauta desde las escuelas.

Eduardo Arriagada, periodista y académico de la Universidad Católica (UC), lo atribuye a un cambio de paradigma que comenzó hace unos 20 años al interior de las escuelas de periodismo, cuando éstas se dieron cuenta de que si estimulaban a los estudiantes a generar contenidos que tempranamente pudieran salir a competir al mercado, la calidad de sus trabajos y su vocación periodística aumentaban. “El incentivo de publicar y de llegar a las audiencias no estaba en sus horizontes y eso acababa condicionando la manera en la que el alumno se paraba ante la fuente o lo que iba a escribir. Era muy importante cambiar eso para generar una actitud profesional en ellos desde el día uno”, dice Arriagada.

La UC fue una de las primeras escuelas que se propuso instalar desde el primer año de carrera este aliciente en los alumnos. Y para eso, incorporaron reuniones de pauta, tiempos y estándares que debían cumplir de cara a la entrega final, similares a los de una redacción de prensa profesional. Pero así como se debieron adoptar prácticas que de cierta forma profesionalizaron el ejercicio periodístico formativo, también hubo que crear los espacios para publicar y dar salida a los buenos trabajos y proyectos realizados por estudiantes. Y así fue que surgieron los medios-escuela.

No se trata sólo de espacios donde se cuelgan trabajos de forma casi aleatoria, sólo por darle alguna salida a modo de repositorio a piezas destacadas que surjan en las cátedras, sino la generación de medios de comunicación con orgánicas e identidad propias y propuestas editoriales con las cuales las comunidades universitarias se identifican y donde estudiantes y profesores, trabajando juntos, pueden ser parte en la generación de contenidos que no se restrinjan a meros ejercicios de lo aprendido en clases, sino que a darle vida a productos con valor real e incidencia en la sociedad y el debate público.

Siguiendo esa línea, la Escuela de Periodismo de la UC creó en alianza con Publimetro en 2007 la revista Kilómetro Cero, uno de los primeros medios digitales de periodismo universitario en Chile. Al año siguiente, la Universidad Alberto Hurtado (UAH) crearía Puroperiodismo. Tiempo después, la Diego Portales daría forma a Vergara 240; la Del Desarrollo haría lo propio primero con LimónApps y, luego, con Zona Reactiva; y la Universidad de Chile abriría Doble Espacio, que se sumaría a su proyecto radiofónico, la Radio Juan Gómez Millas.

“El objetivo siempre fue que el alumno sintiera el peso de la audiencia”, dice Arriagada sobre el medio-escuela de la UC.

Este nuevo ecosistema de medios universitarios surgió de la mezcla entre necesidad que generó una industria mediática cada vez más reducida y las oportunidades que presentan las nuevas tecnologías de la información para generar proyectos multimedia. En otras palabras, a falta de espacios para hacer periodismo con altos estándares, sólo queda crearlos. Con ello vino un impulso que, a pesar de los distintos modelos implementados y diferentes niveles de éxito de cada proyecto, logró elevar el nivel de los trabajos realizados en cuanto a profundidad, calidad y originalidad, al punto de poner el trabajo de estudiantes a la altura de periodistas profesionales. De esas experiencias y los cambios que impregnaron en las formas en que se enseña a hacer periodismo en Chile es que trata este reportaje.

Medios universitarios como semilleros

La creación de la categoría universitaria en el PPE fue otro incentivo poderoso. Fue iniciativa de un grupo de estudiantes de Periodismo UAH para fomentar el buen periodismo hecho durante la etapa formativa tanto en su escuela como en cualquier otra del país.

“Muchos de los trabajos que hacen los estudiantes están al mismo nivel de los de un periodista egresado”, explica Valentina Medina, titulada de la UDP y coautora del reportaje sobre los protocolos del Metro en casos de suicidios.

Lo que plantea Medina se refrenda con los resultados históricos del PPE Universitario: casi un tercio de los trabajos que han ganado o resultado finalistas del premio fueron publicados en medios profesionales. De hecho, el primero que ganó, escrito por las egresadas de la UC Daniela Pérez y Francisca Stuardo, fue parte de la extinta edición chilena de la revista Rolling Stone. Ciper, por su parte, ha publicado cinco de esos trabajos, entre ellos, uno sobre los órganos que se pierden por irregularidades e ineficiencias en el sistema de transplantes, escrito en 2010 por el periodista egresado de la UAH, Gregorio Riquelme, y otro sobre la escasez de recursos para financiar las escuelas de reinserción de menores que han abandonado el sistema escolar, que fue el proyecto de título en esa misma casa de estudios de las hoy periodistas Josefa Barraza y Eva Luna, en 2019.

Otros fueron incluidos en las páginas de The Clinic o en la web de El Desconcierto, de Interferencia o de Pousta, pero la mayoría se encuentra en las plataformas propias de cada universidad. Y, aunque distintas, en varios puntos funcionan de manera similar.

Todos esos medios cuentan con editores y equipos de redacción enfocados en publicar periódicamente reportajes y entrevistas que desarrollan los alumnos durante el pregrado. En algunos casos, la producción de contenidos está asociada a cursos específicos, en otros a colaboraciones esporádicas y voluntarias, al desarrollo de proyectos especiales, o a todas las anteriores. Cuando los productos vienen de las salas de clase, la señal la dan a los editores los propios profesores si, a su juicio, combinan buen reporteo, fuentes pertinentes, interés público y calidad narrativa.

Otro punto común -que algunos han logrado más que otros- es la integración de lenguajes multimedia y multiplataforma, de manera que el proyecto pueda hacer sinergia tanto con los cursos escritos, audiovisuales, digitales y radiales que se imparten en los programas de pregrado. Además, con líneas editoriales más flexibles que las de los medios tradicionales, los medios universitarios han podido materializar innovadoras coberturas especiales de prensa.

¿Ejemplos? El que publicó Kilómetro Cero en noviembre de 2022 bajo el título “La ciudad estallada”, que habla del impacto que tuvo en los habitantes de Santiago los mil días que siguieron al estallido social; o el especial multimedia que unos meses antes lanzó Puroperiodismo llamado “Vivir al margen: El preocupante déficit de vivienda que azota a Chile”, que profundiza en los factores que han provocado el explosivo aumento de campamentos; o el que Vergara 240 publicó en abril del año pasado para retratar el aumento de los índices de delincuencia y victimización en el país mediante distintas historias –“Entre balas y rejas”, se llama-; o también el proyecto de estudiantes de la UDD que ganó el PPE Universitario 2021 y que abordó la violencia obstétrica que sufren las mujeres que dan a luz en prisión.

El director de carrera en Periodismo UAH y editor de Puroperiodismo, Juan Pablo Figueroa, explica que para el éxito de estos medios es esencial la colaboración entre alumnos y profesores para “poder sacarle más trote a los estudiantes, generando proyectos que sean innovadores y que nutran a una plataforma que muestre el buen periodismo que se puede hacer desde la etapa formativa”.

Para garantizar la calidad de los contenidos en estos proyectos, el director de Periodismo UDP, Gazi Jalil, dice que ha sido vital potenciar la investigación en los alumnos. En el caso de Vergara 240, los reportajes y entrevistas pasan por un proceso de revisión muy cuidadoso, donde comités editoriales -compuestos generalmente por docentes y sus ayudantes-, no sólo evalúan que el texto esté bien escrito, sino que además que la información esté completa, sea precisa y veraz, y que las fuentes estén correctamente abordadas y citadas.

“Desde que entramos a la carrera nos hicieron saber que ya éramos periodistas, y que todos nuestros trabajos tenían que ser tomados en serio como si fueran a ser publicados”, dice Luis Castañeda, coautor junto a María Galleguillos del trabajo que ganó el PPE Universitario el año pasado.

“El aporte que pueden hacer los estudiantes al periodismo profesional y de calidad es enorme si se conduce bien. Y si además de aplicarse bien las técnicas están también los incentivos correctos para poder hacerlo, todos ganamos”, resume Figueroa.

El director de la escuela de periodismo, Juan Pablo Figueroa, está convencido de que “el periodismo se aprende en las calles”,  por lo que convoca constantemente en sus clases a los estudiantes a salir de sus zonas de confort y a poner a prueba sus pautas en el terreno. “Es en ese despliegue que suele nacer la motivación y vocación que permite que seas un buen periodista en cualquier tipo de género”, expresa.

Investigar y salir a la calle

Todos los trabajos que han sido destacados por el PPE Universitario son referentes de la calidad y consistencia del ejercicio periodístico. Y en ese sentido, la creación y el uso de herramientas como la Ley de Transparencia en las aulas, además de la contratación de docentes que no sólo reportean bien en los respectivos medios donde trabajan, sino que saben usar la tecnología para aplicar búsquedas sistemáticas de información, verificar y cruzar datos, son factores que favorecen a los alumnos y el impacto social de sus investigaciones. 

“Hay muchos ramos en los que nos hicieron investigar con estas herramientas, y la verdad es que fue esencial para poder poner los hechos en datos, que son los que le dan más credibilidad a tu investigación”, dice Valentina Medina.

El método de investigación que ha desarrollado Ciper desde su fundación en 2007 ha sido muy influyente en ese proceso. Tanto en la UAH como en la UC y la UDP, los cursos de Periodismo de Investigación se basan en ese método, que se nutre además de otras materias que hace dos décadas ni siquiera existían y hoy forman parte de varias mallas curriculares: el Periodismo de Datos, la comunicación multimedia y la narrativa digital, o los emprendimientos periodísticos, entre otros. 

Pero no sólo de buenas herramientas de escritorio se nutren los estudiantes hoy para realizar sus trabajos. En este cambio de paradigma que mencionaba Arriagada, uno de los principales desafíos para los docentes ha sido mantener viva la vocación de los alumnos para reportear en terreno: el lugar donde los alumnos adquieren habilidades blandas y puntos de vista que ni la tecnología más sofisticada podría reemplazar. Karim Gálvez, directora de Periodismo UDD, no sólo cree que “el reporteo fuera del escritorio es la base de todo aprendizaje”, sino que apuesta por que un 50% de las asignaturas que los alumnos tengan el primer año, incluyan salir a reportear.

Para alumnos que hoy cuentan con acceso aparentemente ilimitado a la información, y que además tuvieron clases online producto de la pandemia, la tentación de reportear remotamente o por audios de whatsapp, incluso, es tan grande que la presencialidad ha perdido valor. En la UC, la directora del Departamento de Periodismo, Luz Márquez de la Plata, hace hincapié en la importancia de promover la curiosidad y el pensamiento crítico. “Esa es nuestra tarea como docentes. Darles herramientas periodísticas pero sobre todo cosechar ese cuestionamiento en ellos”, dice.

Las escuelas de periodismo se dieron cuenta que si estimulaban a los estudiantes a generar contenidos que tempranamente pudieran salir a competir al mercado, la calidad de sus trabajos, pero también su vocación periodística, aumentaba. “El incentivo de publicar y de llegar a las audiencias no estaba en sus horizontes y eso acababa condicionando la manera en la que el alumno se paraba ante la fuente o lo que iba a escribir”, dice Eduardo Arriagada, periodista y académico UC.

La manera de contrarrestarlo, dice Márquez de la Plata, es entrenando “el músculo reporteril” de los alumnos mediante talleres de prensa escritos, radiales y televisivos. Allí, a los estudiantes se les designa un tema que deben salir a reportear y entregar durante el mismo día. En la UAH, en tanto, el director de la carrera de Periodismo, Juan Pablo Figueroa, está convencido de que “el periodismo se aprende en las calles”,  por lo que convoca constantemente en sus clases a los estudiantes a salir de sus zonas de confort y a poner a prueba sus pautas en terreno. “Es en ese despliegue que suele nacer la motivación y vocación que permite que seas un buen periodista en cualquier tipo de género”, dice.

Con este maletín integral de herramientas sobre la mesa, los universitarios llegan a generar proyectos de título donde la meta final es clara: descubrir algo que el poder quiere mantener oculto. “En este punto se unen todos los conocimientos que entregamos a lo largo de la carrera: la ética, la búsqueda de información, el reporteo, entre otros distintos soportes que les hemos enseñado”, señala Márquez de la Plata.

Ministra Camila Vallejo firma acuerdo: “Más Voces: medios de comunicación y democracia”
Fuente: Ministerio Secretaría General de Gobierno

Descentralizar la información

Instalados como semilleros de un periodismo que además pueda aportar a la democracia, las escuelas ahora son consideradas por el propio gobierno como medios de comunicación. En busca de favorecer la descentralización y la independencia editorial, la ministra vocera Camila Vallejo firmó junto a mediados de 2022 con las universidades de Chile, de La Serena y de la Frontera, el acuerdo “Más Voces: medios de comunicación y democracia”. Éste busca fortalecer el debate en torno a los derechos asociados a la información, la libertad de expresión y la prensa. “Estamos convencidos de que Chile necesita modernizar su ecosistema de medios, asegurando la libertad de expresión y la independencia editorial”, señaló en aquella instancia.

En paralelo, la Secretaría General de la Presidencia (Segpres) creó una base de datos con los distintos medios universitarios que funciona a lo largo del país para diversificar la matriz comunicacional de Chile y fortalecer el rol de los medios locales. Algo con lo que el presidente del Colegio de Periodistas, Danilo Ahumada, está de acuerdo, puesto que su convicción es que en Chile hace falta un sistema de medios públicos en el que “las universidades, los canales de televisión y las radios universitarias participen”, aseguró en una entrevista.

Los medios universitarios, además de ser un aporte para el estudiante, también lo pueden ser para la discusión pública. “Por la misma agenda que tienen los distintos medios de comunicación masiva, hay temas que se quedan dando vueltas y otros en los que, por distintas razones, no se profundizan”, señala el actual editor de Vergara 240, Fernando Morales. Luego, agrega que los estudiantes pueden aportar una mirada mucho más fresca frente a temáticas emergentes que la industria de medios no está viendo y con un fuerte enfoque de derechos humanos. “Sin duda, los estudiantes pueden hacer un aporte esencial desde nuevas miradas, pautas, herramientas de trabajo, nuevos formatos y lenguajes”.

Los medios que han formado estas instituciones, además de ser un aporte para el estudiante, también lo pueden ser para la discusión pública. “Por la misma agenda que tienen los distintos medios de comunicación masiva, hay temas que se quedan dando vueltas y otros en los que, por distintas razones, no se profundizan”, señala el actual editor de Vergara 240, Fernando Morales.
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Cinco golpes que transformaron la conversación en Chile

Cinco golpes que transformaron la conversación en Chile

El periodismo es capaz de levantar verdades históricas que de otra manera pasarían inadvertidas. Recordamos junto a sus autores aquellas revelaciones que se mantienen presentes en el consciente colectivo de la sociedad chilena. Como la vez que una  pregunta solitaria descolocó al Papa Francisco y dio paso a una ola de renuncias de obispos a la Iglesia chilena. O el reportaje que provocó la primera acusación constitucional contra un Presidente en ejercicio. La vez que un equipo periodístico ubicó antes que nadie al prófugo ex líder de Colonia Dignidad. También el momento en que la prensa tuvo la agudeza de escuchar a un grupo de actrices que se atrevió a denunciar a uno de los cineastas más importantes del país; o la entrevista con la que supimos que el testimonio de Gemita Bueno era la primera gran fake news de nuestros tiempos. Pero, ¿cómo administramos esta enorme responsabilidad para que no nos encandile?

Por Sofía Concha

Collage digital con se ven de izquierda a derecha: Paul Schäfer imputado, es llevado por personales de gendarmería en silla de ruedas; Gema Bueno con la palabra "¡EXTRA!" detrás; Papa Francisco sobre puesto a la carta enviada a los obispos de Chile; caras de Sebastián Piñera y Carlos Délano junto al escudo de las Islas Vìrgenes Británicas y la moneda símbolo de la investigación de los Pandora Papers, y una mujer declarando frente al micrófono por el caso contra Nicolás Lopéz, este acompañado del texto de su película "Que pena tu vida".

Cerca de 500 mil personas llegaron el 18 de enero de 2018 hasta el Campus Deportivo Lobito, en Iquique, para asistir a la misa que dio el Papa Francisco, al son de los ritmos de La Tirana. Ese día fue particularmente caluroso, recuerda Nicole Martínez, la periodista de Radio Biobío que cubría la gira papal y que esperaba toparse con el obispo Juan Barros en esa multitud. Si era su día de suerte, pensaba Nicole, también podría cruzarse con la máxima autoridad de la Iglesia Católica y sacarle alguna cuña.

Para ese momento, Juan Barros ya no era cualquier religioso. Tres años antes, y en medio de una gran polémica, fue designado obispo de Osorno; ahora feligreses y laicos exigían su renuncia por pertenecer al círculo íntimo del cura Fernando Karadima y estar vinculado a su red de abusos sexuales y encubrimiento.

“Barros estaba parado ahí, en la puerta, cuando Karadima abusaba de mí y de otros. También él se tocaba y se besaba con Karadima”, declaró en 2015 el periodista Juan Carlos Cruz, el primero de muchas víctimas que denunciaron el rol que jugó el religioso en la cofradía del ex párroco de El Bosque.

Martínez quería ver al Papa Francisco para preguntarle lo que, a esas alturas, toda la opinión pública deseaba saber pero que ningún periodista se había atrevido a preguntar: por qué se había premiado a Barros con el cargo de obispo, a pesar de ser sindicado como cómplice del horror, y por qué, a pesar de las denuncias y protestas en su contra por parte de su comunidad, el pontífice lo había elegido para ir a su lado. Una pregunta que para ella era “de lo más lógica” y por la que esperó horas detrás de unas rejas, junto al técnico en sonido de la radio.

Carabineros intentó sacarlos una y otra vez, pero ellos persistieron. “Les dije que no iba a salir, así que llegamos a un acuerdo: me ubicaría detrás de las vallas hasta que aparecieran”, cuenta la periodista, quien era la única representante de los medios que siguió allí, bajo el sol nortino. 

Entonces, el Papa Francisco apareció y Martínez corrió junto al técnico tras él.

“Fue el técnico quien le gritó. Le dijo que llevábamos muchas horas esperando, que si podía saludar a la radio Biobío -cuenta Nicole-. El Papa se acercó y, cuando lo hizo, el técnico le hizo una pregunta muy genérica para que no se fuera, que cómo había estado el viaje a Chile… Fue en ese momento que empezó a darnos su bendición”.

La periodista tenía enfrente la oportunidad y la provechó: “Papa, muy cortito, hay un problema que preocupa a los chilenos y que es el caso del obispo de Osorno. ¿Usted le da todo el respaldo al obispo Barros?”

Sólo eso le preguntó. En ese momento, recuerda Nicole, al Papa se le desfiguró la cara, paró de bendecirlos y dijo:

—El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia. ¿Está claro?

Luego sonrió y se fue.

La periodista relata que tras esa pregunta incómoda, dio por terminada su jornada laboral y se fue de vacaciones. Desconectada, jamás imaginó lo que su intervención provocó: que el Papa enviase a Chile una comisión liderada por Charles Scicluna y Jordi Bertomeu para investigar a Barros y a la extensa trama de encubrimiento de abusos en la Iglesia chilena, y, en definitiva, intervenirla. “Yo no dimensioné para nada las consecuencias que podría traer esa pregunta, hasta que días después me contactaron otros medios y empecé a mirar la cobertura”.

El Papa, en el avión y de regreso al Vaticano, comenzó a disculparse:

—Desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí, y espero poder hacerlo personalmente en las próximas semanas.

Leer AQUÍ carta completa DEL PAPA A CHILE:

Para junio de 2018, cinco meses después de la visita del Papa, la pregunta de Nicole había ocasionado la renuncia de 33 obispos, entre ellos, Juan Barros. Cuando el Papa la aceptó, lo hizo asegurando que “nuestras vidas están en las manos de Dios” y que es él “el que conoce nuestras conciencias y las acciones de cada uno en este complejo tiempo que nos tocó vivir”.

A cinco años de aquella pregunta, Nicole insiste en que sólo cumplió con su deber básico como periodista. Estima que todo se logró gracias al trabajo en equipo y el respaldo de la propia radio, y que ella “solo metió el gol”.

“Creo que cuando uno trabaja en esto tiene que ser capaz de enfrentarse al poder (en el buen sentido de la palabra), y eso incluye al poder político y al poder de la Iglesia. Eso significa ser capaz de algo tan simple como hacer las preguntas”, dice.

Éste es sólo uno de los muchos ejemplos en que la potencia de una pregunta bien hecha o la fuerza de una buena investigación -independiente del formato- han sido capaces de remecer el mundo en que vivimos durante las últimas dos décadas. Varios de esos trabajos fueron reconocidos como ganadores o finalistas en las distintas categorías del PPE. Para este reportaje, revivimos algunos de ellos, conversamos con sus autores y autoras y analizamos el impacto ese periodismo que transforma cuando se hace bien. 

“Creo que cuando uno trabaja en esto tiene que ser capaz de enfrentarse al poder (en el buen sentido de la palabra), y eso incluye al poder político y al poder de la Iglesia. Eso significa ser capaz de algo tan simple como hacer las preguntas”, dice la ex periodista de Biobío sobre la vez que su interpelación al Papa Francisco, gatilló la renuncia de 33 obispos de la Iglesia Católica en Chile, entre ellos, la de Juan Barros.

Pandora Papers y la revelación de un presidente

La primera semana de octubre de 2021, la agenda pública fue remecida por uno de los golpes periodísticos más reveladores del último tiempo. Un nuevo antecedente, hallado en medio de una ambiciosa investigación periodística colaborativa y transnacional del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), puso nuevamente en la palestra el conflicto de interés que involucraba al entonces Presidente Sebastián Piñera en la compraventa de Minera Dominga en un paraíso fiscal.

El 3 de octubre, Ciper publicó un reportaje titulado: “Pandora Papers: Familias Piñera y Délano sellaron millonaria compraventa de Minera Dominga en Islas Vírgenes Británicas”. El tema más grave que allí expusieron los periodistas Alberto Arellano (Ciper) y Francisca Skoknic (Labot) era que la familia Piñera había firmado un contrato que establecía un pago en tres cuotas, con una cláusula que ponía en una cuestionable posición al mandatario. “La última (cuota) dependía de que no hubiera cambios regulatorios que obstaculizaran la instalación de la mina y su puerto. El detalle es que dichos cambios dependen de decisiones del gobierno”, se lee en el reportaje.

Dicho trabajo fue el primero de una serie de reportajes que abordó el capítulo chileno de los Pandora Papers, que incluyó además movimientos en paraísos tributarios de varios otros grupos económicos del país, entre ellos Andrónico Luksic y Leonardo Farkas. Desde la filtración al ICIJ a la publicación simultánea en distintos países, el trabajo tomó cerca de un año y, ya al aire, provocó la apertura de una causa judicial, instruida por el ex fiscal nacional Jorge Abbott, en contra del Presidente por los posibles delitos de negociación incompatible, tráfico de influencias y cohecho. Producto del impacto que tuvo en la prensa internacional, los parlamentarios de oposición impulsaron y lograron llevar a cabo una acusación constitucional contra Piñera. Los argumentos eran que había “infringido abiertamente la Constitución en relación al principio de probidad” y, en segundo lugar, “había comprometido gravemente el honor de la nación”.

Las consecuencias no terminaron allí: según los datos que uno de los investigadores obtuvo vía Transparencia un año después de la publicación, el Servicio de Impuestos Internos (SII) abrió 51 causas para revisar los movimientos de dinero de aquellas personas mencionadas en los Pandora Papers, 18 auditorías y 33 revisiones de cumplimiento.

“Yo tenía más o menos claro que esto iba a tener un impacto fuerte. Ver las portadas de varios medios de Estados Unidos, España e Inglaterra publicando lo de Piñera y su conflicto de interés, fueron ejemplo de eso. Encontrar conflictos de interés al más alto nivel es como un sueño periodístico”, comenta Alberto Arellano.

El actual periodista del Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos de la Universidad Diego Portales (CIP), también recuerda que posterior a la publicación de este primer reportaje, enfrentó semanas caóticas. “Los llamados no vinieron solamente de todos los medios de Chile, sino que también de afuera. Había estrés, fue un momento de mucha exposición. Además, el presidente negaba  todos los hechos. Más bien dijo que el reportaje no traía nada nuevo”. “Quiero afirmarlo en forma clara y categórica. Hace 12 años, en 2009, me desligué absolutamente de la administración y gestión de las empresas familiares y cualquier otra empresa de la que hubiese participado”, dijo por aquella época Sebastián Piñera, en compañía de su entonces ministro de la Segegob, Jaime Bellolio.

“Yo tenía más o menos claro que esto iba a tener un impacto fuerte. Ver las portadas de varios medios de Estados Unidos, España e Inglaterra, publicando lo de Piñera y su conflicto de interés, fueron ejemplo de eso. Encontrar conflictos de interés al más alto nivel es como un sueño periodístico”, comenta  Alberto Arellano.
Extracto Twitter @aarellanoj

Francisca Skoknic también recuerda aquellas semanas vertiginosas.

“El impacto fue muy rápido. Esa misma tarde hubo declaraciones del Gobierno y del mundo político, y eso nos sorprendió. De hecho, eso hizo súper difícil nuestro trabajo los días siguientes, porque no teníamos todos los textos listos y editados para continuar con la serie”.

Pero todo escaló de esa forma, también, por la polarización que se vivía en el país. Se acercaban las elecciones presidenciales y la desaprobación del gobierno de Piñera alcanzaba un 71%, lo que lo transformaba en el mandatario peor evaluado desde el retorno a la democracia en 1990. “El clima político estaba bastante exacerbado y eso siempre, en el fondo, hace que los reportajes tengan mayor o menor impacto”, dice Skoknic. 

La ex subdirectora de Ciper y co-fundadora de LaBot también atribuye el impacto a otros trabajos periodísticos que, anteriormente, expusieron los conflictos de intereses que involucraban al ex presidente, y su uso de los paraísos fiscales. “Hay un montón de cosas que se sumaron al impacto que tuvo y que sigue teniendo ese trabajo, porque aún no sabemos qué va a pasar y qué ha pasado con la investigación penal que está abierta”.

Ese reportaje resultó ganador del PPE Escrito en 2021.

Los abusos que sepultaron la carrera de Nicolás López

En junio y julio de 2018, dos reportajes publicados por la revista Sábado pusieron en jaque al cineasta chileno, Nicolás López. Ocho actrices lo acusaban de haber abusado de ellas en contextos laborales.

Han pasado casi cinco años y el proceso judicial que gatilló este trabajo periodístico aún no llega a su fin. A pesar de que el 26 de abril de 2022, López fue declarado culpable por dos casos de abuso sexual, y por ello fue sentenciado en primera instancia a 5 años de cárcel. Eso sí, su defensa logró que la Corte Suprema acogiera parcialmente un recurso de nulidad a dos penas de 3 años y un día, que cumplirá con libertad vigilada intensiva.

Independiente de las interpretaciones que provoque esta sentencia, hay algo que es seguro: sin los antecedentes que entregaron los periodistas Andrew Chernin y Rodrigo Fluxá con su reportaje “Los pecados de Nicolás López, el director Sin Filtro”, habría sido muy difícil que la Fiscalía comenzara a investigar. Todo este trabajo se dio en el marco de un contexto clave: el mayo feminista de 2018. Por aquel entonces, las calles de la capital estaban llenas de mujeres que destaparon sus cuerpos para manifestarse. Muchas de ellas eran estudiantes superiores, quienes, cansadas de los abusos de sus pares o de los propios académicos, se tomaron las universidades en señal de protesta.

La manifestación por una vida libre de violencia tomó cada vez más fuerza y alentó a muchas a denunciar. Tal como lo hicieron las actrices en contra de López y, antes que ellas, otras siete contra el productor de teleseries, Herval Abreu. En ese último reportaje, además de Chernin y Fluxá participaron la entonces editora de revistas de El Mercurio, Paula Escobar, y el periodista de Sábado, Rodrigo Munizaga. Por ambos trabajos, todos ellos resultaron ganadores del PPE Escrito de 2018.

No fue sencillo para el equipo de periodistas recopilar los testimonios de las víctimas cuando no había siquiera un proceso judicial en curso. “Lo que hicimos con las actrices y con la gente de la industria audiovisual a la que entrevistamos, fue juntarnos a escuchar lo que querían decirnos. Y a partir de eso, veíamos si el motivo de sus acusaciones tenía suficiente sustento. Me refiero a que lo que decían las denunciantes pudiese comprobarse, además de tener algún tipo de relevancia periodística. Finalmente, creo que es un reportaje bien hecho. Me alegro que el equipo nos apoyara en este tipo de periodismo que es de largo aliento, y donde uno no sabe si las cosas van a resultar bien”, explica uno de los autores, Andrew Chernin.

Cada testimonio que publicaron tuvo que pasar por un proceso de verificación exhaustivo antes de salir a la luz pública. “Obviamente sentimos mucha satisfacción al saber que después de años -el 2022- el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar halló culpable a Nicolás López por casos de abuso sexual. Nuestro artículo periodístico logró establecer un primer ladrillo, una primera piedra hacia un proceso”, dice Chernin, quien además ha sido finalista del PPE en otras siete oportunidades.

La última fue por el trabajo que publicó junto a Paz Radovic el 4 de septiembre de 2021, en La Tercera: Rodrigo Rojas Vade, un hombre que se hizo conocido por participar de las manifestaciones tras el estallido social con un cáncer a cuestas y que por ello llegó a ser electo como integrante independiente de la Convención Constitucional, reconoció a los periodistas que había mentido y que no tenía cáncer. El reportaje “Rojas Vade admite que no tiene cáncer: ‘Siento que me tengo que retirar de la Convención” no sólo remeció a la opinión pública y a los miembros del órgano que redactarían la nueva carta fundamental, sino que afectó sin vuelta atrás la fe en el proceso constituyente.

No solo se tuvo que retirar Rojas Vade, sino que el Ministerio Público lo formalizó y fue declarado culpable de estafa residual, por lo cual debió pagar 11 UTM y 61 días de presidio menor en su grado mínimo.

“Obviamente sentimos mucha satisfacción al saber que después de años -el 2022- el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar halló culpable a Nicolás López por casos de abuso sexual. Nuestro artículo periodístico logró establecer un primer ladrillo, una primera piedra hacia un proceso”, comenta Andrew Chernin.
Las lecciones del caso Gemita Bueno

Llegar a la verdad y seguirle la pista a los poderosos con el afán de contribuir a la democracia son objetivos que el buen periodismo -con más o menos riesgos para quien lo ejerce- ha abrazado desde siempre. Pero la forma de golpear en dictadura no se asemeja a la que se ocupaba en la época de la transición, como tampoco es comparable con la que los periodistas ejercen hoy de la mano de las tecnologías.

El caso Spiniak y su testigo clave, Gemita Bueno, le dieron una gran lección al periodismo chileno en 2003 y los años posteriores. Tras conocerse el caso del empresario Claudio Spiniak, quien fue detenido por participar de una red de pedofilia, el nombre de Gemita se instauró en la conciencia colectiva de los chilenos y chilenas como la testigo clave de un grupo de políticos que supuestamente acompañaban a Spiniak en sus fechorías.

Aquella mujer, joven y de bajos recursos, era resguardada por un sacerdote conocido como el “cura Jolo”. Un personaje que construyó una especie de cerco de protección en torno a la testigo que dio su versión por primera vez a Canal 13 bajo las iniciales G.B., y que acusaba al entonces senador Jovino Novoa (UDI) de haber abusado de ella. “Fue un golpe periodístico para el canal y desde ahí para adelante pasaron muchas cosas en muy poco tiempo. En términos periodísticos se dio también cierta locura, porque se informó en base a especulaciones en torno al caso. En el fondo, más que haber hechos o factualidad de la información, lo que se trató de instalar eran rumores”, comenta la periodista Lyuba Yez, quien se ha desempeñado como escritora, académica e investigadora en ética de las comunicaciones y prácticas periodísticas.

Pero junto a la revelación de aquella entrevista, comenzaron las incongruencias en los reiterados testimonios que entregó Gemita Bueno. “En un principio fue una cobertura adecuada para lo que estaba pasando, pero después se salió un poco de control. Yo creo que también de los límites del periodismo, porque la sociedad estaba exigiendo mucho en ese momento y trajo mucho morbo, mucha truculencia. Es como si se hubiese despertado una pasión enorme porque esto fuera algo distinto de lo que era realmente. Como si fuese una noticia súper deseada por algunos”, dice la académica experta en ética periodística.

Y continúa:

“Gema Bueno fue una fuente accesible para los medios, no sólo estaba protegida por la supuesta vulnerabilidad que luego ella negó encarnar, sino que además decidió dar la cara. Todos los días hacía conferencias de prensa, ella misma buscaba a los medios y los utilizó a su favor. De alguna manera, la falta de ética estuvo presente en ambos lados”, comenta Yez.

“Los medios tuvieron una responsabilidad. Uno lo evalúa  20 años después, y en su minuto todos creíamos que esto era una súper película, un thriller, donde muchos iban a caer. Pero pasó todo lo contrario y hoy es mucho más evidente que se usó políticamente el caso. (…) La lección es que una sola declaración no puede dar cuenta de una realidad completa”, dice la académica experta en ética periodística, Lyuba Yez sobre los aciertos y desaciertos de la cobertura de Gemita Bueno.

En ese contexto y en agosto de 2004, Mauricio Donoso publicó en La Tercera una entrevista a Gemita Bueno que dio un vuelco total en el caso Spiniak. Se llamaba “Es todo mentira. Todo, todo, todo, todo mentira” y resultó ganadora de la categoría Golpe Periodístico del PPE Escrito de ese año. Una segunda publicación del The Clinic vino a corroborar lo expuesto por Donoso con el titular: “Me pasé por la raja a todo Chile”. Gemita Bueno al fin se sacaba la careta y lo que le quedaba al periodismo era hacer un mea culpa.

“Los medios tuvieron una responsabilidad. Uno lo evalúa  20 años después y en su minuto todos creíamos que esto era una súper película, un thriller, donde muchos iban a caer. Pero pasó todo lo contrario y hoy es mucho más evidente que se usó políticamente el caso, sobre todo porque había elecciones cerca. Para Lyuba Yez, la lección que dejó este caso y su posterior revelación periodística es que “una sola declaración no puede dar cuenta de una realidad completa”.

En consecuencia, el reportaje de Mauricio Donoso le permitió a la justicia abrir una línea investigativa por falso testimonio que entregaron Gemita y el cura Jolo ante la Corte. Ambos fueron sentenciados en mayo de 2006 a tres años y un día de presidio por el ministro Manuel Valderrama. En esa oportunidad, Gema Bueno fue condenada como autora de falso testimonio en perjuicio de los senadores Jovino Novoa y Nelson Ávila.

La detención del amo y señor de Colonia Dignidad

Para la periodista Carola Fuentes, golpear en cualquier época tiene contras que debemos atender. Es más: sostiene que el golpe periodístico puede llegar a ser un muy mal incentivo para nuestro oficio, sobre todo ahora que los accesos a la información son mayores y que las herramientas tecnológicas permiten informar e incluso denunciar en un pestañeo.

“Cuando tenemos como propósito hacer un golpe periodístico, las posibilidades de equivocarnos y de arriesgarnos a publicar algo que no esté chequeado son enormes. Hay grandes historias en Chile que dan cuenta de esos errores que, probablemente, y sin esa ambición de golpear, no se habrían cometido”, agrega quien hoy trabaja en su productora audiovisual La Ventana Cine, pero que años atrás participó en programas de investigación periodística audiovisual como Contacto, de Canal 13.

En aquella casa televisiva, Fuentes realizó investigaciones muy reveladoras. Una de ellas, incluso, terminó con el pederasta alemán y emblemático líder de Colonia Dignidad, Paul Schäfer, detenido en Argentina. El 12 de enero de 2004, el equipo de Contacto cruzó la cordillera para dirigirse a una localidad llamada Chivilcoy. Tras reiterados viajes a la zona, un periodista (Gustavo Villarrubia), logró infiltrarse en el pueblo, y con la ayuda de algunos vecinos, dio con su paradero. Entonces se lo comunicó a un grupo de policías dirigidos por la Interpol que actuase. Pese a que las autoridades argentinas fueron las encargadas de llevarse detenido a un anciano y enfermo Schäfer, fue el grupo de periodistas liderados por Carola Fuentes el que construyó el camino hasta su escondite.

“Recuerdo que se generó una gran discusión sobre si éramos periodistas o policías, algo que venía comentándose desde el reportaje de Paidos (un trabajo que se realizó en conjunto con la Unidad de Menores de la Interpol para desbaratar una red de pedofilia que distribuía pornografía infantil por Internet, que tenía presencia en Chile y Costa Rica). Yo nunca me he sentido con atribuciones de policía ni de detective, pero es verdad que la investigación tiene métodos similares, y que nosotros no revelamos el paradero de Schäfer solamente. Nuestro trabajo también probó que no había sido detenido por falta de voluntad política. Lo que hicimos no fue magia, no teníamos más plata ni más formación que la policía, pero sí más voluntad”, asegura la periodista.

La investigación de Contacto dejó en evidencia el nivel de impunidad que, en 2004, todavía reinaba en Chile. Desde que Carola Fuentes nació en los ’70 que escuchaba relatos sobre Colonia Dignidad. “En 1996, empezó un declive del poder de Schäfer, porque se iniciaron las querellas del abogado Hernán Fernández. Yo todavía me acuerdo que la Colonia era una cosa curiosa. Estaba en el Teletrece cuando los periodistas llegaban con kuchen y queso que les regalaban los colonos en diciembre. Yo no pescaba mucho hasta que en 2003 empezamos la búsqueda de Schäfer”. 

Existía mucho temor a pesar de estar en democracia, dice la investigadora: “Yo hacía reportajes de investigación que eran más bien denuncias al consumidor, porque nos pasamos 10 años, entre el 90 y el 2000, pisando huevos”. Finalmente, tras la emisión del trabajo periodístico, el equipo de Contacto fue nominado a los premios Emmys Awards en 2005. Para Carola, el mejor reconocimiento fue demostrarle a las personas que la impunidad no es para siempre y que personas poderosas como Paul Schäfer, también podían pagar sus delitos.

“Este fue el resultado de una investigación periodística súper seria e importante, pero también simbólica para los chilenos y chilenas porque puso fin a la impunidad. Yo creo que la ciudadanía lo vio así, y que las personas que cometen delitos pueden ir a la cárcel, no pueden escaparse para siempre”, reflexiona la periodista a 19 años de haber iniciado la persecución a Schäfer.

El trabajo no fue reconocido por el PPE Audiovisual ya que esa categoría no existió sino hasta cinco años después de emitido el reportaje.

“Cuando tenemos como propósito hacer un golpe periodístico, las posibilidades de equivocarnos y de arriesgarnos a publicar algo que no esté chequeado, son enormes. Hay grandes historias en Chile que dan cuenta de esos errores que, probablemente, y sin esa ambición de golpear, no se habrían cometido”, comenta Carola Fuentes.

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Pioneros: La apocalíptica ruta hacia la digitalización de los medios

Pioneros: La apocalíptica ruta hacia la digitalización de los medios en Chile

A 30 años de la llegada de Internet a Chile, todo ha cambiado. La sociedad ha debido adaptarse al vertiginoso fenómeno de la tecnología, del cual el periodismo no ha estado ajeno. En ese camino —que comenzó a finales de los 90—, diarios tradicionales como La Época intentaron adaptarse al nuevo lenguaje, y otros, como Primera Línea, 24Horas.cl, Emol y El Mostrador, cimentaron las bases del periodismo digital. En este reportaje sobre esos primeros años de cambio, revivimos esa historia en las voces de quienes estuvieron detrás de esa transformación, la que a punta de logros, fracasos y anécdotas cambió para siempre la prensa y el modo en que accedemos a la información.

Por: Daniel Lillo

Corría el año 1996 y en la sala de redacción del diario La Época –fundado en 1987– se vivía un verdadero “acontecimiento”. Una campanita sonaba intempestivamente dos o tres veces al día, sorprendiendo a un equipo de periodistas encabezado por el destacado fotógrafo y reportero Miguel Ángel Larrea. Desde las diferentes secciones del diario se asomaban para observar qué estaba pasando. El sonido era la señal de que, desde otro lugar del mundo, viajaba información a través de Internet, algo que para los reporteros de tinta y calle era absolutamente críptico, misterioso e inaudito.

A pesar de que en el presente, esa campanita nos acompañe en cada momento de nuestra rutina: desde que nos despertamos en las mañanas con la alarma que programamos la noche anterior hasta las cientos de notificaciones que recibimos al día en nuestras redes sociales, a mediados de los ’90, cuando La Época se convirtió en el primer medio nacional en tener un sitio de noticias en la web, era una total rareza. “Nadie sabía o entendía mucho de qué se trataba este proyecto piloto. Todo era tan sorprendente y lejano a la vez”, cuenta la periodista Nancy Arancibia, testigo de esa “redacción pionera” cuando estaba en la sección de Archivo y Economía del diario.

Juan Carlos Lepe, quien estudiaba periodismo al mismo tiempo que trabajaba en el diario, también lo recuerda bien. Con campanitas como esas, el Internet se estaba posicionando como el futuro, no solo del oficio, sino que de la sociedad. “Me acuerdo de que en la universidad había llegado el Internet un año antes, y que ya se usaban servidores como Gopher y Netscape. Cuando supimos de esta idea del diario electrónico, entendimos que para allá iban las cosas y quisimos incursionar”.

Los pocos recursos con los que contaba el diario no fueron un impedimento para que el lanzamiento de La Época en su versión web se hiciera a lo grande. En un hotel de Vitacura se organizó un desayuno para dar a conocer el proyecto. La tarjeta de invitación emulaba un pan de molde quemado con la leyenda: “El primer diario electrónico en Chile”. Lejos de las posibilidades que hoy dan los sitios webs, Lepe recuerda que su quehacer, en ese entonces, se remitía a seleccionar las 10 noticias más importantes de la versión impresa para replicarlas en el sitio online.

Aunque existían grandes impedimentos para desarrollar un mejor material periodístico, producto de las limitaciones de los servidores, ahí surgieron las primeras innovaciones. Las noticias comenzaron a ser actualizadas con la información que se reporteaba durante el día o que se recibía por fax, se implementó el “minuto a minuto” en eventos deportivos y se logró digitalizar fotografías. “El proceso consistía en revelar el rollo y con un escáner de negativos se procesaba. Así se digitalizaba la imagen y se mandaba por correos. Era un ‘culo’. Ni pensar en videos”, cuenta Lepe sobre su experiencia en un diario que dos años después, y a pesar de que sus trabajadores adquirieron el 76,5% de las acciones para mantenerlo a flote, sucumbió a una severa crisis financiera.

“Los pocos recursos con los que contaba el diario no fueron un impedimento para que el lanzamiento de La Época en su versión web se hiciera a lo grande. En un hotel de Vitacura se organizó un desayuno para dar a conocer el proyecto. La tarjeta de invitación emulaba un pan de molde quemado con la leyenda: ‘El primer diario electrónico en Chile’”.

El proyecto digital murió con la última impresión de La Época en julio de 1998, pero a los pocos años, la campanita siguió sonando a través de otras iniciativas como Primera Línea: el proyecto digital de La Nación que surgió en el 2000 y que estaba encabezado por Juan Pablo Cárdenas. Nancy Arancibia también se incorporó a ese equipo como periodista de la sección Cultura, y recuerda que, a diferencia de otros medios digitales que habían existido hasta ese momento, en Primera Línea no se replicaba contenido, sino que se generaba información propia desde una mirada editorial vanguardista e independiente. “Era atractivo, porque por primera vez se podía escribir de lo que uno quisiera”, asegura.

Esa línea editorial permitió abordar la cultura de una manera “menos institucional”. Cubrir la literatura de Pedro Lemebel, por ejemplo, o levantar artículos sobre derechos humanos que en democracia encontraban poco espacio en los diarios tradicionales. “Ahí logramos contar todo lo que no se veía en La Tercera o El Mercurio. El concepto del diario era el contenido y el sitio era solo una manera de entregarlo”, comenta Arancibia.

También hubo complicaciones y vallas que sortear a la hora de incorporar la tecnología al trabajo. La periodista cuenta que al principio todo era “ensayo y error”, ya que, de todos los periodistas que hacían Primera Línea, solo uno conocía el Internet previo al proyecto. “El proceso de redacción era súper complejo. Escribía mi nota, la imprimía para llevársela al editor, él la editaba en papel, yo la arreglaba y recién quedaba lista para pasarla al sitio. No había un lenguaje de Internet en esos tiempos”, recuerda.

Tras algunos cambios en la dirección editorial, Primera Línea se disolvió con la llegada de La Nación.cl, portal que unificó los diferentes contenidos del medio. La campanita, sin embargo, siguió evolucionando. Solo era la primera de las herramientas tecnológicas que impactarían a los medios y nuestro cotidiano.

Emol: la incursión de los grandes medios en lo digital

Desde que llegó Internet, ni la prensa ni las maneras y tiempos en los que los ciudadanos nos informamos fueron los mismos. Y a fines de los ’90 el cambio de paradigma ya estaba en curso. Entre 1996 y el 2000, el porcentaje de la población que tenía acceso a la web en Chile creció de un 1% a un 17%, según información del Banco Mundial. En 1997, en tanto, se formalizó el dominio “.cl”; y para 1999, el Servicio de Impuestos Internos (SII) ya había recibido 90 mil declaraciones de rentas a través de su sitio web, lo que daba indicios de que Internet estaba transformando la vida de todos y todas.

Los medios no se quedaron atrás y junto al extinto proyecto de digitalización de La Época -cuyo único vestigio es una página con espacios en blanco-, otros conglomerados de la prensa comenzaron a levantar extensiones de periódicos a una versión web.

Copesa, que por esos años disputaba el título del “primer medio de Internet”, comenzó a subir parte de su contenido a un sitio con un nombre homónimo en 1997. Su competencia, El Mercurio, hizo lo propio con el lanzamiento de Emol, portal que nació como un servicio de información económica y de actualidad sólo para empresas pero que, con los años, pasaría a tener la estructura propia de un diario.

En esa segunda etapa de Emol, en la que se adoptaron los lineamientos propios de los periódicos —y que comenzó a principios del 2000—, el proyecto quedó a cargo de Paulo “Polo” Ramírez. Pero el profesional, hoy conocido por su rol televisivo, no duró demasiado tiempo y su lugar fue ocupado por Juan Antonio Muñoz en 2002. Este último estuvo encargado de reestructurar el formato impreso que El Mercurio tenía hasta antes del nuevo milenio para convertirlo en un periódico contemporáneo, por lo que la administración del diario de los Edwards también lo consideró la persona ideal para liderar el proyecto digital como editor de contenidos.

En ese nuevo desafío, Muñoz debió adentrarse en el mundo de las tecnologías, desconocido para él hasta ese momento. Pronto se dio cuenta de los desafíos que presentaba el nuevo terreno en el que debía incursionar.

“La escritura para un medio electrónico era distinta. Tenía que ser más acotada, más directa y al grano. En cuanto a la urgencia, que es una característica propia de los diarios impresos, ésta era mucho más relativa en comparación a la que debían tener los diarios electrónicos”.

Con el correr de los meses, Muñoz también percibió las diferencias entre el proyecto digital de El Mercurio y su versión impresa. Emol no era una réplica de lo que aparecía en papel. Tenía sus propios periodistas —más de 30, según recuerda el ex editor— así como pautas y golpes propios. 

“Si bien se produjeron roces entre los equipos, y hubo una cierta discusión sobre si los golpes podían estar antes en Emol que en la versión en papel, estos aspectos se resolvieron relativamente rápido, ya que se entendió que éramos medios distintos y debíamos aprender a convivir. Pero es una realidad que existieron esos roces. De hecho, en un momento se me propuso que cuando tuviéramos un golpe, había que consultarlo con la dirección del diario para publicarlo, cosa que no podía ser”, dice Muñoz.

“Desde que llegó Internet ni la prensa, ni las maneras y tiempos con los que los ciudadanos nos informamos, fueron los mismos. Y a fines de los 90 el cambio de paradigma ya estaba en curso. Entre 1996 y el 2000, el porcentaje de la población que tenía acceso a banda ancha en Chile creció de un 2% a un 22%, según información del Banco Mundial. En 1997, en tanto, se formalizó el dominio “.cl”; y para 1999, el Servicio de impuesto Internos (SII) ya había recibido 90 mil declaraciones de rentas a través de su sitio web, lo que daba indicios de que Internet estaba transformando la vida de todos y todas”.

Más allá de eso, Emol logró posicionarse y hacer crecer su audiencia pese a los bajos índices de acceso al Internet que habían a principios de la década del 2000. Juan Antonio Muñoz consigna que Emol incluso se abrió a explorar otros campos donde El Mercurio no entraba. En 2003, cuando se cumplieron 30 años del Golpe de Estado en Chile, el sitio preparó un ambicioso especial que daba cuenta de los beneficios que tenían los sitios web en comparación al papel. “Ese especial era una cuestión gigantesca. Había información en línea de tiempo, videos, archivo fotográfico, era un verdadero lujo”, acota.

Así, fueron explorando en otras temáticas y hasta armaron especiales de política, artes escénicas o música. También desarrollaron temas vinculados directamente con las mujeres desde un enfoque paritario. Tras dos años y medio en su dirección, Muñoz dejó Emol a lo grande: con una base de lectores fidelizada y el proyecto posicionado como uno de los principales medios digitales de ese periodo.

La llegada de Terra y 24horas.cl

Otro de los hitos que marcó el posicionamiento de proyectos periodísticos en Internet fue el arribo de Terra a Chile. La compañía española dedicada a contenidos web se fundó en 1999 y rápidamente comenzó su expansión por Latinoamérica.

Junto con lanzar su portal en países como Brasil, México, Colombia, Perú y Chile, Terra también colaboró en la creación de nuevos sitios web para medios que estaban interesados en avanzar en estas nuevas plataformas, aportando capacidad técnica y recursos. Así fue como el noticiario de TVN entabló una alianza con Terra para generar el primer “gran” proyecto periodístico digital en Chile: la creación de 24Horas.cl.

“La llegada a Chile de Terra fue muy importante. Ofreció conectividad, pero al mismo tiempo era un soporte de Internet. Eso también permitió contar con la base técnica de los servidores y con la base financiera”, cuenta Libio Pérez, primer editor de 24Horas.cl.

En la Torre Santa María, en el piso 22, y con un cable de fibra óptica conectado directamente desde el canal que proveía la señal en directo, inició esta nueva estación online de información que contó con varios millones de dólares de inversión. Al comienzo, la falta de experiencias previas jugó un rol fundamental en cómo se determinaba el contenido. Según recuerda Pérez, en un primer tramo existió la discusión sobre qué se quería exactamente de la página web: ¿sería un espejo de la televisión o un nuevo medio de comunicación?

“Lo más desafiante fue el debate que tenía que ver con el carácter público del canal de noticias que estábamos inaugurando. Eso se veía exigido por tiempos de Internet que son distintos. A eso se le suma que la web se percibía como una amenaza a la televisión abierta y para los periodistas de noticias”, comenta.

Efectivamente, el Internet provocaba “miedo” por esa época. Como toda revolución social y tecnológica, parte de la población percibía que esta nueva herramienta representaba un peligro.

“Los primeros reportajes de los canales abiertos sobre Internet eran sobre el susto que provocaba en la gente. No eran sobre que se estaba avanzando en una tecnología que permite mejorar la vida de las personas o la calidad de la ciudad, sino que se hablaba de las noticias falsas, las estafas o el material violento que aparecía ahí. Si revisabas la prensa en esa época te encontrabas con que Internet era una amenaza, más que un adelanto”, rememora Pérez.

Con todo, se puso en marcha el proyecto y los resultados comenzaron a saltar a la vista.

Con el correr de los primeros meses, los periodistas se dieron cuenta de que la competencia real de los sitios web era más con la radio que con la televisión. La velocidad que otorgaba Internet, junto con las ventajas que suponía tener la capacidad de acompañar el contenido con imágenes, animaciones, videos y otra multiplicidad de recursos que enriquecían la experiencia frente al monitor, en esos años significó un cambio total en la forma de consumir noticias.

“Los primeros reportajes de los canales abiertos sobre Internet eran sobre el susto que provocaba en la gente. No eran sobre que se estaba avanzando en una tecnología que permite mejorar la vida de las personas o la calidad de la ciudad, sino que se hablaba de las noticias falsas, las estafas o el material violento que aparecía ahí. Si revisas la prensa en esa época te encontrabas con que Internet era una amenaza, más que un adelanto”, rememora Libio Pérez, quien fue el primer editor de 24Horas.cl.

Un ejemplo de esto fue la muerte de Augusto Pinochet en diciembre de 2006. 24Horas.cl ya llevaba más de cinco años de funcionamiento, y pese a que los índices de visitas aún eran bajos, las ventajas del contenido online ya se implementaban con mayor precisión. “Todos sabíamos que Pinochet se iba morir. Y cuando finalmente pasó, la primera información la entregó Radio Cooperativa. Al minuto después aparece TVN con un flash: ‘ha muerto en el hospital militar’. Entre la noticia de Cooperativa y Televisión Nacional transcurrió alrededor de un minuto. En medio, 24Horas.cl se ‘colgó’ de Cooperativa, sacando la información al segundo 15 más menos, golpeando al propio canal. Fue una fracción de segundos. Nadie se dio cuenta de esto, pero yo, que manejaba la información, sí me di cuenta. Ahora si TVN desmentía esto… ”, cuenta Libio Pérez.

Pero la inmediatez y la competencia por quién salía primero con determinada información también generó “retrocesos” en la forma y profundidad del contenido. “Se llegó al extremo de sacar noticias en dos párrafos, sacrificando una buena cantidad de información”, recuerda el ahora editor de Le Monde Diplomatique. 

En 2005, se levantó la primera medición de audiencias: 24Horas.cl marcaba una cifra menor al 2%. Cuando Pérez dejó el sitio, esa cifra rondaba el 14%. Aún no era competencia para canales o medios escritos de circulación nacional, pero el proyecto marcó un precedente en la configuración del panorama de medios. Hoy es el segundo medio online con más alcance en Chile, con un índice del 27% de uso semanal, según el informe Digital News Report 2022 elaborado por Reuters Institute y la Universidad de Oxford.

La irrupción de El Mostrador

El nuevo milenio estaba comenzando y los grandes conglomerados de prensa estaban dando los primeros pasos hacia la digitalización de sus contenidos. Sin embargo, los sitios webs de Copesa, El Mercurio o los canales de televisión, no tenían como intención posicionarse en la agenda mediática. En esos años, los sitios web de dichos medios se remitían a replicar contenido de su versión impresa, y como valor agregado, actualizaban los artículos con la información que surgía en el transcurso del día.

Bajo ese panorama, irrumpió en la escena El Mostradorel primer periódico nativo digital de Chile. Fundado el 1 de marzo del 2000 bajo la dirección de Federico Joannon, el proyecto comenzó a funcionar con una línea editorial que buscaba abarcar temas de largo aliento, con la colaboración de periodistas y escritores. Artículos sobre el impacto de la marihuana en Chile, la vida al interior de las comunidades mapuche en Temuco y otros temas de análisis, eran parte del contenido que levantó el diario digital durante sus primeros meses operativo.

Pero la línea editorial dio un giro con la llegada de Claudia Del Solar, primera editora general de política de El Mostrador. Cuando recibió el llamado para integrarse al equipo, ya había trabajado en las secciones de política de La Tercera, La Hora, La Segunda, entre otros medios de relevancia nacional. Esa experiencia la plasmó en el naciente medio digital, que a la postre significó su posicionamiento en la agenda política.

Junto a la llegada de Del Solar, arribaron a El Mostrador periodistas como Paula Jarpa, Jorge Molina, Claudia Andrea Sánchez y Margaret Valenzuela, entre otros, quienes lograron golpear en diferentes frentes. Pese a que en un comienzo existía un cierto “desprecio” por su condición de medio digital, rápidamente el mundo del periodismo y las autoridades políticas comenzaron a percibir el impacto del primer medio chileno exclusivamente digital. “Los demás diarios tuvieron que empezar a citarnos y otros periodistas comenzaron a respetarnos porque éramos parte de un medio de comunicación real, que golpeaba, cambiaba sus titulares todos los días e incidía en la agenda”, recuerda Del Solar.

Ella recuerda que uno de los puntos de inflexión en el diario fue el desafuero a Augusto Pinochet, aprobado por la Corte de Apelaciones de Santiago el 5 de junio del 2000. Una semana antes, El Mostrador informó la primicia, sorprendiendo al país y los diarios tradicionales.

“Antes de que saliera la resolución de la Corte de Apelaciones, nosotros adelantamos que Pinochet iba a ser desaforado. Cinco días antes publicamos la noticia del desafuero con la votación exacta de los ministros de la corte. Todos los diarios y noticieros cuando hablaban en la noche que Pinochet había sido desaforado —que era la noticia del año— tenían que citarnos. Ahí nos dimos cuenta de que El Mostrador se convirtió en un referente”, cuenta.

Pero el reconocimiento también trajo consigo pugnas con otros conglomerados de la prensa. En 2003, El Mostrador fue reconocido como el primer diario digital en Chile por la Superintendencia de Valores y Seguros, es decir, tenía el mismo estatus que los diarios que circulaban en papel. La determinación de la institución financiera provocó una férrea respuesta de la Asociación Nacional de Prensa (ANP) que, con El Mercurio a la cabeza, presentó un recurso de protección ante la Corte de Apelaciones para revertir el reconocimiento de El Mostrador; todo motivado por el peligro que significaba para la prensa tradicional el hecho de que medios digitales acapararan parte de la torta del avisaje publicitario.

Pese a la ofensiva, la Corte de Apelaciones y la Corte Suprema desestimaron el reclamo y confirmaron que El Mostrador era un medio nacional con los mismos derechos y responsabilidades de un diario impreso. “Este fue un fallo que favoreció particularmente a El Mostrador, pero cuya resolución sentó jurisprudencia para todos los diarios de Internet. Lo que hizo el fallo fue establecer que, en realidad, lo que define la naturaleza de un periódico es que cambien sus titulares todos los días, que entreguen noticias y que el soporte en donde eso se produzca es irrelevante”.

Pese a que en un comienzo existía un cierto “desprecio” por su condición de medio digital, rápidamente el mundo del periodismo y las autoridades políticas comenzaron a percibir el impacto de El Mostrador. “Los demás diarios tuvieron que empezar a citarnos y otros periodistas comenzaron a respetarnos, porque éramos parte de un medio de comunicación real, que golpeaba, cambiaba sus titulares todos los días e incidía en la agenda”, recuerda Claudia Del Solar, su primera editora general en política.

En junio de 2001 comenzaron los alegatos en el juicio a Pinochet. Tras la reforma procesal penal, las intervenciones en los juicios orales pasaron a ser públicos. Sin embargo, el máximo tribunal determinó que las intervenciones en el juicio contra el dictador fueran secretas, sin ninguna justificación. Pero eso no fue impedimento para que los periodistas de El Mostrador accedieran a los alegatos.

“Nosotros consideramos que no había ninguna razón objetiva para que se le negara a la prensa el acceso a los alegatos. Entonces, lo que hicimos fue comprar un equipo en la casa del espía, y -esto es real- compramos un lápiz que transmitía audio y pusimos un receptor afuera de los tribunales que grababa. Un abogado entraba con el lápiz a la sala y Charlie, que era el estafeta del diario, tomaba los cassette y los llevaba a la oficina que estaba en Miraflores, cerca de los tribunales. Cinco periodistas descaseteaban los audios y así El Mostrador fue el único medio que todos los días tenía los alegatos del juicio a Pinochet”, cuenta Claudia Del Solar.

La ex editora se ríe cuando se le pregunta por el nombre del abogado que los ayudó a concretar la operación.

—Nunca se sabrá— agrega. 

La arriesgada y polémica jugada no cayó del todo bien en el rubro. A pesar de que los medios replicaban los alegatos, cuestionaban la forma de conseguir la información. Pese a todo, una vez más el equipo demostró que se podía ir más allá de lo posible.

Del Solar estuvo tres años como editora general de El Mostrador. En ese periodo cuenta que el diario atravesó varias crisis económicas, golpeó “innumerables veces” y el equipo rotó una y otra vez. Pero más allá de eso, la etapa inicial del primer diario digital de Chile sentó uno de los precedentes más importantes en la prensa nacional: lo que define a un diario no es cómo ni dónde ni cuándo se publica, sino la calidad del periodismo que entrega.