Premio Periodismo de Excelencia

“Si no estás, no existes”: Cómo lo digital se adueñó del periodismo chileno

Tras ese primer impulso de los medios por volcarse a lo digital, lo que vino fue arrollador. El desarrollo tecnológico y el acceso a esas nuevas herramientas transformaron por completo el tablero. Había dos opciones para los medios de comunicación, como las pastillas roja y azul de Matrix: adaptarse y estar ahí o dejar de existir. La llegada de lo digital arrasó con los modelos de negocios de toda la industria, transformó las maneras de comunicarse de las personas y la posición de los medios para relacionarse con sus audiencias. ¿Cómo fue esa transformación? ¿Cómo pasamos de discutir sobre si crear o no una página web a ver cómo incorporar y controlar la inteligencia artificial? ¿Y cuál fue la clave de los proyectos que sobrevivieron o murieron en el camino?

Por Daniel Lillo, Juan Pablo Figueroa, Benjamín Espina y Gabriel Riveros

“Esto no tiene futuro”, pensó Francisca Skoknic en un primer momento.

Por esos días, a mediados de 2007, la periodista trabajaba junto a un nuevo equipo, aunque no en una oficina, sino en una casa en Ñuñoa, en la de Mónica González, según ella misma contó en 2011 a la publicación ReVista, de la Universidad de Harvard. El espacio era pequeño y, prácticamente, los únicos recursos que tenían eran los propios, en una época en que eran pocas las personas que tenían computadores portátiles personales. Además de ellas dos, estaban Pedro Ramírez y Sebastián Minay, y salvo Skoknic, que había dejado su trabajo como reportera de política y negocios en la revista Qué Pasa para sumarse a la nueva aventura, todos los demás eran damnificados del cierre del Diario Siete un año antes.Y ahora, se habían reunido para intentar darle forma a algo raro.

Querían dedicarse lo más posible -ojalá un 100%- a la investigación periodística, algo muy difícil, pues precisamente uno de los principales problemas que tenían y aún tienen los equipos que lo hacen, es que no logran autofinanciarse. En los grandes medios, además, han implicado serios conflictos con auspiciadores o grupos de poder. Por lo tanto, eran y todavía son económicamente poco sostenibles. Pero ellos querían hacerlo igual, con un modelo sin fines de lucro y generando rigurosas investigaciones en profundidad para vender a otros medios de comunicación, principalmente diarios y revistas. Centro de Investigación Periodística, nombraron el proyecto. Ciper.

Pronto se dieron cuenta de que ese camino era inviable: los medios no compraban sus reportajes, pagaban muy poco o incluso usaban la información sin atribuirla.

“Vamos a tener que ser independientes y eso significa que vamos a tener que ser digital”, le comunicó Mónica González al equipo, según recordó Skoknic en noviembre del año pasado en una actividad del Festival +Ciper. Y eso era lo que ella creyó que no tendría futuro.

Para los medios, Internet aún era algo nuevo. Y para gran parte de las fuentes y la audiencia -todavía acostumbradas a informarse por diarios, revistas, televisión y radio-, eran poco relevantes (ver reportaje Pioneros: La apocalíptica ruta hacia la digitalización de los medios en Chile). Con el apoyo económico de la familia Saieh (dueña de Copesa) y un fondo de la Open Society Foundation, Ciper salió a la luz como página web en noviembre de 2007, y aunque tenían reportajes de gran calidad e impacto, pocos lo supieron.

“¿Ciper, qué es eso?”, oían a menudo los periodistas de esa primera etapa al otro lado de la línea al solicitar entrevistas o documentos. Muchos cortaban la llamada al oír que era un medio online.

Al año siguiente, su investigación sobre irregularidades en una millonaria licitación del Registro Civil fue uno de los principales golpes periodísticos del país. Y todo cambió. Obligó a los medios tradicionales a citar como referencia a ese nuevo sitio web y los puso en el radar de una audiencia que empezaba a transitar por un camino que pronto sería muy vertiginoso: el de la digitalización de los medios chilenos.

Ese 2008, Ciper ganó con ese reportaje el PPE Escrito y fue finalista con la serie Muertos de nadie en la subcategoría de periodismo digital, la primera vez que se consideró el formato web como un aspecto a considerar en la premiación de la Universidad Alberto Hurtado. También El Mostrador fue finalista durante esa edición con un reportaje sobre una funcionaria pública que utilizaba sin permiso un auto fiscal para vender frambuesas.

“Había una sensación de competitividad entre el diario digital y el papel. Aún no se entendía que lo digital ampliaba el alcance de un medio y se veía más como una competencia. Sin embargo, empieza ahí una frase clave: ‘Si no estás, no existes’”, dice sobre esa época Rommel Piña, ex director de la Escuela de Periodismo en la U. Finis Terrae y editor del libro “Periodismo en línea” (2022).

Eran todavía muy pocos, pero el impulso de los primeros medios que saltaron a la web ya empezaba a expandirse hacia nuevos proyectos independientes.Venían impulsados también por el boom de los blogs y Fotologs de mediados de los 2000, el mayor acceso a herramientas y plataformas para el desarrollo web, y el comienzo de la hiperconexión en Chile a través de los primeros teléfonos inteligentes.

Según datos del Banco Mundial, solo el 37% de la población chilena tenía acceso a Internet por esos años, y menos del 9% tenía banda ancha. No había redes sociales -aunque ya existía Messenger MSN-. Hoy, a más de 12 años de eso, todo es distinto.

Los diarios impresos que subsisten apenas tienen distribución física y las revistas se extinguieron como industria. Los quioscos quedaron desvestidos y lo digital se convirtió en la regla en casi todo orden de cosas. La penetración de Internet en la población actualmente tiene un alcance que bordea el 90%. Y la Ley de Transparencia vino aparejada con plataformas públicas que facilitan el acceso a la información en grandes volúmenes y nuevas herramientas de reporteo.

Mientras las universidades empezaban a crear sus propios medios online (ver reportaje Periodismo de calidad en las universidades: Marcando pauta desde la escuela), a Ciper y El Mostrador se les sumó todo un ecosistema de nuevos medios y plataformas nativas digitales, entre las cuales están El Dínamo, El Desconcierto, El Líbero, Pousta, Súbela, Interferencia, LaBot, La Neta, Fast Check, Malaespina, Relato Nacional, Las Raras, La Otra Diaria, Anfibia Chile, La Pública y un largo etcétera. La noticia de la mañana ya quedó obsoleta en sólo unos instantes frente a la información actualizada al minuto que está ahora por todas partes. Las radios, diarios y canales de televisión ya no son sólo eso, sino que se convirtieron en estructuras multiplataformas cruzadas por completo por lo digital, porque hoy la audiencia no se informa directamente a través de ellos, sino por redes sociales, y ya casi no por computadoras, sino por sus teléfonos, en todo momento y todo lugar.

De hecho, desde 2016 que el periodismo digital chileno tiene su propia categoría en los PPE.

¿Cómo fue que pasó todo eso? ¿Qué factores incidieron y cuáles fueron los hitos que marcaron los últimos 15 años de cambios en la industria periodística? Para este reportaje se consultó a diversos expertos y expertas que ayudan a responder esas preguntas y comprender cómo fue ese paulatino y vertiginoso camino que nos sacó de las portadas en los quioscos de las esquinas y plazas y que hoy nos tiene hablando de cosas que antes ni tenían nombre: fake news, nuevos lenguajes digitales y las aún inexploradas virtudes y riesgos de la inteligencia artificial.

“Había una sensación de competitividad entre el diario digital y el papel. Aún no se entendía que lo digital ampliaba el alcance de un medio y se veía más como una competencia. Sin embargo, empieza ahí una frase clave: ‘Si no estás, no existes’”, dice sobre esa época Rommel Piña, ex director de la Escuela de Periodismo en la U. Finis Terrae y editor del libro “Periodismo en línea” (2022).
El desplome del viejo modelo

No eran necesariamente sus mejores años, pero durante la segunda mitad de la década del 2000, las revistas Cosas, Caras, Sábado, Domingo, Paula, Qué Pasa, Capital, The Clinic y varias más marcaban pauta y se vendían en grandes tiradas en casi todo el país. Las principales entrevistas a políticos, perfiles a importantes figuras del espectáculo, las grandes historias y reportajes, cuestionarios y crucigramas, estaban, en su mayoría, en esas páginas de papel couché o en los diarios y suplementos que la gente aún leía en plazas, micros, metro y sus casas.

Pero vino la digitalización y uno de sus costos más evidentes: la progresiva desaparición del papel como principal plataforma informativa.

“En la categoría de medios escritos, las revistas era donde más se notaban pérdidas. Por ejemplo, las revistas Sábado o Paula empezaron a reducir su tiraje, luego la cantidad de hojas, después la calidad de las hojas y, posterior a eso, la cantidad de periodistas destinados a producir sus contenidos. Luego eran periodistas multipropósitos que tenían que hacer ese trabajo en el grupo de medios y, después, definitivamente bajar la versión de papel y quedarse solamente en lo digital. Ahí sí que hubo una pérdida de terreno innegable”, explica sobre este fenómeno Carlos Franco, periodista y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez.

El cambio, más allá que un simple reemplazo de plataforma, implicó una profunda transformación en los modelos de negocio en que los medios se sustentaban hasta hace poco. Con la posibilidad de que las marcas tuvieran sus propias vías de comunicación con clientes mediante sitios web y redes sociales, y la cada vez más lejana relación entre los medios tradicionales y sus audiencias, éstos dejaron de ser la vía publicitaria por excelencia y la inversión que les permitía subsistir se desplomó.

Un informe de la Asociación Chilena de Publicidad (Achap) da cuenta de que entre 2009 y 2018 la inversión en avisaje total subió casi un 18%, pero varió la forma en que se distribuye. Los ingresos por publicidad de la televisión bajaron un 18,2%, mientras que los diarios y revistas experimentaron bajas superiores al 30%. Las radios, en cambio, aumentaron un 26,7%. Para la televisión de pago también fue una buena época, pues duplicaron sus ingresos por publicidad, aunque la real diferencia estuvo en la inversión en plataformas online, que durante el período aumentó en casi seis veces (583%).

“No puede haber algo peor que eso, mucho más para un medio que vive de los ingresos publicitarios. Al final la pregunta es: ¿los medios somos un negocio de contenido o un negocio de publicidad? Pareciera que somos de publicidad”, reflexiona Andrés Azócar, ex director de medios digitales en Copesa y Canal 13 y actual gerente de marca digital y estrategia en la consultora Ubik.

La mayoría de las revistas chilenas fueron bajando progresivamente la cortina. Fibra cerró; Rolling Stone cerró; Cosas, Caras y Capital cerraron… La lista es larga. Sábado y Domingo fueron absorbidas por El Mercurio para convertirse en secciones dentro de sus ediciones de fin de semana. Paula, Qué Pasa y The Clinic reformularon por completo sus marcas y estrategias y se pasaron con todo a la web, con equipos reducidos y lógicas de financiamiento que se tradujeron en profundas transformaciones editoriales.

Esta situación se explica en múltiples factores, según explica Claudia Rosseau, integrante del comité ejecutivo de la Asociación de Agencias de Medios (AAM), y uno de ellos tiene que ver con un tema de eficiencia económica. “Al pasar a lo digital puedes optimizar recursos. Suena un poco mal, pero en la práctica se optimizan recursos: de personal, de maquinaria, de papel y un millón de cosas más”, acota.

Este escenario se tradujo, inevitablemente, en recortes de presupuestos, reducción de equipos y, a la postre, en la desaparición de revistas y el formato impreso en los principales medios del país. De los diarios de circulación nacional que quedan, sólo El Mercurio y Las Últimas Noticias se siguen imprimiendo a diario. La Tercera ya abandonó ese camino para concentrarse en lo digital, impactando fuertemente en la oferta informativa en un contexto de extrema concentración mediática. Sólo considerando el período entre 2017 y 2020, según una investigación de Puroperiodimo, la crisis de la industria implicó el despido de casi 2.500 profesionales.

El problema, en todo caso, no sólo fue del papel. Las radios y canales de televisión también comprendieron que ya no les bastaba con sus históricas plataformas, sino que debían ampliarse a nuevos formatos y, en consecuencia, a nuevos productos.

“Este cambio lo vivieron las radios con versiones online, no solamente de escuchar la radio y darle play a la misma versión aérea, cosa que tú la podrías escuchar en tu móvil o en tu computador, sino que se empezaron a adaptar contenidos pensados para otro formato, como las pantallas. Esa radio que estábamos acostumbrados a sintonizar con la perilla o con memorias digitales en nuestro automóvil se convirtió en otra cosa. Bíobio es un excelente ejemplo de eso, ya que cambió al formato de televisión con Bíobio TV. La familia Mosciatti ya tenía experiencia en medios televisivos en Concepción fundamentalmente con Canal 9 regional, y esa experiencia la pasaron a un nivel nacional transformándose en uno de los primeros multiplataformas”, dice Franco.

Cooperativa avanzó también a la multiplataforma, convirtiendo su página web en un completo portal informativo. Canal 13 ya no sólo produce imágenes en sus instalaciones de Inés Matte Urrejola, sino también contenidos escritos, sonoros, visuales e interactivos para su sitio web y su red de radios y podcasts. TVN se expandió a la televisión pagada con un canal exclusivo de noticias y una plataforma web que incluye nuevos lenguajes, con productos especiales e interactivos que les ha valido a su equipo ganar el PPE Digital, como ocurrió en 2019, con su cronología de las heridas oculares ocasionadas en manifestantes por la represión policial durante el estallido social.

Algo similar pasó con La Tercera. El afán de la multiplataforma incluso llevó a sus dueños a intentar sacar adelante un canal de televisión. Aunque eso terminó en fracaso rotundo antes siquiera de ver la luz, hoy la plataforma de Copesa incluye radios, podcasts, toda un área audiovisual mediante streaming, especiales multimedia interactivos y más.

Todo ese proceso para estar en la web ya había sido complejo. Pero tampoco bastaría con eso. Los cambios implicaron también transformaciones no sólo en los hábitos informativos, sino también en la forma de comunicarse e interactuar de las personas. Partiendo porque hablar por teléfono es ahora una función secundaria de los teléfonos, pues todo está ahora en las redes sociales. Y, de nuevo, los medios tuvieron dos opciones que se pueden resumir de forma muy simple: adaptarse y subirse, o desaparecer.

De auditores a followers

En 2008, la Universidad del Pacífico creó la primera página de Facebook para una escuela de periodismo. Las redes sociales aún no estaban tan ancladas al diario vivir como lo es hoy. Smartphones, tablets y relojes inteligentes, eran tecnologías aún en pañales, por lo que estas redes que conectan a la población de forma global, por lo que levantar un fanpage en una casa de estudios suponía todo un hito. 

Rommel Piña, periodista y ex académico de esa universidad fue el encargado de generar dicho espacio. Sobre aquellos años, recuerda cómo la “la plaza pública digital” se instaló con fuerza en Chile.

“En 2010, sucede algo muy interesante justo después del terremoto: Chile se convierte en el segundo o tercer país con más cuentas de Twitter en el mundo. En el momento se caen todos los canales de comunicación, menos las redes sociales. La explosión de redes sociales fue muy fuerte y generó una apertura de la gente a un espacio en el cual se podía informar y expresar”, recuerda Piña sobre cómo Twitter se alzó como una de las principales plataformas de información.

Para María Pastora Sandoval, directora de Radio Meridional en Punta Arenas y pionera en el uso de las tecnologías digitales para medios en el país, “al principio no era algo que se tomara muy en serio. Los primeros cambios se vieron en la forma en la cual la gente se comunicaba con los medios. Por ejemplo, en una radio en la cual yo tenía un programa, preguntaban si teníamos Messenger MSN. Yo entonces creé un chat con mi cuenta de Hotmail y la gente empezó a interactuar. ¡La gente quería chatear! En ese punto, la demanda comenzó a afectar a la oferta: la gente iba demandando y había que adaptarse. Los medios de comunicación no fueron tan hábiles como para ir incluyendo a las audiencias y r recién ahora son más ágiles en su multiplataforma. Las personas comenzaron a necesitar algo más que el teléfono, que era el rey de la radio antes”.

En ese escenario, los medios se vieron en la obligación de dar un paso más en la digitalización. Ya no bastaba con tener un sitio web, sino que tener y compartir el contenido en las redes sociales era menester para llegar a las nuevas audiencias, cada vez más conectadas vía Twitter y Facebook, primero, y luego a través de Instagram, Telegram y Tik Tok. De hecho, en la edición 2020 del Digital News Report que elaboran Reuters Institute y la Universidad de Oxford se dio cuenta de que ese fue el primer año que en Chile el consumo informativo vía redes sociales superó a la televisión. Y entonces ya no hubo vuelta atrás.

En la última versión del estudio, el 70% de las personas encuestadas señaló que las redes sociales son su principal vía de acceso a la información y el 78% dice que consume noticias a través de su smartphone. Para Juan Carlos Camus, periodista, académico y consultor dedicado a la investigación de la digitalización de los medios, las redes sociales también contribuyeron a generar nuevos criterios y márgenes para los medios.

Ya no bastaba con tener un sitio web, sino que tener y compartir el contenido en las redes sociales era menester para llegar a las nuevas audiencias, cada vez más conectadas vía Twitter y Facebook, primero, y luego a través de Instagram, Telegram y Tik Tok. De hecho, en la edición 2020 del Digital News Report que elaboran Reuters Institute y la Universidad de Oxford se dio cuenta de que ese fue el primer año que en Chile el consumo informativo vía redes sociales superó a la televisión. Y entonces ya no hubo vuelta atrás.

“Lo principal es que las redes sociales pusieron en marcha la tecnología adecuada para recoger datos de los usuarios, segmentar mensajes informativos y comerciales y dar un mejor servicio a quienes necesitan llegar vía publicidad a públicos masivos”, dice Camus.

Todas estas plataformas sirvieron para diversificar los formatos del periodismo, pero sobre todo, la forma de difundirlo, pasando a ser las redes sociales los nuevos quioscos del siglo XXI. Aunque esto implicó también cambios estratégicos, pues la lógica de la comunicación de masas quedó obsoleta y la relación con las audiencias se convirtió en algo más directo y enfocado a sus perfiles e intereses, algo más de nicho: lo que antes eran los auditores ahora son los followers. Entonces partió la lógica de las comunidades y un nuevo campo profesional para el desarrollo de periodistas: los community managers.

Todo aquello también impactó en las estrategias comerciales de los medios comunicación. Claudia Rosseau explica que en este escenario, “tienen que tener un discurso claro de lo que son. Cooperativa, por ejemplo, tiene una visión y una identidad súper clara: tiene de todos los formatos que puedas pensar que pueden tener en digital, pero ellos tienen un canal súper fijo que son noticias informativas. Ellos no se van a ir al al cahuín o al espectáculo. Lo que más consume la gente en este país, aparte de redes sociales, son noticias. Entonces, ya sabemos qué marcas pueden estar ahí para generar visibilidad o para que te conozcan”.

Con todos esos cambios, era lógico que también los lenguajes se transformaran. Porque ya no sólo son letras, imágenes y sonidos las vías para transmitir información. Ahora deben estar mezclados, con ritmos y tiempos distintos, en plataformas diferenciadas, y a eso se les suman códigos, algoritmos y otros elementos que antes ni siquiera se tenían en cuenta.

Nuevos lenguajes digitales

En Internet, las herramientas digitales año a año sorprenden con nuevas y variadas innovaciones, lo que ha sido aprovechado por periodistas en la creación de formatos mejor conectados y más atractivos para la audiencia. Con esa premisa nacieron durante los últimos años en Chile proyectos digitales que innovaron en cómo transmitir el mensaje, marcando una tendencia a ir más allá de sólo estar en la web y las redes sociales.

“Hoy existe una esperanza, porque la web se empezó a dar cuenta de que no solamente podría entregar noticias inmediatas, sino que también puede dar la pauta de un trabajo reflexivo y profundo, pero en otro formato”, comenta Rommel Piña. 

Así fue que surgió LaBot, en 2017, con su apuesta para informar mediante la interacción directa con un chatbot vía redes sociales, como si fuera una conversación. Su equipo de creadoras ganó el PPE Digital de ese año. Según contó en entrevista para este especial Francisca Skoknic, editora y co-fundadora del medio, “a pesar de que en todo el mundo los medios están permanentemente experimentando nuevas formas de contar historias, nuevas plataformas, tecnologías, relatos, en Chile no actuaban como si se dieran cuenta de esta crisis. Era necesario afrontarla, transformarse y salvar el periodismo. (…) Por eso, nosotras, que nos caracterizamos por ser personas que están muy pendientes de lo que pasa con la prensa afuera, finalmente nos dimos cuenta de que también era nuestra responsabilidad hacer ese cambio”.

En 2019, tras el estallido social, apareció Fast Check, un medio dedicado a combatir la desinformación y las llamadas fake news a través de las metodologías de verificación de datos, adjudicándose ese año el PPE Digital en la categoría de innovación. Malaespina siguió pasos similares por esa misma época. Y otro medio que ha llevado a otro nivel las formas de contar historias ha sido La Tercera, por medio de su área de productos interactivos y proyectos digitales. 

En Internet, las herramientas digitales año a año sorprenden con nuevas y variadas innovaciones, lo que ha sido aprovechado por periodistas en la creación de formatos mejor conectados y más atractivos para la audiencia. Con esa premisa nacieron durante los últimos años en Chile proyectos digitales que innovaron en cómo transmitir el mensaje, marcando una tendencia a ir más allá de sólo estar en la web y las redes sociales.

Relato Nacional y Las Raras son otros ejemplos, que a través del podcast narrativo han logrado construir una audiencia que busca buenas historias en nuevos formatos, aunque en esa misma plataforma hay actualmente una oferta muy grande y diversa, para todo tipo de públicos. Y están también los distintos especiales multimedia que entremezclan historias, datos, piezas audiovisuales y más. La lógica que hay detrás de cada uno de esos proyectos es que el objetivo del mensaje ya no tiene que ser solamente informativo, sino convertir la interacción en una experiencia para los usuarios.

Para el desarrollo de esas nuevas herramientas y lenguajes también ha sido clave el trabajo colaborativo. En ese sentido, la alianza de medios con escuelas de periodismo también ha nutrido el contenido periodístico en aspectos como el chequeo, la investigación y el lenguaje digital, y algunos medios universitarios incluso han marcado pauta respecto de cómo se puede avanzar en la búsqueda de nuevas narrativas que impacten. Vergara 240, de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, en un ejemplo de ello.

“Esas alianzas me gustan mucho porque la industria tiene gente que es bien robusta y tiene años de experiencia en reporteo, que es lo más difícil, y la universidad tiene el capital para poder invertir en innovación. Y los jóvenes tienen ganas de aprender de los viejos y a la vez de demostrar cuestiones novedosas; me parece que todos esos proyectos han tenido esa combinación muy buena”, opina Carlos Franco.

Nuevos desafíos: desinformación, infoxicación e inteligencia artificial

La pandemia de Covid-19, además de dejar serias secuelas en la salud física y mental de las personas, también tuvo un impacto en la manera de relacionarnos: si antes la irrupción de lo digital ya había sido arrolladora, ahora era definitiva.

Por más de dos años, las interacciones humanas se volcaron a lo digital. Empleos, clases, consultas médicas y hasta reuniones sociales debieron pasar a ser a través de dispositivos con conexión a Internet. No fue tan difícil, pues hoy en Chile existen más dispositivos móviles conectados a la web que habitantes. El panorama, eso sí, profundizó un fenómeno que ya se venía dando desde hacía algún tiempo relacionado a la dependencia de las personas a las pantallas y el exceso de contenidos a disposición mediante los distintos canales online.

Carlos Franco explica que esta dependencia de lo digital ha provocado una “infoxicación y sobresaturación” de noticias. Básicamente, con tanta oferta informativa y tanto acceso a contenidos, la audiencia consume sólo una pequeña parte, la que le interesa y convence. Y esa, como dan cuenta los índices de confianza que recogen los reportes de Reuters Institute, no está necesariamente en los medios formales. Para 2022, apenas cuatro de cada 10 personas encuestadas confiaba en las noticias que leía. Dice el informe: “La confianza en los medios luce baja al 38%. Y es un número coherente con otros datos que muestran que, en gran medida, las audiencias no creen que los medios sean independientes de las influencias políticas y económicas (18% y un 17%, respectivamente)”.

En ese escenario, Franco asegura que “los periodistas deberíamos ser un GPS de esta sociedad que tiene mucho donde mirar y mucho con que distraerse, porque la distracción también nos pone en peligro”.

Y ahí está el fenómeno de la desinformación que fluye a diestra y siniestra por las redes sociales y que, cuando llega a los medios, se convierte en fake news. El fenómeno es global y sus efectos sobre la realidad quedaron a la vista en 2016 con tres hechos clave: la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el triunfo del Brexit en el Reino Unido y el plebiscito sobre los Acuerdos de Paz con la guerrilla de Colombia. Tras el estallido social de 2019, la información falsa -ya sea con fines particulares o políticos- se diseminó descontroladamente por las redes sociales de chilenos y chilenas y se extendió aún más con la pandemia y los procesos constituyentes, sin que los distintos esfuerzos que hicieron diversos medios para hacerles frente tuvieran el mismo nivel de difusión y efecto.

No está aún resuelto qué tanto se le puede atribuir del triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida del 4 de septiembre de 2022 a la desinformación que operó durante todo el proceso -en la que muchos medios, lamentablemente, aportaron a difundir-, pero nadie discute de que sí fue un factor relevante.

Piña considera que hoy, con ese escenario tan cambiante, los periodistas deben enfocarse en “cómo se desarrolla el periodismo y no tanto en las tecnologías”. Pues mal que mal, advierte de otro de los grandes desafíos que enfrenta el periodismo en la actualidad: la inteligencia artificial (IA).

Eso de que “una imagen vale más que mil palabras” ya había dejado de ser cierto cuando las herramientas de edición fotográfica se masificaron y permitieron la manipulación de las mismas, pero ahora ya todo eso está en otra etapa. Ni la imagen, ni los audios ni los videos son hoy garantía de un fiel reflejo de la realidad. Ahora basta darle una orden a alguna plataforma para que genere en segundos una imagen realista, detallada e inédita sobre cualquier cosa. Se pueden crear videos e incluso personas que transmitan mensajes con voces clonadas, haciendo cada vez más difícil la diferenciación entre lo falso y lo real.

Para Piña, es fundamental que los periodistas mantengan un rol social claro, en un mundo en el que ChatGPT —inteligencia artificial desarrollada por OpenAI— es capaz de escribir una columna, notas o boletines. De hecho, ya ha ocurrido. En marzo de 2023, Publimetro lanzó en México una edición completa hecha por ChatGPT.

“Hoy la tecnología siempre te va a desafiar, pasa más allá de lo profesional y se convierte en algo valórico. Tu herramienta y técnica pueden ser completamente reemplazables -explica Piña, y agrega-. El criterio de un periodista es su mayor herramienta”.

Esa visión es compartida por Franco, quien enfatiza que las IA representan hoy por hoy el principal escollo que enfrenta el rubro.

“(La IA) tristemente va a servir para ahorrar costos, porque puedes implementar una construcción de notas a través de tales tecnologías. Eso cada vez se va a ir expandiendo y masificando porque será más fácil”, prevé el académico.

Sin embargo, como ya ha ocurrido, las amenazas de las nuevas tecnologías vienen también con una amplia paleta de oportunidades para el desarrollo y avance de la profesión. De hecho, la Fundación Gabo y la consultora española Prodigioso Volcán ya lanzaron una guía para periodistas sobre cómo aprovechar las IA para contar mejores historias.

Al final, es lo de siempre con los cambios tecnológicos: se trata de estar o no existir.

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