La pandemia de Covid-19, además de dejar serias secuelas en la salud física y mental de las personas, también tuvo un impacto en la manera de relacionarnos: si antes la irrupción de lo digital ya había sido arrolladora, ahora era definitiva.
Por más de dos años, las interacciones humanas se volcaron a lo digital. Empleos, clases, consultas médicas y hasta reuniones sociales debieron pasar a ser a través de dispositivos con conexión a Internet. No fue tan difícil, pues hoy en Chile existen más dispositivos móviles conectados a la web que habitantes. El panorama, eso sí, profundizó un fenómeno que ya se venía dando desde hacía algún tiempo relacionado a la dependencia de las personas a las pantallas y el exceso de contenidos a disposición mediante los distintos canales online.
Carlos Franco explica que esta dependencia de lo digital ha provocado una “infoxicación y sobresaturación” de noticias. Básicamente, con tanta oferta informativa y tanto acceso a contenidos, la audiencia consume sólo una pequeña parte, la que le interesa y convence. Y esa, como dan cuenta los índices de confianza que recogen los reportes de Reuters Institute, no está necesariamente en los medios formales. Para 2022, apenas cuatro de cada 10 personas encuestadas confiaba en las noticias que leía. Dice el informe: “La confianza en los medios luce baja al 38%. Y es un número coherente con otros datos que muestran que, en gran medida, las audiencias no creen que los medios sean independientes de las influencias políticas y económicas (18% y un 17%, respectivamente)”.
En ese escenario, Franco asegura que “los periodistas deberíamos ser un GPS de esta sociedad que tiene mucho donde mirar y mucho con que distraerse, porque la distracción también nos pone en peligro”.
Y ahí está el fenómeno de la desinformación que fluye a diestra y siniestra por las redes sociales y que, cuando llega a los medios, se convierte en fake news. El fenómeno es global y sus efectos sobre la realidad quedaron a la vista en 2016 con tres hechos clave: la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el triunfo del Brexit en el Reino Unido y el plebiscito sobre los Acuerdos de Paz con la guerrilla de Colombia. Tras el estallido social de 2019, la información falsa -ya sea con fines particulares o políticos- se diseminó descontroladamente por las redes sociales de chilenos y chilenas y se extendió aún más con la pandemia y los procesos constituyentes, sin que los distintos esfuerzos que hicieron diversos medios para hacerles frente tuvieran el mismo nivel de difusión y efecto.
No está aún resuelto qué tanto se le puede atribuir del triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida del 4 de septiembre de 2022 a la desinformación que operó durante todo el proceso -en la que muchos medios, lamentablemente, aportaron a difundir-, pero nadie discute de que sí fue un factor relevante.
Piña considera que hoy, con ese escenario tan cambiante, los periodistas deben enfocarse en “cómo se desarrolla el periodismo y no tanto en las tecnologías”. Pues mal que mal, advierte de otro de los grandes desafíos que enfrenta el periodismo en la actualidad: la inteligencia artificial (IA).
Eso de que “una imagen vale más que mil palabras” ya había dejado de ser cierto cuando las herramientas de edición fotográfica se masificaron y permitieron la manipulación de las mismas, pero ahora ya todo eso está en otra etapa. Ni la imagen, ni los audios ni los videos son hoy garantía de un fiel reflejo de la realidad. Ahora basta darle una orden a alguna plataforma para que genere en segundos una imagen realista, detallada e inédita sobre cualquier cosa. Se pueden crear videos e incluso personas que transmitan mensajes con voces clonadas, haciendo cada vez más difícil la diferenciación entre lo falso y lo real.
Para Piña, es fundamental que los periodistas mantengan un rol social claro, en un mundo en el que ChatGPT —inteligencia artificial desarrollada por OpenAI— es capaz de escribir una columna, notas o boletines. De hecho, ya ha ocurrido. En marzo de 2023, Publimetro lanzó en México una edición completa hecha por ChatGPT.
“Hoy la tecnología siempre te va a desafiar, pasa más allá de lo profesional y se convierte en algo valórico. Tu herramienta y técnica pueden ser completamente reemplazables -explica Piña, y agrega-. El criterio de un periodista es su mayor herramienta”.
Esa visión es compartida por Franco, quien enfatiza que las IA representan hoy por hoy el principal escollo que enfrenta el rubro.
“(La IA) tristemente va a servir para ahorrar costos, porque puedes implementar una construcción de notas a través de tales tecnologías. Eso cada vez se va a ir expandiendo y masificando porque será más fácil”, prevé el académico.
Sin embargo, como ya ha ocurrido, las amenazas de las nuevas tecnologías vienen también con una amplia paleta de oportunidades para el desarrollo y avance de la profesión. De hecho, la Fundación Gabo y la consultora española Prodigioso Volcán ya lanzaron una guía para periodistas sobre cómo aprovechar las IA para contar mejores historias.
Al final, es lo de siempre con los cambios tecnológicos: se trata de estar o no existir.