Premio Periodismo de Excelencia

Rocío Ñancupil y Catalina Volenski:

“Lo más importante de estos reportajes es que provocan la presión de la opinión pública”

Rocío Ñancupil y Catalina Volenski ganaron el PPE Universitario en 2020 por la investigación que publicaron en Ciper sobre los sacerdotes acusados de abuso al interior de un hogar para niños y adultos con discapacidad. En esta entrevista, las coautoras profundizan en el impacto que generó esta denuncia tanto en la sociedad como en ellas  mismas y su compañero, Joaquín Abud: todos jóvenes que se curtieron reporteando un tema que se mantuvo silenciado por años, al mismo tiempo que se titulaban y comenzaban a abrirse camino en los medios de comunicación.

Por Sofía Vera

En septiembre de 2019, una versión más acotada del proyecto de tesis que Catalina Volenski, Rocío Ñancupil y Joaquín Abud presentaron en la UDP para obtener el título de periodistas, fue publicada por Ciper. En el sobrecogedor reportaje titulado “La dinastía de los sacerdotes acusados de abusos sexuales en el hogar San Ricardo”, son los testimonios inéditos de los exempleados y benefactores de ese establecimiento perteneciente a la institución católica Obra Don Guanella en Batuco, los que acreditan las agresiones sexuales que habrían cometido los religiosos Nelson Jerez Silva, Jorge Domínguez y Rolando Contreras, en contra de niños y adultos que juraron proteger.

Uno de esos testimonios publicados es el de Amelia Rivera, quien fue nochera en el hogar San Ricardo en 2007. Ella recuerda, entre otros episodios estremecedores, a Jerez refiriéndose a los residentes con las funcionarias más antiguas de esta manera: “Estos niños están buenos para hacerles la zamba canuta”.

Los delitos se habrían perpetrado por años en completa impunidad, en parte, porque las víctimas cuentan con serias dificultades y limitaciones para comunicarse. “Hablamos de personas en situación de discapacidad (motora, intelectual y neurológica, entre otras) que no pueden hablar bien ni defenderse, y que no son tomados en serio a la hora de denunciar”, explica Rocío Ñancupil sobre las víctimas que encontraron voz en una investigación que recibió el PPE Universitario en 2020, y que contó con la tutoría del experimentado periodista Rodrigo Fluxá.

¿Qué impacto generó esta denuncia en la opinión pública, y de qué manera marcó la incipiente carrera de sus autores? Junto a Catalina Volenski (C.V.), Ñancupil (R.Ñ.) lo cuenta en esta entrevista.

—¿Cuánto tiempo lleva sacar a luz una investigación así?

—C.V.: Mucho tiempo. Comencé a reportear el tema en 2018 en un ramo de investigación para la carrera. Luego un profesor nos sugirió proponerlo y profundizarlo para nuestro proyecto de tesis, y después Ciper nos contactó para publicar un reportaje, para lo que tuvimos que nuevamente reorganizar el material. Las cosas iban cambiando todo el tiempo pero estábamos tan involucrados que después hasta los familiares de las víctimas nos contactaban porque querían cooperar con datos.

“Este es el trabajo más importante de mi corta vida, y creo que el de Rocío y el de Joaquín también. Además del impacto social que generó, lo hicimos desinteresadamente porque buscábamos justicia y nos movía la rabia. Aprendí a manejar situaciones difíciles, hablar de temas sensibles y nos convertimos en personas metódicas. Ahora soy una mujer más precisa, organizada, y tengo ojo crítico al leer”, dice Catalina Volenski sobre lo aprendido en este reporteo.

—¿Cuán importante es que el periodismo persista en denunciar el abuso?

—R.Ñ.: Lo más importante de estos reportajes es que provocan la presión de la opinión pública, que es la que demanda finalmente que estos temas sean revisados. Para eso, es fundamental darle voz a las víctimas cuando ellas quieren y de la forma que quieren, porque si llegaron hasta nosotros es porque no encontraron voz en otro lado. Estoy segura de que todavía hay casos parecidos que nunca se han investigado. En ese sentido, creo que uno de los principales impedimentos para sacarlos a la luz es que las personas involucradas como terceros en la situación, los testigos de los hechos, se atrevan a denunciar, lo que como periodista no puedes forzar de ninguna manera. Sus miedos son entendibles. Hablar de temas delicados puede tener costos en sus trabajos o familias, y esto es importante para sus vidas personales. Por otra parte, creo que el periodismo debe ser riguroso: si tienes información, debes corroborarla cuatro, cinco o seis veces con personas distintas antes de publicarla, porque todo recae en tu nombre, lo cual, a veces lo hace más complicado todavía. Aún así, creo que se deberían seguir investigando los abusos. Tener varias fuentes que respalden tu tesis o la de quien denuncia el hecho es difícil, pero no imposible.

—¿De qué manera la publicación de este trabajo en Ciper impactó en las víctimas y en la Iglesia?

—R.Ñ.: Generó alto impacto en la sociedad porque hablamos de personas en situación de discapacidad que no pueden hablar bien ni defenderse, y que no son tomados en serio a la hora de denunciar. También le impactó a los pocos residentes del hogar que tenían familias. Para ellas, y para los trabajadores que probablemente no querían ver lo que sucedía o se hacían los locos, fue durísimo. La Iglesia también recibió un golpe grande. Cuando hablé con el director del hogar para comunicarle la publicación del reportaje, hicieron su autodenuncia en el tribunal eclesiástico de inmediato. Me llamó la atención, pero también advertí en esa acción una inteligente estrategia comunicacional de su parte. Lo más importante es que gracias a nuestro trabajo la Defensoría de la Niñez presentó una querella, y así se abrió una investigación en 2019 en la Fiscalía Centro Norte. Yo misma tuve que testificar en la PDI sobre el caso. Ahora estos sacerdotes están bajo el radar, no solo en Chile, sino que también en Argentina (esto debido a que Jerez también fue párroco en Buenos Aires, y fue denunciado por tocamientos indebidos y hostigamiento por un estudiante del Instituto San José en Liniers, y a que Jorge Domínguez también reside allá).

“Debes ser empático y saber hablar con todos sin prejuicios, sin importar si se trata de la persona más mala de la historia. Siento que realizar estas investigaciones y que sean reconocidas, te hacen una periodista que se puede desenvolver y trabajar en cualquier lugar”, cuenta Rocío Ñancupil sobre los beneficios a largo plazo que le trajo participar en esta investigación.

—Y a nivel personal, ¿qué impacto tuvo para ustedes esta investigación?

—C.V.: Nos afectó mucho emocionalmente a los tres. Recuerdo que al principio nos devolvíamos de los reporteos llorando o callados, hasta que llegamos a un punto en que nos pusimos cuero de chancho y ya nada nos asombraba. Después, todo era más mecánico. Nos hicimos metódicos y organizados, dividimos teléfonos, carpetas y tareas en un Excel. También pudimos enfrentar temores de cuando éramos chicos: si antes te daba miedo entrevistar a cualquier persona, luego de esto fue como: puedo con cualquiera, ¡traigan a Donald Trump!

—¿En su corta vida como periodistas, qué importancia tuvo partir sus carreras con este premio a cuestas?

—R.Ñ.: En mi vida laboral tuvo efectos positivos, porque haber realizado un reportaje como este habla de la rigurosidad que todo periodista necesita, y de saber comunicar bien y con sensibilidad. Además, al tratar con tantos tipos de personas, desde cuidadoras a dueños del hogar, internos y externos a la iglesia, niños o adultos, reflejamos el tipo de periodistas que somos. Debes ser empático y saber hablar con todos sin prejuicios, sin importar si se trata de la persona más mala de la historia. Siento que realizar estas investigaciones y que sean reconocidas, te hacen una periodista que se puede desenvolver y trabajar en cualquier lugar.

—C.V.: Este es el trabajo más importante de mi corta vida profesional, y creo que el de Rocío y el de Joaquín también. Además del impacto social que generó, lo hicimos desinteresadamente porque buscábamos justicia y nos movía la rabia. Aprendí a manejar situaciones difíciles, hablar de temas sensibles, nos convertimos en personas metódicas. Ahora soy una mujer más precisa, organizada, y tengo ojo crítico al leer.

Sobre el impacto que generó el reportaje en los sacerdotes acusados, Ñancupil expresa: “La Iglesia también recibió un golpe grande. Cuando hablé con el director del hogar para comunicarle la publicación del reportaje, hicieron su autodenuncia en el tribunal eclesiástico de inmediato. (…) Lo más importante es que gracias a nuestro trabajo, la Defensoría de la Niñez presentó una querella, y se abrió una investigación en 2019 en la Fiscalía Centro Norte; yo misma tuve que testificar en la PDI sobre el caso. Ahora los sacerdotes están bajo el radar, no solo en Chile, sino que también en Argentina”.

—Hoy ambas trabajan en cosas muy distintas. Mientras tú, Catalina, te dedicas al maquillaje, tú Rocío, eres guionista del canal animado “Saber más”, donde mezclas investigación, ciencia y geografía. ¿No es factible vivir del periodismo de investigación en Chile?

—C.V.: No es factible vivir de éste, porque dependes de la voluntad de las personas. Trabajar en estudios sociales o en encuestas, sí se valora más porque el ciudadano quiere ver la noticia rápida, pero estas investigaciones no se aprecian. Trabajé haciendo perfiles sobre asesinados durante el estallido social (para la serie #EllosSon en The Clinic), y ni siquiera me atrevería a decir si los leyó mi familia. Por suerte, en CIPER se vive de la suscripción de las personas y gracias a un nicho que realmente le interesa leer estos casos.

—¿Qué consejo le darían a un estudiante de periodismo que se siente inspirado a seguir la misma ruta que ustedes?

—R.Ñ: Mi consejo es que se crean capaces de hacer estas cosas, que traspasen sus propios límites. Cuando uno toma un rol como periodista tiene que saber desenvolverse en diferentes situaciones y con distintos tipos de personas. Hace poco fui a un conversatorio en la Universidad Alberto Hurtado y les decía lo mismo: debes seguir el llamado de tu guata, de aquello que necesitas escribir y de lo que quieres que la gente se entere. También creo que hay que cuidar la salud mental cuando te involucras en temáticas tan delicadas, y no llevarte a casa todo lo que escuchas en entrevistas. Hay que aprender a encontrar el equilibrio entre la vida laboral y personal.

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