Premio Periodismo de Excelencia

Pioneros: La apocalíptica ruta hacia la digitalización de los medios en Chile

A 30 años de la llegada de Internet a Chile, todo ha cambiado. La sociedad ha debido adaptarse al vertiginoso fenómeno de la tecnología, del cual el periodismo no ha estado ajeno. En ese camino —que comenzó a finales de los 90—, diarios tradicionales como La Época intentaron adaptarse al nuevo lenguaje, y otros, como Primera Línea, 24Horas.cl, Emol y El Mostrador, cimentaron las bases del periodismo digital. En este reportaje sobre esos primeros años de cambio, revivimos esa historia en las voces de quienes estuvieron detrás de esa transformación, la que a punta de logros, fracasos y anécdotas cambió para siempre la prensa y el modo en que accedemos a la información.

Por: Daniel Lillo

Corría el año 1996 y en la sala de redacción del diario La Época –fundado en 1987– se vivía un verdadero “acontecimiento”. Una campanita sonaba intempestivamente dos o tres veces al día, sorprendiendo a un equipo de periodistas encabezado por el destacado fotógrafo y reportero Miguel Ángel Larrea. Desde las diferentes secciones del diario se asomaban para observar qué estaba pasando. El sonido era la señal de que, desde otro lugar del mundo, viajaba información a través de Internet, algo que para los reporteros de tinta y calle era absolutamente críptico, misterioso e inaudito.

A pesar de que en el presente, esa campanita nos acompañe en cada momento de nuestra rutina: desde que nos despertamos en las mañanas con la alarma que programamos la noche anterior hasta las cientos de notificaciones que recibimos al día en nuestras redes sociales, a mediados de los ’90, cuando La Época se convirtió en el primer medio nacional en tener un sitio de noticias en la web, era una total rareza. “Nadie sabía o entendía mucho de qué se trataba este proyecto piloto. Todo era tan sorprendente y lejano a la vez”, cuenta la periodista Nancy Arancibia, testigo de esa “redacción pionera” cuando estaba en la sección de Archivo y Economía del diario.

Juan Carlos Lepe, quien estudiaba periodismo al mismo tiempo que trabajaba en el diario, también lo recuerda bien. Con campanitas como esas, el Internet se estaba posicionando como el futuro, no solo del oficio, sino que de la sociedad. “Me acuerdo de que en la universidad había llegado el Internet un año antes, y que ya se usaban servidores como Gopher y Netscape. Cuando supimos de esta idea del diario electrónico, entendimos que para allá iban las cosas y quisimos incursionar”.

Los pocos recursos con los que contaba el diario no fueron un impedimento para que el lanzamiento de La Época en su versión web se hiciera a lo grande. En un hotel de Vitacura se organizó un desayuno para dar a conocer el proyecto. La tarjeta de invitación emulaba un pan de molde quemado con la leyenda: “El primer diario electrónico en Chile”. Lejos de las posibilidades que hoy dan los sitios webs, Lepe recuerda que su quehacer, en ese entonces, se remitía a seleccionar las 10 noticias más importantes de la versión impresa para replicarlas en el sitio online.

Aunque existían grandes impedimentos para desarrollar un mejor material periodístico, producto de las limitaciones de los servidores, ahí surgieron las primeras innovaciones. Las noticias comenzaron a ser actualizadas con la información que se reporteaba durante el día o que se recibía por fax, se implementó el “minuto a minuto” en eventos deportivos y se logró digitalizar fotografías. “El proceso consistía en revelar el rollo y con un escáner de negativos se procesaba. Así se digitalizaba la imagen y se mandaba por correos. Era un ‘culo’. Ni pensar en videos”, cuenta Lepe sobre su experiencia en un diario que dos años después, y a pesar de que sus trabajadores adquirieron el 76,5% de las acciones para mantenerlo a flote, sucumbió a una severa crisis financiera.

“Los pocos recursos con los que contaba el diario no fueron un impedimento para que el lanzamiento de La Época en su versión web se hiciera a lo grande. En un hotel de Vitacura se organizó un desayuno para dar a conocer el proyecto. La tarjeta de invitación emulaba un pan de molde quemado con la leyenda: ‘El primer diario electrónico en Chile’”.

El proyecto digital murió con la última impresión de La Época en julio de 1998, pero a los pocos años, la campanita siguió sonando a través de otras iniciativas como Primera Línea: el proyecto digital de La Nación que surgió en el 2000 y que estaba encabezado por Juan Pablo Cárdenas. Nancy Arancibia también se incorporó a ese equipo como periodista de la sección Cultura, y recuerda que, a diferencia de otros medios digitales que habían existido hasta ese momento, en Primera Línea no se replicaba contenido, sino que se generaba información propia desde una mirada editorial vanguardista e independiente. “Era atractivo, porque por primera vez se podía escribir de lo que uno quisiera”, asegura.

Esa línea editorial permitió abordar la cultura de una manera “menos institucional”. Cubrir la literatura de Pedro Lemebel, por ejemplo, o levantar artículos sobre derechos humanos que en democracia encontraban poco espacio en los diarios tradicionales. “Ahí logramos contar todo lo que no se veía en La Tercera o El Mercurio. El concepto del diario era el contenido y el sitio era solo una manera de entregarlo”, comenta Arancibia.

También hubo complicaciones y vallas que sortear a la hora de incorporar la tecnología al trabajo. La periodista cuenta que al principio todo era “ensayo y error”, ya que, de todos los periodistas que hacían Primera Línea, solo uno conocía el Internet previo al proyecto. “El proceso de redacción era súper complejo. Escribía mi nota, la imprimía para llevársela al editor, él la editaba en papel, yo la arreglaba y recién quedaba lista para pasarla al sitio. No había un lenguaje de Internet en esos tiempos”, recuerda.

Tras algunos cambios en la dirección editorial, Primera Línea se disolvió con la llegada de La Nación.cl, portal que unificó los diferentes contenidos del medio. La campanita, sin embargo, siguió evolucionando. Solo era la primera de las herramientas tecnológicas que impactarían a los medios y nuestro cotidiano.

Emol: la incursión de los grandes medios en lo digital

Desde que llegó Internet, ni la prensa ni las maneras y tiempos en los que los ciudadanos nos informamos fueron los mismos. Y a fines de los ’90 el cambio de paradigma ya estaba en curso. Entre 1996 y el 2000, el porcentaje de la población que tenía acceso a la web en Chile creció de un 1% a un 17%, según información del Banco Mundial. En 1997, en tanto, se formalizó el dominio “.cl”; y para 1999, el Servicio de Impuestos Internos (SII) ya había recibido 90 mil declaraciones de rentas a través de su sitio web, lo que daba indicios de que Internet estaba transformando la vida de todos y todas.

Los medios no se quedaron atrás y junto al extinto proyecto de digitalización de La Época -cuyo único vestigio es una página con espacios en blanco-, otros conglomerados de la prensa comenzaron a levantar extensiones de periódicos a una versión web.

Copesa, que por esos años disputaba el título del “primer medio de Internet”, comenzó a subir parte de su contenido a un sitio con un nombre homónimo en 1997. Su competencia, El Mercurio, hizo lo propio con el lanzamiento de Emol, portal que nació como un servicio de información económica y de actualidad sólo para empresas pero que, con los años, pasaría a tener la estructura propia de un diario.

En esa segunda etapa de Emol, en la que se adoptaron los lineamientos propios de los periódicos —y que comenzó a principios del 2000—, el proyecto quedó a cargo de Paulo “Polo” Ramírez. Pero el profesional, hoy conocido por su rol televisivo, no duró demasiado tiempo y su lugar fue ocupado por Juan Antonio Muñoz en 2002. Este último estuvo encargado de reestructurar el formato impreso que El Mercurio tenía hasta antes del nuevo milenio para convertirlo en un periódico contemporáneo, por lo que la administración del diario de los Edwards también lo consideró la persona ideal para liderar el proyecto digital como editor de contenidos.

En ese nuevo desafío, Muñoz debió adentrarse en el mundo de las tecnologías, desconocido para él hasta ese momento. Pronto se dio cuenta de los desafíos que presentaba el nuevo terreno en el que debía incursionar.

“La escritura para un medio electrónico era distinta. Tenía que ser más acotada, más directa y al grano. En cuanto a la urgencia, que es una característica propia de los diarios impresos, ésta era mucho más relativa en comparación a la que debían tener los diarios electrónicos”.

Con el correr de los meses, Muñoz también percibió las diferencias entre el proyecto digital de El Mercurio y su versión impresa. Emol no era una réplica de lo que aparecía en papel. Tenía sus propios periodistas —más de 30, según recuerda el ex editor— así como pautas y golpes propios. 

“Si bien se produjeron roces entre los equipos, y hubo una cierta discusión sobre si los golpes podían estar antes en Emol que en la versión en papel, estos aspectos se resolvieron relativamente rápido, ya que se entendió que éramos medios distintos y debíamos aprender a convivir. Pero es una realidad que existieron esos roces. De hecho, en un momento se me propuso que cuando tuviéramos un golpe, había que consultarlo con la dirección del diario para publicarlo, cosa que no podía ser”, dice Muñoz.

“Desde que llegó Internet ni la prensa, ni las maneras y tiempos con los que los ciudadanos nos informamos, fueron los mismos. Y a fines de los 90 el cambio de paradigma ya estaba en curso. Entre 1996 y el 2000, el porcentaje de la población que tenía acceso a banda ancha en Chile creció de un 2% a un 22%, según información del Banco Mundial. En 1997, en tanto, se formalizó el dominio “.cl”; y para 1999, el Servicio de impuesto Internos (SII) ya había recibido 90 mil declaraciones de rentas a través de su sitio web, lo que daba indicios de que Internet estaba transformando la vida de todos y todas”.

Más allá de eso, Emol logró posicionarse y hacer crecer su audiencia pese a los bajos índices de acceso al Internet que habían a principios de la década del 2000. Juan Antonio Muñoz consigna que Emol incluso se abrió a explorar otros campos donde El Mercurio no entraba. En 2003, cuando se cumplieron 30 años del Golpe de Estado en Chile, el sitio preparó un ambicioso especial que daba cuenta de los beneficios que tenían los sitios web en comparación al papel. “Ese especial era una cuestión gigantesca. Había información en línea de tiempo, videos, archivo fotográfico, era un verdadero lujo”, acota.

Así, fueron explorando en otras temáticas y hasta armaron especiales de política, artes escénicas o música. También desarrollaron temas vinculados directamente con las mujeres desde un enfoque paritario. Tras dos años y medio en su dirección, Muñoz dejó Emol a lo grande: con una base de lectores fidelizada y el proyecto posicionado como uno de los principales medios digitales de ese periodo.

La llegada de Terra y 24horas.cl

Otro de los hitos que marcó el posicionamiento de proyectos periodísticos en Internet fue el arribo de Terra a Chile. La compañía española dedicada a contenidos web se fundó en 1999 y rápidamente comenzó su expansión por Latinoamérica.

Junto con lanzar su portal en países como Brasil, México, Colombia, Perú y Chile, Terra también colaboró en la creación de nuevos sitios web para medios que estaban interesados en avanzar en estas nuevas plataformas, aportando capacidad técnica y recursos. Así fue como el noticiario de TVN entabló una alianza con Terra para generar el primer “gran” proyecto periodístico digital en Chile: la creación de 24Horas.cl.

“La llegada a Chile de Terra fue muy importante. Ofreció conectividad, pero al mismo tiempo era un soporte de Internet. Eso también permitió contar con la base técnica de los servidores y con la base financiera”, cuenta Libio Pérez, primer editor de 24Horas.cl.

En la Torre Santa María, en el piso 22, y con un cable de fibra óptica conectado directamente desde el canal que proveía la señal en directo, inició esta nueva estación online de información que contó con varios millones de dólares de inversión. Al comienzo, la falta de experiencias previas jugó un rol fundamental en cómo se determinaba el contenido. Según recuerda Pérez, en un primer tramo existió la discusión sobre qué se quería exactamente de la página web: ¿sería un espejo de la televisión o un nuevo medio de comunicación?

“Lo más desafiante fue el debate que tenía que ver con el carácter público del canal de noticias que estábamos inaugurando. Eso se veía exigido por tiempos de Internet que son distintos. A eso se le suma que la web se percibía como una amenaza a la televisión abierta y para los periodistas de noticias”, comenta.

Efectivamente, el Internet provocaba “miedo” por esa época. Como toda revolución social y tecnológica, parte de la población percibía que esta nueva herramienta representaba un peligro.

“Los primeros reportajes de los canales abiertos sobre Internet eran sobre el susto que provocaba en la gente. No eran sobre que se estaba avanzando en una tecnología que permite mejorar la vida de las personas o la calidad de la ciudad, sino que se hablaba de las noticias falsas, las estafas o el material violento que aparecía ahí. Si revisabas la prensa en esa época te encontrabas con que Internet era una amenaza, más que un adelanto”, rememora Pérez.

Con todo, se puso en marcha el proyecto y los resultados comenzaron a saltar a la vista.

Con el correr de los primeros meses, los periodistas se dieron cuenta de que la competencia real de los sitios web era más con la radio que con la televisión. La velocidad que otorgaba Internet, junto con las ventajas que suponía tener la capacidad de acompañar el contenido con imágenes, animaciones, videos y otra multiplicidad de recursos que enriquecían la experiencia frente al monitor, en esos años significó un cambio total en la forma de consumir noticias.

“Los primeros reportajes de los canales abiertos sobre Internet eran sobre el susto que provocaba en la gente. No eran sobre que se estaba avanzando en una tecnología que permite mejorar la vida de las personas o la calidad de la ciudad, sino que se hablaba de las noticias falsas, las estafas o el material violento que aparecía ahí. Si revisas la prensa en esa época te encontrabas con que Internet era una amenaza, más que un adelanto”, rememora Libio Pérez, quien fue el primer editor de 24Horas.cl.

Un ejemplo de esto fue la muerte de Augusto Pinochet en diciembre de 2006. 24Horas.cl ya llevaba más de cinco años de funcionamiento, y pese a que los índices de visitas aún eran bajos, las ventajas del contenido online ya se implementaban con mayor precisión. “Todos sabíamos que Pinochet se iba morir. Y cuando finalmente pasó, la primera información la entregó Radio Cooperativa. Al minuto después aparece TVN con un flash: ‘ha muerto en el hospital militar’. Entre la noticia de Cooperativa y Televisión Nacional transcurrió alrededor de un minuto. En medio, 24Horas.cl se ‘colgó’ de Cooperativa, sacando la información al segundo 15 más menos, golpeando al propio canal. Fue una fracción de segundos. Nadie se dio cuenta de esto, pero yo, que manejaba la información, sí me di cuenta. Ahora si TVN desmentía esto… ”, cuenta Libio Pérez.

Pero la inmediatez y la competencia por quién salía primero con determinada información también generó “retrocesos” en la forma y profundidad del contenido. “Se llegó al extremo de sacar noticias en dos párrafos, sacrificando una buena cantidad de información”, recuerda el ahora editor de Le Monde Diplomatique. 

En 2005, se levantó la primera medición de audiencias: 24Horas.cl marcaba una cifra menor al 2%. Cuando Pérez dejó el sitio, esa cifra rondaba el 14%. Aún no era competencia para canales o medios escritos de circulación nacional, pero el proyecto marcó un precedente en la configuración del panorama de medios. Hoy es el segundo medio online con más alcance en Chile, con un índice del 27% de uso semanal, según el informe Digital News Report 2022 elaborado por Reuters Institute y la Universidad de Oxford.

La irrupción de El Mostrador

El nuevo milenio estaba comenzando y los grandes conglomerados de prensa estaban dando los primeros pasos hacia la digitalización de sus contenidos. Sin embargo, los sitios webs de Copesa, El Mercurio o los canales de televisión, no tenían como intención posicionarse en la agenda mediática. En esos años, los sitios web de dichos medios se remitían a replicar contenido de su versión impresa, y como valor agregado, actualizaban los artículos con la información que surgía en el transcurso del día.

Bajo ese panorama, irrumpió en la escena El Mostradorel primer periódico nativo digital de Chile. Fundado el 1 de marzo del 2000 bajo la dirección de Federico Joannon, el proyecto comenzó a funcionar con una línea editorial que buscaba abarcar temas de largo aliento, con la colaboración de periodistas y escritores. Artículos sobre el impacto de la marihuana en Chile, la vida al interior de las comunidades mapuche en Temuco y otros temas de análisis, eran parte del contenido que levantó el diario digital durante sus primeros meses operativo.

Pero la línea editorial dio un giro con la llegada de Claudia Del Solar, primera editora general de política de El Mostrador. Cuando recibió el llamado para integrarse al equipo, ya había trabajado en las secciones de política de La Tercera, La Hora, La Segunda, entre otros medios de relevancia nacional. Esa experiencia la plasmó en el naciente medio digital, que a la postre significó su posicionamiento en la agenda política.

Junto a la llegada de Del Solar, arribaron a El Mostrador periodistas como Paula Jarpa, Jorge Molina, Claudia Andrea Sánchez y Margaret Valenzuela, entre otros, quienes lograron golpear en diferentes frentes. Pese a que en un comienzo existía un cierto “desprecio” por su condición de medio digital, rápidamente el mundo del periodismo y las autoridades políticas comenzaron a percibir el impacto del primer medio chileno exclusivamente digital. “Los demás diarios tuvieron que empezar a citarnos y otros periodistas comenzaron a respetarnos porque éramos parte de un medio de comunicación real, que golpeaba, cambiaba sus titulares todos los días e incidía en la agenda”, recuerda Del Solar.

Ella recuerda que uno de los puntos de inflexión en el diario fue el desafuero a Augusto Pinochet, aprobado por la Corte de Apelaciones de Santiago el 5 de junio del 2000. Una semana antes, El Mostrador informó la primicia, sorprendiendo al país y los diarios tradicionales.

“Antes de que saliera la resolución de la Corte de Apelaciones, nosotros adelantamos que Pinochet iba a ser desaforado. Cinco días antes publicamos la noticia del desafuero con la votación exacta de los ministros de la corte. Todos los diarios y noticieros cuando hablaban en la noche que Pinochet había sido desaforado —que era la noticia del año— tenían que citarnos. Ahí nos dimos cuenta de que El Mostrador se convirtió en un referente”, cuenta.

Pero el reconocimiento también trajo consigo pugnas con otros conglomerados de la prensa. En 2003, El Mostrador fue reconocido como el primer diario digital en Chile por la Superintendencia de Valores y Seguros, es decir, tenía el mismo estatus que los diarios que circulaban en papel. La determinación de la institución financiera provocó una férrea respuesta de la Asociación Nacional de Prensa (ANP) que, con El Mercurio a la cabeza, presentó un recurso de protección ante la Corte de Apelaciones para revertir el reconocimiento de El Mostrador; todo motivado por el peligro que significaba para la prensa tradicional el hecho de que medios digitales acapararan parte de la torta del avisaje publicitario.

Pese a la ofensiva, la Corte de Apelaciones y la Corte Suprema desestimaron el reclamo y confirmaron que El Mostrador era un medio nacional con los mismos derechos y responsabilidades de un diario impreso. “Este fue un fallo que favoreció particularmente a El Mostrador, pero cuya resolución sentó jurisprudencia para todos los diarios de Internet. Lo que hizo el fallo fue establecer que, en realidad, lo que define la naturaleza de un periódico es que cambien sus titulares todos los días, que entreguen noticias y que el soporte en donde eso se produzca es irrelevante”.

Pese a que en un comienzo existía un cierto “desprecio” por su condición de medio digital, rápidamente el mundo del periodismo y las autoridades políticas comenzaron a percibir el impacto de El Mostrador. “Los demás diarios tuvieron que empezar a citarnos y otros periodistas comenzaron a respetarnos, porque éramos parte de un medio de comunicación real, que golpeaba, cambiaba sus titulares todos los días e incidía en la agenda”, recuerda Claudia Del Solar, su primera editora general en política.

En junio de 2001 comenzaron los alegatos en el juicio a Pinochet. Tras la reforma procesal penal, las intervenciones en los juicios orales pasaron a ser públicos. Sin embargo, el máximo tribunal determinó que las intervenciones en el juicio contra el dictador fueran secretas, sin ninguna justificación. Pero eso no fue impedimento para que los periodistas de El Mostrador accedieran a los alegatos.

“Nosotros consideramos que no había ninguna razón objetiva para que se le negara a la prensa el acceso a los alegatos. Entonces, lo que hicimos fue comprar un equipo en la casa del espía, y -esto es real- compramos un lápiz que transmitía audio y pusimos un receptor afuera de los tribunales que grababa. Un abogado entraba con el lápiz a la sala y Charlie, que era el estafeta del diario, tomaba los cassette y los llevaba a la oficina que estaba en Miraflores, cerca de los tribunales. Cinco periodistas descaseteaban los audios y así El Mostrador fue el único medio que todos los días tenía los alegatos del juicio a Pinochet”, cuenta Claudia Del Solar.

La ex editora se ríe cuando se le pregunta por el nombre del abogado que los ayudó a concretar la operación.

—Nunca se sabrá— agrega. 

La arriesgada y polémica jugada no cayó del todo bien en el rubro. A pesar de que los medios replicaban los alegatos, cuestionaban la forma de conseguir la información. Pese a todo, una vez más el equipo demostró que se podía ir más allá de lo posible.

Del Solar estuvo tres años como editora general de El Mostrador. En ese periodo cuenta que el diario atravesó varias crisis económicas, golpeó “innumerables veces” y el equipo rotó una y otra vez. Pero más allá de eso, la etapa inicial del primer diario digital de Chile sentó uno de los precedentes más importantes en la prensa nacional: lo que define a un diario no es cómo ni dónde ni cuándo se publica, sino la calidad del periodismo que entrega.

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