Premio Periodismo de Excelencia

Luis Miranda Valderrama:

“Me enamoré del periodismo en la medida que encontré historias para contar”

Fue el primer periodista que ganó el PPE, en 2003. Y lo hizo con una crónica publicada en la extinta revista Fibra, donde narró cinematográficamente la profunda mutación que enfrentó el sistema de justicia con la entrada en vigencia de la Reforma Procesal Penal. Un retrato que puso fin a los actuarios y dio cabida a los juicios orales protagonizados por jueces, fiscales, abogados defensores y hasta testigos que llegaban con peluca a los tribunales. Luis Miranda estaba haciendo lo que hoy se conoce como Periodismo Literario, un género que entonces pocos conocían en Chile.

Por Patricio Pinto

Si el camino que llevó a Luis Miranda Valderrama a convertirse en periodista fuera una película, comenzaría con un niño en una biblioteca. Hijo de padres que desde temprano lo familiarizaron con las enciclopedias que compraban en fascículos, no había día en que no se perdiera en ellas. “La fascinación que me provocaba leer biografías e historias fue evolucionando al deseo de escucharlas y de querer contarlas”, dice quien antes de dar ese salto pasó por la carrera de medicina. “Un día me retiré y no sabía qué hacer. Hasta que me di cuenta de que el periodismo era lo que más me acercaba a leer y a contar historias, y por ahí me fui”.

No fue una transición fácil. Encontrar potencial narrativo en la realidad no era algo que se enseñara en las escuelas de Periodismo de los ’90. “Yo era mediocre como estudiante de periodismo. Jugaba a la pelota y también al básquetbol. Me gustaba la lectura, pero no me gustaban algunos profes. Recuerdo que tuve uno que me hizo escribir redacción general con la típica pirámide informativa, dar vuelta una entrevista. Reprobé ese ramo, me hacía sufrir. Ya después, cuando publiqué algo en medios, este profe me dijo que sabía que no iba a escribir ese tipo de periodismo, pero que tenía que hacerme pasar por eso. Igualmente fue bueno porque las personas que son más creativas también necesitan un poco de fuerza y de oficio”.

Y el oficio para este cronista se resume básicamente en cuatro elementos: el primero es leer mucho; el segundo, es practicar; el tercero, es estar atento. Y el cuarto, “trabajar como chino y reportear mucho”.

—¿Cuándo se dio cuenta de que con hechos reales podía construir historias?

—Empecé a encontrar esas historias cuando empecé a ser periodista, cuando tenía que ganarme la vida y la manera era observar, estar atento en la calle y leer los diarios. Básicamente era estar atento a cosas que estaban contadas en breve pero que podían ser buenas historias y desarrollarse formidablemente si uno reporteaba harto.  

“Lo que hacen estas distinciones es hacerte figurar, y en mi caso fue especial porque de alguna forma -creo yo- mi trabajo marcó una diferencia con lo que se hacía periodísticamente hasta ese momento. Hablo de un estilo para contar historias. Historias reales contadas con elementos dramáticos que las hacían un poco más interesantes o con carne, como se dice. Recuerdo que había personas que me decían que les gustaba mi forma de escribir. En ese sentido, este premio me abrió las puertas y me generó un nombre”.

Los frutos de esa siembra se pudieron ver con claridad cuando se convirtió en uno de los primeros en ganar el PPE en 2003. Lo hizo con un trabajo publicado en la revista Fibra, una crónica llamada “Hable ahora o calle para siempre”. En ese entonces, Miranda ya se divertía y se sentía cómodo escribiendo historias que más adelante también publicaría en medios como Caras, Paula o El Mercurio, e incluso en un libro de crónicas llamado “Dios es Chileno” (Planeta, 2007), del cual es coautor.

“Yo me enamoré del periodismo en la medida de que encontré historias para contar. Y si bien al comienzo la concepción de las historias pertenecía más bien al terreno de ficción, entré en un momento donde también los escritores de ficción comenzaron a participar en el ámbito del periodismo”, dice quien fuera subeditor en La Nación Domingo y El Semanal de La Tercera, y actual editor en Las Últimas Noticias.

—Cuando la fascinación por las historias y el oficio por fin cuajaron, usted se convirtió en ganador del PPE en 2003. Ese año además, fue finalista con “El duelo de la familia Soto Tapia”, el conscripto del regimiento Yungay en San Felipe que fue brutalmente asesinado a mediados de los ’90. ¿Qué provocaron estos reconocimientos en su vida profesional?

—Evidentemente, la creación de este premio produjo un cambio. Lo que hacen estas distinciones es hacerte figurar y, en mi caso, fue especial porque creo que de alguna forma mi trabajo marcó una diferencia con lo que se hacía periodísticamente hasta ese momento. Hablo de un estilo para contar historias. Historias reales contada con elementos dramáticos que las hacían un poco más interesantes o con carne, como se dice. Recuerdo que ponía diálogos, estructura, jugaba con los tiempos, etc. O sea, utilizaba lo que hoy se llama Nuevo Periodismo o Periodismo Literario, que era algo que, en ese entonces, no lo hacía mucha gente en Chile. No sé si marqué una escuela pero sí recuerdo que había personas que me decían que les gustaba mi forma de escribir. En ese sentido, este premio me abrió las puertas y me generó un nombre.

—Según su criterio, ¿cuáles son los ingredientes para encontrar una buena historia?

—A veces uno dice: esto es un historión, pero en ocasiones también te mandan a hacer historias que son más pequeñas y piensas: déjala ahí, hay algo. Lo que ve uno es el lugar, los personajes, la historia, el trasfondo.

—¿Qué se necesita para reportearlas y contarlas?

—Se necesita, principalmente, trabajo. Si tienes a una persona que trabaja, el talento se puede pulir. El periodismo te da la posibilidad de contar historias, la gracia es ver si esa historia es lo suficientemente única. Y para que sea única depende mucho del punto de vista de quién la cuente. La idea es intentar llegar antes que otros, pero sobre todo reportear.

—En la crónica “Hable ahora o calle para siempre” cuenta la mutación que sufrió el sistema de justicia con la llegada de los juicios orales. ¿Cómo recuerda ese reporteo en particular?

—Yo era colaborador en ese tiempo. Y recuerdo que al saber que esta era la justicia que venía, asistir a un juicio y contarlo por dentro (en una de las regiones donde se empezó a aplicar el modelo) caía del cielo, porque en Santiago no se conocía. Mi visión era reportear la reforma, sentía que ésta pesaba sobre dos protagonistas: el fiscal y el abogado defensor. Conversando con Andrea Palet (entonces editora general de Fibra), me dijo que su hermano era abogado y que su cuñada trabajaba en la Defensoría Penal de Linares, algo así. Concluimos que yo podría ir a un juicio cualquiera con la estrategia de mostrar cómo funcionaba, y contar el momento tal cual como lo veíamos. Nosotros queríamos contar cómo era la justicia, no el juicio en sí. Una vez que nos dieron la fecha de un juicio equis, y como era una instancia pública, me instalé con un cuaderno en la mano y anoté todo. (…) La manera en que escribía era la única manera en la cual yo podía sentir una historia: tenía que ir, estar, oler.

“El periodismo te da la posibilidad de contar historias, la gracia es ver si esas historias son lo suficientemente únicas. Y para que sean únicas depende mucho del punto de vista de quién las cuente. La idea es intentar llegar antes que otros, pero sobre todo reportear”.

—¿Cuál es su mirada de la Reforma Procesal Penal hoy en día?

—No es una mala reforma, creo que era lo que había que hacer y que es mucho mejor que la justicia antigua. Pero también pienso que es una reforma muy idealista. Ingenua en el sentido de que se pensó que los fiscales tendrían una mística que, a la luz de los hechos y ante el aumento de los volúmenes de delincuencia, no da abasto. En ese entonces había una confianza ciega en que la reforma iba a corresponder a un nuevo Chile, y creo que lo que ha hecho es responder de acuerdo a sus capacidades.

—¿Hay algún juicio oral reciente que le hubiese gustado contar?

—Sí, pero no lo voy a decir porque quiero hacerlo libro.

—¿Cómo podría describir el trabajo en la revista Fibra? ¿Qué perdimos los lectores cuando desapareció?

—Fibra fue una revista revolucionaria en muchos aspectos por el nivel de editores, periodistas y diseño que había ahí. Fue un lugar de grandes pautas y de libertades, de gente muy inteligente, creativa y talentosa. Duró incluso más de lo que pudo haber durado en otras circunstancias, y fue un hito, pero como todos los hitos en el periodismo, si no se mantiene, se muere. Los lectores, en rigor, no perdieron nada, en el sentido de que los medios de comunicación existen si son leídos, si tienen éxito editorial y si tienen éxito comercial. Son empresas o medios subsidiados por empresas que si no llegan a buen puerto desaparecen.

“Recuerdo que al saber que esta era la justicia que venía, asistir a un juicio oral y contarlo por dentro (en una de las regiones donde se empezó a aplicar el modelo) caía del cielo, porque en Santiago no se conocía. Mi visión era reportear la reforma, sentía que ésta pesaba sobre dos protagonistas: el fiscal y el abogado defensor. (…) Una vez que nos dieron la fecha de un juicio equis, y como era una instancia pública, me instalé con un cuaderno en la mano y anoté todo”, dice sobre la crónica ganadora en 2003 del PPE: “Hable ahora o calle para siempre”.

—¿Cree que la mirada de un cronista puede generar conversación e influir en la opinión pública? Por ejemplo, si se hubiese contado más la Convención Constitucional, ¿el resultado del plebiscito de salida habría sido otro?

—Nuestro trabajo influye totalmente. Y en cuanto a la Convención, encuentro que se disparó muchas veces a los pies, partiendo con Rojas Vade y siguiendo con otras cosas. Creo que el periodismo (narrativo) ahí, podría haber aportado, para mejor o para peor, no lo sé.

—Fuera de su rol de editor en Las Últimas Noticias, ¿cuáles son sus proyectos?

—Estoy terminando una novela que es ficción, tengo un taller de escritura creativa con otro finalista de la Alberto Hurtado, Roka Valbuena. Y también tenemos un proyecto de una editorial que está pronto a salir.

—¿Qué le recomendaría a estudiantes de periodismo o periodistas que quieren hacer trabajos como el suyo, pero no saben dónde?

—Que escriban, que reporteen. Si están en la universidad, hagan las de quico y caco, desarróllense. Miren, si se van a equivocar en la facultad les ponen un rojo, no es nada, después se les olvida. Tomen los fracasos como son, posibilidad de mejorar. Sean apasionados escribiendo, hay historias en todos lados.

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