—Y una vez allá, ¿qué le hizo cambiar el foco?
—Bajándome de la lancha que tomé en Puerto Cisnes, en el muelle, me encontré con una persona y le conté lo que venía a escribir. Entonces, me dijo: “¿Y qué tanto? Si eso es mentira”. Y cuando pregunté que cómo podía ser una mentira, me contestaron que le preguntara a quien quisiera. A partir de ese momento cambió el foco y fui hablando con más gente que me fue contando la verdadera historia. No quise hablar con la niña, eso sí, porque la pobre es como una víctima y no quiso engañar a nadie. Pero sí fui a esperar al alcalde hasta que me atendiera, y cuando le dije “cuénteme cómo es verdaderamente esta cuestión”, me lo confesó: “Lo que pasa es que ella estaba ahí con esa balsa de plumavit, y dije: saquémosle una foto, y como de repente la cosa prendió, lo dejé así”. Según él, esa foto era la única manera de llamar la atención sobre el pueblo, específicamente sobre sus carencias, que son reales. Me pareció una historia aún más interesante, porque no era la de un estafador, era la historia de un engaño que le convenía a todo el mundo.
—Pero, ¿por qué indagar más en una historia que ya había pasado y que, además, se mostró tanto en la tele?
—Esta es una de las grandes lecciones que me dejó este tema. Uno podría haber dicho: “Esta historia ya está en los medios, fueron hasta los matinales a transmitir en directo desde allá, ya pasó”, pero la gracia aparece cuando uno llega después de que el show termina, cuando ya están bajando el escenario.
—El impacto que generó la falsa historia provocó que se le brindaran muchos beneficios, no solo a la niña en cuestión, sino que a Puerto Gala. ¿Pensó en algún momento que al desmentir el asunto podrían perder todo lo conseguido?
—No, para nada (…) no le iban a quitar nada porque la necesidad es real. Le podrían haber quitado el bote, pero eso es irrelevante porque, al final, ella no se movía en bote. Estamos hablando de una persona súper pobre, en una escuela súper pobre y en una comunidad necesitada de recursos.
—¿Considera que hay mentiras que se justifican?
—No, no creo que haya mentiras buenas, pero entiendo su punto de vista y uno no está en posición de juzgarlos desde la comodidad de Santiago y con sus necesidades cubiertas. De hecho, cuando le atribuyeron a Dios que esto haya generado la atención de las autoridades y de los medios, me pareció una frase muy cándida, muy honesta, bonita incluso. En todo caso, la pega de uno es contar las cosas como son y no como conviene que sean.