Premio Periodismo de Excelencia

Alejandro Vega:

“El periodismo de investigación es la base valórica fundamental para una sociedad democrática”

Para Alejandro Vega, reportero audiovisual que investigó el caso Quemados y el tráfico de niños que ocurrió en Chile durante los años de la dictadura, el periodismo es un ejercicio político que, si se acompaña de datos verificables y una buena historia, cumple con informar, pero también con formar a las personas. “Revelar y desenmascarar actos que están reñidos con cualquier sociedad democrática es esencial”, dice en esta entrevista donde habla del amor al oficio que aprendió de su padre y abuelo, sus referentes más inspiradores.

Por Mauricio Alarcón

De niño que Alejandro Vega (45) es un apasionado por las historias y la búsqueda de información. Así lo cuenta en esta entrevista que dio poco antes de retirarse de Chilevisión, el canal donde trabajó durante 14 años con investigaciones de alto impacto, en especial por aquellas vinculadas a casos de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet. “Desde pequeño observé a mi padre y fue como un espejo en mi carrera. Él es periodista al igual que mi abuelo. Sin duda, fueron una fuente de inspiración para mí”, dice quien se define como un reportero de trinchera.

Arrancó apenas pudo de las coberturas de prensa diaria para concentrarse en hacer reportajes en profundidad que dejaran huella. Sus investigaciones sobre el caso Quemados, los médicos que practicaron la tortura en dictadura o el tráfico de niños que ocurrió en Chile durante los años ’70 y ’80, fueron parte de sus trabajos más destacados. “No había nada más latoso y frustrante que llegar a cubrir una conferencia de prensa, donde luego de registrar el monólogo de las autoridades tenías que llegar al noticiero, redactar y prácticamente componer lo que ellos querían”, cuenta con irreverencia.

Para Vega, la apuesta siempre estuvo en el desarrollo de historias que rompieran con lo que tradicionalmente se informa en los noticieros. Defensor de la pauta propia, también escuchó harto los requerimientos de la ciudadanía.

“La mayoría de las veces, los temas de derechos humanos o de corrupción son propuestas que vienen de los periodistas y no de los medios. Pero también, con el boom de las redes sociales, cada vez son más los ciudadanos que llaman para que se hagan eco de sus denuncias”, dice.

La gente confía en que sus casos serán recogidos y escuchados por la televisión. Y Vega es de los que la escucha y empatiza, mas sin perder el rigor. “Luego tienes que cruzar datos y corroborar si lo que te dicen las personas está respaldado o documentado a través de todas las fuentes habidas y por haber”, advierte. Eso es, para él, el trabajo de investigación profundo y bien hecho.

—En 2017 se emitió su reportaje “La historia oculta del millonario tráfico de niños en Chile”. ¿Cómo fue llevar a la pantalla un tema tan delicado?

—El origen del reportaje sobre el tráfico de niños se dio por un reporteo que comencé a hacer sobre los casos de susceptibilidad de adopción del Sename. Los niños con familias de escasos recursos, a pesar de tener padres y una red familiar, de igual manera eran susceptibles de adopción. Yo estaba reporteando eso, cuando me encontré fortuitamente con el caso de una mujer que se acercó a conversar con nosotros y nos dijo que a su bebé se lo habían robado en el año ochenta y algo, cuando ella tenía 17. Muchos años después, cuando su hija ya era adulta, esta madre la encontró. Esa fue la primera piedra que abrió las puertas para saber sobre el tráfico de niños.

“Los medios de comunicación bailan al son de la polémica y se preocupan de hacer noticia, pero no están entregando valores, no están formando a las personas. Por eso esta sociedad sigue igual de dividida. (…) Para perseverar, sólo se debe luchar y tratar que los colegas periodistas no transen sus convicciones, a pesar de que trabajen en medios que muchas veces responden a intereses que van en contra de nuestra profesión”.

—¿Qué hizo a partir de ese testimonio?

—Comenzamos (a reportear) con los organismos públicos que tuvieron responsabilidad en la adopción irregular de miles de niños, y concluimos que en el trasfondo de esta realidad, evidentemente había una responsabilidad del Estado que –en este caso– recaía en la función del Sename. A partir de la denuncia que hizo el diputado René Saffirio, sobre la impresionante cifra de niños muertos en esa institución (alrededor de 1.313), los medios de comunicación comenzaron a tomar conciencia de esta realidad. Yo me preguntaba: si siempre estuvo ahí, ¿por qué no se hizo antes? Y creo que tiene que ver con lo mismo que pasaba con el tráfico de niños en la época de la dictadura desde el año ’71 al ’73, nunca se habló de ello. ¿Acaso fue porque nunca tuvo importancia? Para mí, esto simplemente se debió a que los derechos humanos de esa época estaban principalmente enfocados en lo que eran los crímenes de lesa humanidad, con desapariciones forzosas, torturas y asesinatos por parte de agentes del Estado. Los niños quedaron desplazados, como en un submundo. Corregir entes del Estado es muy difícil, los problemas que arrastran vienen desde hace muchos años, y el Sename es justamente uno de esos organismos en los que nunca le pusieron el cascabel al gato. Hasta el día de hoy hay una deuda con la transparencia que tienen estos organismos, porque muchas veces se defienden apelando a la protección del niño, pero es paradójicamente a través de esa protección que los vulneran y, de ese modo, inhiben a los medios de comunicación para informar de casos que perfectamente podrían caer en delitos de corrupción.

Usted ha reporteado múltiples temas relacionados con los derechos humanos. ¿Cómo ve la cobertura actual que le dan los medios a este tipo de temáticas?

—Lo veo como un derecho humano pobre. Siento que hay una condescendencia con el poder que es brutal y que atenta contra los principios fundamentales de nuestra profesión. Me refiero a la información veraz y oportuna. En Chile, por ejemplo, los medios de comunicación no informaron cómo se debía los daños oculares que se provocaron a tantos jóvenes en el contexto del estallido social. Se ha perdido algo que es fundamental y que tiene que ver con la defensa de los valores más importantes que tenemos los periodistas. Los grandes responsables de que hoy día exista ese vacío son la clase política pero, lamentablemente, lo que están haciendo es provocar un tremendo daño a la sociedad. Los medios de comunicación bailan al son de la polémica y se preocupan de hacer noticia, pero no están entregando valores, no están formando a las personas. Por eso esta sociedad sigue igual de dividida.

“El reportaje del Caso Quemados permitió que se condenara a los culpables. A pesar de que apelaron incluso, les aumentaron la condena. Pero después de eso, estos sectores que siguen teniendo mucho poder han tratado de seguir instalando su propia verdad. No atacando la información, sino atacando a la fuente de esa información, en este caso, a mí. Me acusaron de pagarle a un conscripto, con una declaración jurada ante notaría”.

Tras la emisión de estos trabajos, ¿las instituciones a las que interpeló tomaron acciones concretas?

—El reportaje del caso Quemados, por ejemplo, permitió que se condenara a los culpables. A pesar de que incluso apelaron, les aumentaron la condena. Pero después de eso, estos sectores que siguen teniendo mucho poder, han tratado de seguir instalando su propia verdad. Su pacto de silencio lo han tratado de reflotar con los años. Ahí tienes un caso: se encontró justicia, se descubrió la mentira del Ejército, pero aun así ellos siguen utilizando una falsa verdad. No es que lo hagan atacando la información, sino que, atacando a la fuente de esa información en este caso a mí.

—En 2015, Pedro Franco Rivas, conscripto condenado por el caso Quemados, aseguró que había mentido en su declaración a causa de que usted le había pagado.

—Efectivamente, me acusaron de pagarle a un conscripto, con una declaración jurada ante notario. Hoy día, cualquier persona puede decir que es dueña del sol y de la luna a través de la notaría, pero lo cierto es que las declaraciones están en tribunales. Las argucias que han utilizado para instalar sus mentiras no han acabado, pero al menos hay consecuencias, y las consecuencias son las condenas.

—De los distintos casos que le ha tocado investigar, ¿cuál lo ha marcado más?

—Son varios, pero elijo a “Médicos Torturadores”, porque mi padre (Carlos Vega Delgado) fue torturado y mi experiencia vital me retrotrae a la infancia, cuando lo acompañé una vez al hospital y lo llamaron porque era su turno para entrar a un box. Alcanzó a estar cinco segundos adentro, porque salió desencajado y pálido, debido a que el médico que lo iba a atender era uno de los que estuvo presente en sus sesiones de tortura. Cuando comencé a investigar temas relacionados con derechos humanos, esa fue la primera propuesta que presenté. Peleé por más de un año para que me dejaran hacerla y fue Patricio Caldichoury [director de prensa de Chilevisión] quien me autorizó. Nos enfocamos en tres doctores que fueron partícipes activos en torturas de prisioneros, los encontramos y los interpelé en la calle, haciéndole las preguntas que tenía que hacerles, y los tres fueron condenados.

—Si tuviera que hacer una reflexión respecto a la importancia del periodismo de investigación en televisión, ¿cuál sería?

—Yo creo que el periodismo de investigación es la base fundamental en términos valóricos para una sociedad democrática, porque te permite no solo informar, sino también formar a las personas y entregarle valores que son vitales. Te da paso a revelar y desenmascarar actos que están reñidos con cualquier sociedad democrática, y eso es esencial. Para perseverar en esto, sólo se debe luchar y tratar que los colegas periodistas no transen sus convicciones, a pesar de que trabajen en medios que muchas veces responden a intereses que van en contra de nuestra profesión. Por mi parte, estoy en proceso de irme, quiero refrescar mi cuerpo, mi alma, y salir del periodismo; me aburrí de luchar.

“Son varios los trabajos que me han marcado, pero elijo ‘Médicos Torturadores’, porque mi padre fue torturado y mi experiencia vital me retrotrae a la infancia, cuando lo acompañé una vez al hospital y lo llamaron porque era su turno para entrar a un box. Alcanzó a estar cinco segundos adentro porque salió desencajado y pálido, debido a que el médico que lo iba a atender era uno de los que estuvo presente en sus sesiones de tortura. Cuando comencé a investigar estos temas, fue la primera propuesta que presenté, peleé por más de un año para que me dejaran hacerlo”.

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