¿Qué ocurre en la interna del Metro cuando alguien se suicida? Esa pregunta que muchos nos hemos hecho en algún momento fue la que se plantearon en 2020 dos estudiantes de periodismo de la Universidad Diego Portales (UDP). Fue, de hecho, su proyecto de título, dirigido por el ex periodista de Ciper, Alberto Arellano. A través de su investigación que llevó por título “SIGMA: el código secreto de los suicidios en el Metro”, Camila Bohle y Valentina Medina retrataron las miserables condiciones laborales en las que personas subcontratadas por la empresa, sin ninguna preparación ni protocolo de acompañamiento emocional, se ocupan de limpiar los restos humanos de aquellas personas que se lanzan a las vías.
El reportaje sacó a la luz una problemática que Metro mantenía bajo secreto, pero también mostró cómo esa desprotección hizo que sus protagonistas se refirieran a su trabajo como si fuera de lo más normal eso de andar recogiendo muertos de las vías del tren subterráneo, como si estuvieran completamente anestesiados. Ganador del PPE Universitario en 2020 y publicado en el medio online Pousta un año después, es uno de los cerca de 50 trabajos que han ganado o sido finalistas en esta categoría desde su creación en 2009; todas piezas que destacan por su calidad narrativa e investigativa, así como también por su impacto, demostrando año a año que es posible marcar pauta desde las escuelas.
Eduardo Arriagada, periodista y académico de la Universidad Católica (UC), lo atribuye a un cambio de paradigma que comenzó hace unos 20 años al interior de las escuelas de periodismo, cuando éstas se dieron cuenta de que si estimulaban a los estudiantes a generar contenidos que tempranamente pudieran salir a competir al mercado, la calidad de sus trabajos y su vocación periodística aumentaban. “El incentivo de publicar y de llegar a las audiencias no estaba en sus horizontes y eso acababa condicionando la manera en la que el alumno se paraba ante la fuente o lo que iba a escribir. Era muy importante cambiar eso para generar una actitud profesional en ellos desde el día uno”, dice Arriagada.
La UC fue una de las primeras escuelas que se propuso instalar desde el primer año de carrera este aliciente en los alumnos. Y para eso, incorporaron reuniones de pauta, tiempos y estándares que debían cumplir de cara a la entrega final, similares a los de una redacción de prensa profesional. Pero así como se debieron adoptar prácticas que de cierta forma profesionalizaron el ejercicio periodístico formativo, también hubo que crear los espacios para publicar y dar salida a los buenos trabajos y proyectos realizados por estudiantes. Y así fue que surgieron los medios-escuela.
No se trata sólo de espacios donde se cuelgan trabajos de forma casi aleatoria, sólo por darle alguna salida a modo de repositorio a piezas destacadas que surjan en las cátedras, sino la generación de medios de comunicación con orgánicas e identidad propias y propuestas editoriales con las cuales las comunidades universitarias se identifican y donde estudiantes y profesores, trabajando juntos, pueden ser parte en la generación de contenidos que no se restrinjan a meros ejercicios de lo aprendido en clases, sino que a darle vida a productos con valor real e incidencia en la sociedad y el debate público.
Siguiendo esa línea, la Escuela de Periodismo de la UC creó en alianza con Publimetro en 2007 la revista Kilómetro Cero, uno de los primeros medios digitales de periodismo universitario en Chile. Al año siguiente, la Universidad Alberto Hurtado (UAH) crearía Puroperiodismo. Tiempo después, la Diego Portales daría forma a Vergara 240; la Del Desarrollo haría lo propio primero con LimónApps y, luego, con Zona Reactiva; y la Universidad de Chile abriría Doble Espacio, que se sumaría a su proyecto radiofónico, la Radio Juan Gómez Millas.
“El objetivo siempre fue que el alumno sintiera el peso de la audiencia”, dice Arriagada sobre el medio-escuela de la UC.
Este nuevo ecosistema de medios universitarios surgió de la mezcla entre necesidad que generó una industria mediática cada vez más reducida y las oportunidades que presentan las nuevas tecnologías de la información para generar proyectos multimedia. En otras palabras, a falta de espacios para hacer periodismo con altos estándares, sólo queda crearlos. Con ello vino un impulso que, a pesar de los distintos modelos implementados y diferentes niveles de éxito de cada proyecto, logró elevar el nivel de los trabajos realizados en cuanto a profundidad, calidad y originalidad, al punto de poner el trabajo de estudiantes a la altura de periodistas profesionales. De esas experiencias y los cambios que impregnaron en las formas en que se enseña a hacer periodismo en Chile es que trata este reportaje.